06 abril 2021

La Teosofía en la antigüedad

Pitágoras, detalle de la obra "La escuela de Atenas", de Rafael Sanzio.

“Los quietistas cristianos, los sufíes musulmanes y los rosacruces de todos los países bebieron las aguas de esta fuente inagotable, la Teosofía de los neo- platónicos de los primeros siglos de la era cristiana. La gnosis la antecedió, siendo la continuación directa de Gupta Vidya y de Brahmâ-Vidya (“conocimiento secreto” y “conocimiento de Brahmâ”) de la India antigua, transmitida a través de Egipto; así como la teurgía de los filaleteos era la continuación de los misterios egipcios.”


Leemos en la Doctrina Secreta que: “… hoy se permite que vean la luz, después de millares de años del silencio y secreto más profundos, los bosquejos de unas pocas verdades fundamentales de la Doctrina Secreta de las Edades Arcaicas.” Por lo tanto, solo unos bosquejos se dieron a conocer a finales del siglo XIX, si bien representan mucho más de lo que hasta entonces ha estado a disposición del público en general. Siendo cierto lo anterior, aún de forma siempre velada, podemos hacer un seguimiento de la Sabiduría Antigua a lo largo de la historia, a través de las obras y datos que nos han llegado de muchos Sabios, pudiéndose identificar a través de ellos las porciones de una misma Verdad.

Se hace a continuación un breve recorrido histórico de mano de dos artículos de H.P. Blavatsky; el primero, “El Faro De Lo Desconocido”, lo escribió originalmente en francés (“Le Phare de l‘Inconnu”, a diferencia de la mayoría de su obra que fue en inglés) para “La Revista Teosófica” en mayo 1889. El segundo, de título “Filósofos Antiguos y Críticos Modernos”, se publicó con carácter póstumo en la revista “Lucifer”, en los meses de julio y agosto de 1892, presentándose como una ampliación del material que ya apareció en “Isis Sin Velo” (1877).


I

“Cuando leo las críticas, ahora endilgadas a la Teosofía, las trivialidades y el ridículo de mal gusto que ahora se emplea contra la filosofía más grandiosa y sublime del mundo, uno de cuyos aspectos se encuentra en la ética noble de Filaleteo; me pregunto si las academias de cualquier país habrán, alguna vez, entendido la Teosofía de los Filósofos alejandrinos mejor de lo que nos entienden a nosotros ahora.

¿Qué se sabe o qué se puede saber de la Teosofía Universal, si no se ha estudiado bajo los maestros de sabiduría? Además: ¿cómo pueden las personas ufanarse, esgrimiendo juicios sobre la neo-Teosofía del siglo XX, cuando entienden muy poco a Jámblico, Plotino y hasta Proclo, es decir: la Teosofía del siglo tercero y cuarto?

Nosotros decimos que la Teosofía nos llega del Oriente lejano, el mismo lugar de precedencia de la Teosofía de Plotino, Jámblico y hasta de los misterios del antiguo Egipto. ¿Acaso Homero y Heródoto no nos dicen que los antiguos egipcios eran “los Etíopes de Oriente”.


El Faro de luz hacia el cual la vista de todos los verdaderos Teósofos se enfoca, es el mismo blanco al que se dirigió, en todas las eras, el alma humana cautiva. Nosotros y los teósofos primigenios, usamos el término “Sabiduría Divina” para indicar este Faro, cuya luz no brilla sobre mares terrenales; sino que se ha reflejado en las profundidades lóbregas de las aguas primordiales del espacio infinito. Esta es la última palabra de la doctrina esotérica. ¿Dónde estaba, en la antigüedad, el país que tenía el derecho a llamarse civilizado que no poseyera un sistema de Sabiduría dual: una parte para las masas y la otra para los pocos, lo exotérico y lo esotérico? Este nombre, Sabiduría o como lo llamamos a veces:

“Religión Sabiduría” o Teosofía, es tan antiguo como la mente humana.

El título de Sabios, los sacerdotes de este culto a la verdad, fue el primer derivativo. Enseguida, estos nombres se transformaron en filosofía y filósofos: “los amantes de la ciencia” o de la sabiduría. Pitágoras fue el artífice de este nombre junto al de la gnosis, el sistema del “conocimiento de las cosas que son” o de la esencia que se oculta tras las apariencias externas. Bajo ese nombre, tan noble y correcto en su definición, todos los maestros de la antigüedad designaron el conjunto de nuestro conocimiento de las cosas humanas y divinas. Los sabios y los Brahmanes de la India, los magos caldeos y persas, los hierofantes egipcios y árabes, los profetas o Nabi de la Judea y de Israel y los filósofos griegos y romanos, siempre han clasificado esta ciencia en dos divisiones: la esotérica o la verdadera y la exotérica, disfrazada bajo el simbolismo. Aun hoy los Rabinos judíos llaman Mercabah al cuerpo o vehículo de su sistema religioso, eso que contiene en sí las ciencias superiores, accesibles sólo a los iniciados y de las cuales es simplemente la cáscara.


Ciertas escrituras antiguas, conocidas, además, por los bibliófilos, personifican la Sabiduría, que representan como emanando de Ain-Soph, el Parabrahm de los cabalistas judíos, haciéndola la asociada y la compañera de la Deidad manifestada. Por eso entre todos los pueblos tuvo un carácter sagrado. La Sabiduría es indisoluble de la divinidad.

Así tenemos los Vedas, que proceden de la boca del “Brahmâ” hindú (el logos). El nombre Buddha proviene de Budha, “Sabiduría”, inteligencia divina. El Nebo babilónico, el Thot de Memphis y Hermes de los griegos eran todos dioses de la sabiduría esotérica.


¿más qué sabéis de la verdadera índole del sistema seguido por Apolonio de Tyana, Jámblico y otros magos?


La verdadera Magia, en la teurgia de Jámblico es, a su vez, idéntica a la gnosis de Pitágoras, la ciencia de las cosas que son ( ) y al arrobamiento divino de los Filaleteos, “los amantes de la Verdad”. Mas el árbol se juzga por los frutos. ¿Quién ha presenciado el carácter divino y la realidad de dicho arrobamiento, que en la India se le llama Samadhi? (1)


Una larga serie de seres humanos quienes, si hubiesen sido cristianos, los habrían canonizado, no por decisión de la iglesia, con sus parcialidades y favoritismos; sino por la de naciones enteras y por la voz del pueblo, que raramente se equivoca en sus juicios. Por ejemplo: Amonio Sacas, llamado el Theodidaktos, “instruido por Dios”; el gran maestro cuya vida fue tan casta y pura que Plotino, su discípulo, no tenía la más mínima esperanza de ver otro mortal comparable con él. El mismo Plotino, quien fue para Ammonio lo que Platón fue para Sócrates, un discípulo digno de las virtudes de su ilustre maestro.


Los quietistas cristianos, los sufíes musulmanes y los rosacruces de todos los países bebieron las aguas de esta fuente inagotable, la Teosofía de los neo- platónicos de los primeros siglos de la era cristiana. La gnosis la antecedió, siendo la continuación directa de Gupta Vidya y de Brahmâ-Vidya (“conocimiento secreto” y “conocimiento de Brahmâ”) de la India antigua, transmitida a través de Egipto; así como la teurgía de los filaleteos era la continuación de los misterios egipcios. En todo caso, el punto de partida de esta magia “diabólica” es la Divinidad Suprema; su fin y su meta son la unión de la chispa divina que anima al ser humano, con la Llama madre, el Todo Divino.


se nos llama constantemente a juicio para que demos explicaciones y para que satisfagamos al público, diciéndole que no celebramos el Sabbath de las brujas ni producimos escobas para el uso de los Teósofos. En realidad, este tipo de cosas, a veces, rozan lo grotesco. Cuando no se nos acusa de haber inventado un nuevo “ismo”, una religión entresacada de las profundidades de un cerebro distorsionado o de engañar al prójimo, se nos tilda de haber ejercido las artes de Circe sobre los hombres y los animales. Burlas y sátiras recaen sobre la Sociedad Teosófica tan densas como granizo. A pesar de todo, se ha mantenido de pie durante los 14 años de lluvia torrencial. La Sociedad Teosófica es muy resistente.


Hay Teosofía y Teosofía: la verdadera Teosofía del Teósofo y la Teosofía de un Miembro de la Sociedad Teosófica. ¿Qué sabe el mundo de la verdadera Teosofía?

¿Cómo puede distinguirla entre la de un Plotino y la de los hermanos falsos? La Sociedad Teosófica posee más de la parte que le corresponde de estos últimos. El egoísmo, la vanidad y la presunción de la mayoría de los mortales es increíble. Hay algunos, para los cuales, su pequeña personalidad constituye el universo entero, más allá de la cual no hay salvación.


Gautama, el Buda, se quedó en soledad sólo el lapso necesario para llegar a la verdad, después del cual se consagró a divulgarla, limosneando su pan y viviendo para la humanidad. Jesús se retiró al desierto sólo cuarenta días y murió para esta misma humanidad.

Apolonio de Tyana, Plotino y Jámblico, al vivir existencias de singular abstinencia, casi ascética, vivieron en el mundo y para el mundo. Los más grandes ascetas y Santos actuales no son los que se retiran en lugares inaccesibles; sino los que pasan su vida viajando, de lugar en lugar, haciendo el bien y tratando de elevar a la humanidad; aunque pueden evitar Europa y estos países civilizados donde la población se ve y se oye sólo a sí misma, países divididos entre dos facciones: Caínes y Abeles.

Aquellos que consideran el alma humana como una emanación de la Deidad, como una partícula o rayo del alma universal y Absoluta, entienden la parábola de los talentos mejor que los cristianos. Quien esconde en la tierra el talento que su “Señor” le entregó, lo perderá, así como el asceta que piensa “salvar su alma” en soledad egoísta. “El servidor bueno y fiel” que duplica su capital, cosechando para quien no había sembrado, porque no tenía los medios para hacerlo y siega para los pobres que no diseminaron el grano, actúa como un verdadero altruista. Recibirá su recompensa justamente porque ha trabajado para otro, sin pensar en la remuneración o el reconocimiento. Este hombre es el Teósofo altruista; mientras el otro es un egoísta y un cobarde.


Se nos acusa de asumir una actitud sigilosa, reprochándonos que tenemos secreta la Teosofía superior. Confesamos que la doctrina que llamamos gupta vidya (ciencia secreta) es sólo para los pocos. ¿Cuáles eran los maestros de antaño que no mantenían secretas sus enseñanzas por temor a que se profanaran? A partir de Orfeo a Zoroastro, Pitágoras y Platón, hasta los Rosacruces y los Francmasones más modernos, siempre hubo una regla invariable, es decir: el discípulo debe ganarse la confianza del maestro antes de recibir de él la palabra suprema y final.


Ya sea esto así o no, la Teosofía es la descendiente directa del gran árbol de la Gnosis universal, un árbol cuyas ramas lozanas se extienden sobre toda la tierra como una bóveda y bajo cuya égida se hallaban todos los templos y las naciones del globo, en una época que a la cronología bíblica le gusta llamar: “antediluviana”.


Si Pitágoras adquirió su conocimiento en la India, (donde, hasta la fecha, se hace mención de él en antiguos manuscritos, bajo el nombre de Yavanacharya, (el Maestro Griego), Platón obtuvo la suya de los libros de Thoth-Hermes. ¿Cómo aconteció que el joven Hermes, el dios de los pastores, tildado: “el buen pastor”, quien presidió sobre la adivinación y la clarividencia, se volvió idéntico a Thoth (o Thot), el Sabio deificado y autor de “El Libro de los Muertos”? Sólo la doctrina esotérica puede revelarlo a los orientalistas.

...

¿Deberíamos quedarnos sorprendidos si Amonio, al encontrar, en los primeros versículos del evangelio según San Juan, las mismas doctrinas contenidas en los tres sistemas de filosofía antes mencionados, concluyó, acertadamente, que la intención del gran Nazareno era la de restaurar la ciencia sublime de la antigua Sabiduría en toda su integridad primordial?

Nosotros pensamos como Amonio. Las narraciones bíblicas y las historias de los dioses tienen sólo dos explicaciones posibles: o son alegorías grandiosas y profundas, que ilustran las verdades universales, o son fábulas soporíferas para el ignorante.


Los candidatos debían triunfar en las pruebas terribles de los Misterios Mayores, antes de que pudiesen ser instruidos en este idioma. Por eso tanto Amonio Sacas, como Pitágoras, obligaban a sus discípulos para que tomaran un juramento a fin de no divulgar las doctrinas superiores a nadie que no hubiese recibido las doctrinas preliminares y quienes, por lo tanto, no estaban listos para la iniciación. Otro sabio, que lo antecedió con tres siglos, hizo lo mismo con sus discípulos, diciéndoles que hablaba usando “similitudes” (o parábolas); “porque ustedes pueden conocer los misterios del reino del Cielo, mas ellos no […] porque: a pesar de que ven, no ven; de que oyen, no oyen ni entienden.”

Por lo tanto, las “similitudes” que Jesús empleaba, eran parte del “lenguaje de los misterios”, la lengua sacerdotal de los Iniciados. Roma ha perdido la clave de esto y al rechazar la teosofía y al pronunciar su anatema contra las ciencias ocultas, la pierde para siempre.


Confucio decía a sus discípulos: “No hagáis a los demás lo que no queréis que se os haga.” Gautama el Buda predicaba a sus Arhats: “Amaos los unos a los otros y amad toda criatura viva.” “Amaos los unos a los otros”, se repetía en Jerusalén como eco fiel. ¡A las naciones cristianas pertenece el honor de haber obedecido a este mandamiento supremo de su maestro de manera muy paradójica!

Calígula, el pagano, quería que la humanidad tuviese una sola cabeza para decapitarla de un tajo. Los poderes cristianos han mejorado esta idea, que permaneció sólo en teoría, buscando y encontrando, al final, el medio de ponerla en práctica.


II

“Aunque hayan pasado 22 siglos y medio de la muerte de Platón, las grandes mentes del globo todavía se dedican a sus escritos. Fue el intérprete del mundo en el sentido más completo del término. El más grande Filósofo de la era precristiana reflejaba, en sus escritos, el espiritualismo de los Filósofos védicos, quienes lo antecedieron en millares de años con sus expresiones metafísicas. Se discernirá que, Vyâsa, Jaimini, Kapila, Patanjali y muchos más transmitieron, mediante Pitágoras, su sello indeleble a Platón y a su escuela, a través de los siglos que se intercalan entre ellos. Por ende, se deduce que tanto a Platón como a los antiguos Sabios hindúes, se les reveló la misma sabiduría. Así, esta sabiduría, sobreviviendo a la erosión del tiempo, ¿qué otra cosa puede ser, si no divina y eterna?


Sin embargo, Platón no pudo aceptar una Filosofía destituida de aspiraciones espirituales; para él, las dos eran una sola. Según el antiguo Sabio griego, existía un único objeto a realizar: el Conocimiento Real. Consideraba que los Filósofos genuinos o los estudiantes de la verdad, eran aquellos que poseían el conocimiento de lo que existe realmente, contrapuesto a los meros objetos de percepción, de lo que existe perennemente contrapuesto a lo transitorio y de lo que existe permanentemente, contrapuesto a lo que aparece y desaparece siguiendo un curso alternativo de desarrollo y destrucción.


Por lo tanto, si la Teología ha, a menudo, desfigurado a la Teosofía; la Psicología y las Ciencias Modernas han desfigurado a la Filosofía Antigua. Ambas entresacaron de la Sabiduría Antigua sin reconocerle nada; sino denigrándola y menospreciándola cada vez que pudieron. Sin embargo, los métodos de la Ciencia Moderna, a pesar de lo exacto que sean, careciendo de una comprensión de los grandes principios filosóficos y teosóficos, deben desembocar en la nada, no pudiendo demostrar el origen ni la esencia última de las cosas en ninguna rama. En lugar de reconducir el efecto a su fuente primordial, la Ciencia Moderna procede al revés. Según sus enseñanzas, los tipos superiores se desarrollaron de otros anteriores e inferiores. Comienza desde el fondo del ciclo que un hilo de Materia conduce, paso a paso, en el gran dédalo de la Naturaleza. Tan pronto como éste se quiebra, el asomo se pierde y la ciencia retrocede despavorida de lo Incomprensible, confesándose impotente. Sin embargo, Platón y sus discípulos no se comportaban así. Para ellos y para nosotros, los tipos inferiores eran simplemente las imágenes concretas de los tipos abstractos superiores.


Casi un siglo separa a Platón de Pitágoras, por lo tanto no pudieron haberse conocido. Sin embargo, ambos eran Iniciados y no es sorprendente encontrar que enseñaron la misma doctrina concerniente al Alma Universal. Pitágoras enseñó a sus discípulos que Dios es la Mente Universal difundida en todas las cosas, la cual, por la única virtud de su identidad universal, podía comunicarse de un objeto a otro y el sólo poder de la voluntad humana podía inducirla a crear todas las cosas. También entre los griegos antiguos, Kurios era el Dios-Mente (nous). “Ahora bien, Koros (Kurios) significa la naturaleza pura y prístina del intelecto, la sabiduría”, dice Platón en el “Cratilo”. Por lo tanto, notamos que todos los grandes filósofos, desde Pitágoras, Timeo de Locris, Platón, hasta los Neo-Platónicos, derivaron el Alma-Mente humana del Alma-Mente Universal.


Siempre se afirma que la base para esta asimilación es la pre-existencia del Espíritu o Nous. En la alegoría en “Fedro” de la carroza con los caballos alados, él representa la naturaleza psíquica compuesta o doble: thumos o la parte sensual, formada por las substancias del mundo de los fenómenos y thumoeides, cuya esencia se conecta con el mundo eterno. La vida terrenal presente es una caída y un castigo. El Alma habita en “la tumba que llamamos cuerpo”. En su estado incorporado y antes de la disciplina de la educación, el elemento noético o espiritual está “dormido”. Así, la vida es más bien un sueño que una realidad. Nosotros, análogamente a los prisioneros en la cueva subterránea descrita en “La República”, damos nuestra espalda a la luz, por lo tanto percibimos sólo las sombras de los objetos que pensamos que son la realidad actual. ¿No es ésta la idea de Maya o la ilusión de los sentidos en la vida física, un aspecto muy enfatizado en la Filosofía Hindú? Sin embargo, si no nos hemos embebido totalmente con nuestra naturaleza sensual, estas sombras despiertan en nosotros el recuerdo de aquel mundo superior que en un tiempo habitábamos.


Porfirio, de la escuela Neo-Platónica, nos asegura que la Filosofía de Platón se enseñaba y representaba en los Misterios.


Entonces, es comprensible el por qué las escenas más sublimes en los Misterios eran siempre nocturnas.

La vida del Espíritu interno es la muerte de la naturaleza externa y la noche del mundo físico implica el día de la naturaleza espiritual. Por lo tanto, se adora a Dionisio, el sol nocturno, más que a Helios, la estrella diurna.


Ralph Waldo Emerson dice que: “Platón es la fuente de la cual proceden todas las cosas que los hombres de pensamiento aún escriben y debaten.” Platón absorbió el saber griego de su tiempo, desde Filolao hasta Sócrates, aquel de Pitágoras en Italia y lo que pudo entresacar de Egipto y del oriente. El era tan extenso que toda la Filosofía europea y asiática es ubicable en sus doctrinas y a la cultura y a la contemplación añadió la naturaleza y las cualidades del poeta.


A los más grandes Filósofos antiguos se les acusa de poseer un conocimiento superficial y poco profundo en lo que concierne a esos detalles en la ciencia exacta acerca de los cuales los modernos tanto se ufanan y Platón no puede sustraerse del destino común. Sin embargo, una vez más, sus críticos modernos deberían tener presente que el Juramento Sodaliano del Iniciado en los Misterios le impedía divulgar su conocimiento al mundo de manera explícita. Con respecto a esto, Champollion escribe:

Era el sueño de su vida (de Platón), escribir una obra grabando en ella, de manera integral, las doctrinas que los hierofantes egipcios enseñaron. A menudo hablaba de esto, sin embargo se vio obligado a abstenerse de la empresa debido a su solemne juramento.

El método de Platón, como aquel de la Geometría, consistía en descender de lo universal a lo particular.

La ciencia moderna busca, en vano, una Causa Primera entre las permutaciones de las moléculas, mas Platón la buscó y la encontró entre la majestuosa moción de los mundos. Para él era suficiente conocer el gran esquema de la creación y poder reconducir los movimientos más poderosos del Universo, a través de sus cambios, a su causa última. Los detalles anodinos, cuya observación y clasificación han puesto a prueba y demostrado la paciencia de los científicos modernos, suscitaban poca atención entre los Filósofos antiguos. Por lo tanto, mientras un joven de la escuela primaria inglesa puede expresarse, acerca de las minucias de la ciencia física, de manera más erudita que Platón, el profesor más letrado en la Academia más ínclita no podrá competir con el discípulo más obtuso de Platón en lo que concierne a las grandes leyes cósmicas y a sus mutuas relaciones; ya que él demostraba tener una familiaridad y un control sobre las Fuerzas Ocultas que yacen tras de ellas.


Como al principio del tiempo, toda ciencia fue revelada por un Instructor divino, se convirtió, entonces, en sagrada, pudiéndola impartir sólo durante los Misterios de la Iniciación. Por lo tanto, ningún Filósofo iniciado, como Platón, tenía el derecho a revelarla. Una vez postulada esta realidad se explica la presunta “ignorancia” de los Sabios antiguos y de algunos autores clásicos iniciados.


En substancia, la Filosofía platónica consistía en el orden, el sistema y la proporción. Incluía la evolución de los mundos y de las especies, la correlación y la conservación de la energía, la transmutación de la forma material, la indestructibilidad de la Materia y del Espíritu. La posición de los platónicos tocante a este último aspecto adelantaba por mucho a la Ciencia Moderna, estableciendo el arco de su sistema filosófico sobre una piedra angular a la vez perfecta e inamovible.

Finalmente, pocos negarán la enorme influencia que las concepciones de Platón han ejercido en la formación y la aceptación de los dogmas cristianos. Sin embargo, las ideas de Platón eran aquellas de los Misterios. Las doctrinas filosóficas que ahí se enseñaban son la fuente prolífica de la cual manaban todas las religiones exotéricas, incluidos el Viejo y, parcialmente, el Nuevo Testamento, perteneciendo a las nociones morales y religiosas más aventajadas. Mientras el significado literal se dejó al fanatismo de las clases sociales bajas e irracionales, las clases altas, la mayoría de las cuales integraban a los Iniciados, se dedicaban a sus estudios en el solemne silencio de los templos y también su culto del Único Dios en el Cielo.


No se esforzó en esconder su desagrado debido a que lo secreto en cuanto a los Misterios había disminuido con respecto a los períodos anteriores. En lugar de profanarlos, poniéndolos al alcance de las masas, los habría vigilado con dedicación celosa contra todo, a excepción de sus discípulos serios y meritorios. (2)


Esta doctrina de la Mente Universal difundida en todas las cosas está en la base de cada Filosofía antigua. Las enseñanzas del Bodhismo o Sabiduría, cuya mejor comprensión se alcanza sólo cuando se estudia la Filosofía pitagórica, su reflejo fiel, se derivaron de esta fuente al igual que la religión exotérica hindú y el cristianismo primordial.


No era la intención de Gautama Buda, de Pitágoras ni de Platón enseñar literalmente esta alegoría puramente metafísica. Ninguno de ellos se dirigía a los profanos; sino sólo a sus seguidores y discípulos, quienes tenían un conocimiento muy profundo del elemento simbólico empleado, para que no entendieran el sentido de sus respectivos Maestros, aun durante las enseñanzas públicas. Por lo tanto, sabían que las palabras metempsicosis y transmigración implicaban simplemente la reencarnación de un cuerpo humano a otro, cuando esta enseñanza se refería a un ser humano. A mayor abundamiento, toda alusión de éste o de otro sabio, como Pitágoras, según la cual en un nacimiento previo había sido un animal o después de la muerte había transmigrado a un animal, era alegórica y se remitía a los estados espirituales del alma humana. No es en la letra muerta de la literatura mística sagrada que los eruditos pueden esperar encontrar la verdadera solución de sus sutilezas metafísicas, las cuales cansan el poder del pensamiento debido a la inconcebible profundidad de su raciocinio y el estudiante nunca se encontrará más lejos de la verdad que en el momento en el cual cree que está por descubrirla. La maestría completa de toda doctrina de los pasmosos sistemas budistas y brahmánicos se alcanzará sólo procediendo en rigurosa armonía con el método pitagórico y platónico:

desde el universal al particular. La clave para penetrarlos yace en las refinadas y místicas doctrinas del flujo espiritual de la vida divina. El Buda dice: “Aquel que desconoce mi ley y muere en ese estado, debe volver a la tierra hasta que se convierta en un Samaneano perfecto. Para conseguir este objetivo, debe destruir dentro de sí la trinidad de Mâyâ. Debe extinguir sus pasiones, debe unirse e identificarse con la ley [la enseñanza de la Doctrina Secreta] y debe comprender la religión del aniquilamiento,” es decir: las leyes de la Materia y las del Karma y la Reencarnación.


Aquél que vivió bien durante el tiempo que se le otorgó, retornará a la habitación de su estrella donde tendrá una existencia bienaventurada y adecuada. Sin embargo, si no logrará alcanzar esto en la segunda generación, pasaría en una mujer [se convertiría inerme y débil como una mujer]. Si no se detuviera de perpetuar el mal en esa condición, se trasmutará en un bruto, la efigie de sus rasgos malvados, y no saldrá de sus peripecias y trasformaciones [renacimientos o transmigraciones], hasta que haya seguido y asimilado el principio original dentro de él y, mediante la ayuda de la razón, haya dominado los últimos efluvios de los elementos turbulentos e irracionales [demonios elementarios], compuestos por el fuego, el aire, el agua y la tierra y haya vuelto a la forma de su primera y mejor naturaleza.28 28 “Timeo” de Platón.

Estas son las enseñanzas de la Doctrina Secreta, de la Filosofía Oculta. En la antigüedad, y hoy en día en los centros de Ocultismo oriental, se impartía la posibilidad de que el ser humano perdiera, debido a su depravación, su Ego Superior. El extracto mencionado muestra, claramente, que Platón creía en la Reencarnación y en el Karma como nosotros, aunque su manera de expresarse con respecto a esto era mítica.

No había Filósofo de renombre que no se atuviese a esta doctrina de la metempsicosis, según la enseñaban los brâhmanes, los budistas y sucesivamente los pitagóricos en su significado Esotérico, a pesar de su expresión más o menos inteligible. Orígenes y Clemente Alejandrino, Sinesio y Chaldicio, creían en ésta. Los gnósticos, que la historia proclama, sin vacilar, el grupo de hombres más refinado, erudito e iluminado, creían todos en la metempsicosis. Sócrates tenía opiniones idénticas a las de Pitágoras y, como castigo por su Filosofía divina, fue condenado a una muerte violenta. La plebe ha sido la misma en todas las edades. Según las enseñanzas de estos individuos, el ser humano tiene dos almas cuyas naturalezas son separadas y muy distintas. Una es perecedera: el Alma Astral o el cuerpo interno fluido, que no debemos confundir con el Cuerpo Astral o “doble”; la otra es incorruptible e inmortal, el Augoeides o la porción del Espíritu Divino, Atma-Buddhi. Además, el Alma Astral o mortal, perece en cada cambio paulatino en el umbral de toda nueva esfera, purificándose más y más durante cada transmigración. Al Hombre Astral, intangible e invisible, como puede serlo para nuestros sentidos mortales y terrenales, lo constituye la materia, aunque sublimada.

Ahora bien, si lo que antecede tiene algún significado, implica que esta enseñanza de las “dos almas” es exactamente aquella de los Teósofos Esotéricos y de muchos Exotéricos. Las dos almas son el Manas dual: el “Alma Astral” inferior y personal y el Ego Superior. El “Alma Astral”, un Rayo del Ego Superior que cae en la Materia, es decir que anima al ser humano convirtiéndolo en un ser pensante y racional en este plano, habiendo asimilado sus elementos más espirituales en la esencia divina del Ego que se reencarna, muere en su forma personal y material durante todo cambio gradual, como Kama Rupa, en el umbral de cada nueva esfera o Devachan, seguida por una nueva reencarnación. Perece porque se desvanece al pasar del tiempo, exceptuando su fotografía intangible y evanescente en las olas astrales, impresa por la poderosa luz siempre cambiante, sin embargo perenne; mientras el “Alma Espiritual” incorruptible e inmortal, que llamamos Buddhi-Manas y el Yo individual, adquiere más pureza en cada nueva encarnación. Cargada con todo lo que podía salvar del Alma personal, el Ego lo lleva al Devachan para recompensarlo con edades de paz y beatitud. Esta no es una enseñanza inédita, no es un “nuevo desarrollo”, como algunos de nuestros oponentes han tratado de probar. Aun en “Isis sin Velo”, la primera obra teosófica moderna y por lo tanto la más circunspecta, se expone el hecho de manera nítida. La Doctrina Secreta no concede la inmortalidad a todos los seres humanos de la misma forma; pero, en consonancia con Porfirio, declara:

Mediante la pureza y la castidad más elevada nos acercaremos más a [nuestro] Dios, recibiendo, al contemplarlo, el verdadero conocimiento y discernimiento.


Según se afirma, Platón era un Monoteista, sin embargo lo era, de manera inequívoca, en un sentido; pero su Monoteismo jamás lo condujo a la adoración de un Dios personal; sino de un Principio Universal y a la idea fundamental de que sólo la Existencia absolutamente inmutable o incambiable realmente es; todas las existencias finitas y el cambio son únicamente apariencias: Maya. Para Platón este Ser era un nóumeno y no un fenómeno.





(1) Nota en el texto original: Samadhi es un estado de contemplación abstracta definida por ciertos términos sánscritos que cada uno requeriría una frase completa para explicarlo. Es un estado mental o mejor dicho, espiritual, independiente de cualquier objeto perceptible y durante el cual, el sujeto, absorbido en la región del espíritu puro, vive en la Divinidad.

(2) Nota en el texto original: El mismo Platón corrobora lo antes dicho cuando enuncia: “Tú dices esto, pero, en mi anterior discurso, no te he explicado suficientemente la naturaleza del Primero. Mis palabras son intencionalmente enigmáticas ya que, en caso de que la tablilla termine, accidentalmente, por tierra o por mar, en la mano de una persona desprovista de un conocimiento preliminar sobre el tema, podría no comprender sus contenidos.” (Platón, Ep. II., pág. 312; Cory “Fragmentos Antiguos”, pág. 304)