Nirvâna, término sánscrito que, según las explicaciones esotéricas, es el estado de existencia y conciencia absolutas en que el Ego del hombre* que durante la vida ha llegado al más alto grado de perfección y santidad, entra después de la muerte del cuerpo y, algunas veces, como en el caso de Gautama Buddha y otros, durante la misma vida.(1)
Por otro lado, se le llama "nirvani" (también término sánscrito), a aquel que ha alcanzado el Nirvâna, un alma emancipada. Que el Nirvâna
no significa nada que se parezca a las aserciones de los orientalistas, lo sabe
perfectamente toda persona instruida que haya visitado la China, la India y el Japón. Es
la “liberación de las cadenas del sufrimiento”, pero sólo del de la materia, emancipación
del Kleza, o del Kâma, y la completa extinción de los deseos
animales. Si se nos dice que el Abhidharma define el Nirvâna como “un estado de
aniquilación absoluta”, convenimos en ello, pero añadiendo a la última palabra el
requisito “de todo cuanto se relaciona con la materia del mundo físico”, y esto
simplemente porque este último (lo mismo que todo lo que en él se halla contenido)
es pura ilusión o Mâyâ. Zâkyamuni Buddha, en los postreros momentos de su vida,
dijo que “el cuerpo espiritual es inmortal”. (Véase: Diccionario sánscrito–chino). Según
explica el erudito sinólogo Mr. Eitel, “los sistemas populares exotéricos concuerdan en
definir el Nirvâna negativamente como un estado de absoluta exención del círculo de
transmigraciones, un estado de completa liberación de todas las formas de existencia,
empezando por la de toda pasión y todo esfuerzo; un estado de indiferencia a toda
sensibilidad”, y podría haber añadido: “de muerte de toda compasión hacia el mundo
de sufrimiento”. Y he aquí por qué los Bodhisattvas que prefieren la vestidura
Nirmânakáya a la Dharma–kâya ocupan en la estima popular un sitio más eminente que
los Nirvânis. Pero el mismo autor añade que: “Positivamente (y esotéricamente) se
define el Nirvâna como el supremo estado de bienaventuranza espiritual, como la
inmortalidad absoluta por medio de la absorción del alma (del Espíritu, mejor dicho) en
sí misma, pero conservando la individualidad, de suerte que los Buddhas, por ejemplo,
después de entrar en el Nirvâna, pueden reaparecer en la tierra”, esto es, en el
manvantara futuro. (1)
¿Es esto la aniquilación como algunos piensan? ¿Es ateísmo como otros críticos –los
adoradores de una deidad personal y creyentes en un paraíso antifilosófico– se inclinan
a creer? Ni lo uno ni lo otro. Es más que inútil volver a la cuestión de un supuesto
ateísmo en lo que es espiritualidad del carácter más refinado. El ver aniquilación en el
Nirvana, equivale a decir también que es aniquilado un hombre sumido en sueño,
profundo, sin ensueños, que no deja impresión ninguna ni en la memoria ni en el cerebro
físico, por hallarse entonces el “Yo Superior” del durmiente en su estado original de
conciencia absoluta. Pero este ejemplo responde tan sólo a un aspecto de la cuestión –
el más material; puesto que reabsorción no es, en manera alguna, tal “sueño sin
ensueños” sino al contrario, existencia absoluta; una unidad incondicionada o un
estado, para cuya descripción es el lenguaje humano absoluta y desesperadamente
inadecuado. La única aproximación a algo parecido a un concepto del mismo puede
intentarse únicamente en las visiones panorámicas del alma, a través de las ideaciones
espirituales de la mónada divina. Ni se pierde la individualidad, ni siquiera la esencia de
la personalidad, si es que queda alguna, por ser reabsorbida. Pues por ilimitado que sea,
con arreglo al concepto humano, el estado paranirvanico, tiene, sin embargo, un límite
en la Eternidad. Una vez alcanzado, la misma mónada resurgirá de allí como un ser
todavía más perfecto, en un plano mucho más elevado, para volver a comenzar su ciclo
de actividad perfeccionada. La mente humana no puede, en su estado actual de
desarrollo, trascender y apenas puede alcanzar a estas alturas de pensamiento. Vacila
ante el borde de lo Absoluto y de la Eternidad incomprensibles. (2)
*En muchos escritos teosóficos del siglo XIX se utilizaba la acepción de la palabra hombre como "Ser animado racional, varón o mujer" (RAE). Nota aclaratoria a la publicación de esta entrada, no incluida en las versiones originales ni traducidas.
(1) Términos "Nirvana" y "Nirvani" obtenidos de la obra Glosario Teosófico, de H. P. Blavatsky.
(2) De La Doctrina Secreta, volumen I, de H. P. Blavatsky, página 266.