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01 agosto 2023

Espíritu y Materia.

 

Al principio de un gran Manvantara, Parabrahman se manifiesta como Mulaprakriti y luego como el Logos. Este Logos es equivalente a la “Mente Inconsciente Universal”, etc., de los panteístas occidentales. Constituye la base del aspecto–sujeto del Ser manifestado, y es el origen de todas las manifestaciones de la conciencia individual. Mulaprakriti o la Substancia Cósmica Primordial, es el fundamento del aspecto–objeto de las cosas – la base de toda la evolución y cosmogénesis objetivas.

 

“Un Dios extra–cósmico es fatal para la Filosofía; una Deidad intra–cósmica –esto es, el Espíritu y la Materia inseparablemente unidos–, es una necesidad filosófica. Sepáreselos, y lo que queda será una superstición grosera bajo una máscara de emocionalismo”.

“El pensamiento Divino no puede ser definido, ni su significación explicarse, excepto por las innumerables manifestaciones de la Substancia Cósmica, en la que el primero es sentido espiritualmente por los que pueden. Decir esto, después de haberlo definido como la Deidad Desconocida, abstracta, impersonal, asexual, que tiene que colocarse en la raíz de todas las Cosmogonías y su evolución subsiguiente, equivale a no decir absolutamente nada. Es lo mismo que intentar resolver una ecuación trascendental de condición, teniendo a mano, para deducir el verdadero valor de sus términos, sólo cierto número de cantidades desconocidas. Su lugar se encuentra en las primitivas cartas simbólicas antiguas, en las cuales, como ya se ha mostrado, está representado por una obscuridad sin límites, en cuyo fondo aparece el primer punto central en blanco –simbolizando de este modo el ESPÍRITU–MATERIA coevo y coeterno, haciendo su aparición en el mundo fenomenal, antes de su primera diferenciación. Cuando “el uno se convierte en dos”, puede entonces nombrársele como Espíritu y Materia. Al “Espíritu” pueden referirse todas las manifestaciones de la conciencia, reflejada o directa, y de la intención inconsciente – adoptando una expresión moderna usada en la llamada filosofía occidental–, como se evidencia en el Principio Vital, y en la sumisión de la Naturaleza al orden majestuoso de la ley inmutable. “La Materia” debe ser considerada como lo objetivo en su más pura abstracción, la base existente por sí misma, cuyas manvantáricas diferenciaciones septenarias constituyen la realidad objetiva, base de los fenómenos de cada fase de la existencia consciente. Durante el período del Pralaya Universal, la Ideación Cósmica es inexistente; y los distintos estados diferenciales de la Substancia Cósmica se resuelven nuevamente en el estado primitivo de objetividad abstracta potencial.

El impulso manvantárico principia con el redespertar de la Ideación Cósmica, la “Mente Universal”, simultánea y paralelamente con la primitiva emersión de la Substancia Cósmica –siendo esta última el vehículo manvantárico de la primera– de su estado praláyico indiferenciado. Entonces, la sabiduría absoluta se refleja en su Ideación; la cual, por un proceso trascendental, superior e incomprensible a la conciencia humana, se convierte en Energía Cósmica: Fohat. Vibrando en el seno de la Substancia inerte, Fohat la impulsa a la actividad y guía sus primarias diferenciaciones en todos los Siete planos de la Conciencia Cósmica. De este modo, hay Siete Protilos (como ahora se les llama, mientras que la antigüedad aria los llamaba los Siete Prakritis o Naturalezas), que diversamente sirven como base relativamente homogénea, que en el curso de la creciente heterogeneidad, en la evolución del Universo, se diferencian en los fenómenos maravillosamente complejos que se presentan en los planos de percepción. El término “relativamente” se ha empleado a propósito porque, resultando la existencia misma de semejante proceso de las segregaciones primarias de la Substancia Cósmica indiferenciada, dentro de sus bases septenarias de evolución, nos obliga a considerar el protilo de cada plano sólo como una fase intermedia que asume la Substancia en su paso desde lo abstracto a la completa objetividad.

Se dice que la Ideación Cósmica es no existente durante los períodos Praláyicos, por la sencilla razón de que no hay nadie ni nada que perciba sus efectos. No puede haber manifestación de conciencia, de seminconsciencia, ni siquiera “intención inconsciente”, excepto por medio del vehículo de la materia; esto es, en este nuestro plano, en donde la conciencia humana, en su estado normal, no puede remontarse más allá de lo que se conoce como metafísica trascendental; pues sólo por medio de una agregación o construcción molecular surge el Espíritu como corriente de subjetividad individual o subconsciente. Y como la Materia que existe fuera de la percepción es una mera abstracción, los dos aspectos de lo ABSOLUTO (Substancia Cósmica e Ideación Cósmica) son mutuamente interdependientes. Hablando con estricta exactitud, para evitar confusiones e interpretaciones erróneas, la palabra “Materia” debería ser aplicada al agregado de objetos de posible percepción, y la palabra “Substancia” a los nóumenos; pues dado que los fenómenos de nuestro plano son la creación del Ego que percibe –las modificaciones de su propia subjetividad–, todos los “estados de materia que representan el agregado de los objetos percibidos” no pueden tener para los hijos de nuestro plano sino una existencia relativa y puramente fenomenal. Como dirían los modernos idealistas, la cooperación del Sujeto y del Objeto, resulta en el objeto de Sensación o fenómeno. Pero esto no conduce necesariamente a la conclusión de que suceda lo mismo en todos los demás planos; de que la cooperación de ambos en los estados de su diferenciación septenaria resulte en un agregado septenario de fenómenos que son igualmente no existentes per se, aunque sean realidades concretas para las Entidades de cuya experiencia forman parte; del mismo modo que las rocas y ríos a nuestro alrededor, son reales desde el punto de vista del físico, aunque son ilusiones de los sentidos, sin realidad desde el del metafísico. Sería un error decir y hasta concebir semejante cosa. Desde el punto de vista de la metafísica más elevada, todo el Universo, incluso los dioses, es una Ilusión. Pero la ilusión de aquel que es en sí mismo una ilusión difiere en cada plano de conciencia; y no tenemos más derecho a dogmatizar sobre la posible naturaleza de las facultades perceptivas de un Ego que se halla, por ejemplo, en el sexto plano, que el que tenemos para identificar nuestras percepciones con las de una hormiga en su modo de conciencia, o para convertirlas en modelo para la misma. El objeto puro aparte de la conciencia nos es desconocido mientras vivimos en el plano de nuestro Mundo de tres dimensiones; pues sólo conocemos los estados mentales que excita en el Ego que percibe. Y en tanto que dure el contraste del Sujeto y el Objeto, esto es, mientras que no disfrutemos más que de nuestros cinco sentidos, y no sepamos el modo de divorciar nuestro Ego (el Yo Superior), que es todo percepción, de la esclavitud de estos sentidos, será imposible al Ego personal romper la barrera que le separa del conocimiento “de las cosas en mismas”, o sea de la Substancia. Aquel Ego, progresando en un arco de subjetividad ascendente, tiene que agotar las experiencias de todos los planos. Pero hasta que la Unidad se sumerja en el TODO, ya sea en este o en cualquier otro plano, y que tanto el Sujeto como el Objeto se desvanezcan en la negación absoluta del Estado Nirvánico –negación, repetimos, sólo desde nuestro plano–, no se llega a escalar aquel pináculo de Omnisciencia, el Conocimiento de las cosas en sí mismas, y a aproximarse a la solución del enigma aun más importante, ante el cual, hasta el más elevado Dhyan Chohan, tiene que humillarse en el silencio y la ignorancia –el Inexplicable misterio de lo que los vedantinos llaman PARABRAHMAM.

Por lo tanto, siendo tal el caso, todos los que han tratado de dar un nombre al Principio incognoscible, no han hecho más que degradarlo. Hasta el hablar de la Ideación Cósmica –salvo en su aspecto fenomenal– es lo mismo que tratar de embotellar el Caos primordial, o poner una etiqueta a la ETERNIDAD.

¿Qué es, pues, la “Substancia primordial”, ese objeto misterioso del que ha hablado siempre la Alquimia y que se ha convertido en tema de la especulación filosófica de todas las edades? ¿Qué puede ser, finalmente, aun en su prediferenciación fenomenal? Aun aquélla es el TODO de la Naturaleza manifestada, y nada para nuestros sentidos. Se la menciona bajo diferentes nombres en todas las cosmogonías; todas las filosofías se refieren a ella, y está demostrado ser, hasta el presente, el PROTEO siempre incomprensible en la Naturaleza. Lo tocamos y no lo sentimos; lo miramos y no lo vemos; lo respiramos y no lo percibimos; lo oímos y lo olemos sin el menor conocimiento de su existencia; pues está en cada molécula de lo que en nuestra ilusión e ignorancia consideramos como Materia en cualquiera de sus estados, o en lo que concebimos como una sensación, un pensamiento, una emoción. En una palabra; es el “upadhi” o vehículo de todos los fenómenos posibles, ya sean físicos, mentales o psíquicos. En las primeras frases del Génesis, lo mismo que en la Cosmogonía caldea; en los Purânas de la India y en el Libro de los Muertos de Egipto; en todas partes él abre el ciclo de la manifestación. Es llamado el “Caos” y la Faz de las Aguas incubadas por el Espíritu, procedente de lo Desconocido, bajo cualquier nombre que se le dé a ese Espíritu.

El Éter, ese Proteo hipotético (una de las “Ficciones representativas” de la ciencia moderna, que, sin embargo, ha sido aceptada hace tanto tiempo), es uno de los “principios” inferiores de lo que llamamos la SUBSTANCIA PRIMORDIAL (Akâsa en sánscrito), uno de los sueños de los antiguos, que se ha convertido ahora en el sueño de la ciencia moderna. Es la mayor, así como la más atrevida, de las especulaciones que sobreviven de los antiguos filósofos. Para los ocultistas, empero, tanto el ÉTER como la Substancia Primordial son realidades. Para decirlo claro, el ÉTER es la Luz Astral, y la Substancia Primordial es el AKÂSA, el Upadhi del PENSAMIENTO DIVINO.

En el lenguaje moderno, este último estaría mejor llamado IDEACIÓN CÓSMICA, Espíritu; y el primero, SUBSTANCIA CÓSMICA, Materia. Éstos (el Alfa y la Omega del Ser) no son sino las dos facetas de la Existencia Absoluta.

(4) La Materia es Eterna. Es el Upadhi (la base física) para que en ella construya la Mente Una Universal e Infinita, sus ideaciones. Por lo tanto, sostienen los Esoteristas que no existe en la Naturaleza ninguna materia muerta o inorgánica, siendo la distinción que entre las dos ha establecido la Ciencia tan infundada como arbitraria y desprovista de razón.

Cada día se demuestra más y más claramente la identidad entre el animal y el hombre físico, entre la planta y el hombre, y aun entre el reptil y su madriguera, la roca, y el hombre. Una vez comprobada la identidad de los constituyentes físicos y químicos de todos los seres, puede muy bien decir la ciencia química que no existe diferencia alguna entre la materia de que se forma un buey y la que forma al hombre. Pero la doctrina oculta es mucho más explícita. Ella dice: No solamente los constituyentes químicos son los mismos, sino que las mismas vidas invisibles infinitesimales forman los átomos de los cuerpos de la montaña y de la margarita, del hombre y de la hormiga, del elefante y del árbol que le resguarda del Sol. Toda partícula (ya la llamen orgánica o inorgánica) es una vida. Todo átomo y molécula en el Universo es a la par dador de vida y dador de muerte para las formas, por cuanto construye por agregación universos, y los efímeros vehículos dispuestos para recibir el alma que transmigra; así como del mismo modo destruye y cambia eternamente las formas, y expele las almas de sus mansiones temporales. Crea y mata; genera y destruye por sí; trae a la existencia, y aniquila, a ese misterio de los misterios, el cuerpo viviente del hombre, animal o planta, a cada segundo en el tiempo y en el espacio; genera igualmente la vida y la muerte, la belleza y la fealdad, el bien y el mal, y aun las sensaciones agradables y desagradables, las benéficas y las maléficas.

Lo que ello verdaderamente significaba era la Naturaleza trina coigual de la primera Substancia diferenciada, o la consubstancialidad del Espíritu (manifestado), la materia y el Universo –“Hijo” de los dos– que procede del Punto, el LOGOS esotérico real, o MÓNADA Pitagórica. Pues el Monas griego significa “Unidad” en su sentido primario.

El resumen de las Estancias en el volumen I mostraba el génesis de los Dioses y de los hombres, teniendo origen en uno y el mismo Punto, que es la UNIDAD Absoluta, Eterna, Inmutable y Universal. En su aspecto primario manifestado, la hemos visto venir a ser: (1) en la esfera de la objetividad y de lo Físico, SUBSTANCIA PRIMORDIAL y FUERZA, centrípeta y centrífuga, positiva y negativa, macho y hembra, etc.; (2) en el mundo de los Metafísicos, el ESPÍRITU DEL UNIVERSO o Ideación Cósmica, llamado por algunos el LOGOS.

Expresado más metafísicamente, la clasificación que se da aquí de las Causas Finales Cósmicas, es más de conveniencia que de absoluta exactitud filosófica. Al principio de un gran Manvantara, Parabrahman se manifiesta como Mulaprakriti y luego como el Logos. Este Logos es equivalente a la “Mente Inconsciente Universal”, etc., de los panteístas occidentales. Constituye la base del aspecto–sujeto del Ser manifestado, y es el origen de todas las manifestaciones de la conciencia individual. Mulaprakriti o la Substancia Cósmica Primordial, es el fundamento del aspecto–objeto de las cosas – la base de toda la evolución y cosmogénesis objetivas. La Fuerza, pues, no surge con la Substancia Primordial de la latencia Parabrahmánica. Es ella la transformación en energía del pensamiento supraconsciente del Logos, infundido, por decirlo así, en la objetivación de este último salida de la latencia potencial en la Realidad Única. De aquí emanan las leyes maravillosas de la Materia; de aquí la “marca primordial” tan inútilmente discutida por el obispo Temple. Así, pues, la Fuerza no es síncrona con la primera objetivación de Mulaprakriti. Sin embargo, como esta última, aparte de aquélla, es absoluta y necesariamente inerte –una mera abstracción– es innecesario tejer una trama demasiado fina de sutilezas respecto del orden de sucesión de las Causas Finales Cósmicas. La Fuerza sucede a Mulaprakriti; pero Mulaprakriti, minus Fuerza, es inexistente para todos los propósitos y objetos prácticos.

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La Doctrina Secreta, Volumen I, por H. P. Blavatsky, págs. 261, 280, 325-341, 614, y pág. 41 del Volumen II, ed. original.

 

22 febrero 2021

Lo Absoluto.

“... hay Una Realidad Absoluta anterior a todo Ser manifestado y condicionado”.

 La primera de las tres proposiciones fundamentales que sirven de asiento a la obra La Doctrina Secreta es la que establece:

“Un PRINCIPIO Omnipotente, Eterno, Sin Límites e Inmutable, sobre el cual toda especulación es imposible, porque trasciende el poder de la concepción humana, y sólo podría ser empequeñecido por cualquiera expresión o comparación de la humana inteligencia. Está fuera del alcance del pensamiento, y según las palabras del Mândûkya es “inconcebible e inefable” (…) Una Realidad Absoluta anterior a todo Ser manifestado y condicionado.” (La Doctrina Secreta, volumen I)

Estas pocas líneas presentan una de las ideas básicas del sistema filosófico de la Teosofía, aunque su comprensión, aún teórica, no sea fácil, y es que se trata de acercarnos a lo que muchos denominan Dios. Pero H.P.B. dejó claro que no se trata del concepto de Dios al que se refieren la mayoría de las religiones, antropomorfo y limitado, sino el “principio eterno y sin paralelo, es que no es ni espíritu, ni materia, ni sustancia y ni pensamiento, sino el contenedor de todos estos, el contenedor absoluto”.

A continuación se citan otras explicaciones que al respecto expuso Blavatsky en algunas de sus obras:

“Para que la generalidad de los lectores perciba más claramente estas ideas, debe comenzar con el postulado de que hay Una Realidad Absoluta anterior a todo Ser manifestado y condicionado. Esta Causa Infinita y Eterna, obscuramente formulada en lo “Inconsciente” y en lo “Incognoscible” de la filosofía europea corriente, es la Raíz sin Raíz de “todo cuanto fue, es o ha de ser”. Hállase, por de contado, desprovista de toda clase de atributos, y permanece esencialmente sin ninguna relación con el Ser manifestado y finito. Es la “Seidad”, más bien que Ser, Sat en sánscrito, y está fuera del alcance de todo pensamiento o especulación.

(…)

Parabrahman, la Realidad Una, lo Absoluto, es el campo de la Conciencia Absoluta; esto es, aquella Esencia que está fuera de toda relación con la existencia condicionada, y de la cual, la existencia consciente es un símbolo condicionado. Pero en cuanto salimos, en nuestro pensamiento, de esta, para nosotros, Absoluta Negación, surge el dualismo en el contraste de Espíritu (o Conciencia), y Materia, Sujeto y Objeto.

(...)

Lo “primero” no puede ser lo Absoluto, porque es una manifestación. Así pues, el Ocultismo oriental llama al Todo Abstracto la Causa Una sin Causa, la Raíz sin Raíz, y aplica el nombre “Primera Causa” al Logos, en el sentido que Platón da a esta palabra (nota a pie de página).

(…)

“El hombre, incapaz de formar un solo concepto, a no ser relativo a fenómenos empíricos, es impotente, a causa de la constitución misma de su ser, para levantar el velo que cubre la majestad de lo Absoluto. Sólo el Espíritu en libertad es capaz de comprender, aunque de un modo vago, la naturaleza de su propio origen, al cual debe volver eventualmente… Puesto que el más elevado Dhyan Chohan, después de todo, tiene que humillarse en su ignorancia ante el soberano misterio del Ser Absoluto…”.

 

-La Doctrina Secreta, volumen I.

 

“El ABSOLUTO no se define, y ningún mortal ni inmortal lo ha visto ni comprendido jamás durante los períodos de Existencia. Lo mutable no puede conocer lo Inmutable, ni lo que vive puede percibir la Vida Absoluta.

(…)

Los kabalistas no cesan nunca de repetir que la Inteligencia Primaria no puede ser comprendida jamás. No puede ser comprendida, ni tampoco localizada, y, por lo tanto, tiene que permanecer innombrable y negativa. De aquí que el Ain Soph–el “INCOGNOSCIBLE” y el “INNOMBRABLE” – como no podía ser puesto de manifiesto, fue imaginado como emanando Poderes Manifestadores. Así, pues, la inteligencia humana sólo puede tratar de sus Emanaciones. La teología cristiana, por haber rechazado la doctrina de las Emanaciones y puesto en su lugar Creaciones conscientes directas de Ángeles y el resto creado de la nada, se encuentra ahora embarrancada sin esperanza entre lo Sobrenatural, o Milagroso, y el Materialismo. Un Dios extra–cósmico es fatal para la Filosofía; una Deidad intra–cósmica–esto es, el Espíritu y la Materia inseparablemente unidos–, es una necesidad filosófica.

-La Doctrina Secreta, volumen II.

 

“El Infinito no puede ser conocido por nuestra razón, la cual tiene sólo la capacidad de distinguir y definir. Sin embargo, podemos siempre concebir la idea abstracta del Infinito, gracias a esa facultad superior a nuestra razón: la intuición o el instinto espiritual del cual he hablado. Sólo los grandes iniciados pueden ostentar haber entrado en contacto con el infinito; sin embargo no pueden describir tal estado en palabras. Ellos tienen el raro poder de ponerse en el estado de Samadhi, que el término arrobamiento lo traduce sólo de manera imperfecta, un estado en que uno cesa de ser el “yo” condicionado y personal y se convierte en uno con el Todo.

(...)

Ahora creemos que en estas páginas hemos invalidado, lo suficiente, muchos errores graves acerca de nuestras doctrinas y creencias. Especialmente aquella, entre otras, que tiende a ver en los Teósofos, o al menos en los fundadores de la Sociedad Teosófica, unos politeístas o unos ateos. No somos ni los unos, ni los otros; así como no lo eran ciertos gnósticos quienes, aun creyendo en la existencia de los dioses planetarios, solares y lunares, no les ofrecen oraciones ni altares.

Nosotros no creemos en un Dios personal fuera del ser humano, quien es el templo de dicho Dios, según nos dicen San Pablo y otros Iniciados; pero sí creemos en un Principio impersonal y absoluto, que trasciende tanto las concepciones humanas que, para nosotros, quien trata de definir este gran misterio universal blasfema y peca de presunción insensata.

Todo lo que se nos enseña sobre este principio eterno y sin paralelo, es que no es ni espíritu, ni materia, ni sustancia y ni pensamiento, sino el contenedor de todos estos, el contenedor absoluto. En una palabra, podemos decir que es el “Dios nada” de Basilide (…).

" Sí, es cierto; y este "dios nada" es idéntico al Prabrahm de los vedantinos, la concepción más filosófica y más grandiosa; y es también idéntico al Ain-Soph de los cabalistas judíos. Este es, también, "el dios que no es"; "Ain" significa no ser o el absoluto, la Nada (...); es decir: la inteligencia humana, estando limitada a este plano material, no puede concebir alguna cosa que es y que no existe en ninguna forma. Como la idea de un ser está limitada a alguna cosa que existe, ya sea en sustancia actual o potencial o en la naturaleza de las cosas o sólo en nuestras ideas, eso que no puede ser percibido por nuestro intelecto que condiciona todas las cosas, no existe para nosotros. "¿Dónde colocas el Nirvana, oh gran Arhat?", preguntó el rey a un venerable asceta budista a quien interrogó sobre la buena ley.

"¡En ningún lugar, oh gran rey!," fue la respuesta.

"¿Entonces el Nirvana no existe?" "El Nirvana es; sin embargo no existe." Lo mismo se puede decir para el dios "que no existe", una traducción literal muy pobre; ya que, esotéricamente deberíamos leer: el dios que no existe pero es.

(...)

El absoluto no tiene ni puede tener ninguna relación con lo condicionado o lo limitado, eso del cual las emanaciones proceden es el “Dios que habla” de Basílide: el logos que Filo denomina el “segundo Dios” y el Creador de las formas. “El segundo Dios es la Sabiduría del Dios Uno.” “Más: ¿este logos, esta “Sabiduría”, es siempre una emanación?” se nos preguntará. O algunos objetarán: “¡Hacer emanar alguna cosa de la Nada es un absurdo!” Para nada. En primer lugar: esta “nada” es tal porque es el absoluto y, por lo tanto, el Todo; en segundo lugar: este “segundo Dios” no es una emanación como no es la emanación del cuerpo la sombra que éste proyecta en una pared blanca. De todos modos, este Dios no es el efecto de una causa o de una acción razonada de una voluntad consciente e intencional. Es simplemente el efecto periódico de una ley eterna e inmutable fuera del tiempo y del espacio y de la cual, el logos o la inteligencia creadora es la sombra o el reflejo.

(...)

En nuestro siglo de pesimismo se niega todo y todo marcha a vapor, incluso la vida, y lo que es abstracto, lo único que es eterno, no suscita ningún interés, sino para unos raros excéntricos, y el ser humano que fallece, no ha vivido un momento en presencia de su alma, arrastrado por el remolino de sus asuntos egoístas y terrenales.

Del artículo de H.P.B. “El Faro De Lo Desconocido” (“Le Phare de l‘Inconnu”) escrito originariamente en francés para La Revista Teosófica (Mayo 1889). Su traducción al inglés apareció en la revista Theosophist en cuatro partes, de julio hasta octubre de 1889.

 

“... es porque queremos decir y debemos querer decir, que es conciencia absoluta, deseo absoluto, amor absoluto, todo absoluto. Ahora ven lo difícil que es concebir esto. Quienes fueron criados en una teología que limita y condiciona todo, reduciendo todo lo que existe, lo más grandioso en el mundo, y quienes, como los hombres de ciencia, no creen en nada sino en lo limitado y lo condicionado, no logran concebir algo que no sea eso. Por lo tanto, el ocultismo debe luchar con la ciencia y con las teologías aún más materialistas. El científico, al adherirse a su departamento y al cumplir con su deber, dice: "No soy capaz de entender o creer, me atendré a lo que mis cinco sentidos me muestran"; pero los teólogos, quienes, al mismo tiempo, afirman que Dios es infinito, piedad y justicia absolutas, dan a ese absoluto atributos, haciéndolo vengativo, comete errores, se arrepiente por haber creado al ser humano, efectúa toda clase de cosas y sin embargo lo llaman absoluto e infinito. Aquí es donde surge esta cosa terrible, no filosófica e ilógica, que no tiene pies ni cabeza, una perfecta contradicción de todo. Si quieres entender este asunto desde un punto de vista filosófico, debes considerar la manera de ver las cosas según los vedantinos, pero si vas con los teólogos occidentales, te pierdes.

(…)

Eso que es absoluto, infinito, no puede tener atributos, nada; es perfectamente antifilosófico dárselos. No se puede atribuir relación alguna a eso que es absoluto, porque el Absoluto no puede tener, positivamente, relación, ni algo que ver con lo condicionado; todo esto debe ser algo aparte. Cuando me preguntan como es que esto emanó, digo que no emanó para nada. Porque si lo supremo o el Padre Celestial quiere emanar, es simplemente porque es la ley Eterna, la ley de las noches y los días, como ellos hablan de Brahmâ. He aquí el principio, ese principio, esa ley y hay algo que aparece: el universo. Digo que es la más magnífica y sublime concepción de la Deidad.

(...)

En este plano puede ser especulación, sin embargo es imposible especular sobre eso que no tiene relación con las ideas que tenemos en nuestra mente. Por eso los hindúes lo llaman "Aquello"; la oscuridad única, cuando manifiesta, en sí, sólo los rayos. Luego viene la manifestación de la creación, según la llaman: la evolución del mundo”.

Comentarios de H.P.B. en Diálogos de la Logia Blavatsky sobre Las Estancias de Dzyan.