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12 junio 2025

La Teosofía no es una religión

 

Recurso de Matt Cole, de la web https://pt.vecteezy.com


Extractos del artículo “¿Es la Teosofía una Religión?”, de H. P. Blavatsky, publicado originalmente en la revista Lucifer, Vol. III, de noviembre de 1888:

 "No es exageración el decir que nunca ha habido —durante el presente siglo [siglo XIX, cuando fue escrito el artículo], en todo caso— un movimiento, social o religioso, tan terrible y absurdamente mal comprendido, o sobre el que se haya dicho más disparates que la Teosofía —ya sea si se le contempla teóricamente como un código de ética, o prácticamente en su expresión objetiva, como la Sociedad conocida por ese nombre.

Año tras año y día tras día, nuestros dirigentes y miembros han tenido que interrumpir a personas hablando del movimiento teosófico con protestas más o menos enfáticas contra la teosofía, y refiriéndose a la misma como una “religión,” y a la Sociedad Teosófica como una especie de iglesia o cuerpo religioso. Aún peor, ¡con frecuencia se alude a la misma como una “nueva secta”! ¿Es un obstinado prejuicio, un error, o ambos?

Los más estrechos de mente e incluso las personas más notoriamente injustas necesitan de un pretexto plausible, de un gancho del cual colgar sus observaciones poco caritativas y sus calumnias dichas inocentemente. ¿Y qué pretexto es más sólido para ese propósito y más conveniente, que un “ismo” o una “secta”?

La gran mayoría de ellos estaría muy arrepentida al ser desengañada y finalmente forzada a aceptar el hecho de que la teosofía no es ninguna de las dos.

Aquel que cree en una religión o en una fe, contemplará la de otro como una mentira, y lo odiará por esa misma fe. Es más, a menos que encadene la razón y ciegue enteramente la percepción de cualquier factor externo, esta última no es fe en absoluto, sino una creencia temporal, un engaño bajo el cual trabajamos en un momento particular de nuestra vida.

Explicar esto es el propósito de la presente protesta. Acaso sea necesario, primero que todo, decir que la aseveración de que la “Teosofía no es una Religión,” no excluye en modo alguno el hecho de que la “Teosofía es Religión” en sí misma. Una Religión, es el sentido correcto y verdadero de la palabra, es un lazo que une a los hombres—no un grupo particular de dogmas y creencias. Ahora, la Religión, de por sí, en su más amplio significado, no es sólo aquello que une a todos los Hombres, sino a todos los Seres en el Universo entero, en un gran todo. Esta es nuestra definición teosófica de religión, pero la misma definición cambia nuevamente con cada credo y país, y ni siquiera dos cristianos la contemplan de igual modo. Hallamos esto en más de un autor destacado.

Pero para los teósofos (para los genuinos teósofos, me refiero), que no aceptan una mediación por poder, no hay salvación por medio de la sangre derramada, como tampoco piensan en “trabajar por salarios” en la Religión Universal Una, y la única definición a la que pueden suscribirse y aceptar por completo es la dada por Miller. Cuán verdadera y teosóficamente la describe, al indicar que:   

... la verdadera Religión es siempre amable, propicia y humilde, no juega al tirano, no planta una fe en la sangre, no porta destrucción en las ruedas de su carruaje; sino que se eleva para pulir, socorrer y desagraviar, y edifica su grandeza en el bien común.

Así, la Teosofía no es una religión, decimos, sino Religión en sí misma, el único lazo de unidad, tan universal y omniabarcante, que ningún hombre, así como ni la más pequeña partícula—desde los dioses y los mortales, hasta los animales, la brizna de hierba o un átomo—pueden quedarse fuera de su luz. Por lo tanto, cualquier organización o cuerpo con semejante nombre debe necesariamente ser una Fraternidad Universal.

Ya que la Teosofía puede ser practicada por cristianos o paganos, judíos o gentiles, agnósticos o materialistas, e incluso ateos, mientras ninguno de ellos sea un fanático que se niegue a reconocer como su hermano a cualquier hombre o mujer fuera de su propio credo o creencia particular.

El conde León Tolstoi no cree en la Biblia, la iglesia, o la divinidad de Cristo, y con todo, ningún cristiano le sobrepasa en la práctica de los principios que se alega fueron predicados en la Montaña. Y estos principios son los de la Teosofía, no porque fuesen pronunciados por el Cristo cristiano, sino porque son ética universal, y como tal fueron predicados por Buda y por Confucio, por Krishna y por todos los grandes Sabios, miles de años antes de que se escribiera el Sermón de la Montaña.

Sus doctrinas [de la Teosofía], si se estudian con seriedad, ayudan a estimular el poder de razonamiento y a despertar el lado interno en el hombre animal, y todos los poderes dormidos para bien nuestro, y también la percepción de lo que es cierto y real, contrario a lo que es falso e irreal.

Arrancando con mano certera el denso velo de la letra muerta de la cual cada escritura religiosa está revestida, la Teosofía científica, aprendida en el velado simbolismo de las edades, revela al que se mofa la sabiduría antigua, el origen de las ciencias y las creencias del mundo. Abre una nueva visión más allá del horizonte de las creencias cristalizadas, despóticas e inamovibles, y convierte la creencia ciega en un conocimiento razonado fundado en leyes matemáticas—la única ciencia exacta—que le demuestra en aspectos más profundos y filosóficos la existencia de eso que repelido por lo burdo de las formas de la letra muerta, abandonó hace tiempo como un cuento de niños. Da un objetivo claro y definido, un ideal por el cual vivir, a cada hombre o mujer sinceros que pertenezcan a cualquiera de los segmentos de la sociedad, y a cualquier cultura o grado de intelecto. La Teosofía práctica no es una ciencia, pero abraza cada una de las ciencias en la vida, moral y físicamente. Puede, en resumen, contemplarse justamente como un maestro o tutor de experiencias y conocimientos de alcance mundial, y con una erudición que no solo asiste o guía a sus discípulos hacia un exitoso examen para cada servicio moral o científico en su vida terrenal, sino que lo prepara para las que vivirá después, si esos discípulos tan solo estudian el universo y sus misterios dentro de sí mismos, en vez de estudiarlos a través de las gafas de la ciencia y las religiones ortodoxas.

 Y que ningún lector malinterprete estas declaraciones. Es solo la Teosofía per se a cuyo nombre se clama esa omnisciencia universal, y no hacia un miembro individual cualquiera de la Sociedad, o incluso un teósofo. Ambos —la Teosofía y la Sociedad Teosófica—, una como vehículo y otra como aquello que la contiene, no deben confundirse. Una es, como ideal, la Sabiduría divina, perfección en sí misma; la otra, algo pobre e imperfecto, tratando de vivir dentro de ella, su sombra en la tierra.

Hemos dicho que creíamos en la absoluta unidad de la naturaleza. Unidad implica la posibilidad de que una unidad que se encuentra en un plano entre en contacto con otra unidad que está en, o se comunica desde, otro plano. Creemos en ello.

La recién publicada La Doctrina Secreta mostrará lo que eran las ideas existentes desde la antigüedad, respecto de los primeros instructores del hombre primordial y sus tres primeras razas tempranas. El génesis de Sabiduría-Religión, en lo cual todos los teósofos creen, data de ese período. El llamado “ocultismo” o más bien las “ciencias esotéricas, tiene su origen en esos Seres que, llevados por el karma, han encarnado en nuestra humanidad haciendo resonar así la nota clave de esa ciencia secreta que incontables generaciones de subsecuentes adeptos han expandido desde entonces en todas las edades, mientras revisaban sus doctrinas por medio de la observación personal y la experiencia. El grueso de este conocimiento —que ningún hombre puede poseer por completo— constituye lo que nosotros llamamos Teosofía o “conocimiento divino”. Seres de otros mundos más elevados pueden tenerlo por completo, pero nosotros solamente podemos tenerlo en forma aproximada.

Así, la unidad de todo en el universo implica y justifica nuestra creencia en la existencia de un conocimiento que es a la vez científico, filosófico y religioso, mostrando la necesidad y la actualidad de la conexión del hombre con todas las cosas en el universo y con cada uno, cuyo conocimiento, por lo tanto, se torna esencialmente Religión, y debe llamársele íntegra y universalmente por el nombre distintivo de “Sabiduría-Religión.” 

Es de esta Sabiduría-Religión que todas las diversas “religiones” individuales (erróneamente llamadas de este modo) han nacido, formando a su vez sus ramas y divisiones, y también todos los credos menores, basados y siempre originados en alguna experiencia personal en psicología. Cada una de estas religiones, o de sus ramas, ya sea considerada ortodoxa o hereje, sabia o tonta, comenzó originalmente como una clara y no adulterada rama de la Fuente Madre. El hecho de que cada una en su momento se contaminara con especulaciones puramente humanas e incluso con inventos por motivos de interés, no impide que ninguna de ellas fuese pura en sus comienzos. Existen credos —no debemos llamarlos religiones— actualmente cubiertos por el elemento humano fuera de todo reconocimiento, otros que muestran señales de un temprano deterioro; ninguno escapó la mano del tiempo. Pero cada uno de ellos y todos en sí son divinos, porque su verdadero y natural origen lo es —el mazdeísmo, el brahmanismo, o el budismo, tanto como el cristianismo. Son los dogmas y el elemento humano en el último, el que llevó directamente al moderno espiritualismo o espiritismo.

La Teosofía —debiéndose, en verdad, al levantamiento en armas de los espiritualistas de Europa y América ante las primeras palabras proferidas contra la idea de que toda inteligencia que se comunica es necesariamente el espíritu de algún ex-mortal de esta tierra—no ha dicho la última palabra sobre el espiritualismo y los “espíritus”. Puede que lo haga un día. Entretanto, una humilde servidora de la teosofía, la Editora, declara una vez más su creencia en estos Seres, más grandes, más sabios, más nobles que cualquier otro Dios personal, que están más allá del “espíritu de los muertos”, santos, o ángeles alados, Los cuales no obstante lo anterior, sí condescienden en

toda época a ocasionalmente proteger a contados sensitivos excepcionales frecuentemente completamente desconectados con la Iglesia, el Espiritismo o incluso la Teosofía. Y creyendo en esos santos y elevados Seres Espirituales, ella también debe creer en la existencia de sus opuestos—los “espíritus” inferiores, buenos, malos, e indiferentes. Por lo tanto, ella cree en el espiritualismo y en sus fenómenos, algunos de los cuales les son tan repugnantes.

Esta es una nota casual con una divagación, solo para mostrar que la Teosofía incluye el espiritualismo—como debe ser, no como es—entre sus ciencias, basadas en el conocimiento y la experiencia de incontables edades. No hay una religión digna de su nombre que haya comenzado de otro modo que no sea como consecuencia de la visita de Seres de otros planos más elevados.

Así nacieron todas en la prehistoria, así como en todas las religiones históricas, el Mazdeísmo y el Brahmanismo, el budismo y el cristianismo, el gnosticismo y el mahometanismo; en resumen, cada “ismo” más o menos exitoso. Todo es verdad en el fondo, y todo es falso en su superficie. El Revelador, el artista que imprimió una parte de la Verdad en el cerebro del Vidente, en cada caso fue un verdadero artista que dio a conocer genuinas verdades, pero el instrumento en cada caso probó ser solamente un hombre.

Invite a Rubinstein a que toque una sonata de Beethoven en un piano no afinado, con la mitad de las teclas en parálisis crónica, mientras otras cuerdas cuelgan sueltas, y entonces verán que, no obstante, el genio del artista, serán incapaces de reconocer la sonata. La moraleja de la fábula es que un hombre –aunque sea el más grande de los médiums o de los videntes naturales– será siempre solo un hombre; y el hombre abandonado a sus propios recursos y especulaciones debe estar desafinado con respecto a la verdad absoluta, no obstante que recoja incluso algunas de sus migajas. Dado que el Hombre es sólo un Ángel caído, un dios por adentro, pero que tiene un cerebro animal en su cabeza, más sujeto a los resfriados y a los vapores del vino mientras está en compañía de otros hombres en la tierra, que a la recepción sin falla de las revelaciones divinas.

De aquí también las mil y una llamadas “filosofías” (algunas contradictorias, incluyendo las teorías teosóficas); y las variadas “ciencias” y los esquemas, espiritual, mental, cristiano y secular; el sectarismo y el fanatismo, y especialmente la vanidad personal y el fatuo engreimiento de casi todos los “innovadores” desde los tiempos medievales. Estos han oscurecido y escondido la esencia misma de la VERDAD—la raíz común de todo. ¿Imaginarán acaso nuestros críticos que nosotros excluiremos las enseñanzas teosóficas de esta nomenclatura? En absoluto. Y aunque las doctrinas esotéricas por las que nuestra Sociedad ha sido y es expugnada, no son impresiones mentales o espirituales de “un algo desconocido de allá arriba”, sino fruto de las enseñanzas dadas a nosotros por personas que viven aún—excepto las que fueron dictadas y escritas por los mismos Maestros de Sabiduría— estas doctrinas pueden en muchos casos ser incompletas y tener fallos, como cualquiera de nuestros enemigos lo desearía.

La Doctrina Secreta —una obra que da a conocer cuando puede darse a conocer en este siglo, es un intento de sentar parcialmente la base común y la herencia de todos los esquemas religiosos y filosóficos, ya sean grandes o pequeños.

Era indispensable romper con toda la masa de falsas concepciones concretas y de prejuicios que actualmente ocultan el tronco y parentesco de (a) todas las religiones del mundo; (b) las sectas más pequeñas; y (c) la Teosofía como se explica actualmente —no importa cuán velada esté la gran Verdad por nosotros y por nuestro limitado conocimiento. La capa de errores es densa, no importa que mano la haya puesto; y porque nosotros personalmente hemos tratado de eliminar algunos de ellos, el esfuerzo se ha convertido en un constante reproche contra todos los escritores teosóficos e incluso contra la Sociedad. Pocos entre nuestros amigos y lectores han fallado en caracterizar nuestro intento de exponer el error en The Theosophist y Lucifer como “poco caritativos ataques a la cristiandad”, “asaltos no teosóficos”, etc. Sin embargo, éstos son necesarios, por no decir indispensables, si deseamos sacar a relucir verdades al menos aproximadas. Tenemos que exponer las cosas al desnudo, y estar listos para sufrir a causa de ello —como es usual. Es vano prometer verdades y terminar dejándolas mezcladas con el error por mero descorazonamiento. Que el resultado de esa medida sólo podrá enfangar la corriente de los hechos se ve plenamente. Después de doce años de incesante labor y batalla contra enemigos en las cuatro esquinas del globo terráqueo, sin contar nuestras revistas teosóficas mensuales—The Theosophist, The Path, Lucifer, y Le Lotus, en francés—con nuestras débiles protestas en ellos, nuestras tímidas declaraciones, nuestra “política maestra de inactividad”, y jugando a los escondidos a la sombra de la triste metafísica, ello sólo ha conducido a que la Teosofía esté seriamente contemplada como una SECTA religiosa. Un centenar de veces nos han dicho —“¿Qué bien está haciendo la Teosofía?”, y en cambio, ¡vean cuánto bien están haciendo las Iglesias!”.

 Sin embargo, es un hecho seguro que la humanidad no es un ápice mejor en lo moral, y en algunos respectos es diez veces peor ahora, que lo que lo fuera jamás en los días del Paganismo. Además, durante el último medio siglo, desde ese período en que el Librepensamiento y la ciencia le ganaron a las Iglesias, el cristianismo pierde anualmente más adherentes entre las clases cultivadas que los prosélitos que gana en los estratos inferiores, la escoria del Paganismo. Por otro lado, la Teosofía ha traído de vuelta desde el materialismo y vacía desesperación, a la creencia (basada en la lógica y la evidencia) en el Ser o Sí divino en el hombre, y la inmortalidad de este último, a más de uno de aquellos que la Iglesia había perdido por el dogma, la exacción de la fe y la tiranía. Y si se probara que la Teosofía sólo ha salvado a un hombre entre los miles de aquellos que ha perdido la Iglesia ¿no sería la primera un factor más elevado para el bien que todos los misioneros juntos?

La Teosofía, como han declarado repetidamente por escrito y a viva voz sus miembros y funcionarios, procede en una línea diametralmente opuesta a la seguida por la Iglesia, y la Teosofía rechaza los métodos de la ciencia, ya que sus métodos inductivos sólo pueden llevar a un materialismo craso. Sin embargo, de hecho, la Teosofía clama ser ambas, “Religión” y “Ciencia” porque la Teosofía es la esencia de ambas.

Las enseñanzas de ambas son incompatibles y no podrán ponerse de acuerdo mientras ambas, la filosofía religiosa, y la Ciencia de lo físico y lo externo (en filosofía, lo falso) de la naturaleza, insistan en la infalibilidad de sus respectivos fuegos fatuos o quimeras. Las dos luces, teniendo rayos de igual intensidad y extensión en materia de deducciones falsas, no pueden sino extinguirse una a la otra, y producir una oscuridad aún peor.

No obstante, ambas pueden reconciliarse a condición de que las dos limpien sus casas, una, de la escoria humana acumulada por los siglos y la otra, de la horrible excrecencia del materialismo y ateísmo modernos. Y como ambas se niegan, lo más meritorio y mejor que puede hacerse es precisamente lo que solo la Teosofía puede hacer y hará, esto es, señalarle a los inocentes atrapados en las redes de los dos enmarañados caminos —verdaderamente, dos dragones de antaño, uno devorando los intelectos; el otro, las almas de los hombres— que su supuesto cisma no es sino un engaño óptico que, lejos de ser tal, no es sino una inmensa montaña de basura erigida respectivamente por los dos enemigos, como una fortificación contra sus mutuos ataques.

Por ello, si la Teosofía no hace más que señalar y seriamente llamar la atención del mundo respecto al hecho de que el supuesto desacuerdo entre la religión y la ciencia está condicionado, por un lado, por los materialistas inteligentes que con razón le dan patadas a los dogmas absurdos, y por el otro lado por los ciegos fanáticos y clérigos interesados quienes, en vez de defender a las almas de la humanidad, pelean simplemente con todo su empeño por su propio sustento diario y autoridad –aún entonces, la Teosofía demostrará que es la salvadora de la humanidad".


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La traducción del texto del artículo original en inglés se basa, con algunas alteraciones, en la publicada en el libro “COLLECTED WRITING, OBRAS COMPLETAS de Helena Petrovna Blavatsky, TOMO X” editado por el Grupo de Estudios teosóficos de Valencia, y en la de The Theosophical Society, que encontramos en https://www.theosophical.org/files/espanol/articulos/Religion.pdf.

16 diciembre 2024

¿Es dogmática la Teosofía?

 [La Teosofía] No es una creencia ni un dogma formulado o inventado por los hombres, sino un conocimiento de las leyes que gobiernan la evolución de los constituyentes físicos, astrales, psíquicos e intelectuales de la naturaleza y del hombre. La religión de hoy no es sino una serie de dogmas promulgados por los hombres y sin fundamento científico hacia los mismos principios éticos que ella enseña; mientras tanto nuestra ciencia hasta ahora ignora lo invisible y rehusando admitir la existencia en el hombre de una completa serie de facultades interiores de percepción, queda excluida del inmenso y verdadero campo de experiencia que yace dentro de los mundos visibles y tangibles. La Teosofía sabe que el todo está constituido por lo visible y lo invisible; y comprendiendo que las cosas y objetos externos son sólo transitorios, esta percibe los hechos reales de la naturaleza, tanto externos como internos. Por tanto, la Teosofía es completa en sí misma y no percibe en ninguna parte misterio alguno sin solución; por ello elimina la palabra coincidencia de su vocabulario y proclama el reino de la ley en todas las cosas y en todas las circunstancias.

El Océano de la Teosofía, William Q. Judge.

Con respecto a una “presentación dogmática”, la Teosofía nunca se ha presentado como un dogma, sino como una relación de hechos que se han reunido a través de la observación y la experiencia, y todos pueden aceptarlos o rechazarlos sin condenación ni alabanza. Al mismo tiempo, se podría llamar dogmática o un dogma a las matemáticas, la única ciencia exacta que usamos, porque se presenta como un conjunto de hechos que el estudiante puede estudiar, aplicar y probar por sí mismo. La Teosofía se encuentra exactamente en la misma posición: una presentación del Conocimiento ganado a través de eones de tiempo. No se le debe confundir con las especulaciones de cualquiera de sus estudiantes quienes, en la mejor de las hipótesis, están sujetos a sus prejuicios personales, ideas favoritas y debilidades. Además, debería quedar claro que todos los escritores o guías teosóficos, excepto los que trajeron la Teosofía al mundo, son estudiantes más o menos versados en dicha Ciencia y por ende están predispuestos a ideas y aplicaciones erróneas. La única posibilidad de discernir tales errores estriba en una comparación con la Ciencia tal como se presentó originalmente.

El filósofo amigo, Robert Crosbie.


¿Quién se interesará por la Teosofía?

 La Teosofía fue restablecida en el mundo para el beneficio de quienes buscan la luz y no para los que están satisfechos con las cosas como son y la vida como la encuentran. Entonces, no vale la pena esmerarse por tratar de atraer el interés de personas particulares, ya que el mismo esfuerzo funge de obstáculo, fomentando la oposición o las nociones erróneas. El curso más sabio es el de dejar que el número más grande de personas sepa acerca de la Teosofía, sin, al mismo tiempo, buscar a nadie en particular.

El Karma de muchos es tal que no deja una puerta mental o física abierta directamente; sin embargo, se les puede alcanzar, indirectamente, mediante los esfuerzos de otros afines a ellos, los cuales pueden entender y encontrar el camino. Lo que deberíamos hacer es transmitir la información según la cual la oportunidad de entender y aplicar la Teosofía llega, bajo el Karma, a unos pocos, no porque se le niegue a nadie, sino porque la naturaleza de sus tendencias prevalecientes no deja la mente abierta a la consideración de nuevas verdades ni les permite beneficiarse de los modos y los métodos proporcionados.

En muchos casos esto procede de la negligencia o del mal uso de las oportunidades en vidas anteriores, lo cual es particularmente verdadero en esta edad, cuando una gran cantidad de la Sabiduría antigua está, una vez más, disponible para todos los que la quieran. Esta oportunidad se ofrece a algunos de manera más favorable que a otros. Es el colmo de la imprudencia descuidar la oportunidad de nuevo, especialmente en los casos en que se lleva a domicilio sin esfuerzo.

El filósofo amigo, Robert Crosbie.


Tampoco, después de todo, es necesario que nadie crea en las Ciencias Ocultas y en las enseñanzas antiguas, antes de que sepa algo de su propia alma o crea siquiera en ella.

La Doctrina Secreta, Vol. II, Helena P. Blavatsky. 

21 junio 2023

Algunas ideas sobre Teosofía

 


CONTENIDO:

1.    Origen de la “Sabiduría acumulada de las Edades”.

2.    La Ley fundamental: el PRINCIPIO SUBSTANCIAL.

3.    El Universo como la manifestación periódica de esta Esencia Absoluta.

4.    El Universo, con todo lo que contiene, es llamado MAYA, porque todo en él es temporal.

5.    Consciencia específica de cada una de las cosas del Universo. No existe la materia “muerta” o “ciega”, ni Ley “ciega” o “inconsciente”.

6.    “Como es arriba es abajo”.

 

(1.) La Doctrina Secreta es la Sabiduría acumulada de las Edades, y solamente su cosmogonía es el más asombroso y acabado de los sistemas, aun velado como se encuentra en el exoterismo de los Purânas. Pero tal es el poder misterioso del simbolismo oculto, que los hechos que han ocupado a generaciones innumerables de videntes y profetas iniciados para ordenarlos, consignarlos y explicarlos al través de las intrincadas series del progreso evolucionario, se hallan todos registrados en unas pocas páginas de signos geométricos y símbolos. La contemplación luminosa de aquellos videntes ha penetrado en el centro mismo de la materia, y ha analizado el alma de las cosas, allí donde un profano ordinario, por sabio que fuese, tan sólo hubiera percibido la actuación externa de la forma. Pero la ciencia actual no cree en el “alma de las cosas”, y por lo tanto, desechará todo el sistema de la antigua cosmogonía. Inútil es decir que el sistema en cuestión no es fantasía de uno o de varios individuos aislados; que es el archivo no interrumpido durante millares de generaciones de Videntes, cuyas experiencias respectivas se llevaban a efecto para comprobar y verificar las tradiciones, transmitidas oralmente de una raza antigua a otra, acerca de las enseñanzas de los seres superiores y más exaltados que velaron sobre la infancia de la Humanidad; que durante largas edades, los “Hombres Sabios” de la Quinta Raza, pertenecientes a los restos salvados y librados del último cataclismo y alteraciones de los continentes, pasaron sus vidas aprendiendo, no enseñando. ¿Cómo lo hacían? Se contesta: comprobando, examinando y verificando en cada uno de los departamentos de la naturaleza las antiguas tradiciones, por medio de las visiones independientes de los grandes adeptos; esto es, de los hombres que han perfeccionado hasta el mayor grado posible sus organizaciones físicas, mentales, psíquicas y espirituales. No era aceptada la visión de ningún adepto hasta ser confrontada y comprobada por las visiones de otros adeptos, obtenidas de modo que se presentasen como evidencia independiente y por siglos de experiencia.

(…) la Ciencia oculta, que ha sobrevivido hasta de la gran Inundación que sumergió a los gigantes antediluvianos, y con ellos hasta su memoria misma (salvo los anales reservados en la Doctrina Secreta, la Biblia y otras Escrituras), aún conserva la Clave de todos los problemas del mundo.

 

(2.) La Ley fundamental en ese sistema, el punto central del que todo ha surgido alrededor y hacia el cual todo gravita, y del que depende toda su filosofía, es el PRINCIPIO SUBSTANCIAL Uno, homogéneo y divino, la causa radical única.

Es llamado “Principio Substancial”, porque se convierte en “substancia” en el estado del Universo manifestado: una ilusión, mientras continúa siendo un “Principio” en el ESPACIO visible e invisible, sin comienzo ni fin, abstracto. Es la Realidad omnipresente; impersonal, porque lo contiene todo y cada una de las cosas. Su impersonalidad es el concepto fundamental del sistema. Está latente en todos los átomos del Universo, y es el Universo mismo.

 

(3.) El Universo es la manifestación periódica de esta Esencia Absoluta y desconocida. Llamarla “esencia” es, sin embargo, pecar contra el espíritu mismo de la filosofía. Porque, aunque el nombre pueda ser derivación en este caso del verbo esse, “ser”, no obstante no puede identificarse con un “ser” de ninguna especie concebible por la humana inteligencia. Descríbese mejor AQUELLO como no siendo Espíritu ni materia, sino ambas cosas a la vez. Parabrahmam y Mulaprakriti son Uno en realidad, si bien dos en el concepto Universal del manifestado, hasta en el concepto del Logos Uno, la primera manifestación, al cual (como demuestra el sabio autor de las “Notas acerca del Bhagavadgita), AQUELLO aparece desde el punto de vista objetivo, del Logos Único como Mulaprakriti, y no como Parabrahmam; como su velo, y no como la REALIDAD Una oculta tras del mismo, la cual es incondicionada y absoluta.

 

(4.) El Universo, con cada una de las cosas que contiene, es llamado MAYA, porque todo en él es temporal, desde la vida efímera de una mosca de fuego, hasta la del Sol. Comparado con la eterna inmutabilidad del UNO, y con la inmutabilidad de aquel Principio, el Universo, con sus formas efímeras en cambio perpetuo, no debe ser necesariamente, para la inteligencia de un filósofo, más que un fuego fatuo. Sin embargo, el Universo es lo suficientemente real para los seres conscientes que en él residen, los cuales son tan ilusorios como lo es él mismo.

 

(5.) Cada una de las cosas en el Universo, al través de todos sus reinos, es consciente; esto es, se halla dotada de una conciencia de su especie propia y en su propio plano de percepción. Debemos tener presente que sólo porque nosotros no percibamos señal alguna de conciencia en las piedras, por ejemplo, no por eso tenemos derecho para decir que ninguna conciencia existe allí. No existe semejante cosa como materia “muerta” o “ciega”, como tampoco existe ninguna Ley “ciega” o “inconsciente”. Tales ideas no encuentran lugar alguno entre los conceptos de la filosofía Oculta. Ésta jamás se detiene ante apariencias superficiales, y para ella poseen más realidad las esencias noumenales que sus contrapartes objetivas; pareciéndose en esto a los nominalistas de la Edad Media, para quienes los universales eran las realidades, y los particulares existían tan sólo de nombre y en la imaginación humana.

La Naturaleza, tomada en su sentido abstracto, no puede ser “inconsciente”; pues es la emanación de la Conciencia ABSOLUTA, y por tanto, un aspecto suyo en el plano de la manifestación. ¿Dónde está el atrevido que niegue a la vegetación y aun a los minerales una conciencia propia especial? Todo cuanto puede decir es que esta conciencia se halla más allá de los límites de su comprensión.

 

(6.) El universo es elaborado y dirigido de dentro afuera. Tal como es arriba es abajo, así en los cielos como en la tierra; y el hombre, el microcosmo y la copia en miniatura del macrocosmo, es el testimonio viviente de esta Ley Universal y de su manera de obrar. Vemos que cada movimiento externo, acción, gesto, sea voluntario o mecánico, orgánico o mental, es precedido y producido por un sentimiento o emoción internos, por la voluntad o volición, y por el pensamiento o mente. Pues ningún movimiento o cambio exterior, cuando es normal, en el cuerpo externo del hombre, puede tener lugar a menos que sea provocado por un impulso interno, comunicado por una de las tres funciones citadas; y lo mismo sucede con el Universo externo o manifestado. Todo el Kosmos es dirigido, vigilado y animado por series casi interminables de Jerarquías de Seres sencientes, teniendo cada uno de ellos una misión que cumplir, y quienes (ya se les llame por un nombre o por otro, Dhyan-Chohans o Ángeles) son “mensajeros” en el sentido tan sólo de ser agentes de las LEYES Kármicas y Cósmicas. Varían hasta el infinito en sus grados respectivos de conciencia y de inteligencia; y el llamarlos a todos Espíritus puros, sin mezcla alguna terrena, “sobre la que el tiempo hará presa algún día”, es tan sólo tomarse una licencia poética. Pues cada uno de estos Seres, o bien fue o se prepara para convertirse en un hombre, si no en el presente ciclo (Manvantara), en uno de los pasados o en uno de los futuros.

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La Doctrina Secreta, Volumen I, por H. P. Blavatsky, págs. 272-276, 341 y nota al pie de la página 277, ed. original.

15 junio 2023

¿En qué creen los teósofos?

 

Foto de Eberhard Grossgasteiger.

“La Teosofía nunca se ha planteado como dogma, sino como una relación de hechos reunidos a través de observación y experiencia, que cualquier persona puede aceptar o rechazar sin condena ni alabanza”.

 

CONTENIDO:

1.    El sendero del pensamiento independiente.

2.    La Sociedad Teosófica (original) no tiene ningún credo ni dogma.

3.    La Teosofía nunca se ha planteado como dogma.

4.    Las tres proposiciones fundamentales de la Doctrina Secreta:

(a) La existencia de un PRINCIPIO Omnipresente, Eterno, Sin Límites e Inmutable. Lo Absoluto.

(b) La Eternidad del Universo in toto, como plano sin límites; periódicamente “escenario de Universos innumerables, manifestándose y desapareciendo incesantemente”.

(c) La identidad fundamental de todas las Almas con el Alma Suprema Universal. La peregrinación obligatoria para todas las Almas, a través del Ciclo de Encarnación (o de “Necesidad”), conforme a la Ley Cíclica y Kármica.

5.    La Teosofía en la historia.

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 1.    El sendero del pensamiento independiente.

“Sea como fuere, una vez que un estudiante abandona el antiguo y trillado camino rutinario, y entra en el sendero solitario del pensamiento independiente –hacia lo Divino– él es un Teósofo; un pensador original, un buscador de la verdad eterna con «inspiración propia» para resolver los problemas universales”.

2.    La Sociedad Teosófica (original) no tiene ningún credo ni dogma.

“La Sociedad, como organización, no tiene ningún credo, ya que los credos son sólo cascarones alrededor del conocimiento espiritual; y la realización de la Teosofía es el conocimiento mismo –la mismísima esencia de la indagación filosófica y teística. Siendo la representante visible de la Teosofía Universal, no puede ser más sectaria que una Sociedad Geográfica, la cual representa la exploración geográfica universal sin importarle que los exploradores sean de uno u otro credo. La religión de la Sociedad es una ecuación algebraica, en la cual, mientras no se omita el signo = de igualdad, a cada miembro se le permite substituir sus propias cantidades, que concuerden mejor con el clima y otras exigencias de su tierra natal, con las idiosincrasias de su pueblo, o incluso las suyas propias. No teniendo un credo aceptado, nuestra sociedad está muy dispuesta a dar y a tomar, a aprender y enseñar, por experimentación práctica, en oposición a la mera aceptación pasiva y crédula de dogmas impuestos por coacción. Está dispuesta a aceptar todo resultado sostenido por cualquiera de las escuelas o sistemas antes referidos, que pueda ser demostrado lógica y experimentalmente. Y viceversa, no puede aceptar nada por mera fe, sin importar quien haya hecho la afirmación.

La Sociedad, en su conjunto, mantiene que todos los pensadores e investigadores originales del lado oculto de la naturaleza, ya se trate de materialistas –aquellos que encuentran en la materia «la promesa y potencia de toda la vida terrestre», o de espiritualistas– esto es, aquellos que descubren en el espíritu la fuente de toda la energía al igual que de la materia, fueron y son, propia y correctamente, Teósofos. Porque para serlo, uno no necesita necesariamente reconocer la existencia de algún Dios especial o deidad. Uno sólo necesita adorar al espíritu de la naturaleza viviente, y tratar de identificarse con él. Reverenciar esa Presencia, la Causa invisible, la cual sin embargo siempre se está manifestando a sí misma en sus resultados incesantes; el intangible, omnipotente, y omnipresente Proteo; indivisible en su Esencia, que elude cualquier forma, y que sin embargo aparece bajo toda forma; que está aquí y allá y en todas partes y en ninguna; es TODO y NADA; es ubicuo y sin embargo es uno: es la Esencia que llena, une, limita y lo contiene todo; y que está contenida en todo. Pensamos que ahora podrá verse por qué, tales hombres, ya sean clasificados como Teístas, Panteístas o Ateos, están más cerca de los demás. Sea como fuere, una vez que un estudiante abandona el antiguo y trillado camino rutinario, y entra en el sendero solitario del pensamiento independiente –hacia lo Divino– él es un Teósofo; un pensador original, un buscador de la verdad eterna con «inspiración propia» para resolver los problemas universales.

Y ella también está conectada con toda religión honesta, a saber: con una religión dispuesta a ser juzgada por las mismas pruebas y análisis que ella aplica a las otras. Esos libros, que contienen la verdad más evidente por sí misma, son para la Teosofía inspirados (y no revelados). Considera además que todos los libros, debido al elemento humano que contienen son inferiores al Libro de la Naturaleza; para leer y comprender el cual correctamente, deben estar sumamente desarrollados los poderes innatos del alma. Las leyes ideales sólo pueden ser percibidas por la facultad intuitiva; ellas están más allá del terreno de la argumentación y la dialéctica, y nadie puede comprenderlas o apreciarlas correctamente a través de las explicaciones de otra mente, aún cuando incluso esta mente afirme tener una revelación directa”. (1)

3.    La Teosofía nunca se ha planteado como dogma.

“En cuanto a ‘una presentación dogmática’, la Teosofía nunca se ha planteado como dogma, sino como una relación de hechos reunidos a través de observación y experiencia, que cualquier persona puede aceptar o rechazar sin condena ni alabanza. También podríamos etiquetar a las matemáticas -la única ciencia exacta que usamos- como ‘dogmática’ porque se plantea como un conjunto de hechos que el estudiante puede analizar, aplicar y probar por sí mismo. La Teosofía se encuentra exactamente en el mismo estado: es una presentación del Conocimiento adquirido a través de eones y no debe ser confundida con las especulaciones de algunos de sus estudiantes, quienes en el mejor de los casos están sujetos a sus prejuicios personales, predilecciones y debilidades. También debe entenderse claramente que todos los escritores o líderes teosóficos, excepto aquéllos que trajeron la Teosofía al mundo, son estudiantes de mayor o menor dominio de la ciencia y, por lo tanto, son susceptibles de ideas y aplicaciones erróneas. La única posibilidad de discernir tales errores reside en una comparación con la Ciencia como se presentó originalmente”. (2)

4.    Las tres proposiciones fundamentales de la Doctrina Secreta.

No hay dogma en Teosofía, pero la misma presenta una ciencia fruto la observación e investigación llevada a cabo desde tiempos inmemoriales; sobre esta ciencia o filosofía H. P. Blavatsky escribió multitud de artículos y varios libros, de los que destacan La Doctrina Secreta. En dicha obra, se recogen una serie de “conceptos fundamentales” respecto de los que H.P.B. dijo que “cuando el lector los haya comprendido claramente, y haya visto la luz que arrojan sobre todos los problemas de la vida, no necesitará mayor justificación a sus ojos, puesto que su verdad será tan evidente para él como la luz del sol”. He aquí las tres proposiciones fundamentales (3):

“(a) Un PRINCIPIO Omnipresente, Eterno, Sin Límites e Inmutable, sobre el cual toda especulación es imposible, porque trasciende el poder de la concepción humana, y sólo podría ser empequeñecido por cualquiera expresión o comparación de la humana inteligencia. Está fuera del alcance del pensamiento, y según las palabras del Mandukya es “inconcebible e inefable”.

Para que la generalidad de los lectores perciba más claramente estas ideas, debe comenzar con el postulado de que hay una Realidad Absoluta anterior a todo Ser manifestado y condicionado. Esta Causa Infinita y Eterna (obscuramente formulada en lo “Inconsciente” y en lo “Incognoscible” de la filosofía europea corriente), es la raíz sin raíz de “todo cuanto fue, es o ha de ser”. Hállase, claro está, desprovista de toda clase de atributos, y permanece esencialmente sin ninguna relación con el Ser manifestado y finito. Es la “Seidad” más bien que Ser (Sat en sánscrito), y está fuera del alcance de todo pensamiento o especulación.

Esta “Seidad” se simboliza en la Doctrina Secreta bajo dos aspectos. Por una parte, el Espacio abstracto absoluto, que representa la mera subjetividad, lo único que ninguna mente humana puede excluir de concepto alguno, ni concebir en sí mismo. Por otra parte, el Movimiento Abstracto absoluto, que representa la Conciencia Incondicionada. Los mismos pensadores occidentales han hecho ver que la Conciencia es inconcebible para nosotros sin el cambio, y lo que mejor simboliza el cambio es el movimiento, su característica esencial. Este último aspecto de la Realidad Una se simboliza también por el término “El Gran Aliento”, símbolo suficientemente gráfico para necesitar más explicación. Así pues, el primer axioma fundamental de la Doctrina Secreta es esta SEIDAD metafísica UNA y ABSOLUTA, simbolizada por la inteligencia finita en la Trinidad teológica.

(…)

Parabrahm (la Realidad Una, lo Absoluto), es el campo de la Conciencia Absoluta; esto es, aquella Esencia que está fuera de toda relación con la existencia condicionada, y de la cual la existencia consciente es un símbolo condicionado. Pero en cuanto salimos en nuestro pensamiento de esta, para nosotros, Absoluta Negación, surge el dualismo en el contraste de Espíritu (o Conciencia) y Materia, Sujeto y Objeto.

El Espíritu (o Conciencia) y la Materia, sin embargo, deben ser considerados no como realidades independientes, sino como los dos símbolos o aspectos de lo Absoluto (Parabrahm), que constituyen la base del Ser condicionado, ya sea subjetivo, ya objetivo.

Considerando esta tríada metafísica como la Raíz de la cual procede toda manifestación, el gran Aliento toma el carácter de Ideación precósmica. Él es la fons et origo de la fuerza y de toda conciencia individual, y provee de inteligencia directora al vasto plan de la Evolución cósmica. Por otra parte, la Substancia-Raíz precósmica (Mulaprakriti) es el aspecto de lo Absoluto que sirve de fundamento a todos los planos objetivos de la Naturaleza.

(b.) La Eternidad del Universo in toto, como plano sin límites; periódicamente “escenario de Universos innumerables, manifestándose y desapareciendo incesantemente”, llamados “las estrellas que se manifiestan” y las “chispas de la Eternidad”. “La Eternidad del Peregrino” es como un abrir y cerrar de ojos de la Existencia por Sí Misma” (Libro de Dzyan). “La aparición y desaparición de Mundos, es como el flujo y el reflujo regular de las mareas”.

Esta segunda aserción de la Doctrina Secreta es la universalidad absoluta de aquella ley de periodicidad, de flujo y reflujo o, de decadencia y crecimiento, que la ciencia física ha observado y consignado en todas las esferas de la Naturaleza. Alternativas tales como Día y Noche, Vida y Muerte, Sueño y Vigilia, son hechos tan comunes, tan perfectamente universales y sin excepción, que será fácil comprender cómo vemos en ellas una de las Leyes absolutamente fundamentales del universo.

Enseña también la Doctrina Secreta:

(c) La identidad fundamental de todas las Almas con el Alma Suprema Universal, siendo esta última un aspecto de la Raíz Desconocida; y la peregrinación obligatoria para todas las Almas, destellos suyos, a través del Ciclo de Encarnación (o de “Necesidad”), conforme a la Ley Cíclica y Kármica, durante todo el término de aquél. En otras palabras: ningún Buddhi puramente espiritual (Alma Divina) puede tener una existencia consciente independiente antes que la chispa que brotó de la Esencia pura del Principio Sexto Universal, o sea el ALMA SUPREMA, haya (a) pasado por todas las formas elementales pertenecientes al mundo fenomenal de aquel Manvantara, y (b) adquirido la individualidad, primeramente por impulso natural, y después por los esfuerzos propios conscientemente dirigidos (regulados por su Karma), ascendiendo así por todos los grados de inteligencia desde el Manas inferior hasta el superior; desde el mineral y la planta al Arcángel más santo (Dhyani Buddha). La Doctrina fundamental de la Filosofía Esotérica no admite en el hombre ni privilegios ni dones especiales, salvo aquellos ganados por su propio Ego, por esfuerzo y mérito personales a través de una larga serie de metempsicosis y reencarnaciones. Por esto dicen los hindúes que el Universo es Brahma y Brahmâ; porque Brahma está en todos los átomos del Universo, siendo los seis principios de la Naturaleza la expresión, o los aspectos diversamente diferenciados, del SÉPTIMO y UNO, única realidad en el Universo, sea cósmico o micro cósmico; y también porque las permutaciones psíquicas, espirituales y físicas del sexto (Brahmâ, el vehículo de Brahma) en el plano de la manifestación y de la forma, se consideran por antífrasis metafísica, como ilusorias y Mayávicas. Pues, aunque la raíz de todos los átomos individualmente, y de todas las formas colectivamente, es este séptimo principio o la Realidad una, sin embargo, en su apariencia manifestada, fenomenal y temporal, todo ello es tan sólo una ilusión pasajera de nuestros sentidos”. (3)

5. La Teosofía en la historia.

“Ammonio [Ammonio Saccas: Grande y eminente filósofo que vivió en Alejandría entre el segundo y tercer siglo de nuestra era. Fue el fundador de la Escuela neoplatónica de los filaleteos o “amantes, de la Verdad”.] tenía como meta y propósito el reconciliar a todas las sectas, pueblos y naciones bajo una fe común una creencia en un Poder Supremo, Eterno, Desconocido e Innominado, que gobierna al universo por medio de leyes inmutables y eternas.

Por medio de esa intuición superior adquirida por medio de la Theosophía –o Conocimiento de la Deidad, la cual conduce a la mente, del mundo de la forma, al del espíritu sin forma, el hombre en toda época y en todo país, a veces ha sido capacitado para percibir cosas en el mundo interior o invisible. De aquí, el «Samadhi» o Dyan Yog Samadhi de los ascetas hindúes; el «Daïmonion-photi», o iluminación espiritual, de los Neo Platónicos; la «Confabulación sideral de las almas», de los Rosacruces o filósofos del Fuego; e, incluso el trance extático de los místicos y de los mesmeristas y espiritistas modernos, son idénticos en naturaleza, aunque diferentes en cuanto a su manifestación. La búsqueda del «ser» más divino del hombre, tan frecuente y erróneamente interpretada como comunión individual con un Dios personal, era el objeto de todo místico. Y la creencia en su posibilidad parece haber sido contemporánea de la génesis de la humanidad cada pueblo dándole otro nombre. Es así como Platón y Plotino llaman «Trabajo Noético» a lo que los Yogis y los Srotriyas denominan Vidya. «Por medio de la reflexión, el conocimiento de sí mismo y la disciplina intelectual, el alma puede ser elevada a la visión de la verdad eterna, la bondad, y la belleza esto es, a la Visión de Dios y esto es la epopteia», decían los Griegos.

La Teosofía, es por lo tanto, la Religión de Sabiduría arcaica, la doctrina esotérica conocida alguna vez en todo país antiguo que haya merecido el título de civilizado. Todos los escritos antiguos nos enseñan a esta «Sabiduría» como una emanación del Principio divino; y la clara comprensión de ello es tipificada por nombres tales como el Buddha Indo, el Nebo Babilónico, el Thoth de Menfis, el Hermes de Grecia: también en la apelación de algunas diosas –Metis, Neitha, Athenea, la Sophia Gnóstica, y finalmente– los Vedas de la palabra «conocer». Bajo esta designación, todos los filósofos antiguos del Oriente y Occidente, los Hierofantes del antiguo Egipto, los Rishis de Aryavarta, los Theodidaktoi de Grecia, comprendieron todo conocimiento de las cosas ocultas y esencialmente divinas. La Mercavah de los Rabinos Hebreos, las sucesiones secular y popular, fueron designadas de esta manera, sólo como el vehículo, la cáscara que contenía el conocimiento esotérico superior. Los Magus de Zoroastro recibieron instrucción y fueron iniciados en las cuevas y logias secretas de Bactria; los hierofantes egipcios. Y griegos tenían sus aporrhêta, o di secretos, durante los cuales el Mystês llegaba a ser un Epoptês: un Vidente.

La idea central de la Teosofía Ecléctica era la de una Esencia Suprema única, Desconocida e Incognoscible –ya que «¿cómo podría uno conocer al conocedor?» inquiere el Brihadaranyalka Upanishad. Su sistema estaba caracterizado por tres rasgos notables: la teoría de la Esencia antes mencionada; la doctrina del alma humana –una emanación de dicha Esencia y por lo tanto de la misma naturaleza; y su Theurgia. Es esta última ciencia la que ha hecho que no sean comprendidos los Neo Platónicos en nuestra era de ciencia materialista. La Theurgia, siendo esencialmente el arte de aplicar los poderes divinos del hombre a la subordinación de las fuerzas ciegas de la naturaleza, sus seguidores fueron primero denominado magos –una corrupción de la palabra «Magh», que significa un hombre sabio, o erudito –y posteriormente ridiculizados. Los escépticos de hace un siglo habrían errado completamente si se hubiesen reído de la idea de un fonógrafo o de un telégrafo. Los ridiculizados y los «infieles» de una generación generalmente se convierten en los sabios y santos de la siguiente.

… la Teosofía y los Teósofos hayan existido desde que la primera luz vacilante del pensamiento naciente hizo que el hombre buscara instintivamente los medios de expresar sus propias opiniones independientes.

Ya había Teósofos antes de la era cristiana, no obstante que los escritores cristianos atribuyan el desarrollo del sistema Teosófico Ecléctico, a la primera parte del tercer siglo de su Era. Diógenes Laërtius considera que el origen de la Teosofía se remonta a una época que antecede la dinastía de los Ptolomeos, y menciona como su fundadora un Hierofante Egipcio llamado Pot-Amun; siendo este nombre copto, el cual significa un sacerdote consagrado a Amun, el dios de la Sabiduría. Pero la historia muestra que fue revivida por Ammonio Saccas, el fundador de la Escuela Neo-Platónica. Él y sus discípulos se llamaban a sí mismos «Philaletheians» –amantes de la verdad–; mientras que otros los denominaban «Analogistas», debido a su método de interpretar todas las leyendas sagradas, mitos y misterios simbólicos, por medio de una regla de analogía o correspondencia tal, que los acontecimientos que hubieren ocurrido en el mundo externo eran considerados como expresión de las operaciones y experiencias del alma humana”. (4)

 

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(1) ¿Qué son los Teósofos?, “The Theosophist”, Vol. 1. Número 1. Octubre, 1879.

(2) El Filósofo Amigo, Robert crosbie.

(3) La Doctrina Secreta, volumen I, Helena P. Blavatsky (páginas 14-18, versión original).

(4) ¿Qué es la Teosofía?, “The Theosophists”, Vol. I, Número 1, octubre de 1879.

 


08 julio 2021

"Ella, la esotérica. Madame Blavatsky, un esbozo de su carrera”, por William Quan Judge


Muy significativa debe haber sido una mujer que, por una razón u otra, ha mantenido al mundo -primero el de su infancia y después el de los dos hemisferios- hablando de ella, disputando sobre ella, defendiendo o atacando su carácter y motivaciones, o uniéndose u oponiéndose a la empresa que emprendió. Cuando falleció, el tráfico de telegramas entre los dos continentes era tan intenso como si hubiese muerto un emperador. Esta era Madame Petrovna Blavatsky, nacida bajo el poder del santo Zar en la familia de los Hahns, una parte de los cuales descendía del famoso cruzado, Conde Rottenstern, que agregó "Hahn", un gallo, a su nombre, porque esta ave le salvó la vida cuando un astuto sarraceno entró en su carpa para matarle.

En la vida de Madame Blavatsky no hubo circunstancia o época prosaica. Eligió nacer en esta vida en Ekaterinoslaw, Rusia, en el año 1831, cuando reinaba la muerte y la desolación a causa de la peste y el cólera. La niña era tan delicada que después de haber nacido la familia decidió bautizarla inmediatamente con los ritos de la iglesia católica griega. Esto no era lo común, sin embargo, considerando la suerte que siempre acompañó a Helena, la ceremonia resultó ser más significativa y alarmante que nunca. Todos los parientes acudieron sosteniendo velas encendidas, sin embargo faltaba uno y una niña, tía de la infante Helena, sustituyó al ausente, y le dieron también una vela. La niña, cansada por el esfuerzo, se sentó en el suelo sin que los demás se dieran cuenta, mientras los padrinos renunciaban al mal para el bien de la bebé, escupiendo en el suelo por tres veces. La niña mientras estaba sentada encendió accidentalmente la sotana del sacerdote oficiante, dando lugar a una pequeña conflagración en la que muchos de los presentes sufrieron quemaduras graves. Así, entre el azote de la muerte, Madame Blavatsky fue presentada al mundo, bautizada en las llamas por los sacerdotes de una iglesia cuyos falaces dogmas ella se esforzaría tanto en exponer a lo largo de su vida.

Tuvo conexiones con los regentes rusos. En 1881 su tío, el General Fadeef, Consejero de Estado de Rusia, dijo que como hija del Coronel Pedro Hahn, era nieta del General Alexis Hahn von Rottenstern Hahn del viejo linaje de Meckleburg, que se asentó en Rusia; a su vez, del lado de su madre, era hija de Helene Fadeef y nieta de la Princesa Helena Dolgorouky. Sus ancestros maternos pertenecían a las familias más antiguas de Rusia, los directos descendientes del Príncipe o Gran Duque Rurik, el primer regente de Rusia. Varias damas de la familia pertenecían a la casa imperial, volviéndose zarinas por casamiento. Una de ellas, una Dolgorouky, se casó con el abuelo de Pedro el Grande y otra se desposó con el Zar Pedro II. Mediante tales conexiones resultó natural que Madame Blavatsky conociera personalmente a muchos nobles rusos. En París encontré tres príncipes rusos y un famoso general que narró acerca de la infancia de Helena y los eventos maravillosos relacionados con ella. En Alemania conocí al príncipe Emile de Wittgenstein, de una de las numerosas familias ruso-alemanas; él mismo era un primo de la Emperadora de Rusia y ayudante de campo del zar, quien me dijo que era un viejo amigo de familia de Helena, de la que había oído hablar mucho en los primeros años, pero lamentaba no haber podido volver a verla después de una breve visita en la casa de su padre. Sin embargo, se unió a su famosa Sociedad Teosófica por correspondencia y después de la guerra en Turquía Helena le dijo, en una carta, que no sufriría daño alguno durante la campaña y así resultó.

En su niñez era la maravilla del vecindario y el terror de las criadas. Rusia rebosa de supersticiones y presagios y Helena, habiendo nacido en el séptimo mes y entre el trigésimo y el trigésimo primer día, las nodrizas y las sirvientas creían que tenía poderes y virtudes que nadie más poseía. Dichos supuestos poderes la volvieron el centro de la atención de todos en su temprana infancia. Se le concedieron libertades que no se otorgaban a nadie más y tan pronto como llegó a la edad del entendimiento, las nodrizas le dieron el papel principal en una ceremonia mística rusa que se llevaba a cabo en los jardines de la casa alrededor del 30 de julio, con el propósito de propiciar el demonio hogareño. La educación recibida fue fragmentaria y muy inadecuada, motivo por el cual sus amigos terminaron creyendo, en las postrimerías de su vida, que tenía poderes psíquicos o que en verdad la asistían esos seres invisibles que, según sus afirmaciones, eran sus ayudantes; hombres que vivían en la tierra y sin embargo eran los depositarios de sentidos desarrollados que trascendían tiempo y espacio. En su juventud no la limitó convencionalismo alguno, cabalgó cualquier corcel cosaco usando la silla de montar de hombre. Posteriormente, pasó mucho tiempo con su padre y su regimiento en el campo, donde, con su hermana, se convirtió en la favorita de los soldados. En 1844, cuando tenía 14 años, su padre la llevó a Londres y París, donde hizo algunos avances en música, y antes de 1848 regresó a casa.

El nombre de Blavatsky, que preservó hasta la muerte, lo obtuvo casándose, en 1848, con el General Nicephore Blavatsky, el gobernador de Erivan, en el Cáucaso. Tal matrimonio, como cualquier otro evento en su vida, fue muy rocambolesco. Su abrupta manera de ser indujo a sus amigas a decir que el viejo Blavatsky nunca se casaría con ella y, por bravata, declaró que sí podría y así fue, él le propuso matrimonio y ella aceptó. Luego se dio cuenta del horrible hecho que en Rusia el casamiento no se podía invalidar. Estaban casados, sin embargo, el asunto culminó en Madame Blavatsky rompiendo el candelero sobre su cabeza y abandonando, precipitadamente, la casa para nunca volverlo a ver. Una vez que su determinación era evidente, su padre la asistió en una vida de viajes que comenzaron a partir de esa fecha, regresando a Rusia sólo en 1858. Mientras tanto se fue a América en 1851, a Canadá, a Nueva Orleans, a México a la India y de nuevo a los Estados Unidos en 1853. Entonces, sus parientes no supieron de sus paraderos hasta 1858, cuando su regreso fue como otros eventos en su historia: era una noche invernal y en su casa en Rusia se festejaba una boda, los huéspedes habían llegado y, repentinamente, alguien tocó el timbre violentamente, interrumpiendo la cena; en la puerta estaba Madame Blavatsky, sin que nadie supiera de su llegada.

A partir de este momento, la familia y muchos amigos atestiguan, por carta y por artículos en el Rebus, un diario famoso en Rusia y en otros, una serie constante de maravillas totalmente inexplicables usando las teorías del malabarismo. El carácter de dichos prodigios era tal que cientos de amigos la visitaban desde lejos para ver a la maravillosa Madame Blavatsky. Muchos eran incrédulos, muchos creían que era magia y otros acusaban el asunto de fraude. La nobleza supersticiosa de Gooriel y Mingrelian vinieron en multitudes, hablando constantemente al respecto y llamándola una maga. Venían a ver las maravillas narradas por otros; venían a verla mientras estaba sentada, absorta, tranquilamente en la lectura, mientras a su alrededor las mesas y las sillas se movían y los golpes que procedían de cada dirección parecían contestar las preguntas. Entre los varios testigos estaba el hermano, que dudaba de sus poderes. En el medio del cuarto había una pequeña mesa de ajedrez, muy liviana, al punto que un niño podía levantarla y un hombre romperla. Una persona le preguntó si podía por su voluntad fijarla al suelo, ella dijo que primero la examinaran y estaba suelta. Entonces, mientras se encontraba a cierta distancia, pidió que “probaran de nuevo.” Se dieron cuenta de que sus fuerzas no eran capaces de moverla; sin embargo, su hermano, seguro de su gran fuerza, supuso que este “truco” podía ser fácilmente desvelado, abrazó la pequeña mesa y, sacudiéndola y jalándola como mejor pudo, no logró nada, excepto hacerla gemir y crujir. Así, con la pared y los muebles emitiendo golpes, objetos que se movían, mensajes acerca de eventos lejanos que llegaban por medio aéreo, la familia y el vecindario estaban en constante excitación. La misma Madame Blavatsky dijo que éste era un periodo durante el cual dejaba que sus fuerzas psíquicas se expresaran para poder aprender a entenderlas y a controlarlas plenamente.

Sin embargo, el espíritu inquieto surgió de nuevo y ella fue en busca, una vez más y según me escribió: “de hombres y mujeres que quiero preparar para el trabajo de un gran movimiento filosófico y ético que espero empezar posteriormente”. Se fue a Spezzia en un barco griego donde se manifestaron las circunstancias naturales, el buque explotó a causa de la pólvora que cargaba. Sólo unos pocos se salvaron y Madame Blavatsky estaba entre ellos, lo cual la condujo al Cairo, en Egipto, donde en 1871 dio comienzo a una sociedad con el objetivo de investigar el espiritismo a fin de exponer sus falacias, si es que las tenía y de colocar, si fuera posible, sus hechos en una base firme, científica y razonable. Sin embargo, sólo duró dos semanas; en aquel entonces Madame Blavatsky escribió: “Es un cúmulo de ruinas, majestuosas y sugestivas como las de las tumbas faraónicas”.

Fue en los Estados Unidos donde empezó realmente el trabajo que la hizo conocer en Europa, Asia y América; a los ojos de quienes detestan los reformadores, tenía mala fama, sin embargo era grande y célebre para aquellos que se vieron beneficiados por su obra. Antes de 1875 estaba investigando, de nuevo, lo que el espiritismo afirmaba en Estados Unidos. En las cartas que enviaba a casa decía que, después de haber analizado el asunto, declaraba falsas las afirmaciones según las cuales es posible comunicarse con los muertos, mostrando en su lugar que los fenómenos exhibían un gran cambio psico-fisiológico que estaba ocurriendo aquí y si se le concedía continuar en nuestra presente civilización materialista, causaría un gran desastre moral y físico.

En 1875 comenzó, en Nueva York, la Sociedad Teosófica, asistida por el Coronel H.S. Olcott y otros, declarando que los objetivos de la misma eran la constitución de un núcleo de hermandad universal, el estudio de las religiones y ciencias antiguas y la investigación de las leyes psíquicas y recónditas que afectan al hombre y a la naturaleza. Claro está que no había propósito egoísta en eso, ni deseo de acumular dinero. Madame Blavatsky recibía fondos de fuentes rusas y de otros lugares hasta que se interrumpieron por haberse convertido en ciudadana americana, además, su trabajo voluntario a favor de la Sociedad le impedía producir obras literarias para las revistas rusas, muy sedientas de sus escritos. Tan pronto como la Sociedad Teosófica tuvo inicio, ella dijo al autor de este artículo, que se debía escribir un libro para el uso de la misma. Entonces, dio inicio a Isis sin Velo, a favor del cual trabajó, sin interrupción, día y noche hasta asegurarse una editorial.

Mientras tanto muchas personas afluían a su vivienda en Irving Place, luego, en la calle 34 y finalmente en la calle 47 y la Octava Avenida. Los periódicos rebosaban de sus supuestos poderes o de ridículo hacia las posibilidades humanas que ella y su sociedad afirmaban. Un diario prominente de Nueva York escribió lo siguiente de ella: “Una mujer dotada de las características significativas de un Cagliostro, que cada día se le juzga de modo distinto por varias personas, como sucedía en los días del famoso Conde. Quienes apenas la conocen, la tildan de charlatana; a quienes la conocen mejor les hace pensar que es letrada, mientras sus íntimos creían completamente en su poder o quedaban atónitos”. Isis sin Velo suscitó mucha atención y todos los diarios neoyorquinos lo reseñaron, diciendo, cada uno, que exhibía una inmensa investigación. Lo extraño es que la escritora no tenía biblioteca alguna donde llevar a cabo su búsqueda, ni poseía apuntes de investigación o lectura previa. Muchos, entre los que me encuentro, podemos afirmar lo anterior como testigos oculares durante la producción de este libro. Lo escribió todo directamente y sin embargo rebosa de referencias a libros que se podían encontrar en el Museo Británico y en otras grandes bibliotecas; además, cada referencia era correcta. Entonces, en cuanto a este libro o tenemos una mujer capaz de almacenar en su memoria una masa de hechos, fechas, números, títulos y temas imposibles para cualquier otro ser humano o su declaración de que la asistían seres invisibles es exacta.

En 1878 Isis sin Velo ya se había publicado y Madame Blavatsky informó a sus amigos que tenía que ir a la India, para comenzar allí el idéntico movimiento de la Sociedad Teosófica. En diciembre del mismo año, ella, el Coronel Olcott y dos personas más, zarparon rumbo a la India, deteniéndose en Londres un tiempo. Una vez en Bombay encontraron tres o cuatro hindúes que querían conocerlos porque habían oído hablar del asunto. Alquilaron un lugar en la parte nativa de la ciudad; pronto Madame Blavatsky y el Coronel Olcott dieron comienzo a la revista The Theosophist, que tuvo amplia difusión en la India y en occidente.

Tanto en Bombay como después en Adyar y Madrás, Madame Blavatsky trabajó sin tregua, editando su revista y anudando una inmensa correspondencia con las personas en cada parte del mundo interesadas en la teosofía; además, discutía y charlaba con hindúes letrados que la visitaban constantemente. Los fenómenos también tuvieron lugar muy a menudo en la India; después, la sociedad para el descubrimiento de nada acerca del mundo psíquico, los investigó, llegando a la conclusión de que esta mujer sin fortuna, que nadie conocía antes en la India, pudo, de alguna manera inexplicable, armar una vasta conspiración que se ramificó sobre todo el territorio indio, incluyendo hombres de cualquier rango y mediante la cual pudo producir los pretendidos fenómenos. Muchos aceptan esta conclusión; sin embargo es absurda para quien conoció a Madame Blavatsky y para quien conoce la India, con su profusión de idiomas diferentes, que ella desconocía. Los hindúes creyeron en ella y decían que podía explicarles sus escrituras y filosofías mientras los brahmanes habían perdido la clave o la habían ocultado; además, gracias a sus esfuerzos y al trabajo de la sociedad fundada a través de ella, los jóvenes indios estaban salvándose del profundo materialismo, la única religión que occidente puede dar a un hindú.

En 1887 Madame Blavatsky regresó a Inglaterra donde dio inicio a otra revista llamada Lucifer, dando así un impulso inmediato al movimiento en Europa. También ahí, como en Nueva York y en India, escribió y habló, sosteniendo una correspondencia incesante con las personas de todo el mundo. Editaba el Lucifer y escribía más libros para su amada sociedad, nunca poseyó recursos y lo único que recibió del mundo en general fue un abuso totalmente inmerecido. La Clave de la Teosofía y La Doctrina Secreta, el gran libro de texto para los teósofos, se escribieron en Londres. También La Voz del Silencio se escribió en Europa y es para los teósofos devotos. Aquí su destino fue escribir, escribir y escribir, día y noche. A pesar de ser el blanco de abusos, logró anudar muchas amistades devotas, no siendo una mujer de medias medidas. Quienes la conocieron u oyeron hablar de ella resultaron ser siempre o amigos leales o acérrimos enemigos.

La Doctrina Secreta trajo a la sociedad a la señora Annie Besant, momento en que Madame Blavatsky comenzó a decir que sus labores estaban llegando al fin, en cuanto había una mujer dotada de la valentía de los antiguos reformadores y capaz de sostener el movimiento en Inglaterra sin tregua (1). Se envió La Doctrina Secreta al señor Stead del Pall Mall Gazette para reseñarla, sin embargo, ninguno de sus críticos se sintió a la altura del trabajo, por eso le pidió a la señora Besant si podía hacerlo. Ella aceptó, la reseñó y después quiso encontrar la autora. Poco después se unió a la Sociedad Teosófica, investigando, primero, el carácter de Madame Blavatsky en su integridad y luego entregando sus fuerzas a los teósofos. Entonces se dio comienzo a una sede general en Londres que todavía existe, ahí transitó Madame Blavatsky, consciente de que la sociedad por la cual se había prodigado, finalmente era una entidad capaz de luchar por sí sola.

En su último momento mostró haber entregado su vida a una idea, plenamente consciente de que para el mundo era utópica, sin embargo, según ella, era necesaria para la raza. Imploró a los amigos para que su encarnación, a punto de terminar, no fuese un fracaso, es decir, que el movimiento comenzado y sostenido con gran sufrimiento, no se viniera abajo. En su vida no hizo dinero ni lo pidió. Escritores venales, hombres y mujeres malévolos dijeron que ella hizo lo posible para quitarles el dinero a los ingenuos, sin embargo, los amigos íntimos saben muy bien que ella rechazó el dinero una y otra vez. Sus amigos le hubieran dado todo lo que quisiera si lo tomara, pero nunca tomó ni pidió nada. En cambio, su filosofía y elevados ideales indujeron a otros a tratar de ayudar a los necesitados. Un rico teósofo, impulsado por tal aliciente, le dio 5 mil dólares para que fundara un club de jóvenes trabajadoras en Bow, Londres. Un día, después de que la señora Besant había organizado las cosas para la casa y el resto, Madame Blavatsky, por anciana y enferma que estuviese, fue al club para abrirlo en nombre de la Sociedad Teosófica.

El propósito y el objetivo de su vida, consistía en disipar los grilletes que el clericalismo había forjado para la mente humana. Deseaba que todos los seres humanos supiesen que son Dios en verdad y, como seres humanos, deben cargar con sus pecados, pues nadie más puede hacerlo. Por eso trajo a occidente las antiguas doctrinas orientales de karma y reencarnación. Dijo que, en el caso de karma, siendo la ley de justicia, cada uno tiene que responder por sí mismo, mientras en cuanto a la reencarnación, la respuesta ocurre en la tierra donde estas acciones tuvieron lugar. También deseaba que la ciencia regresara a su verdadera base, donde la vida y la inteligencia se admiten existir e influenciar cada átomo en el universo. Por lo tanto, su objetivo era hacer una ciencia religiosa y una religión científica, para que el dogmatismo de cada una desapareciera.

A partir de 1875, dedicó su vida al incansable esfuerzo de atraer a la Sociedad Teosófica a quienes podían trabajar altruistamente a fin de propagar una ética y una filosofía que tendiesen a la realización de una hermandad humana, mostrando la real unidad y la esencial no separación de cada ser. Sus libros se escribieron con el declarado objetivo de proveer el material para el progreso intelectual y científico a lo largo de esas líneas. Las teorías del origen, los poderes y el destino del hombre que presentó, entresacadas de antiguas fuentes indias, nos colocan sobre un pedestal superior al que ofrece la religión o la ciencia, en cuanto proporciona, a cada uno, la posibilidad de desarrollar los poderes divinos internos, convirtiéndonos, finalmente, en colaboradores de la naturaleza.

Puesto que cada uno debe morir, no vamos a decir que su transición ha sido una pérdida; sin embargo, si no hubiese vivido y hecho lo que hizo a favor de la humanidad, no hubiera tenido el impulso y las ideas hacia el bien que eran su misión darlas y proclamarlas. Hoy en día hay una profusión de hombres y mujeres devotos, que se dedican a purificar su vida y a hacer más dulce la ajena, que hacen remontar sus esperanzas y aspiraciones a la religión-sabiduría resucitada en occidente mediante los esfuerzos de Madame Blavatsky y que reconocen, con gratitud, que sus más queridas posesiones son el resultado de su vida fatigosa y de auto-sacrificio. Si ellos a su vez viven rectamente y hacen el bien, ilustrarán la doctrina que ella enseñó cada día y practicó cada hora.


William Q. Judge.

Artículo publicado originalmente en el New York Sun, el 26 de Septiembre de 1892. (Ver AQUÍ una copia de la publicación original, en la web www.loc.gov).

 

(1) Lamentablemente, bajo la dirección de A. Besant, la S.T. acabó dando la espalda a la verdadera Teosofía. Para más información ver el artículo ¿De la Sociedad Teosófica a un culto anti-Blavatsky y pseudocatólico? del blog Desafiando al Kali-Yuga

 

06 abril 2021

La Teosofía en la antigüedad

Pitágoras, detalle de la obra "La escuela de Atenas", de Rafael Sanzio.

“Los quietistas cristianos, los sufíes musulmanes y los rosacruces de todos los países bebieron las aguas de esta fuente inagotable, la Teosofía de los neo- platónicos de los primeros siglos de la era cristiana. La gnosis la antecedió, siendo la continuación directa de Gupta Vidya y de Brahmâ-Vidya (“conocimiento secreto” y “conocimiento de Brahmâ”) de la India antigua, transmitida a través de Egipto; así como la teurgía de los filaleteos era la continuación de los misterios egipcios”.


Leemos en La Doctrina Secreta que: “… hoy se permite que vean la luz, después de millares de años del silencio y secreto más profundos, los bosquejos de unas pocas verdades fundamentales de la Doctrina Secreta de las Edades Arcaicas”. Por lo tanto, solo unos bosquejos se dieron a conocer a finales del siglo XIX, si bien representan mucho más de lo que hasta entonces ha estado a disposición del público en general. Siendo cierto lo anterior, aún de forma siempre velada, podemos hacer un seguimiento de la Sabiduría Antigua a lo largo de la historia, a través de las obras y datos que nos han llegado de muchos Sabios, pudiéndose identificar a través de ellos las porciones de una misma Verdad.
Se hace a continuación un breve recorrido histórico de mano de dos artículos de H.P. Blavatsky; el primero, “El Faro De Lo Desconocido”, lo escribió originalmente en francés (“Le Phare de l‘Inconnu”, a diferencia de la mayoría de su obra que fue en inglés) para “La Revista Teosófica” en mayo 1889. El segundo, de título “Filósofos Antiguos y Críticos Modernos”, se publicó con carácter póstumo en la revista “Lucifer”, en los meses de julio y agosto de 1892, presentándose como una ampliación del material que ya apareció en Isis Sin Velo (1877).

I
“Cuando leo las críticas, ahora endilgadas a la Teosofía, las trivialidades y el ridículo de mal gusto que ahora se emplea contra la filosofía más grandiosa y sublime del mundo, uno de cuyos aspectos se encuentra en la ética noble de Filaleteo; me pregunto si las academias de cualquier país habrán, alguna vez, entendido la Teosofía de los Filósofos alejandrinos mejor de lo que nos entienden a nosotros ahora.
¿Qué se sabe o qué se puede saber de la Teosofía Universal, si no se ha estudiado bajo los maestros de sabiduría? Además: ¿cómo pueden las personas ufanarse, esgrimiendo juicios sobre la neo-Teosofía del siglo XX, cuando entienden muy poco a Jámblico, Plotino y hasta Proclo, es decir: la Teosofía del siglo tercero y cuarto?
Nosotros decimos que la Teosofía nos llega del Oriente lejano, el mismo lugar de precedencia de la Teosofía de Plotino, Jámblico y hasta de los misterios del antiguo Egipto. ¿Acaso Homero y Heródoto no nos dicen que los antiguos egipcios eran “los Etíopes de Oriente”.

El Faro de luz hacia el cual la vista de todos los verdaderos Teósofos se enfoca, es el mismo blanco al que se dirigió, en todas las eras, el alma humana cautiva. Nosotros y los teósofos primigenios, usamos el término “Sabiduría Divina” para indicar este Faro, cuya luz no brilla sobre mares terrenales; sino que se ha reflejado en las profundidades lóbregas de las aguas primordiales del espacio infinito. Esta es la última palabra de la doctrina esotérica. ¿Dónde estaba, en la antigüedad, el país que tenía el derecho a llamarse civilizado que no poseyera un sistema de Sabiduría dual: una parte para las masas y la otra para los pocos, lo exotérico y lo esotérico? Este nombre, Sabiduría o como lo llamamos a veces:
“Religión Sabiduría” o Teosofía, es tan antiguo como la mente humana.
El título de Sabios, los sacerdotes de este culto a la verdad, fue el primer derivativo. Enseguida, estos nombres se transformaron en filosofía y filósofos: “los amantes de la ciencia” o de la sabiduría. Pitágoras fue el artífice de este nombre junto al de la gnosis, el sistema del “conocimiento de las cosas que son” o de la esencia que se oculta tras las apariencias externas. Bajo ese nombre, tan noble y correcto en su definición, todos los maestros de la antigüedad designaron el conjunto de nuestro conocimiento de las cosas humanas y divinas. Los sabios y los Brahmanes de la India, los magos caldeos y persas, los hierofantes egipcios y árabes, los profetas o Nabi de la Judea y de Israel y los filósofos griegos y romanos, siempre han clasificado esta ciencia en dos divisiones: la esotérica o la verdadera y la exotérica, disfrazada bajo el simbolismo. Aun hoy los Rabinos judíos llaman Mercabah al cuerpo o vehículo de su sistema religioso, eso que contiene en sí las ciencias superiores, accesibles sólo a los iniciados y de las cuales es simplemente la cáscara.

Ciertas escrituras antiguas, conocidas, además, por los bibliófilos, personifican la Sabiduría, que representan como emanando de Ain-Soph, el Parabrahm de los cabalistas judíos, haciéndola la asociada y la compañera de la Deidad manifestada. Por eso entre todos los pueblos tuvo un carácter sagrado. La Sabiduría es indisoluble de la divinidad.
Así tenemos los Vedas, que proceden de la boca del “Brahmâ” hindú (el logos). El nombre Buddha proviene de Budha, “Sabiduría”, inteligencia divina. El Nebo babilónico, el Thot de Memphis y Hermes de los griegos eran todos dioses de la sabiduría esotérica.

¿más qué sabéis de la verdadera índole del sistema seguido por Apolonio de Tyana, Jámblico y otros magos?

La verdadera Magia, en la teurgia de Jámblico es, a su vez, idéntica a la gnosis de Pitágoras, la ciencia de las cosas que son ( ) y al arrobamiento divino de los Filaleteos, “los amantes de la Verdad”. Mas el árbol se juzga por los frutos. ¿Quién ha presenciado el carácter divino y la realidad de dicho arrobamiento, que en la India se le llama Samadhi? (1)

Una larga serie de seres humanos quienes, si hubiesen sido cristianos, los habrían canonizado, no por decisión de la iglesia, con sus parcialidades y favoritismos; sino por la de naciones enteras y por la voz del pueblo, que raramente se equivoca en sus juicios. Por ejemplo: Amonio Sacas, llamado el Theodidaktos, “instruido por Dios”; el gran maestro cuya vida fue tan casta y pura que Plotino, su discípulo, no tenía la más mínima esperanza de ver otro mortal comparable con él. El mismo Plotino, quien fue para Ammonio lo que Platón fue para Sócrates, un discípulo digno de las virtudes de su ilustre maestro.

Los quietistas cristianos, los sufíes musulmanes y los rosacruces de todos los países bebieron las aguas de esta fuente inagotable, la Teosofía de los neo- platónicos de los primeros siglos de la era cristiana. La gnosis la antecedió, siendo la continuación directa de Gupta Vidya y de Brahmâ-Vidya (“conocimiento secreto” y “conocimiento de Brahmâ”) de la India antigua, transmitida a través de Egipto; así como la teurgía de los filaleteos era la continuación de los misterios egipcios. En todo caso, el punto de partida de esta magia “diabólica” es la Divinidad Suprema; su fin y su meta son la unión de la chispa divina que anima al ser humano, con la Llama madre, el Todo Divino.

se nos llama constantemente a juicio para que demos explicaciones y para que satisfagamos al público, diciéndole que no celebramos el Sabbath de las brujas ni producimos escobas para el uso de los Teósofos. En realidad, este tipo de cosas, a veces, rozan lo grotesco. Cuando no se nos acusa de haber inventado un nuevo “ismo”, una religión entresacada de las profundidades de un cerebro distorsionado o de engañar al prójimo, se nos tilda de haber ejercido las artes de Circe sobre los hombres y los animales. Burlas y sátiras recaen sobre la Sociedad Teosófica tan densas como granizo. A pesar de todo, se ha mantenido de pie durante los 14 años de lluvia torrencial. La Sociedad Teosófica es muy resistente.

Hay Teosofía y Teosofía: la verdadera Teosofía del Teósofo y la Teosofía de un Miembro de la Sociedad Teosófica. ¿Qué sabe el mundo de la verdadera Teosofía?
¿Cómo puede distinguirla entre la de un Plotino y la de los hermanos falsos? La Sociedad Teosófica posee más de la parte que le corresponde de estos últimos. El egoísmo, la vanidad y la presunción de la mayoría de los mortales es increíble. Hay algunos, para los cuales, su pequeña personalidad constituye el universo entero, más allá de la cual no hay salvación.

Gautama, el Buda, se quedó en soledad sólo el lapso necesario para llegar a la verdad, después del cual se consagró a divulgarla, limosneando su pan y viviendo para la humanidad. Jesús se retiró al desierto sólo cuarenta días y murió para esta misma humanidad.
Apolonio de Tyana, Plotino y Jámblico, al vivir existencias de singular abstinencia, casi ascética, vivieron en el mundo y para el mundo. Los más grandes ascetas y Santos actuales no son los que se retiran en lugares inaccesibles; sino los que pasan su vida viajando, de lugar en lugar, haciendo el bien y tratando de elevar a la humanidad; aunque pueden evitar Europa y estos países civilizados donde la población se ve y se oye sólo a sí misma, países divididos entre dos facciones: Caínes y Abeles.
Aquellos que consideran el alma humana como una emanación de la Deidad, como una partícula o rayo del alma universal y Absoluta, entienden la parábola de los talentos mejor que los cristianos. Quien esconde en la tierra el talento que su “Señor” le entregó, lo perderá, así como el asceta que piensa “salvar su alma” en soledad egoísta. “El servidor bueno y fiel” que duplica su capital, cosechando para quien no había sembrado, porque no tenía los medios para hacerlo y siega para los pobres que no diseminaron el grano, actúa como un verdadero altruista. Recibirá su recompensa justamente porque ha trabajado para otro, sin pensar en la remuneración o el reconocimiento. Este hombre es el Teósofo altruista; mientras el otro es un egoísta y un cobarde.

Se nos acusa de asumir una actitud sigilosa, reprochándonos que tenemos secreta la Teosofía superior. Confesamos que la doctrina que llamamos gupta vidya (ciencia secreta) es sólo para los pocos. ¿Cuáles eran los maestros de antaño que no mantenían secretas sus enseñanzas por temor a que se profanaran? A partir de Orfeo a Zoroastro, Pitágoras y Platón, hasta los Rosacruces y los Francmasones más modernos, siempre hubo una regla invariable, es decir: el discípulo debe ganarse la confianza del maestro antes de recibir de él la palabra suprema y final.

Ya sea esto así o no, la Teosofía es la descendiente directa del gran árbol de la Gnosis universal, un árbol cuyas ramas lozanas se extienden sobre toda la tierra como una bóveda y bajo cuya égida se hallaban todos los templos y las naciones del globo, en una época que a la cronología bíblica le gusta llamar: “antediluviana”.

Si Pitágoras adquirió su conocimiento en la India, (donde, hasta la fecha, se hace mención de él en antiguos manuscritos, bajo el nombre de Yavanacharya, (el Maestro Griego), Platón obtuvo la suya de los libros de Thoth-Hermes. ¿Cómo aconteció que el joven Hermes, el dios de los pastores, tildado: “el buen pastor”, quien presidió sobre la adivinación y la clarividencia, se volvió idéntico a Thoth (o Thot), el Sabio deificado y autor de “El Libro de los Muertos”? Sólo la doctrina esotérica puede revelarlo a los orientalistas.
...
¿Deberíamos quedarnos sorprendidos si Amonio, al encontrar, en los primeros versículos del evangelio según San Juan, las mismas doctrinas contenidas en los tres sistemas de filosofía antes mencionados, concluyó, acertadamente, que la intención del gran Nazareno era la de restaurar la ciencia sublime de la antigua Sabiduría en toda su integridad primordial?
Nosotros pensamos como Amonio. Las narraciones bíblicas y las historias de los dioses tienen sólo dos explicaciones posibles: o son alegorías grandiosas y profundas, que ilustran las verdades universales, o son fábulas soporíferas para el ignorante.

Los candidatos debían triunfar en las pruebas terribles de los Misterios Mayores, antes de que pudiesen ser instruidos en este idioma. Por eso tanto Amonio Sacas, como Pitágoras, obligaban a sus discípulos para que tomaran un juramento a fin de no divulgar las doctrinas superiores a nadie que no hubiese recibido las doctrinas preliminares y quienes, por lo tanto, no estaban listos para la iniciación. Otro sabio, que lo antecedió con tres siglos, hizo lo mismo con sus discípulos, diciéndoles que hablaba usando “similitudes” (o parábolas); “porque ustedes pueden conocer los misterios del reino del Cielo, mas ellos no […] porque: a pesar de que ven, no ven; de que oyen, no oyen ni entienden.”
Por lo tanto, las “similitudes” que Jesús empleaba, eran parte del “lenguaje de los misterios”, la lengua sacerdotal de los Iniciados. Roma ha perdido la clave de esto y al rechazar la teosofía y al pronunciar su anatema contra las ciencias ocultas, la pierde para siempre.

Confucio decía a sus discípulos: “No hagáis a los demás lo que no queréis que se os haga.” Gautama el Buda predicaba a sus Arhats: “Amaos los unos a los otros y amad toda criatura viva.” “Amaos los unos a los otros”, se repetía en Jerusalén como eco fiel. ¡A las naciones cristianas pertenece el honor de haber obedecido a este mandamiento supremo de su maestro de manera muy paradójica!
Calígula, el pagano, quería que la humanidad tuviese una sola cabeza para decapitarla de un tajo. Los poderes cristianos han mejorado esta idea, que permaneció sólo en teoría, buscando y encontrando, al final, el medio de ponerla en práctica.

II
“Aunque hayan pasado 22 siglos y medio de la muerte de Platón, las grandes mentes del globo todavía se dedican a sus escritos. Fue el intérprete del mundo en el sentido más completo del término. El más grande Filósofo de la era precristiana reflejaba, en sus escritos, el espiritualismo de los Filósofos védicos, quienes lo antecedieron en millares de años con sus expresiones metafísicas. Se discernirá que, Vyâsa, Jaimini, Kapila, Patanjali y muchos más transmitieron, mediante Pitágoras, su sello indeleble a Platón y a su escuela, a través de los siglos que se intercalan entre ellos. Por ende, se deduce que tanto a Platón como a los antiguos Sabios hindúes, se les reveló la misma sabiduría. Así, esta sabiduría, sobreviviendo a la erosión del tiempo, ¿qué otra cosa puede ser, si no divina y eterna?

Sin embargo, Platón no pudo aceptar una Filosofía destituida de aspiraciones espirituales; para él, las dos eran una sola. Según el antiguo Sabio griego, existía un único objeto a realizar: el Conocimiento Real. Consideraba que los Filósofos genuinos o los estudiantes de la verdad, eran aquellos que poseían el conocimiento de lo que existe realmente, contrapuesto a los meros objetos de percepción, de lo que existe perennemente contrapuesto a lo transitorio y de lo que existe permanentemente, contrapuesto a lo que aparece y desaparece siguiendo un curso alternativo de desarrollo y destrucción.

Por lo tanto, si la Teología ha, a menudo, desfigurado a la Teosofía; la Psicología y las Ciencias Modernas han desfigurado a la Filosofía Antigua. Ambas entresacaron de la Sabiduría Antigua sin reconocerle nada; sino denigrándola y menospreciándola cada vez que pudieron. Sin embargo, los métodos de la Ciencia Moderna, a pesar de lo exacto que sean, careciendo de una comprensión de los grandes principios filosóficos y teosóficos, deben desembocar en la nada, no pudiendo demostrar el origen ni la esencia última de las cosas en ninguna rama. En lugar de reconducir el efecto a su fuente primordial, la Ciencia Moderna procede al revés. Según sus enseñanzas, los tipos superiores se desarrollaron de otros anteriores e inferiores. Comienza desde el fondo del ciclo que un hilo de Materia conduce, paso a paso, en el gran dédalo de la Naturaleza. Tan pronto como éste se quiebra, el asomo se pierde y la ciencia retrocede despavorida de lo Incomprensible, confesándose impotente. Sin embargo, Platón y sus discípulos no se comportaban así. Para ellos y para nosotros, los tipos inferiores eran simplemente las imágenes concretas de los tipos abstractos superiores.

Casi un siglo separa a Platón de Pitágoras, por lo tanto no pudieron haberse conocido. Sin embargo, ambos eran Iniciados y no es sorprendente encontrar que enseñaron la misma doctrina concerniente al Alma Universal. Pitágoras enseñó a sus discípulos que Dios es la Mente Universal difundida en todas las cosas, la cual, por la única virtud de su identidad universal, podía comunicarse de un objeto a otro y el sólo poder de la voluntad humana podía inducirla a crear todas las cosas. También entre los griegos antiguos, Kurios era el Dios-Mente (nous). “Ahora bien, Koros (Kurios) significa la naturaleza pura y prístina del intelecto, la sabiduría”, dice Platón en el “Cratilo”. Por lo tanto, notamos que todos los grandes filósofos, desde Pitágoras, Timeo de Locris, Platón, hasta los Neo-Platónicos, derivaron el Alma-Mente humana del Alma-Mente Universal.

Siempre se afirma que la base para esta asimilación es la pre-existencia del Espíritu o Nous. En la alegoría en “Fedro” de la carroza con los caballos alados, él representa la naturaleza psíquica compuesta o doble: thumos o la parte sensual, formada por las substancias del mundo de los fenómenos y thumoeides, cuya esencia se conecta con el mundo eterno. La vida terrenal presente es una caída y un castigo. El Alma habita en “la tumba que llamamos cuerpo”. En su estado incorporado y antes de la disciplina de la educación, el elemento noético o espiritual está “dormido”. Así, la vida es más bien un sueño que una realidad. Nosotros, análogamente a los prisioneros en la cueva subterránea descrita en “La República”, damos nuestra espalda a la luz, por lo tanto percibimos sólo las sombras de los objetos que pensamos que son la realidad actual. ¿No es ésta la idea de Maya o la ilusión de los sentidos en la vida física, un aspecto muy enfatizado en la Filosofía Hindú? Sin embargo, si no nos hemos embebido totalmente con nuestra naturaleza sensual, estas sombras despiertan en nosotros el recuerdo de aquel mundo superior que en un tiempo habitábamos.

Porfirio, de la escuela Neo-Platónica, nos asegura que la Filosofía de Platón se enseñaba y representaba en los Misterios.

Entonces, es comprensible el por qué las escenas más sublimes en los Misterios eran siempre nocturnas.
La vida del Espíritu interno es la muerte de la naturaleza externa y la noche del mundo físico implica el día de la naturaleza espiritual. Por lo tanto, se adora a Dionisio, el sol nocturno, más que a Helios, la estrella diurna.

Ralph Waldo Emerson dice que: “Platón es la fuente de la cual proceden todas las cosas que los hombres de pensamiento aún escriben y debaten.” Platón absorbió el saber griego de su tiempo, desde Filolao hasta Sócrates, aquel de Pitágoras en Italia y lo que pudo entresacar de Egipto y del oriente. El era tan extenso que toda la Filosofía europea y asiática es ubicable en sus doctrinas y a la cultura y a la contemplación añadió la naturaleza y las cualidades del poeta.

A los más grandes Filósofos antiguos se les acusa de poseer un conocimiento superficial y poco profundo en lo que concierne a esos detalles en la ciencia exacta acerca de los cuales los modernos tanto se ufanan y Platón no puede sustraerse del destino común. Sin embargo, una vez más, sus críticos modernos deberían tener presente que el Juramento Sodaliano del Iniciado en los Misterios le impedía divulgar su conocimiento al mundo de manera explícita. Con respecto a esto, Champollion escribe:
Era el sueño de su vida (de Platón), escribir una obra grabando en ella, de manera integral, las doctrinas que los hierofantes egipcios enseñaron. A menudo hablaba de esto, sin embargo se vio obligado a abstenerse de la empresa debido a su solemne juramento.

El método de Platón, como aquel de la Geometría, consistía en descender de lo universal a lo particular.
La ciencia moderna busca, en vano, una Causa Primera entre las permutaciones de las moléculas, mas Platón la buscó y la encontró entre la majestuosa moción de los mundos. Para él era suficiente conocer el gran esquema de la creación y poder reconducir los movimientos más poderosos del Universo, a través de sus cambios, a su causa última. Los detalles anodinos, cuya observación y clasificación han puesto a prueba y demostrado la paciencia de los científicos modernos, suscitaban poca atención entre los Filósofos antiguos. Por lo tanto, mientras un joven de la escuela primaria inglesa puede expresarse, acerca de las minucias de la ciencia física, de manera más erudita que Platón, el profesor más letrado en la Academia más ínclita no podrá competir con el discípulo más obtuso de Platón en lo que concierne a las grandes leyes cósmicas y a sus mutuas relaciones; ya que él demostraba tener una familiaridad y un control sobre las Fuerzas Ocultas que yacen tras de ellas.

Como al principio del tiempo, toda ciencia fue revelada por un Instructor divino, se convirtió, entonces, en sagrada, pudiéndola impartir sólo durante los Misterios de la Iniciación. Por lo tanto, ningún Filósofo iniciado, como Platón, tenía el derecho a revelarla. Una vez postulada esta realidad se explica la presunta “ignorancia” de los Sabios antiguos y de algunos autores clásicos iniciados.

En substancia, la Filosofía platónica consistía en el orden, el sistema y la proporción. Incluía la evolución de los mundos y de las especies, la correlación y la conservación de la energía, la transmutación de la forma material, la indestructibilidad de la Materia y del Espíritu. La posición de los platónicos tocante a este último aspecto adelantaba por mucho a la Ciencia Moderna, estableciendo el arco de su sistema filosófico sobre una piedra angular a la vez perfecta e inamovible.
Finalmente, pocos negarán la enorme influencia que las concepciones de Platón han ejercido en la formación y la aceptación de los dogmas cristianos. Sin embargo, las ideas de Platón eran aquellas de los Misterios. Las doctrinas filosóficas que ahí se enseñaban son la fuente prolífica de la cual manaban todas las religiones exotéricas, incluidos el Viejo y, parcialmente, el Nuevo Testamento, perteneciendo a las nociones morales y religiosas más aventajadas. Mientras el significado literal se dejó al fanatismo de las clases sociales bajas e irracionales, las clases altas, la mayoría de las cuales integraban a los Iniciados, se dedicaban a sus estudios en el solemne silencio de los templos y también su culto del Único Dios en el Cielo.

No se esforzó en esconder su desagrado debido a que lo secreto en cuanto a los Misterios había disminuido con respecto a los períodos anteriores. En lugar de profanarlos, poniéndolos al alcance de las masas, los habría vigilado con dedicación celosa contra todo, a excepción de sus discípulos serios y meritorios. (2)

Esta doctrina de la Mente Universal difundida en todas las cosas está en la base de cada Filosofía antigua. Las enseñanzas del Bodhismo o Sabiduría, cuya mejor comprensión se alcanza sólo cuando se estudia la Filosofía pitagórica, su reflejo fiel, se derivaron de esta fuente al igual que la religión exotérica hindú y el cristianismo primordial.

No era la intención de Gautama Buda, de Pitágoras ni de Platón enseñar literalmente esta alegoría puramente metafísica. Ninguno de ellos se dirigía a los profanos; sino sólo a sus seguidores y discípulos, quienes tenían un conocimiento muy profundo del elemento simbólico empleado, para que no entendieran el sentido de sus respectivos Maestros, aun durante las enseñanzas públicas. Por lo tanto, sabían que las palabras metempsicosis y transmigración implicaban simplemente la reencarnación de un cuerpo humano a otro, cuando esta enseñanza se refería a un ser humano. A mayor abundamiento, toda alusión de éste o de otro sabio, como Pitágoras, según la cual en un nacimiento previo había sido un animal o después de la muerte había transmigrado a un animal, era alegórica y se remitía a los estados espirituales del alma humana. No es en la letra muerta de la literatura mística sagrada que los eruditos pueden esperar encontrar la verdadera solución de sus sutilezas metafísicas, las cuales cansan el poder del pensamiento debido a la inconcebible profundidad de su raciocinio y el estudiante nunca se encontrará más lejos de la verdad que en el momento en el cual cree que está por descubrirla. La maestría completa de toda doctrina de los pasmosos sistemas budistas y brahmánicos se alcanzará sólo procediendo en rigurosa armonía con el método pitagórico y platónico:
desde el universal al particular. La clave para penetrarlos yace en las refinadas y místicas doctrinas del flujo espiritual de la vida divina. El Buda dice: “Aquel que desconoce mi ley y muere en ese estado, debe volver a la tierra hasta que se convierta en un Samaneano perfecto. Para conseguir este objetivo, debe destruir dentro de sí la trinidad de Mâyâ. Debe extinguir sus pasiones, debe unirse e identificarse con la ley [la enseñanza de la Doctrina Secreta] y debe comprender la religión del aniquilamiento,” es decir: las leyes de la Materia y las del Karma y la Reencarnación.

Aquél que vivió bien durante el tiempo que se le otorgó, retornará a la habitación de su estrella donde tendrá una existencia bienaventurada y adecuada. Sin embargo, si no logrará alcanzar esto en la segunda generación, pasaría en una mujer [se convertiría inerme y débil como una mujer]. Si no se detuviera de perpetuar el mal en esa condición, se trasmutará en un bruto, la efigie de sus rasgos malvados, y no saldrá de sus peripecias y trasformaciones [renacimientos o transmigraciones], hasta que haya seguido y asimilado el principio original dentro de él y, mediante la ayuda de la razón, haya dominado los últimos efluvios de los elementos turbulentos e irracionales [demonios elementarios], compuestos por el fuego, el aire, el agua y la tierra y haya vuelto a la forma de su primera y mejor naturaleza.28 28 “Timeo” de Platón.
Estas son las enseñanzas de la Doctrina Secreta, de la Filosofía Oculta. En la antigüedad, y hoy en día en los centros de Ocultismo oriental, se impartía la posibilidad de que el ser humano perdiera, debido a su depravación, su Ego Superior. El extracto mencionado muestra, claramente, que Platón creía en la Reencarnación y en el Karma como nosotros, aunque su manera de expresarse con respecto a esto era mítica.
No había Filósofo de renombre que no se atuviese a esta doctrina de la metempsicosis, según la enseñaban los brâhmanes, los budistas y sucesivamente los pitagóricos en su significado Esotérico, a pesar de su expresión más o menos inteligible. Orígenes y Clemente Alejandrino, Sinesio y Chaldicio, creían en ésta. Los gnósticos, que la historia proclama, sin vacilar, el grupo de hombres más refinado, erudito e iluminado, creían todos en la metempsicosis. Sócrates tenía opiniones idénticas a las de Pitágoras y, como castigo por su Filosofía divina, fue condenado a una muerte violenta. La plebe ha sido la misma en todas las edades. Según las enseñanzas de estos individuos, el ser humano tiene dos almas cuyas naturalezas son separadas y muy distintas. Una es perecedera: el Alma Astral o el cuerpo interno fluido, que no debemos confundir con el Cuerpo Astral o “doble”; la otra es incorruptible e inmortal, el Augoeides o la porción del Espíritu Divino, Atma-Buddhi. Además, el Alma Astral o mortal, perece en cada cambio paulatino en el umbral de toda nueva esfera, purificándose más y más durante cada transmigración. Al Hombre Astral, intangible e invisible, como puede serlo para nuestros sentidos mortales y terrenales, lo constituye la materia, aunque sublimada.
Ahora bien, si lo que antecede tiene algún significado, implica que esta enseñanza de las “dos almas” es exactamente aquella de los Teósofos Esotéricos y de muchos Exotéricos. Las dos almas son el Manas dual: el “Alma Astral” inferior y personal y el Ego Superior. El “Alma Astral”, un Rayo del Ego Superior que cae en la Materia, es decir que anima al ser humano convirtiéndolo en un ser pensante y racional en este plano, habiendo asimilado sus elementos más espirituales en la esencia divina del Ego que se reencarna, muere en su forma personal y material durante todo cambio gradual, como Kama Rupa, en el umbral de cada nueva esfera o Devachan, seguida por una nueva reencarnación. Perece porque se desvanece al pasar del tiempo, exceptuando su fotografía intangible y evanescente en las olas astrales, impresa por la poderosa luz siempre cambiante, sin embargo perenne; mientras el “Alma Espiritual” incorruptible e inmortal, que llamamos Buddhi-Manas y el Yo individual, adquiere más pureza en cada nueva encarnación. Cargada con todo lo que podía salvar del Alma personal, el Ego lo lleva al Devachan para recompensarlo con edades de paz y beatitud. Esta no es una enseñanza inédita, no es un “nuevo desarrollo”, como algunos de nuestros oponentes han tratado de probar. Aun en “Isis sin Velo”, la primera obra teosófica moderna y por lo tanto la más circunspecta, se expone el hecho de manera nítida. La Doctrina Secreta no concede la inmortalidad a todos los seres humanos de la misma forma; pero, en consonancia con Porfirio, declara:
Mediante la pureza y la castidad más elevada nos acercaremos más a [nuestro] Dios, recibiendo, al contemplarlo, el verdadero conocimiento y discernimiento.

Según se afirma, Platón era un Monoteista, sin embargo lo era, de manera inequívoca, en un sentido; pero su Monoteismo jamás lo condujo a la adoración de un Dios personal; sino de un Principio Universal y a la idea fundamental de que sólo la Existencia absolutamente inmutable o incambiable realmente es; todas las existencias finitas y el cambio son únicamente apariencias: Maya. Para Platón este Ser era un nóumeno y no un fenómeno.
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(1) Nota en el texto original: Samadhi es un estado de contemplación abstracta definida por ciertos términos sánscritos que cada uno requeriría una frase completa para explicarlo. Es un estado mental o mejor dicho, espiritual, independiente de cualquier objeto perceptible y durante el cual, el sujeto, absorbido en la región del espíritu puro, vive en la Divinidad.
(2) Nota en el texto original: El mismo Platón corrobora lo antes dicho cuando enuncia: “Tú dices esto, pero, en mi anterior discurso, no te he explicado suficientemente la naturaleza del Primero. Mis palabras son intencionalmente enigmáticas ya que, en caso de que la tablilla termine, accidentalmente, por tierra o por mar, en la mano de una persona desprovista de un conocimiento preliminar sobre el tema, podría no comprender sus contenidos.” (Platón, Ep. II., pág. 312; Cory “Fragmentos Antiguos”, pág. 304)