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17 octubre 2024

El poder de la sugestión, por Robert Crosbie.

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.

El poder de la sugestión significa cosas distintas a muchas mentes. Está ligado con la idea de la hipnosis, condición en la cual el operador es capaz de hacer a uno pensar, decir, actuar o imaginar cualquier cosa que elija. Esto es posible por la condición anormal en que se encuentra el sujeto. Generalmente, no se conocen las teorías y métodos que inducen a esta condición anormal, aunque algunos practicantes hayan encontrado varios métodos para inducir la hipnosis en algunas personas. 

 Aquí nos proponemos discutir la sugestión misma desde el punto de vista general y cómo afecta a nuestros semejantes. Las personas no se percatan de que actúan casi siempre bajo sugestión. Desde que nacemos, estamos rodeados de personas que nos sugieren que ciertas ideas son verdaderas y nosotros las seguimos. Existe poco pensamiento original, y esto es particularmente cierto en aquellas ideas en las que el público presta mayor atención, como en la religión, la política y ciencia. Adoptamos cualquier sistema de pensamiento que nos presentan y seguimos la sugerencia impartida sin intentar alcanzar su esencia. Tomamos por hecho la base sobre la cual yace, incluso en los asuntos más importantes de la vida. 

 Nuestra religión, por ejemplo, se dice que es una “revelación”. En la infancia aceptamos esto como un hecho, sin examinar lo que es o sobre lo que se basa. Nuestros poderes de pensamiento y acción basados en una sugestión falsa no están inhibidos, pero el resultado es que todas nuestras posibilidades de pensamiento y acción, nuestras creaciones mentales y toda la superestructura de nuestra existencia son falsas, porque pensar a partir de premisas falsas, nos conducirá inevitablemente a conclusiones falsas. 

 Esto es tan cierto como en el caso del sujeto hipnotizado. Se le ha puesto en una condición anormal, su mente está vacía, y el operador le presenta cierta idea y con ésta la sugestión de cómo actuar. Inmediatamente el sujeto la adopta, la pone en práctica y continúa siguiendo la dirección sugerida acumulativamente hasta que sea cambiada. 

 Aquellos que han nacido en una secta particular deben conocer esto. Tan pronto como empieza nuestro entendimiento, nos presentan ideas inculcándolas en nuestra mente como realidades absolutas. Procedemos según aquella base y mientras continuemos con ella, no podremos alcanzar ninguna conclusión o comprensión verdaderas. ¿Qué sabemos en nuestra infancia de la verdad o falsedad de estas ideas? Absolutamente nada. ¿Qué conocimiento tienen nuestros padres y nuestros maestros de las mismas? Absolutamente nada, simplemente nos pasaron las sugestiones que recibieron durante la niñez y que han obrado en ellos acumulativamente desde entonces. 

 Debemos aprender a no aceptar las afirmaciones, sin importar de donde provengan, simplemente porque nos las hacen. Debemos llegar a la esencia de lo que nos presentan, conocer sus principios aunque éstos sean claros. Si no son evidentes, ¿cómo pueden ser básicos? 

 La idea que existe un creador de este universo es común en el mundo occidental. ¿Qué sabemos de esto? Si es verdad que un ser creó el universo y todas sus criaturas en él, entonces no somos responsables. A esta idea la siguen otras como el ser humano vive aquí solo una vez, éste es su único nacimiento y de aquí desconoce a dónde va. Hemos seguido la sugestión que el ser humano solamente vive una vez, es fundamentalmente irresponsable de su estancia aquí y hemos construido nuestros pensamientos y acciones sobre esta base. ¿Nos hace esto más sabios y felices mientras que vivimos? ¿Produce paz y felicidad para los demás? ¿Terminamos nuestra existencia más sabios y mejores? Sabemos que al final de nuestra vida abandonamos los objetos terrestres que obtuvimos. 

 Pero esta tierra es solo una de las muchas que hay. ¿Qué pasa con los otros planetas y sistemas solares que llenan nuestro espacio? Basándonos en las sugestiones recibidas, ¿tenemos algún conocimiento vital acerca de estos o de la razón de su existencia? 

 Cuando nuestras impresiones religiosas cambian y recibimos otras sugestiones, ¿no nos las divulgan en la misma manera? Cualquiera que ésta sea, “Ciencia Mental”, “Nuevo Pensamiento”,  “Ciencia Cristiana”, la adoptamos y la seguimos de acuerdo con las direcciones recibidas y, ¿qué cosa realmente aprendemos? Nada. Terminamos nuestra vida encasillados en la ignorancia, no obstante todas las “revelaciones” dadas. ¿Qué cosa sabemos de sus bases? ¿Son verdaderas o solo parciales? Nunca nos piden que examinemos sus fundamentos para ver por nosotros mismos si son verdaderos o evidentes. No. Se nos pide que aceptemos lo que nos dan y que obremos de acuerdo a estas ideas. Eso es sugestión

 Nuestra vida municipal, nacional y política, está sujeta a la sugestión y pocos son los que intentan alcanzar la esencia de las cosas y comprender lo que es la naturaleza del ser, de tal modo que puedan saber por sí mismos para luego actuar con poder y comprensión. Al examinar la esfera en la cual vivimos, encontramos que estamos todos presos en el poder de la sugestión, en todas direcciones. 

 ¿Qué criterio deberíamos aplicar a cada sugestión que se nos presenta? Simplemente esto: si tenemos la verdad, tiene que explicar lo que anteriormente era un misterio y como estamos rodeados de misterios, la Verdad debe aclararlos todos. 

 Este poder de la sugestión tiene que ser empleado, aún sin importar cual sea la dirección que nos indican. Si la Verdad en la religión, en la ciencia y en la filosofía existen y es alcanzable, debe llegarnos por sugestión de Aquellos que saben. Si este proceso fuese imposible, y no pudiésemos alcanzarlo, sería inútil hablar de estos temas. Pero cuando nos sugieren la verdad, siempre se presenta un medio por el cual podemos verla y verificarla. Este medio no está en la autoridad o la aprobación de nadie, sino en el hecho de que podemos percibirla y examinarla personalmente. La autoridad final es el ser humano mismo

 Un Dios exterior es un ídolo. Debemos llegar a las partes más recónditas de nuestro ser y comprender que es nuestro mismo ser el que elige lo que debe aceptar o rechazar. El poder divino: la facultad de elección está en cada uno de nosotros. Cuando empezamos a comprender esto, obtenemos la primera clave de nuestra inmortalidad. Por lo tanto, nos percatamos de que Eso que vive y piensa en el ser humano es el Eterno Peregrino. Si se prefiere usar la palabra Dios, se puede decir: “Tantos hombres en la tierra, tantos Dioses en el cielo”. 

 Existen muchos seres inferiores a la humanidad y tal vez alguien pudiera admitir que hay seres superiores a ella. Ninguno de estos seres puede ser omnipresente; ninguno de ellos puede ser el Supremo. ¿Qué es lo omnipresente y supremo en cada ser, en el ser humano, en los seres inferiores y en los seres superiores a él? ¿No es quizá este Poder de percibir, pensar, elegir y actuar sobre el pensamiento, la elección y la inteligencia que el ser tiene? Ese Poder transciende todo ser y toda concepción, pues es el poder que yace en la raíz de la evolución y es la verdadera esencia de cada ser. Nadie está separado de y sin Aquello. Todos son rayos de y uno con Eso. No hay posibilidad de existencia separada de Aquello. 

 El ser humano yace en medio de una vasta y silenciosa evolución: la de la inteligencia y del Alma. Todos los seres inferiores al ser humano deben subir la escala del ser hasta nuestro estado, y cualquier ser más allá de lo humano debe haber pasado por nuestro estado y haberse elevado más en la escala. Son nuestros Hermanos Mayores, que han vivido en diferentes civilizaciones anteriores a la nuestra, muchas muchas edades antes que la nuestra, alcanzando un nivel de desarrollo superior al nuestro. Fueron ellos quienes adelantaron todo su conocimiento adquirido durante esa vasta evolución que precedió a la nuestra. 

 Estos Hermanos Mayores de la familia humana no son espíritus en el sentido común del término, ni son seres etéreos, “dioses” ni “ángeles”, son seres humanos, Mahatmas (Grandes Almas), seres perfeccionados desde el punto de vista, físico, mental, moral, psíquico y espiritual, que ocupan la posición que un día nosotros también alcanzaremos, cuando nos hayamos perfeccionado del mismo modo que Ellos, mediante esfuerzos auto-inducidos y auto-diseñados

 Estos Maestros nos apoyan con Su conocimiento y poder, con Su habilidad y esfuerzo para ayudarnos y guiarnos, representan la sugestión más grande y poderosa que el ser humano pueda recibir. Están dispuestos y preparados para ayudarnos cuando y donde estemos listos y dispuestos para recibir. Nunca piden; están siempre dispuestos a ofrecer a aquellos que quieran seguir las líneas indicadas, de modo que podamos llegar a ser como Ellos, y alcanzar el conocimiento mediante nuestros esfuerzos. 

 Si tomamos Su filosofía como la teosofia nos la presenta, si la consideramos como una teoría para ser examinada por sus méritos, nos daremos cuenta que nos explica el porqué existen muchas clases de personas, naturalezas diferentes e individuos que sufren más y otros que sufren menos. Explica porqué cada uno nace en un sitio particular, en una familia, nación y período, la desigualdad en la vida, cada misterio e injusticia. Esto capacitará al hombre a realizar su propia inmortalidad, a vivir una existencia consciente en el espíritu, aun cuando esté encarnado en un cuerpo en la tierra. Actualmente vivimos en la materia, pensamos que existimos en la materia y dependemos de ésta para sobrevivir. Pensamos en la materia. Nuestra religión, ciencia y filosofía son materialistas. Todo esto debido al mal uso del poder de la sugestión y de aceptar ideas de cualquier autoridad ciegamente, sin examinarlas y compararlas primero. Nosotros creemos, no sabemos. 

 No existe divinidad, sino aquella que se ha desarrollado del Espíritu único. Cada ser Divino es una evolución. Cuando se habla de la divinidad, esto significa la evolución de un ser. Toda inteligencia se basa en el Poder de percepción y esto existe en todos los grandes seres. La inteligencia es la extensión del poder de conocer. Esta idea elimina muchas sugestiones de las cuales tal vez hemos dependido. Sería mejor no depender de nada, salvo de nuestra facultad inherente de aprender y librarnos de las dificultades. Todos nuestros poderes nacen con nosotros, todas las experiencias anteriores están con nosotros, pero están saturadas con las sugestiones que recibimos desde pequeños, y por las ideas falsas que aún sostenemos. Solo la Verdad puede liberarnos y cada uno de nosotros puede descubrirla, seguirla y realizarla.

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Por Robert Crosbie. Publicado, póstumamente, en Theosophy Magazine, en julio de 1922.


23 abril 2021

¿Qué es la verdad?

 ¿Quién ama a la verdad, en esta edad, por la verdad misma?

¿Cuántos, entre nosotros, están preparados a buscarla, aceptarla y ponerla en práctica, en una sociedad en que cualquier cosa que tenga éxito debe construirse en las apariencias y no en la realidad, en el egocentrismo y no en el valor intrínseco?


“¿Qué es la Verdad?”, por H.P. Blavatsky.

(extractos del artículo que se publicó en la revista “Lucifer”, en febrero de 1888)

“Qué es la Verdad?”, preguntó Pilatos a uno que debía conocerla, si las pretensiones de la iglesia cristiana son, aún aproximadamente, correctas. Sin embargo, él permaneció en silencio. Así, la verdad que no divulgó, se quedó sin revelarse tanto para sus seguidores como para el gobernador romano. El silencio de Jesús en esta y en otras ocasiones, no impide a sus actuales acólitos actuar como si hubiesen recibido la Verdad última y absoluta y de ignorar el hecho de que se les proporcionó solo ciertas Palabras de Sabiduría que contenían una porción de la verdad, la cual se ocultaba en parábolas y dichos hermosos aunque obscuros.

Esta actitud condujo, gradualmente, al dogmatismo y a la afirmación. Dogmatismo en las iglesias, en la ciencia y por todos lados. Las verdades posibles, vagamente percibidas en el mundo de la abstracción, análogamente a aquellas inferidas mediante la observación y el experimento en el mundo de la materia, se imponen, bajo la forma de revelación Divina y autoridad Científica, a las muchedumbres profanas, excesivamente atareadas para pensar con su propia cabeza. Sin embargo, la misma pregunta quedó en suspenso desde los días de Sócrates y Pilatos, hasta nuestra edad de negación completa. ¿Existe algo de verdad absoluta en las manos de algún grupo o de algún ser humano? La razón responde: “que no puede ser posible.” En un mundo tan finito y condicionado como es el del ser humano, no hay espacio para la verdad absoluta tocante a algún tema. Sin embargo, existen verdades relativas y debemos libar de ellas lo mejor que podamos.

En cada edad han habido Sabios que han dominado el absoluto; pero sólo podían enseñar verdades relativas; ya que, aún, ninguna prole de mujer mortal, en nuestra raza, ha divulgado, ni pudo haber divulgado, la verdad completa y final a otro ser humano, en cuanto todo individuo debe encontrar este conocimiento final en sí mismo. Como no hay dos mentes absolutamente idénticas, cada una debe recibir la iluminación suprema mediante sus esfuerzos, en consonancia con sus capacidades y no por conducto de una luz humana. La cantidad de Verdad Universal que el sumo adepto viviente puede revelar, depende de la capacidad asimilativa de la mente a la que está imprimiendo, la cual no puede ir más allá de su habilidad receptiva. Tantos hombres, tantas afirmaciones, es una verdad inmortal. El sol es uno; sin embargo, sus rayos son incontables y los efectos producidos son benéficos o maléficos según la naturaleza y la constitución de los objetos sobre los cuales brilla. La polaridad es universal, pero el polarizador yace en nuestra conciencia. Nosotros, los seres humanos, asimilamos la verdad suprema de manera más o menos absoluta, en proporción al ascenso de nuestra conciencia hacia ella. Todavía, la conciencia humana es simplemente el girasol de la tierra. La planta, añorando los rayos cálidos, sólo puede dirigirse hacia el sol y circunvalar a su alrededor siguiendo la trayectoria de la estrella inasequible: sus raíces la mantienen anclada al suelo y mitad de su vida transcurre en la sombra […]

Sin embargo, cada uno de nosotros puede alcanzar, relativamente, el Sol de la Verdad aún en esta tierra y asimilar sus rayos más cálidos y directos a pesar del estado diferenciado en que puedan tornarse después de su largo viaje a través de las partículas físicas del espacio. A fin de alcanzar esto, existen dos métodos.

En el plano físico podemos usar nuestro polariscopio mental y, analizando las propiedades de cada rayo, escoger el más prístino. Para arribar al Sol de la Verdad, en el plano de la espiritualidad, debemos trabajar con ahínco para el desarrollo de nuestra naturaleza superior. Sabemos que, al paralizar, gradualmente, dentro de nosotros, los apetitos de la personalidad inferior, sofocando, entonces, la voz de la mente puramente fisiológica, la cual depende y es inseparable de su medio o vehículo: el cerebro orgánico; el ser animal en nosotros puede hacer espacio a lo espiritual y, una vez levantado de su estado latente, los sentidos y las percepciones espirituales más elevadas crecen y se desarrollan en nosotros, proporcionalmente al “ser divino”. Esto es lo que los grandes adeptos, los yoguis orientales y los místicos occidentales han hecho siempre y aún hacen.

Además, sabemos que, salvo pocas excepciones, ningún ser del mundo, ni ningún materialista, creerá jamás en la existencia de tales adeptos o aún en la posibilidad de este desarrollo espiritual o psíquico. “El incauto del pasado, en su corazón pronunció que no existe ningún Dios”, el individuo moderno dice: “No hay adeptos en la tierra, son simplemente el producto de vuestra imaginación desquiciada”.

(…)

Visto que el ser físico, cuyas ilusiones lo limitan y obstaculizan por todos lados, no puede alcanzar la verdad mediante la luz de sus percepciones terrenales, os decimos que desarrolléis vuestro conocimiento interno. Desde el período en el cual el oráculo délfico dijo al investigador: “Hombre, conócete a ti mismo”, no se ha enseñado una verdad más grande o más importante. Sin tal percepción, el ser humano permanecerá, para siempre, ciego a muchas verdades relativas por no mencionar la absoluta. El hombre debe conocerse a sí mismo: adquirir las percepciones interiores que nunca engañan, antes de que domine alguna verdad absoluta. La verdad absoluta es el símbolo de la Eternidad y ninguna mente finita podrá jamás asir lo eterno. Por lo tanto, ninguna verdad podrá descender a ella en su totalidad. Para alcanzar el estado durante el cual el ser humano la ve y la percibe, debemos paralizar los sentidos del hombre externo de arcilla. Se nos dirá que ésta es una tarea complicada y, en tal coyuntura, la mayoría de las personas preferirá, indudablemente, satisfacerse con verdades relativas. Sin embargo, aún el acercarse a las verdades terrenales exige, en primer lugar, amor hacia la verdad por la verdad misma, de otra manera no se le podrá reconocer. ¿Quién ama a la verdad, en esta edad, por la verdad misma? ¿Cuántos, entre nosotros, están preparados a buscarla, aceptarla y ponerla en práctica, en una sociedad en que cualquier cosa que tenga éxito debe construirse en las apariencias y no en la realidad, en el egocentrismo y no en el valor intrínseco? Estamos completamente conscientes de las dificultades que se interponen en el camino para recibir la verdad. La doncella de belleza celestial desciende sólo al terreno que le conviene, el suelo de una mente imparcial, sin prejuicios e iluminada por la pura Conciencia Espiritual y ambos son raros habitantes en las tierras civilizadas. En nuestro siglo de vapor y de electricidad, en el que el ser humano vive a una velocidad febril, dejándole muy poco tiempo para la reflexión, por lo general se deja ir a la deriva, de la cuna a la tumba, clavado a la cama de Procuste de las usanzas y convencionalidades. Ahora bien, el convencionalismo puro y simple es una mentira congénita, ya que, en cada caso, es una “simulación de los sentimientos según un patrón recibido” (definición de F.W. Robertson) y donde hay alguna simulación, no puede haber ninguna verdad. Aquellos obligados a vivir en la atmósfera sofocante del convencionalismo social y que, aún cuando deseen y añoren aprender, no osan aceptar las verdades que anhelan por temor al Moloch feroz llamado sociedad, saben muy bien cuán honda es la observación de Byron según el cual: “la verdad es una joya que se encuentra en una gran profundidad, mientras, en la superficie de este mundo, se sopesan todas las cosas mediante las falsas escalas de la costumbre”.

(..)

¿Acaso no prefiere, la gigantesca y pasmosa mayoría, el “paraíso de los perezosos”, el país de la felicidad del egoísmo cruel?

(…)

El Egoísmo es el primogénito de la Ignorancia y el fruto de la enseñanza según la cual, por cada recién nacido se “crea” una nueva alma, separada y distinta del Alma Universal. Este Egoísmo es la pared inexpugnable entre el Ser personal y la Verdad. Es la madre prolífica de todos los vicios humanos, la mentira nace de la necesidad de disimular, mientras la hipocresía procede del deseo de encubrir la mentira. Es el hongo que crece y se refuerza con la edad en cada corazón humano en el cual ha devorado todos los mejores sentimientos. El egoísmo mata todo impulso noble en nuestras naturalezas y es la deidad que no teme, por parte de sus acólitos, falta de fe o deserción. Por lo tanto, vemos que reina supremo en el mundo y en la llamada sociedad a la moda. Consecuentemente, vivimos, nos movemos y existimos en esta deidad de la oscuridad bajo su aspecto trinitario de Engaño, Hipocresía y Falsedad, llamado Respetabilidad.

¿Es esto Verdad y Hecho o es calumnia? Podéis dirigiros hacia cualquier dirección y discerniréis que, desde la cúspide de la escalera social hasta el fondo, el engaño y la hipocresía operan para el bien del querido Ser en toda nación e individuo.

(…)

Sin embargo, la política no es el sólo ambiente en el que, la costumbre y el egoísmo han avenido a llamar virtud al engaño y a la patraña, recompensando a aquel que sabe mentir mejor en público. Todo tipo de sociedad vive en la Mendacidad y se disgregaría sin ella. La aristocracia culta y temerosa de Dios, estando prendada del fruto prohibido como cualquier plebeyo, se ve obligada a mentir constantemente a fin de encubrir lo que le gusta llamar sus “pecadillos”, al paso que la Verdad los considera inmoralidad burda. La sociedad de la clase media rebosa de falsas sonrisas, palabras mentirosas y engaños mutuos. Para la mayoría, la religión se ha convertido en un sutil velo arrojado sobre el cadáver de la fe espiritual. El maestro va a la iglesia para engañar a sus servidores; el cura hambriento, predicando lo que ya ha cesado de creer, embauca a su arzobispo, el cual, a su vez, burla a su Dios.

(…)

Entonces, ¿dónde podemos encontrar, siquiera, la verdad relativa? Si ya en el lejano siglo de Demócrito le apareció bajo la forma de una diosa que yacía en el fondo de un pozo tan profundo que daba poca esperanza para su liberación; en las circunstancias actuales tenemos cierto derecho a creer que se esconda, al menos, en el lado siempre invisible y oscuro de la luna. Quizá ésta sea la razón por la cual, a todos los defensores de las verdades ocultas se les tilda de lunáticos.

(…)

Al resumir la idea concerniente a la verdad absoluta y relativa, cabe repetir sólo lo que ya hemos dicho. Fuera de un cierto estado mental altamente espiritual y elevado, durante el cual el Hombre es uno con la Mente Universal, en la tierra él no puede educir, de cualquier filosofía o religión, nada que no sea la verdad o verdades relativas. Aun cuando la diosa que se alberga en el fondo del pozo, saliera de su lugar de cautiverio, no podría transmitir al ser humano más de lo que él puede asimilar. Entretanto, todos nosotros podemos sentarnos en las inmediaciones del pozo, cuyo nombre es Conocimiento y, atisbando en las profundidades, esperar ver, al menos, el reflejo de la hermosa imagen de la Verdad en las aguas oscuras. Sin embargo, según la observación de Richter, esto presenta un cierto peligro. Por supuesto, de vez en cuando, alguna verdad puede reflejarse, como en un espejo, en el sitio donde estamos observando, recompensando, entonces, al paciente estudiante. Pero el pensador alemán agrega: “He oído que algunos filósofos en pos de la Verdad, a fin de tributarle un homenaje, han visto su propia imagen en el agua, acabando por adorar a ésta en lugar de la verdad”. […]



Leer aquí el artículo completo: LA-FILOSOFIA-TEOSOFICA.pdf (teosofiauniversal.com)