Mostrando entradas con la etiqueta MAHATMAS. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta MAHATMAS. Mostrar todas las entradas

21 abril 2025

Los Mahatmas Teosóficos, por H.P.B.

Lago Gokyo, Nepal
Por © Vyacheslav Argenberg / http://www.vascoplanet.com/, CC BY 4.0, https://commons.wikimedia.org

 Artículo publicado originalmente en inglés (“The Theosophical Mahatmas”) en la revista The Path, vol. I, diciembre de 1886, número 9. La traducción al castellano se basa en la aparecida en la revista Zanoni, marzo de 1922 -época II, número 3-.

 

"CON profunda pena, aunque no con sorpresa, pues hace años que estoy preparada para semejantes declaraciones, he leído en el Occult Word de Rochester, publicado por Mrs. I. Claver, Presidenta de la Sociedad Teosófica de aquel punto, un artículo, escrito por ella y por Mr. W. T. Brown. El repentino cambio de sentimiento es quizás natural en una señora que jamás ha tenido las oportunidades de que ha gozado Mr. Brown; así es que, cuando dice que después de «un gran deseo de ser puestos en comunicación con los Mahatmas Teosóficos, hemos llegado a la conclusión de que es inútil dirigir los ojos psíquicos hacia los Himalayas», pone de manifiesto un sentimiento de que indudablemente participan muchos teosofistas.

 Si las quejas son justificadas, y si es a los Mahatmas o a los teosofistas a quienes debe dirigirse el cargo, es cuestión que está por resolver. Pendiente durante algunos años, tiene que decidirse ahora, puesto que los dos querellantes declaran, bajo su firma, que nosotros (ellos) no necesitamos correr tras de Místicos Orientales que declaran su incapacidad para ayudarnos. Esta última frase debe examinarse seriamente, y yo reclamo el privilegio de hacer algunas observaciones sobre ella.

 Comienzo declarando que el tono de todo el artículo es el de un verdadero manifiesto. Sintetizado y expurgado de su exuberancia de expresiones bíblicas, llega a esta declaración retumbante: «Hemos llamado a su puerta, y no nos han contestado; les hemos pedido pan, y nos han negado hasta una piedra». La acusación es muy seria; pero ni es justa ni veraz, y esto es lo que me propongo demostrar.

 Como yo fui la primera que hizo pública en los Estados Unidos la existencia de nuestros Maestros, y declaré los nombres santos de dos miembros de una fraternidad, hasta entonces desconocida tanto en Europa como en América (salvo para algunos místicos e Iniciados), nombres venerados, sin embargo, en todo el Oriente, y especialmente en la India; cuya publicidad fue causa de la especulación vulgar y la curiosidad se sobrexcitasen, dando por resultado final el que el público los negase, creo que es deber mío recusar la aptitud del último para explicar la situación de las cosas, pues me considero como la principal culpable. Con esto podrá hacerse quizás bien a algunos e interesar a otros.

 Y no se crea que me presento como campeona o defensora de aquellos que con toda seguridad no necesitan de defensa alguna. Lo que me propongo es presentar hechos sencillos para que se juzgue la situación por sus propios méritos A las terminantes afirmaciones de nuestros hermanos y hermanas, de que han estado «viviendo de cortezas», y andando a caza de dioses extranjeros, sin que les fuera concedida la admisión, yo preguntaría a mi vez y bien claramente: ¿Estáis seguros de haber llamado a la puerta que debíais? ¿Estáis seguros de no haberos extraviado en vuestro camino, «deteniéndoos con frecuencia, durante vuestra jornada, en puertas extrañas, tras de las cuales están en acecho los más fieros enemigos de aquellos a quienes andáis buscando?». Nuestros MAESTROS no son «dioses celosos»; son simplemente santos mortales, más elevados, sin embargo, moral, intelectual y espiritualmente, que nadie en este mundo. Pero por santos que sean y por adelantados que estén en la ciencia de los Misterios, son hombres todavía y miembros de una Fraternidad, a cuyas leyes y reglas, sancionadas por el tiempo, son los primeros en mostrarse obedientes. Una de las primeras reglas exige que los que comienzan su jornada hacia Oriente, como candidatos a la notoriedad y favores de los guardianes de los Misterios, marchen por el camino recto, sin entretenerse en las encrucijadas y sendas transversales, para no unirse a otros Maestros, Profesores de la Ciencia de la Izquierda; se exige asimismo que se tenga confianza y que se den muestras de fidelidad y de paciencia, amén de otras varias condiciones. Si se falta a todo esto desde el principio hasta el fin, ¿qué derecho tiene ningún hombre para quejarse de que los Maestros no le ayuden? Ciertamente «Los Guardianes del umbral están dentro».

Desde el momento en que un teosofista quiere convertirse en candidato, ya para el chelado (1), ya para la obtención de favores, debe tener en cuenta el pacto mutuo, tácita y formalmente estipulado entre ambas partes; y tal pacto es sagrado. Es un compromiso de siete años de prueba. Si durante este tiempo, no obstante las muchas faltas y equivocaciones del candidato (salvo dos que no es necesario especificar aquí) permanece ante cada tentación fiel al Maestro escogido o a los Maestros en general (en el caso de los candidatos laicos), y fiel también a la Sociedad fundada conforme a sus deseos y a sus órdenes, entonces el teosofista será iniciado, y se le permitirá en adelante comunicarse con su gurú sin reservas; y todas sus faltas, salvo las indicadas, pueden ser pasadas por alto pues corresponden a su Karma futuro, y por de pronto pueden dejarse a la discreción y juicio del Maestro. Él sólo tiene el poder de juzgar si durante aquellos largos años, a pesar de sus errores y pecados, deberá ser favorecido el chela con la comunicación de su gurú. Esto último, completamente enterado de las causas y motivos que han conducido al candidato a pecados de omisión y de comisión, es el único que puede juzgar la conveniencia de animarle o dejarle de animar; como que él únicamente tiene títulos para decidirlo, viéndose él mismo bajo la ley inexorable de Karma, de la cual nadie, desde el zulú hasta el arcángel más elevado puede escapar, y además, porque él tiene que asumir la gran responsabilidad de las causas creadas por él mismo.

 Así es que, la condición principal y la única indispensable que se exige al candidato o chela en el período de prueba es simplemente la fidelidad absoluta al Maestro escogido y a sus propósitos. Esto es una condición sine qua non. No por razón, como he dicho ya, de un sentimiento de celos, sino sencillamente porque, «rota la relación magnética existente entre los dos, el restablecerla representa una dificultad doble»; y no es justo ni propio que los Maestros empleen sus poderes en provecho de aquellos, cuya conducta futura y deserción final pronostican ellos con frecuencia de un modo bien claro. Y, sin embargo, ¡cuántos son los que, esperando lo que yo llamaría «favores anticipados», al considerar chasqueados, en vez de repetir humildemente mea culpa, acusan a los Maestros de egoísmo y de injusticia! ¡Acaso quebranten deliberadamente diez veces por año el lazo de conexión, y no obstante, esperan cada vez que se restablezca según las antiguas líneas!

Conozco yo a un teosofista, a quien no nombraré, si bien espero que se reconozca a sí mismo, joven, tranquilo, inteligente, místico por naturaleza, que en su mal aconsejado entusiasmo e impaciencia, cambió de Maestros y de ideas una media docena de veces en menos de tres años. Primero, él mismo se ofreció, fue aceptado a prueba y tomó el voto del chelado; cosa de un año después, se le ocurrió casarse, a pesar de que había tenido varias pruebas de la presencia corpóreas de su Maestro, y le habían sido concedidos varios favores. Habiendo fracasado sus proyectos de matrimonio, buscó «Maestros» bajo otros climas, y se convirtió en un Rosacruz entusiasta; después volvió a la Teosofía como un místico cristiano; luego, trató de nuevo de endulzar sus austeridades con una mujer; abandonó más tarde la idea, y se hizo espiritista; y habiendo vuelto a pedir que se le aceptase de nuevo como chela» (tengo yo su carta), a lo cual su Maestro permaneció silencioso, renunció a él por completo, para buscar, según sus propias palabras, a su «antiguo Maestro Esenio, y hacer experiencia con los espíritus en su nombre».

 La hábil y respetada editora del Ocult Word y su secretario, tienen razón; han escogido el verdadero camino, en el cual, con una pequeñísima dosis de fe ciega, pueden estar seguros de no encontrar decepciones ni disgustos, «Es muy agradable para algunos de nosotros» -dicen- «responder al llamamiento del Hombre de Tristezai, que no rechaza a nadie por indigno o porque no haya atesorado cierta porción de mérito personal». ¿Cómo lo saben ellos? A menos de que acepten el dogma cínicamente horrible y pernicioso de la Iglesia protestante, que enseña el perdón del más negro de los crímenes, con tal que el criminal crea sinceramente que la sangre de su «Redentor» le ha salvado en su última hora. ¿Qué es esto más que fe ciega antifilosófica? El emocionalismo no es la filosofía, y Buddha consagró precisamente su larga vida de sacrificio para arrancar de los hombres aquella superstición generadora de mal. ¿Por qué hablar de Budda, pues, al mismo tiempo? La doctrina de la salvación por el mérito personal y el olvido de sí mismo, es la piedra angular de la doctrina de Buddha. Los dos referidos escritores pueden haber ido, y es muy probable que hayan ido a «casa de dioses extranjeros»: pero no eran éstos nuestros MAESTROS.

 Dicen: «Le han negado tres veces», y proponen «con los pies ensangrentados y espíritu humillado, pedir que Jesús nos tome (a ellos) una vez más bajo sus alas», etc. El «Maestro Nazareno es seguro que les complacerá. Sin embargo, tendrán que vivir de cortezas y fe ciega». Pero en esto ellos son los mejores jueces, y nadie tiene derecho a inmiscuirse en sus creencias privadas. Quiera el cielo que en su resentimiento, no se conviertan un día en nuestros peores enemigos.

 Después de todo -y esto va dirigido a aquellos teosofistas que se hayan disgustados con la Sociedad en general- nadie les ha hecho jamás promesas imprudentes, y menos aún ni la Sociedad ni sus fundadores, han ofrecido a los «Maestros» como premio a los que mejor se conduzcan. Durante algunos años, se ha dicho a cada uno de los nuevos miembros que nada se le prometía, sino que todo tenía que esperarlo de su propio mérito personal. Al teosofista se le deja libre y árbitro de sus acciones. Siempre que se encuentre disgustado aha tentanda via, etc.; no existe el menor inconveniente en buscar por otro lado, a menos que uno mismo se haya ofrecido y se haya decidido a conquistar los favores de los Maestros.

A los de esta última clase me dirijo ahora y les pregunto: ¿Habéis cumplido vuestras obligaciones y compromisos? Vosotros, que quisierais echar toda la culpa sobre la Sociedad y los Maestros (que son la encarnación de la caridad, de la tolerancia, de la justicia y del amor universal), ¿habéis «llevado la vida» requerida y cumplido las condiciones que se exigen al que quiere convertir se en candidato? Aquel que en su corazón y en su conciencia sienta que así lo ha hecho; aquel que esté seguro de no haber faltado seriamente, de no haber dudado jamás de la sabiduría de su maestro, de no haber buscado en su impaciencia otro u otros Maestros para hacerse Ocultista con poderes, y de no haber hecho traición nunca a sus deberes teosóficos, ni aun en pensamiento, que se levante y proteste. Sin el menor temor puede hacerlo; no existe para ello castigo alguno, y no recibirá ni siquiera una censura, y menos aún el ser excluido de la Sociedad, que es la más amplia, la más liberal en sus opiniones, y la más católica de cuantas se conocen o están por conocer. Pero temo que mi invitación quede sin respuesta. Durante los once años de existencia de la Sociedad Teosófica, de los setenta y dos chelas regulares aceptados a prueba y de los centenares de candidatos laicos, sólo he conocido tres hasta la fecha que no hayan caído, y uno solamente que haya obtenido un éxito completo. Nadie obliga a nadie a hacerse chela; nada se promete, nada, excepto el mutuo compromiso entre el maestro y el que pretende llegar a ser chela. En verdad, en verdad, muchos son los llamados y pocos los escogidos; o más bien, pocos son los que tienen la paciencia necesaria para ir hasta el fin de las dificultades, si es que podemos llamar dificultad a la simple perseverancia y unidad de propósito. ¿Y qué diremos de la Sociedad en general, a excepción de la India? ¿Quién entre los muchos millares de miembros viven la vida? ¿Dirá alguno acaso que porque es vegetariano estricto (los elefantes y las vacas también lo son), o porque es todavía célibe, después de una juventud borrascosa en la dirección opuesta, o porque estudia el Bhagavatd-Gita o la «Filosofía Yoga» desde el principio hasta el fin, es teosofista «según el corazón de los Maestros?». Así como el hábito no hace al monje, así tampoco el pelo largo y una vaguedad poética en la frente, son suficientes para hacer un secuaz fiel de la Sabiduría Divina. Mirad en torno vuestro y contemplad la llamada Fraternidad UNIVERSAL. ¿En qué se ha convertido en Europa y en América, durante estos once años de prueba, la Sociedad fundada para poner remedio a los males escandalosos del cristianismo, para destruir el fanatismo y la intolerancia, la hipocresía y la superstición, y para cultivar el verdadero amor universal, extendiéndolo hasta los animales mismos? En una cosa solamente hemos logrado que se nos considere más que a nuestros hermanos los cristianos, los cuales según la expresión gráfica de Lawrence Oliphant, se matan unos a otros fraternalmente, y se baten como demonios por el amor de Dios; y esta cosa es, que hemos dado al traste con todos los dogmas, y tratamos precisamente en la actualidad de borrar hasta el último vestigio posible de la autoridad dogmática, aunque sea nominal. Pero en los demás sentidos, somos tan malos como ellos. Censuras, calumnias, poca caridad, guerra incesante de mutuos reproches; y todo de naturaleza tal, que el mismo infierno cristiano se consideraría orgulloso de ello. ¡Y suponer que todo esto es culpa de los Maestros! ELLOS no ayudarán a los que prestan auxilios a otros para su salvación y su liberación del egoísmo, por medio de puntapiés y de escándalos. ¡A la verdad, somos nosotros un ejemplo para el mundo, y compañeros propios de los santos ascetas de la Cordillera nevada!

Unas palabras para concluir. Se me dirá: ¿Y quién es usted para encontrarnos culpables a nosotros? ¿Acaso usted, que tiene la pretensión de comunicarse con los Maestros, y de recibir diariamente sus favores, es tan santa, tan sin tacha y tan digna? A lo cual contesto: YO NO LO SOY. Imperfecta y llena de defectos, es mi naturaleza; muchos y garrafales son mis errores, y por esto mi Karma es mucho más pesado que el de cualquier otro teosofista. Lo es, y así debe ser desde el momento en que por tantos años permanezco en primer término, siendo el blanco de mis enemigos, y aun también de mis amigos mismos. Y, sin embargo, acepto la prueba con alegría. ¿Por qué? Porque sé que no obstante mis faltas, tengo extendida sobre mí la protección de mi Maestro. Y si la tengo, la razón es, sencillamente, la siguiente: durante más de treinta y cinco años, aún desde 1851, en que vi un Maestro corporal y personalmente por vez primera, «jamás le he negado una sola vez, ni he dudado de Él», ni siquiera en pensamiento. Jamás han brotado de mis labios censura ni murmuración alguna en contra suya, ni aún siquiera han penetrado por un instante en mi cerebro durante las crisis más penosas. Porque desde el principio sabía yo lo que me esperaba; pues se me dijo lo que jamás he cesado de repetir a los demás; esto es, que tan pronto como se entra en el sendero que conduce al Ashrum de los Maestros, únicos custodios de la Sabiduría y Verdad primitivas, el Karma, en vez de distribuirse por todo el tiempo que dura la vida, cae sobre uno con todo su peso y le aplasta. El que cree en lo que profesa y en su Maestro, permanecerá en pie y saldrá victorioso de la empresa; el que duda, el cobarde que teme no recibir lo que se le debe, y procura evitar la justicia, cae. En manera alguna escapará a Karma; pero perderá aquello por lo que se ha expuesto a sus visitas intempestivas. Por esto es por lo que, habiendo sido destrozada de un modo tan constante y tan cruel por mi Karma, que ha empleado a mis enemigos como armas inconscientes, he permanecido yo en pie. Estaba segura de que el Maestro no permitiría que pereciese, que siempre parecería a la hora oncena, y así lo ha hecho. Tres veces me ha salvado de la muerte; la última vez casi contra mi voluntad, cuando volví de nuevo al mundo frío y malvado por amor a Él, que es quien me ha enseñado todo cuanto sé, y ha hecho de mí lo que soy. Por lo tanto, yo llevo a cabo su obra y deseos, y esto es lo que me ha dado fuerza de león para resistir choques físicos y mentales, de los cuales uno solo habría hecho sucumbir a cualquier teosofista que hubiese dudado de la poderosa protección.

Mi único mérito y la sola causa de mi éxito en la Filosofía Oculta, consisten en mi devoción incondicional a Aquel, que es encarnación del deber mío, y en la creencia en la Sabiduría colectiva de aquella fraternidad de hombres santos, tan grande como misteriosa y real.

 Y ahora voy a repetir las palabras del Paraguru (el MAESTRO de mi Maestro), que éste ha enviado a manera de mensaje a los que desean hacer de la Sociedad un «Club de milagros», en lugar de una Fraternidad de Paz, Amor y Mutuo Auxilio. «Perezcan más bien la Sociedad y sus desgraciados Fundadores»; y yo digo, perezcan sus doce años de trabajos y sus mismas vidas, antes que ver lo que hoy día veo; a teosofistas sobrepujando a los políticos en su deseo de poder y autoridad personales; a teosofistas censurándose y calumniándose unos a otros como podrían hacerlo dos sectas cristianas; y, finalmente, a teosofista rehusando vivir la vida, y criticando después y lanzando reproches a los más grandes y más nobles de los hombres, porque sujetos por sus propias leyes, sabias y venerables, y fundadas en un conocimiento de la Naturaleza humana de millares y millares de años, aquellos Maestros se niegan a inmiscuirse en los asuntos de Karma, y a contestar a todo teosofista que les llama, sin pensar si merece o no respuesta.

 A menos que en nuestras Sociedades americanas y europeas se implanten reformas radicales, temo que dentro de poco sólo quede un centro de Teosofía en el mundo entero, o sea la India, aquel país de mi corazón. Todo mi amor y mis aspiraciones todas, se cifran en mis amados hermanos, los Hijos de la antigua Aryavarta, la patria de mi MAESTRO.

H. P. BLAVATSKY.

 

(1) Chela: un discípulo aceptado por un Maestro".

 


12 diciembre 2020

Mahatmas.

“Los Hermanos Mayores de la Humanidad son hombres que alcanzaron la perfección en anteriores períodos de evolución.”

Todo lo que el Mahātman puede hacer es natural al hombre perfeccionado; pero si esos poderes aún no nos han sido revelados, es porque la raza es todavía del todo egoísta y aún vive para lo presente y lo transitorio". 

***

Extraído del libro de W. Q. Judge “El Océano de la Teosofía”, Capítulo I: La Teosofía y los Maestros:

“El ser más inteligente del universo —el hombre— jamás ha estado entonces sin un amigo; más bien tiene una rama de hermanos mayores que velan continuamente por el progreso de los menos adelantados; que conservan el conocimiento adquirido a través de eones de ensayo y experiencia, e incesantemente buscan las oportunidades de inducir la inteligencia en desarrollo de la raza, en este o en otros globos, a considerar las grandes verdades que conciernen al destino del alma. Estos hermanos mayores también guardan el conocimiento que ellos mismos han adquirido de las leyes de la naturaleza en todos sus departamentos, y se encuentran siempre dispuestos a usarlo, cuando lo permita la ley cíclica, para el provecho de la humanidad. Ellos siempre han existido como un cuerpo o asociación, todos conociéndose unos a otros, sin importar la parte del mundo en que puedan encontrarse, y todos trabajando por la raza humana en diferentes formas. En algunas épocas llegan a ser bien conocidos por la gente y circulan dentro de núcleos de hombres comunes, siempre que la organización social, la virtud, y el grado de desarrollo de los pueblos lo permitan. Porque si se dieran a conocer públicamente en todas partes, serían venerados como dioses por unos y perseguidos como demonios por otros. En esos períodos en que ellos se manifiestan, algunos de sus miembros se convierten en gobernantes de los hombres, otros en instructores y unos cuantos en grandes filósofos, mientras que otros permanecen aún desconocidos, excepto para los miembros más avanzados de su grupo.

Trastocaría los fines que ellos contemplan, que llegaran a hacerse conocidos en esta civilización, la cual está casi totalmente basada en el dinero, la fama, la gloria y la personalidad. Porque esta era, según ha declarado uno de ellos “es una era de transición”, cuando todo sistema de pensamiento, de ciencia, de religión, de gobierno y de sociedad está en proceso de cambio, y las mentes de los hombres están solamente preparándose para un cambio hacia aquel estado que permitirá a la raza avanzar hasta el grado propicio en que estos hermanos mayores puedan introducir sus actuales presencias en nuestra escena. Ellos pueden verdaderamente ser llamados los portadores de la antorcha de la verdad a través de las edades; investigan todas las cosas y todos los seres; conocen lo que es el hombre en lo más recóndito e íntimo de su naturaleza, y aun lo que son sus poderes y su destino, su estado antes del nacimiento y los estados a través de los cuales él pasa después de la muerte del cuerpo; ellos han velado junto a la cuna de las naciones y han visto los grandes logros de los antepasados; han velado con tristeza la decadencia de aquellos que carecieron de fuerza para resistir la ley cíclica del ascenso y la caída; y mientras los cataclismos parecían traer una total destrucción del arte, la arquitectura, la religión y la filosofía, ellos han conservado los archivos y registros completos en lugares a salvo de ser destruidos por los hombres o por el tiempo. Ellos han efectuado minuciosas observaciones, a través de miembros de su hermandad psíquicamente entrenados en los reinos invisibles de la naturaleza y de la mente. Estas observaciones fueron registradas y los anales conservados. Han llegado al completo dominio de los misterios del sonido y del color, a través de los cuales únicamente puede llegarse a la comunicación con los seres elementales que están tras el velo de la materia, y así pueden estos Hermanos Mayores explicar por qué cae la lluvia y con qué objeto cae; si la Tierra es hueca o no; qué hace soplar al viento y brillar la luz, y la hazaña aún más importante de todas —una que requiere el conocimiento del fundamento mismo de la naturaleza—, saben cuáles son las subdivisiones últimas del tiempo y cuál es el significado y la duración de los ciclos.

Pero, pregunta ahora el hombre de negocios del siglo XIX, que lee los periódicos y que cree en el “progreso moderno”, si tales hermanos mayores fuesen realmente todo lo que usted pretende que ellos sean, ¿cómo es que no han dejado traza alguna en la historia ni congregaron otros hombres a su alrededor? A esto, la propia respuesta de ellos, publicada hace tiempo por el Sr. A. P. Sinnett, es mejor que cualquier otra que yo pudiera ofrecer:

“Si le place discutiremos primeramente lo que se refiere al supuesto fracaso de la ‘Fraternidad’ en dejar indicio alguno en la historia del mundo. Según ustedes piensan, ellos, con sus ventajas extraordinarias, deberían haber sido capaces de atraer a su escuela un número considerable de las mentes más cultas de cada raza. ¿Cómo sabría usted que no han logrado tal cosa? ¿Está usted enterado de sus esfuerzos, sus éxitos y fracasos? ¿Posee usted alguna base sobre la cual juzgarlos? ¿Cómo sería posible recopilar pruebas de los hechos de esos hombres que han mantenido asiduamente cerrado todo acceso posible a través del cual el curioso pudiera espiarlos? La condición precisa de su éxito es que ellos jamás fueran supervisados u obstaculizados; lo que han llevado a cabo, ellos lo saben; lo único que los que se han encontrado fuera de su círculo pudieron percibir fueron los resultados, cuyas causas quedarán siempre ocultas y fuera de alcance. Para explicar tales resultados, muchos hombres en distintas épocas inventaron teorías sobre la intervención de dioses, providencias especiales, destinos e influencias benéficas o maléficas de los astros. Jamás  ha existido una época dentro o fuera del supuesto período histórico, en la cual estos predecesores nuestros no estuvieran amoldando los eventos y ‘haciendo historia’, cuya realidad y hechos fueron subsecuente e invariablemente torcidos por los historiadores para ajustarlos a prejuicios contemporáneos. ¿Está usted bien seguro de que los heroicos personajes visibles en los sucesivos dramas, no eran a menudo sino sus máscaras o títeres? Nosotros jamás pretendimos ser capaces de arrastrar las naciones en masa a una u otra crisis, a pesar de la tendencia general de las relaciones cósmicas del mundo. Los ciclos tienen que recorrer sus rondas. Los períodos de claridad y obscuridad mental y moral se suceden unos a otros lo mismo que el día a la noche. Los yugas, o ciclos mayores y menores tienen que llevarse a cabo de acuerdo con el régimen establecido de las cosas. Y nosotros, nacidos dentro de la corriente majestuosa, apenas podemos modificar y dirigir algunas de sus corrientes secundarias”.

Es en virtud de la ley cíclica y durante un período de ignorancia en la historia de la mente, que la filosofía verdadera desaparece por un tiempo; pero es esta misma ley la que causa su reaparición, tan segura como la salida del sol ante la faz de la inteligencia humana que se encuentra presente para contemplarla. Pero hay algunas tareas que solamente pueden ser cumplidas o ejecutadas por el Maestro, mientras que otros trabajos requieren la ayuda de los compañeros. Es el deber del Maestro el preservar la filosofía verdadera, pero se requiere la ayuda de los compañeros para redescubrirla y promulgarla.

Nuevamente los hermanos mayores han indicado en dónde puede ser encontrada la verdad —la Teosofía— y los compañeros por todas partes del mundo se ocupan en ponerla de manifiesto para su mayor circulación y propagación.

Los Hermanos Mayores de la Humanidad son hombres que alcanzaron la perfección en anteriores períodos de evolución. Estos períodos de manifestación son desconocidos a los evolucionistas modernos en lo que a su número concierne, aunque por largo tiempo sí han sido reconocidos no solamente por los hindúes antiguos, sino también por aquellas grandes inteligencias y hombres eminentes que instituyeron y continua-ron la forma originalmente pura y no adulterada de los Misterios de Grecia. Los períodos de manifestación de los universos visibles que surgen del Gran Desconocido son eternos en sus idas y venidas, y se alternan con períodos equivalentes de silencio y reposo, de vuelta a lo Desconocido. El objeto de estas majestuosas oleadas es la producción del hombre perfecto, la evolución del alma, y estas olas siempre resultan en el crecimiento del número de Hermanos Mayores; la vida del más insignificante de los hombres los refleja en el día y la noche, la vigilia y el sueño, el nacimiento y la muerte, “porque estos dos, la luz y la obscuridad, el día y la noche, son los senderos eternos del mundo”.

En toda edad y en la completa historia de las naciones, se les ha dado a estos hombres de gran poderío y compasión, distintas designaciones. Ellos han sido llamados Iniciados, Adeptos, Magos, Hierofantes, Reyes del Oriente, Sabios, Hermanos y varios otros nombres. Pero en el idioma Sánscrito hay una palabra que cuando se le aplica a ellos, inmediata y completamente los identifica con la humanidad. Ese nombre es el de Mahātman. Esta palabra se compone de Mahā, gran, y Ātman, alma, y por lo tanto significa gran alma; y puesto que todos los hombres poseen almas, lo que distingue al Mahātman es su grandeza. El uso del término Mahātman, se ha extendido mayormente a través de la Sociedad Teosófica por el hecho de que la Sra. H. P. Blavatsky constantemente se refería a los Mahātman como sus Maestros, quienes la favorecieron con el conocimiento que ella poseía. Ellos fueron primeramente conocidos como los Hermanos, pero más adelante, al acudir muchos hindúes al movimiento Teosófico, el nombre de Mahātman fue introducido por razón de que este título tiene tras sí una solidez inmensa en la tradición y literatura de la India. En distintas ocasiones algunos enemigos sin escrúpulos de la Sociedad Teosófica llegaron a decir que aún el mismo nombre de Mahātman había sido inventado, y que tales seres eran desconocidos entre los hindúes y en su literatura. Pero estas aseveraciones han sido hechas simplemente para desacreditar, si fuese posible, un movimiento filosófico que amenaza trastornar completamente los erróneos dogmas teológicos que prevalecen hoy en día. Porque a través de la literatura hindú se hace referencia a los Mahātman y en partes del Norte de la India el término es de uso común. En el antiguo poema de la Bhagavad Gītā, reverenciado por todas las sectas y aceptado por los críticos occidentales por ser tan noble como hermoso, hay un verso que dice, “Semejante Mahātman es difícil de encontrar”.

Pero independientemente de toda disputa acerca de términos específicos, existen amplios argumentos y pruebas para demostrar que una fraternidad de hombres poseedores del maravilloso conocimiento delineado anteriormente, ha existido siempre y probablemente exista hoy. Los antiguos misterios continuamente hacen referencia a ellos. Egipto antiguo los tuvo en sus grandes Reyes-Iniciados, hijos del sol y amigos de los grandes dioses. Existe una tendencia a menospreciar las ideas de los antiguos, lo cual es en sí denigrante a la humanidad actual. Aún el cristiano que habla con reverencia de Abraham como “el amigo de Dios”, considerará desdeñosamente las pretensiones de los soberanos egipcios, de gozar de la misma amistad, como tan solo una pretensión pueril de nobleza y rango. Pero la realidad es que estos grandes egipcios eran Iniciados, miembros de una gran logia única, la cual abarca todas las otras, de cualquier grado que sean sus actividades. Los más recientes y decadentes egipcios, desde luego, deben haber imitado a sus predecesores, pero esto fue ya cuando la doctrina verdadera estaba comenzando una vez más a ser obscurecida con motivo de la ascendencia del dogma y del sacerdocio.

La historia de Apolonio de Tyana se refiere a un miembro de una de estas mismas fraternidades antiguas, que aparecieron entre los hombres durante un ciclo descendente y con el sólo propósito de dejar un testimonio para las generaciones venideras.

Abraham y Moisés entre los judíos son otros dos Iniciados, Adeptos, quienes tenían que efectuar su tarea entre cierto pueblo, y es en la historia de Abraham que nos encontramos con Melquisedec, quien era aún más grande que Abraham, puesto que tenía el derecho de conferirle a este un rango, un privilegio o una bendición. El mismo capítulo de la historia humana que contiene los nombres de Moisés y de Abraham, está iluminado con el de Salomón. Estos tres componen una gran Tríada de Adeptos, los anales de cuyos hechos no pueden echarse a un lado como una fantasía ni como faltos de fundamento.

(…)

Dirigiendo nuestra atención hacia la India, por largo tiempo olvidada e ignorada por el lascivo, egoísta, combatiente y comercializado mundo occidental, la encontramos repleta de una gran erudición referente a estos hombres maravillosos, entre los cuales Noé, Abraham, Moisés y Salomón, son tan sólo ejemplos. Los habitantes de la India están preparados, por razón de su temperamento y su clima, para ser los conservadores de las joyas filosóficas, éticas y psíquicas que hubiéramos perdido para siempre, si las mismas hubieran sido abandonadas al saqueo de los Godos y de los Vándalos, como lo fueron las naciones occidentales en los tempranos días de sus luchas en pro de la cultura y de la civilización. Si los hombres que desenfrenadamente quemaron inmensos montones de tesoros históricos y etnológicos, encontrados por los secuaces de los soberanos católicos de España en la América Central y del Sur, hubieran logrado localizar los libros y los documentos escritos en hojas de palma en la India, antes de que el escudo protector de Inglaterra se levantase contra ellos, los hubieran destruido de la misma manera que arruinaron los anales de los Americanos, tal como sus predecesores intentaron hacer con la Biblioteca de Alejandría. Afortunadamente, los sucesos se desarrollaron de otra manera.

A través de la extensa literatura indostánica encontramos docenas de grandes Adeptos, bien conocidos de la gente, que enseñaron la misma doctrina: la epopeya del alma humana. Sus nombres no son familiares al oído occidental, pero los testimonios de sus pensamientos, sus obras y sus poderes aún viven. Todavía más, en el apacible e inmutable Oriente existen hoy en día por centenares, personas que saben por su propio conocimiento que la Gran Logia existe aún y tiene sus Mahātman, Adeptos, Iniciados o Hermanos. Y más aún, en ese país hay tal número de hombres expertos en la aplicación práctica de un poder menor, pero aún maravilloso, sobre la naturaleza y sus fuerzas, que tenemos un volumen innegable de evidencia humana para probar nuestra tesis.

Y si la Teosofía —la enseñanza de esa Gran Logia— es como se dijo científica y religiosa, entonces, desde el punto de vista ético tenemos aún más pruebas. Una poderosa Tríada actuando con y por medio de los principios éticos, la forman Buddha, Confucio y Jesús. El primero, un hindú, establece una religión que hoy abarca mucho más prosélitos que el Cristianismo, enseñando, centurias antes de Jesús, la misma ética que este enseñó y que había sido ya promulgada siglos antes de Buddha. Jesús, que viene a reformar a su pueblo, repite esta ética antigua, y Confucio hace lo mismo en la antigua y honorable China.

El Teósofo afirma que todos estos grandes nombres representan miembros de una misma hermandad que tiene una misma doctrina. Que tales caracteres extraordinarios que aparecen de cuando en cuando dentro de la civilización occidental, como Saint Germain, Jakob Böhme, Cagliostro, Paracelso, Mesmer, el Conde de Saint Martin y la Sra. H. P. Blavatsky, fueron agentes encargados de cumplir en el momento propicio el trabajo de la Gran Logia. Es cierto que ellos son generalmente ultrajados y calificados como impostores, aunque nadie puede decir por qué lo son, ya que generalmente ellos confieren beneficios y trazan proyecciones o hacen descubrimientos que resultan de gran valor para la ciencia después de su muerte. Pero el mismo Jesús sería tildado hoy de impostor, si apareciese en una iglesia de la Quinta Avenida de Nueva York reprochando a los profesos cristianos.

Paracelso fue el creador de valiosos métodos y tratamientos médicos, ahora universalmente adoptados. Mesmer enseñó el hipnotismo bajo otro nombre. Madame Blavatsky introdujo una vez más a la atención de Occidente el sistema más importante, por mucho tiempo conocido por la Logia, referente al hombre, su naturaleza y su destino. Pero todos ellos por igual son calificados de impostores por gentes que no tienen ninguna filosofía original propia, y cuyas clases mendicantes y criminales exceden en grado de miseria y en número a los de cualquier otra civilización de la Tierra.

No será raro de parte de casi todos los lectores occidentales el maravillarse de que haya seres humanos que pueden saber tanto y poseer tal poderío sobre las operaciones de la ley natural, como he atribuido a los Iniciados, ahora conocidos como Mahātman. En la India, en China y en otras tierras Orientales este hecho no asombraría a nadie, porque allí, a pesar de que todo lo concerniente a la civilización materialista está ahora en un estado de atraso, jamás han perdido la creencia en la naturaleza interior del hombre, y en el poder que él puede ejercer si tal es su voluntad. Por consiguiente, ejemplares vivientes de esos poderes y capacidades jamás han estado ausentes de esos pueblos. Pero en Occidente, una civilización materialista que ha surgido a base de la negación de la vida y naturaleza del alma a consecuencia de una reacción a un dogmatismo ilógico, no ha habido ninguna investigación sobre estos asuntos y, hasta hace poco, el público en general no ha creído en la posibilidad de que un ser humano, excepto un supuesto Dios, poseyese tal poderío.

Un Mahātman dotado de poderes sobre espacio, tiempo, mente y materia, es ciertamente una posibilidad, precisamente porque él es un hombre perfeccionado. Cada ser humano posee en germen todos los poderes atribuidos a estos grandes Iniciados; la diferencia yace únicamente en el hecho de que, en general, nosotros no hemos desarrollado aquellos que poseemos en germen, mientras que el Mahātman ha pasado a través de tales disciplinas y experiencias que han provocado el desarrollo de todos los poderes humanos ocultos en él, y ha conferido dones que aparecen como divinos a los ojos de sus hermanos menos avanzados.

La Telepatía, la facultad de leer el pensamiento, y el hipnotismo, conocidos por la Teosofía por mucho tiempo, demuestran la existencia en el hombre, de planos de conciencia, funciones y facultades hasta la fecha no soñadas. La lectura del pensamiento y el influir a distancia sobre la mente del sujeto hipnotizado, prueban la existencia de una mente que no está totalmente subordinada al cerebro, y que existe un medio por el cual el pensamiento influyente puede ser transmitido. Basándose en el dominio de la ley, los Iniciados pueden comunicarse entre sí a cualquier distancia. La exposición razonada de esta facultad, aún no admitida por las escuelas de hipnotismo, es que si las dos mentes vibran al unísono o pasan al mismo estado, ambas pensarán de igual manera; o en otras palabras, el que ha de percibir a larga distancia, recibe la onda o impresión transmitida por el otro. En la misma forma ocurren los demás poderes o facultades, no importa cuán extraordinarios sean.

Esos poderes son naturales aunque ahora raros, al igual que una gran habilidad musical es natural aunque no sea un fenómeno común. Si un Iniciado puede hacer mover un objeto sólido sin tocarlo, es porque tiene comprensión de las dos leyes, de atracción y repulsión, de las cuales la “gravedad” es sólo una de ellas; si él es capaz de precipitar del aire invisible el carbón que nosotros sabemos se oculta en el mismo, y de convertir ese carbón en frases redactadas sobre el papel, es por medio de su conocimiento de la química oculta superior y el ejercicio de una disciplinada y poderosa facultad de imaginación creadora que cada ser humano posee. Si el Iniciado lee los pensamientos de uno con facilidad, eso es el resultado del uso de los poderes internos y reales de la visión, que no requieren la ayuda de una retina para ver la finísima malla de la imagen que el vibrante cerebro del hombre teje frente a sí mismo. Todo lo que el Mahātman puede hacer es natural al hombre perfeccionado; pero si esos poderes aún no nos han sido revelados, es porque la raza es todavía del todo egoísta y aún vive para lo presente y lo transitorio.

Repito, pues, que aunque la verdadera doctrina desaparece de entre los hombres por un tiempo, la misma está llamada a reaparecer, porque, primeramente, está grabada en el imperecedero centro de la naturaleza del hombre, y segundo, la Logia por siempre la conserva, no solamente en archivos reales u objetivos, sino también dentro de los inteligentes y totalmente autoconscientes hombres que después de atravesar con éxito los muchos períodos de evolución que antecedieron a este en el cual nos encontramos, no pueden perder los valiosos conocimientos que han adquirido. Y en razón de que los Hermanos Mayores representan el más elevado producto de la evolución, por medio de quienes únicamente y en cooperación con toda la familia humana, la realización regular y perfectamente laboriosa de los planes del Gran Arquitecto del Universo puede ser continuada, he creído muy justo hacer referencia a ellos y su Logia Universal, antes de emprender la exposición de otros aspectos de la materia".

(Letra negrita añadida).