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"Esta frase
simbólica, en sus múltiples formas, es ciertamente muy peligrosa e iconoclasta
frente a todas las últimas religiones dualistas, o más bien teologías, y
especialmente a la luz del cristianismo. Sin embargo, no sería justo ni exacto
decir que el cristianismo es el que ha concebido y dado luz a Satán. Como “adversario”,
como Poder opuesto requerido por el equilibrio y la armonía de las cosas en la
Naturaleza, así como es necesaria la Sombra para hacer resaltar la Luz, la
Noche para poner más de relieve al Día, y así como el frío hace apreciar
más la bondad del calor, así ha existido siempre SATÁN. La Homogeneidad es una
e indivisible. Pero si el Uno y Absoluto homogéneo no es una mera figura del
lenguaje; y si lo heterogéneo, en su aspecto dual, es su producción, su sombra
o reflejo bifurcado, entonces aquella Homogeneidad divina tiene que contener en
sí misma tanto la esencia de lo bueno como de lo malo. Si “Dios” es
Absoluto, Infinito y Raíz Universal de todas las cosas en la Naturaleza y en su
universo, ¿de dónde viene el Mal o el Demonio, sino de la misma “Matriz Áurea”
del Absoluto? Así pues, o tenemos que aceptar la emanación del bien y del mal,
de Agathodæmon y de Kakodæmon, como ramas del mismo tronco del Árbol de la
Existencia, o tenemos que resignarnos al absurdo de creer en dos Absolutos
eternos.
Teniendo
que buscar el origen de la idea en los mismos principios de la mente humana, es
de justicia entretanto conceder lo suyo hasta al diablo proverbial. La
antigüedad no conocía ningún “dios del mal” aislado, completa y absolutamente
malo. El pensamiento pagano representaba al bien y al mal como hermanos
gemelos, nacidos de la misma madre, la Naturaleza; tan pronto como aquel
pensamiento se perdió, haciéndose Arcaico, la Sabiduría se convirtió en
Filosofía. En el principio, los símbolos del bien y del mal eran meras
abstracciones, Luz y Tinieblas; más tarde, sus tipos fueron elegidos entre los
fenómenos cósmicos más naturales y siempre repetidos periódicamente, el Día y
la Noche, o el Sol y la Luna. Luego fueron representados por las Huestes de las
deidades del Sol y de la Luna, y el Dragón de las Tinieblas fue el contraste
del Dragón de la Luz (Véase Estancias V y VII del Libro I)....
Satán no tomó nunca la forma antropomórfica, individualizada, hasta que
se completó la creación por el hombre de “un dios personal viviente”; y entonces sólo como una cosa de principal necesidad.
Era necesaria una pantalla, un testaferro para explicar la crueldad, los
errores y la injusticia demasiado evidentes, perpetrados por aquel a quien se
atribuía la perfección, la misericordia y la bondad absolutas.
...
Mientras más se profundiza en la
obscuridad de las edades prehistóricas, más filosófica aparece la figura
prototípica del último Satán. El primer “Adversario”, en forma individual
humana, que se encuentra en la antigua literatura puránica, es uno de sus más
grandes Rishis y Yoguis – Nârada, llamado “el productor de las Contiendas”.
...
Como los Dragones y otros ángeles caídos se
describen en otras partes de esta obra, bastarán ahora unas cuantas palabras
sobre el tan maltratado Satán. El estudiante debe tener presente que en todo el
mundo, excepto en las naciones cristianas, el Diablo no es hasta hoy más que el
aspecto opuesto, en la naturaleza dual del llamado Creador. Esto es natural. No
puede pretenderse que Dios sea la síntesis de todo el Universo; que sea
Omnipresente, Omnisciente e Infinito, y divorciarlo luego del mal. Como hay
mucho más mal que bien en el mundo, se deduce lógicamente que o bien Dios tiene
que abarcar el mal y ser causa directa del mismo, o de lo contrario abandonar
toda pretensión a la absolutividad. Los antiguos comprendían esto tan bien, que
sus filósofos, a quienes siguen ahora los kabalistas, definían el mal como el
“revestimiento” de Dios, o el Bien: Demon
est Deus inversus es un adagio muy antiguo. Verdaderamente, el mal no es
sino una fuerza ciega competidora en la naturaleza; es la reacción, la oposición
y el contraste –el mal para unos, el bien para otros–. No hay malum in se, sino sólo la sombra de la luz,
sin la cual ésta no podría tener existencia, ni aun para nuestra percepción. Si
el mal desapareciese, el bien también desaparecería con él de la Tierra.
...
En todas
partes las especulaciones de los kabalistas tratan al Mal como una FUERZA que es contraria, pero al mismo tiempo esencial para el Bien,
dándole la vitalidad y existencia que, de otro modo, no podría tener. No habría
vida posible (en el sentido mayávico)
sin la Muerte; ninguna regeneración
ni reconstrucción sin destrucción. Las plantas perecerían bajo una luz solar
eterna, y lo mismo le sucedería al hombre, que se convertiría en un autómata
sin el ejercicio de su libre albedrío, y sin su aspiración hacia la luz, que perdería su ser y su valor para él si no hubiese otra
cosa.
...
En la naturaleza humana, el
mal denota sólo la polaridad de la materia y el Espíritu, la “lucha por la
vida” entre los dos principios manifestados en el Espacio y en el Tiempo, cuyos
principios son uno per se, puesto que
tienen sus raíces en lo Absoluto. En el Cosmos, tiene que ser preservado el
equilibrio. Las operaciones de los dos opuestos producen armonía, como las
fuerzas centrípeta y centrífuga, que, siendo mutuamente interdependientes, son
necesarias la una a la otra, “a fin de que ambas puedan existir”. Si una se
detuviese, la acción de la otra se convertiría inmediatamente en destructora de
sí misma.
Puesto
que la personificación llamada Satán ha sido analizada ampliamente desde su
triple aspecto, en el Antiguo Testamento,
en la teología cristiana y en la manera de pensar de los antiguos Gentiles,
los que quieran saber más sobre el asunto deben dirigirse a Isis sin Velo, Vol. II, cap. X.
Véanse también varias secciones del Libro II, Parte II de esta obra".
(letra negrita añadida)
La Doctrina Secreta, volumen I, páginas 411 - 416.