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17 marzo 2025

El cultivo de la concentración


Por Robert Crosbie:  

Hace tiempo que la concentración, o sea el uso de la atención con coherencia y persistencia hacia alguna cosa que deseamos realizar, ha sido estimada como el medio más eficaz para alcanzar la expresión total de nuestros poderes y energías. Los antiguos utilizaban la expresión “enfocarse en un solo punto” para indicar el poder de concentrar toda la atención sobre un tema o un objeto, excluyendo cualquier otro pensamiento y sentimiento, durante el tiempo que fuera necesario. La verdadera concentración es muy difícil de alcanzar en nuestra civilización, porque la tónica principal de esta época es, de hecho, la distracción más bien que la concentración. Constantemente y en todas las direcciones se nos presentan a nuestra mente sujetos y objetos, una cosa tras otra, llamando nuestra atención, distrayéndola de eso en lo que estábamos concentrándonos. Así, nuestras mentes han adquirido la tendencia de saltar de una cosa a otra, a volar de una idea placentera o una desagradable y luego a permanecer pasivas. Normalmente permanecer pasivo es dormir, pero si llegara a ser anormal, conduciría a la locura. Cada uno puede probar por sí que nos hemos acostumbrado a esas distracciones y no somos capaces de concentrar nuestra mente sobre algo por un tiempo determinado. Si un individuo se sienta e intenta pensar en una cosa, en un objeto o sujeto, por solo cinco minutos, se dará cuenta que en unos segundos habrá vagado mentalmente muy lejos de eso sobre lo cual originalmente quería reflexionar.

Antes de alcanzar la concentración verdadera y pura, pudiendo utilizar la mente superior y sus poderes, debemos, primero, comprender lo que es el ser humano, su verdadera naturaleza y la causa de su condición presente. Pues los poderes que usamos en el cuerpo son transmitidos y extraídos de la naturaleza espiritual, pero están tan perturbados y limitados que no son poderosos. Debemos conocer nuestra mente y controlarla, o sea, la mente inferior, llamada en Teosofía Manas inferior, interesada sólo en los asuntos personales y físicos. Los sabios del pasado decían que este “órgano interno”, el principio pensante, es el gran generador de la ilusión, lo que perturba la concentración. No es posible alcanzar la concentración verdadera mientras que el dueño de la mente no sea capaz de colocarla donde desea, cuando quiera y por el espacio de tiempo deseado

Escrito está en La Voz del Silencio: “La mente es el gran Destructor de lo Real. Destruya el discípulo al Destructor”. El discípulo, que es el Ser Real, el hombre espiritual, debe obrar como tal. Tiene que poner fin a los cambios continuos de su principio pensante, llegando a la tranquilidad en aquel conocimiento hacia el cual la consideración de su verdadera naturaleza lo atrae. El objeto del desarrollo total es la realización de la verdadera naturaleza de cada uno y el uso de sus poderes. Lo que obstaculiza este proceso es el principio pensante. Nosotros somos los pensadores, pero no somos lo que pensamos. Si nuestra manera de pensar es equivocada, todos los resultados de nuestros pensamientos y acciones deben conducirnos a una conclusión errónea o parcial, en el mejor de los casos; pero si nos percatamos de que somos el pensador y el creador, el que desarrolla todas las condiciones en las cuales nos encontramos y enfrentaremos en un futuro, habremos alcanzado el punto de vista del hombre Real, el único al cual pertenece el poder de la concentración. 

Para alcanzar la concentración necesitamos comprender la clasificación de los principios humanos. Todos tenemos los mismos principios, las mismas substancias y el mismo espíritu en nuestro interior. Cada elemento que existe en todo sitio y en todo ser, está en nosotros. Así cada uno posee, aunque sean latentes, todos los poderes presentes en cualquier parte y en sí mismo. Provenimos todos de la misma Fuente y somos parte de un Gran y Único Entero, chispas y rayos de la Vida y del Espíritu infinito o Principio Absoluto.

El segundo principio es Buddhi, o la sabiduría adquirida de las vidas pasadas y de la presente. Es la esencia de todas nuestras experiencias previas. El principio siguiente es Manas, la mente Superior, el verdadero poder de pensar, el creador que no se involucra en la fase física de la existencia, sino del espíritu y la sabiduría adquirida. El conjunto de estos tres principios: Atma-Buddhi-Manas, constituye el Ser Verdadero y cada uno de nosotros es, en su naturaleza interior, esta triada. 

El Manas inferior es el aspecto transitorio de la mente Superior, o sea, la porción de nuestra atención, pensamientos y sentimientos, interesada en la vida física. Pero si nuestra facultad pensante se concentra sólo sobre el ser personal, el cuerpo, los poderes que moran en la Tríada, el Ser Real y la sabiduría pasada adquirida, no pueden penetrar aquella nube de ilusión. El Manas inferior es el principio del equilibrio, es el centro desde donde el ser encarnado se dirige hacia su naturaleza superior o desciende hacia la terrestre, compuesta por los deseos de la existencia sensoria. La vida alrededor de nosotros nos envía impresiones y energías continuas; mientras nuestras ideas, nuestros sentimientos y emociones nos exponen y conectan constantemente con éstas, por lo tanto la mente interior se halla siempre agitada, condición que obstaculiza la calma y la concentración absoluta. 

Luego tenemos el cuerpo astral, un aspecto del cuerpo real interior, que ha perdurado por todo el amplio pasado y deberá continuar por un largo futuro. El cuerpo astral es el prototipo, o la base, que sirve para la formación de lo físico, considerándolo desde el punto de vista de los poderes, es el cuerpo físico real. Sin éste, el cuerpo físico sería simplemente un conjunto de materia, un agregado de vidas inferiores. Los órganos o centros donde se han desarrollado los físicos, en armonía con las necesidades del pensador interno, moran en el cuerpo astral, que es la verdadera residencia de los sentidos reales del ser humano. El cuerpo astral dura un poco más que el físico, no muere junto a este último, siendo el vehículo en los estados inmediatos después de la muerte.

Tan pronto como comencemos a hacer un esfuerzo para controlar la mente y deseemos conocer y tomar la posición del ser interno, dicho esfuerzo y la posición asumida nos permitirán alcanzar el poder y la firmeza. Hemos despertado algo en el cuerpo astral. Los que previamente eran centros de fuerza alrededor de los cuales se formaban los órganos, ahora empiezan a desarrollarse como órganos astrales distintos, cuya construcción gradual ocurre dentro de nosotros hasta que, al final de nuestro esfuerzo, tengamos un cuerpo astral con los órganos físicos totalmente sintetizados y las vicisitudes de la vida no nos afectarán más, pues tendremos el poder de obrar del cuerpo astral. Esto, en su plano, es más completo y eficaz que nuestro instrumento físico en la esfera objetiva, teniendo un campo de acción más amplio, gracias a sus siete super-sentidos, mientras que físicamente solo tenemos cinco sentidos.

Tan pronto como empezamos a hacer el esfuerzo, surgen los obstáculos. Las viejas maneras de pensar y de sentir nos asaltan de cada lado, porque no somos todavía capaces de controlarlas y estamos sujetos a ciertos sentimientos y emociones que pueden destruir el cuerpo astral que estamos construyendo. La cólera es la primera y la más poderosa, posee un efecto explosivo y no importa cuanto hemos progresado en nuestro crecimiento, el choque interior incontrolable que proviene de la ira, destroza el cuerpo astral, así que debemos empezar nuevamente desde cero. La otra emoción enemiga es la vanidad, en todo tipo, concerniente a la realización de algo, nosotros, nuestras familias, nuestro país, etc. La vanidad tiende a crecer hasta que ya no ponemos atención en las palabras de nadie y somos demasiado engreídos para aprender alguna cosa. Entonces, la vanidad puede desintegrar el cuerpo interior aunque sea menos devastadora que la cólera. Otros obstáculos son la envidia y el miedo, pero este último es el menos peligroso porque puede disiparse mediante el conocimiento. El miedo es siempre el fruto de la ignorancia, tememos lo que ignoramos, pero, al desarrollar el conocimiento, el miedo desaparece. 

 Somos víctimas de estos miedos que tienden a destruir el instrumento mediante el cual podemos alcanzar la verdadera concentración que, sin embargo, es asequible. El poder y la naturaleza especial de la concentración es que, una vez alcanzada, podemos dirigir la atención sobre cada objeto o sujeto deseado, excluyendo todo lo demás por un cierto período de tiempo. Además podemos usar nuestro principio pensante, la mente, que es de fácil mutación, para transformarse en el objeto observado y en la naturaleza del asunto en el cual pensamos. Mientras la mente asume la forma del objeto, nosotros extraemos de esta forma todas las características que fluyen de ella y al final de nuestro examen tenemos una comprensión completa referente al sujeto o al objeto. Está claro que no podemos alcanzar una concentración tal mediante esfuerzos intermitentes, sino por medio de esfuerzos provenientes de “una posición firme,” teniendo presente la meta final. Todos los esfuerzos producidos de aquella manera serán productivos, cada esfuerzo que proviene del ser espiritual es importante por someter el cuerpo al principio pensante.

Aquel verdadero poder de concentración es campo de acción de otras cosas. Empezamos a abrir los canales que, de nuestro cerebro, alcanzan al cuerpo astral y de este último al ser interior, de modo que lo temporal tienda a convertirse en una parte de lo eterno. Todos los planos, desde el superior al inferior se sintetizan y todos los vehículos del alma que hemos desarrollado desde el pasado, se armonizan. Por lo tanto, tenemos que equilibrar en exacto acuerdo los instrumentos del alma, tarea posible sólo tomando la posición del ser espiritual y obrando como tal. 

Podemos alcanzar la cumbre de la concentración no actuando de una manera egoísta. La concentración del cerebro-mente está al lado de la verdadera concentración, como una luz débil está al lado del sol. En primer lugar, la verdadera concentración es una posición asumida para unirse al Ser Superior. Esto es el Yoga más elevado. La verdadera concentración es la que concierne al Ser. Debemos alcanzarla antes de poder conseguir aquel estado donde poseemos el conocimiento eterno y completo de todo y antes de recuperar y usar, nuevamente, los poderes que pertenecen a la humanidad.


Extraído extraído del libro El filósofo amigo, de Robert Crosbie (The Theosophy Company).

05 julio 2020

La constitución septenaria del ser humano

"Saptaparna se refiere de este modo a los siete principios, y que en el hombre es comparado con esta planta de siete hojas" D.S. vol. I, pág. 236. Foto de healthbenefitstimes.com.



Todas las citas son de La clave de la Teosofía de Helena P. Blavatsky, salvo que se indique lo contrario. (Se añade letra cursiva o negrita para enfatizar algunas partes del texto).

El ser humano se compone de siete cuerpos o principios.

Hemos de partir de la base que “La filosofía oriental rechaza la idea de un alma recién creada para todo niño que nace. Cree en un número limitado de mónadas que se desenvuelven y se perfeccionan a través de la asimilación de muchas personalidades sucesivas. Estas personalidades son el producto del Karma y, mediante el Karma y la reencarnación, la mónada humana, con el tiempo, vuelve a su fuente, la deidad absoluta”. (La clave de la Teosofía, H.P.B. -citando a J. H. Conelly-). Por lo tanto, cada “chispa divina” se va "perfeccionando"(1) a lo largo de sucesivas reencarnaciones, por lo que es fundamental entender que el ser humano se compone de una serie de principios o aspectos; unos forman parte de lo espiritual y otros del plano físico, unos permanecen y otros van cambiando con cada encarnación:

Para empezar: en el ser humano existen dos seres distintos, el espiritual y el físico; el hombre que piensa y aquel que graba lo que puede asimilar de estos pensamientos. Por lo tanto, lo dividimos en dos naturalezas distintas; el ser superior o espiritual, compuesto de tres “principios” o aspectos y el cuaternario inferior o físico, compuesto por cuatro, en total son siete.

(…)

Esta es la antigua división platónica. Platón era un iniciado y, como tal, no podía divulgar detalles prohibidos; sin embargo, quien está familiarizado con la doctrina arcaica, encuentra el siete en las varias combinaciones de Platón acerca del Alma y del Espíritu” (2).

 En síntesis, el ser humano se compone de “siete cuerpos”:

tres de los cuales permanecen siempre, la triple combinación que conforma el hombre real: Âtman o Atma (Espíritu Puro y Eterno), Buddhi (vehículo de Âtman) y Manas (mente o alma humana que va reencarnando);

- y los otros cuatro son “perecederos” y van cambiando con cada encarnación. W. Q. Judge se refería a ellos como “cuatro instrumentos inferiores y mortales para poder trabajar en la materia y obtener la experiencia que la naturaleza confiere” (El océano de la Teosofía): kāma rūpa (deseos, pasiones, también denominada “alma animal”), prāṇa (principio vital o energía que da vida al cuerpo físico), el doble o cuerpo astral y el cuerpo físico.

A continuación, se identifica y describe brevemente cada uno de dichos principios o aspectos, partiendo de su denominación en sánscrito:

 

ÂTMAN.- “Espíritu. Uno con lo Absoluto, siendo su radiación”.

Ātman, el “Ser Superior” (o “Yo Superior”, “Higher Self” en inglés), no es ni su Espíritu ni el mío, sino que, al igual que el sol, brilla para todos. Es “el Dios dentro de nosotros, inseparable del Espíritu Universal”.

Nosotros decimos que el Espíritu (el “Padre en secreto” de Jesús) o Ātman, no es propiedad individual de ningún ser humano, sino la esencia Divina que no tiene cuerpo ni forma, es imponderable, invisible, indivisible, es eso que no existe y, sin embargo, es, como dicen los buddhistas acerca del Nirvāṇa. Sólo ilumina al mortal; ya que lo que entra en el individuo, embebiendo el cuerpo entero, son sólo sus rayos omnipresentes o luz irradiada a través de Buddhi, su vehículo y emanación directa”.

Precisa W. Q. Judge en su obra Un Epítome de la teosofía, que realmente “el Espíritu no es el séptimo principio, siendo la síntesis o el entero, igualmente presente en los otros seis”. Lo mismo declaró en la revista Path (artículo “La División Septenaria”, publicado en abril de 1890 bajo el seudónimo de Eusebio Urban) en cuanto a que “… Atma obra con, y mediante, seis vehículos. Rigurosamente hablando, el cuerpo es el vehículo del cuerpo astral, el cual es el vehículo para el sucesivo y así de seguido hasta Atma”.

 

En el mismo sentido H.P.B. decía sobre Ātman que “no se puede localizar ni limitar, siendo simplemente eso que ES en la Eternidad y no puede carecer de él, ni siquiera el punto geométrico o matemático más diminuto del universo de materia o de sustancia; por lo tanto: no se le debería llamar un principio “humano” para nada. Mejor dicho, en metafísica, es ese punto en el espacio que la Mónada humana y su vehículo, el ser humano, ocupan durante el periodo de cada vida. Ahora bien, ese punto es tan imaginario como el ser humano mismo y, en realidad, es una ilusión, māyā”.

 

BUDDHI.- “Alma Espiritual. El vehículo del espíritu puro universal”.

Desde luego, Buddhi-Manas es lo que es llamado cuerpo Causal (el quinto y sexto principios unidos), que es la Conciencia, la cual enlaza Buddhi-Manas con toda personalidad en que habita en la tierra”.

 

MANAS.- “Mente, Inteligencia: es la mente humana superior, cuya luz o radiación conecta la MÓNADA al hombre mortal durante la vida”.

Tiene a su vez dos principios o aspectos: “Todo ser humano tiene estos dos principios en él, uno más activo que el otro y, en casos raros, uno de estos está completamente atrofiado en su crecimiento, o podemos decir paralizado por la fuerza y predominio del otro aspecto, en cualquier dirección. A estos dos les llamamos los dos principios o aspectos de Manas, el superior y el inferior. El Manas superior o Ego pensante consciente, gravita hacia el Alma espiritual (Buddhi); mientras el Manas inferior o su principio instintivo, es atraído hacia Kama, el asiento de los deseos y de las pasiones animales en el ser humano.

 (…)

Se extiende un abismo entre el ser humano con una mente muy intelectual y espiritual y el hombre obtuso, no inteligente y material, quizá con una mente animal”.

De esta forma, “El estado futuro y el destino Kármico del ser humano dependen de si el Manas gravita más hacia abajo, hacia el Kāma rūpa, el asiento de las pasiones animales o hacia arriba, hacia Buddhi, el Ego Espiritual”.

Cuando “la conciencia superior de las aspiraciones Espirituales individuales de la mente (Manas), al asimilarse a Buddhi, son absorbidas por éste, formando el Ego que entra en la beatitud dewachánica”.

W. Q. Judge lo explica de la siguiente forma: "Manas o el Pensador es el ser reencarnante, el inmortal que transporta consigo las experiencias y valores de todas las diferentes existencias vividas sobre la Tierra o en otro globo. La naturaleza de Manas se vuelve doble o dual tan pronto como se enlaza en un cuerpo. Porque el cerebro humano es un organismo superior y Manas lo usa para razonar de premisa a conclusión. Esto también diferencia al hombre del animal, porque el animal actúa por medio de impulsos automáticos y los llamados instintos, mientras que el hombre puede usar el razonamiento. Este es el aspecto inferior del Pensador o Manas, y bajo ningún concepto, como algunos han supuesto, el supremo y mejor don que es propio del hombre. Su otro aspecto, para la Teosofía el más elevado, es el intuitivo, que conoce sin depender en absoluto de la razón. El aspecto inferior, puramente intelectual, es el más próximo al principio del Deseo, y es así como se distingue de la otra parte, la cual tiene afinidad con los principios espirituales superiores [Buddhi y Ātman]". (El Océano de la teosofía).

El ´Ser Superior` o Espíritu no puede asimilar estos sentimientos [pasiones de amor y lujuria], como el agua no puede mezclarse con el aceite o con un líquido seboso. Por lo tanto, la mente es el único eslabón y medio, entre el ser terrenal y el Yo Superior, la única en sufrir y en encontrarse en el constante peligro de ser degradada por estas pasiones que pueden despertarse en cualquier momento haciéndola perecer en el abismo de la materia. ¿Cómo puede afinarse con la armonía divina del Principio superior, si la mera presencia de dichas pasiones animales en el santuario en preparación la destruye? ¿Cómo puede, la armonía, prevalecer e imponerse, cuando el vórtice de las pasiones y de los deseos terrenales de los sentidos corporales o aun del “ser Astral”, manchan y distraen al alma?” (3)

Sobre Atma-Budhi-Manas, léase la explicación dada por HPB que se recoge en los "Diálogos de la Logia Blavatsky", y que reproducimos en la nota al pie señalada como (4).


 KĀMA RŪPA.- El asiento de los deseos y de las pasiones animales.

(…) las pasiones y los deseos son un principio en sí mismos y no meramente los impulsos del cuerpo”.

(…) Durante la vida, el emplazamiento de deseos y pasiones está, al igual que en el caso del cuerpo astral, por todo el sistema del hombre inferior; y tanto como esa contraparte etérea de nuestra persona física, el mismo puede ser acrecentado o disminuido, debilitado o fortificado, envilecido o purificado.

(…) Pero en este sistema filosófico, las pasiones y los deseos no son simplemente inherentes al individuo, ni tampoco son causados por el cuerpo mismo. Mientras el hombre reside en la Tierra, los deseos y las pasiones —o sea el principio de kāma— no tienen vida separada del cuerpo astral y del hombre interno, estando, por decirlo así, esparcidos a través de su ser”.

(El océano de la teosofía, W. Q. Judge).

 

PRĀṆA.- Vida o principio Vital.

Prāṇa” o “Vida” es, rigurosamente hablando, la fuerza radiante o Energía de Ātman —como Vida Universal y SER UNO— su aspecto inferior o, mejor dicho, más físico (en sus efectos), debido a que se manifiesta. Prāṇa o la Vida imbuye al ser completo del Universo objetivo. Se le llama “principio” sólo porque es un factor indispensable y el deus ex machina del ser humano vivo”.

Pero para obrar sobre el cuerpo físico, esta vida —Prāṇa— necesita un vehículo, un instrumento o un conductor, y este vehículo es el cuerpo astral.” (El Océano de la Teosofía, W. Q. Judge).

 

LIṄGA ŚARĪRA.- “Cuerpo Astral. El Doble, el cuerpo fantasma”.

Pero la antigua palabra Sánscrita —Liṅga Śarīra, el cuerpo diseño— lo describe con exactitud, porque este es el diseño o modelo del cuerpo físico. Ese término es preferible al de “cuerpo etéreo”, porque este último podría sugerir la idea de ser subsecuente al físico, cuando en realidad el cuerpo astral antecede al material”. (El Océano de la Teosofía, W. Q. Judge).

Todas las cosas en la naturaleza poseen su doble en otros planos; en realidad, nada visible en la materia o en el espacio, podría producirse sin tal base. La ropa, como la persona, se pueden ver porque ambos existen en el plano astral”. (Cartas que me han ayudado, W. Q. Judge)

 

RŪPA O STHŪLA ŚARĪRA.- Cuerpo Físico.

Es el vehículo de todos los demás “principios” durante la vida”.

 

Por último, y como advertencia para cualquier estudiante de filosofía que aborde el tema de la división septenaria del ser humano, hemos de tener en cuenta lo manifestado por W. Q. Judge en su obra Un epítome de Teosofía en cuanto a que “La real división no es comprensible y por el momento debe permanecer esotérica en cuanto necesita ciertos sentidos que por lo usual no están desarrollados para entenderla”, y que “Las varias divisiones publicadas hasta ahora pueden usarse sólo como hipótesis de trabajo general, sujetas al desarrollo y a la corrección mientras que los estudiantes adelantan y se desarrollan”.


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(1) Realmente es difícil definir en palabras el llamado "recorrido" de una mónada a lo largo de la corriente de la evolución, ya que, como dijo H.P.B.: " una Mónada no puede ni progresar ni desarrollarse, ni siquiera ser afectada por los cambios de estado a través de los cuales pasa. No es ella de este mundo o plano, y puede ser comparada tan sólo a una estrella indestructible de luz y fuego divinos arrojada a nuestra tierra, como tabla de salvación para las personalidades en las cuales reside ", ya que " Pues la Mónada o Jiva, per se, no puede ser llamada ni siquiera espíritu; es un rayo de luz, un soplo de lo ABSOLUTO, o más bien de la Absolutidad " - La Doctrina Secreta, Volumen I, páginas 174 y 247-. 

(2). Platón, Pitágoras y los antiguos egipcios seguían la división septenaria, y así se explica en La Clave de la Teosofía de H.P.B.: “Además de Platón está Pitágoras, el cual siguió la misma idea. Él describía el Alma como una Unidad (mónada) automotora, compuesta por tres elementos: Noûs (Espíritu), phrēn (mente) y thymós (vida, aliento o el Nephesh de los cabalistas). Estos tres corresponden a nuestro “Ātma-Buddhi” (Espíritu-Alma superior); a Manas (Ego) y a Kāma rūpa en conjunción con el reflejo inferior de Manas. Eso que los filósofos griegos de la antigüedad denominaron Alma, en general, nosotros lo llamamos Espíritu o Alma Espiritual, Buddhi, como vehículo de Ātman (Agathon o la Deidad Suprema de Platón). El hecho de que Pitágoras y otros afirmen que nosotros compartimos con los animales phrēn y thymós prueba que, en este caso, se refieren al reflejo Manásico inferior (instinto) y a Kāma-rūpa (pasiones animales vivientes). Sócrates y Platón aceptaron el indicio y lo siguieron; por lo tanto, si a estos cinco: Agathón (Deidad o Ātman); Psychē (Alma en su sentido colectivo); Nous (Espíritu o Mente); Phrēn (mente física) y Thymós (Kāma-rūpa o pasiones), le agregamos el eídōlon de los Misterios, la forma nebulosa o el doble humano y el cuerpo físico, será fácil demostrar que tanto las ideas de Pitágoras, como las de Platón, eran idénticas a las nuestras. Hasta los egipcios seguían la división Septenaria. Según sus enseñanzas, cuando el Alma (Ego) salía, debía pasar por sus siete cámaras o principios, los que dejaba atrás y los que tomaba consigo. La única diferencia es que, teniendo siempre presente la penalidad de revelar las doctrinas de los Misterios, que equivalía a la muerte, expresaron la enseñanza en un esquema general; mientras nosotros la elaboramos explicándola en sus detalles”.

(3). “El Ocultismo Contrapuesto a las Artes Ocultas”, H.P.B., Lucifer de Mayo de 1888.

(4) Madame Blavatsky: Atma es nada, es todo absoluto, no podemos decir que es esto o el otro. Es simplemente eso en el cual estamos, no sólo vivimos, respiramos y existimos en eso, sino en todo el universo y durante todo el periodo manvantárico. Por eso se dice que Atma tiene a Buddhi como vehículo, siendo, Buddhi, la primera diferenciación después de la evolución del universo. Es la primera diferenciación y el Upadhi, por decirlo así, de Atma. Entonces, Buddhi es nada a solas, sino la primera diferenciación. Es la conciencia en la conciencia universal, pero es noconciencia en este mundo. En este plano de conciencia finita es nada, siendo conciencia infinita. Entiéndanme: a Atma no se le puede llamar conciencia infinita. Es el Absoluto único que noconciencia consciente. Contiene todo: la potencialidad de todo, entonces, es nada y todo. Es Ain Soph y Parabrahman, etc; pueden darle muchos nombres. Es “No Cosa”, ¿entienden? Por lo tanto, Buddhi, siendo la primera diferenciación, el primer rayo, es conciencia universal y no puede actuar en plano particular alguno, especialmente en el terrestre. Para estar consciente de algo, de alguna persona, debe tener a Manas, es decir, la conciencia de este plano. Si leen La Doctrina Secreta verán que los hombres nada tenían de este tipo hasta que los Manasaputras (los hijos de la mente) encarnaron en las formas proyectadas por los Pitris Lunares. Sólo había materia y la nada de Buddhi y Atma; por lo tanto tenían que ser consolidados, por así decirlo, entre este Buddhi y ellos mismos. Debían tener este Manas, que es la conciencia finita de nuestro plano de existencia y su ego encarnante, el cual va de personalidad en personalidad, reuniendo las experiencias de cada vida. Después de haber acumulado la experiencia de millones y millones de encarnaciones, al terminar el periodo Manvantárico y este mundo entra en disolución, este ego, habiendo tenido toda esta experiencia, se acerca más y más al Absoluto y al final de no sé cuantos Manvantaras, ciertamente, antes de fundirse en el uno, tendrá la experiencia. Entonces, se aproximará, más y más, a eso que es todo y nada. Finalmente emerge. Cuando decimos que hablamos del estado de Nirvana, eso es nada, pues, nos estamos refiriendo al Para-Nirvana. Nirvana es simplemente un Devachan elevado.

(5). Nota sobre “Christos, que se contiene en La clave de la Teosofía, que hay que tener clara para no “personalizar” este concepto como hace el cristianismo:

A menudo, en los escritos teosóficos, se encuentran declaraciones conflictivas acerca del principio del Christos en el ser humano. Algunos lo llaman el sexto principio (Buddhi); otros el séptimo (Atma). Si los teósofos cristianos desean emplear tales expresiones, que lo hagan desde el punto de vista filosófico correcto, siguiendo la analogía de los símbolos de la antigua Religión-Sabiduría. Decimos que Christos no sólo es uno de los tres principios más elevados, sino que los tres son considerados como una Trinidad. Esta Trinidad representa al Espíritu Santo, al Padre y al Hijo, correspondiendo al espíritu abstracto, al espíritu diferenciado y al espíritu encarnado. Krishna y Cristo son, filosóficamente, el mismo principio bajo su aspecto triple de manifestación. En el Bhagavad-Gita leemos que Krishna se llama a sí mismo, indistintamente, Atman, el Espíritu abstracto; Kshetragna, el Ego Superior o reencarnante y el SER Universal. Todos estos nombres, una vez transferidos del Universo al ser humano, corresponden a Atma, Buddhi y Manas. El Anugita rebosa de la misma doctrina.

Por lo tanto: todo individuo bueno puede encontrar el Cristo en su “hombre interno”, como lo expresa Pablo (Efesos, III., 16, 17), bien sea judío, musulmán, hindú o cristiano.

(…) Mas si lo aceptamos esotéricamente, con el conocimiento pleno del significado del término “Christos”, que para nosotros representa Ātma-Buddhi-Manas, el “SER”, tendremos: al único Dios que debemos reconocer y enviar nuestras oraciones, o mejor dicho, actuar al unísono, es este espíritu de Dios cuyo templo es nuestro cuerpo, en el cual reside”.