10 junio 2020

Globos, cadenas y rondas.

Esta es la explicación, aunque muy resumida, que da la Doctrina Secreta acerca de cómo evolucionan los mundos y el resto de vida a través de ellos en el Universo, enseñanza durante mucho tiempo esotérica, hasta que Helena P. Blavatsky (1) y W. Q. Judge junto con sus Maestros la desvelaron a grandes rasgos al público en general a finales del siglo XIX.

La filosofía esotérica, o más bien la pequeña parte que se ha divulgado, va más allá de lo que lo hacía la ciencia al momento de la publicación de la Doctrina Secreta en 1888, incluso de hoy en día. Blavatsky advirtió al respecto que “la Ciencia tiene tan sólo una clave (la clave de la materia) para abrir los misterios de la Naturaleza, mientras que la Filosofía Oculta posee siete claves, y explica lo que la Ciencia no logra ver”.

Presentando un escueto esquema de lo que se va a exponer, podemos decir que cada planeta, aunque es una sola masa, se compone de otros seis globos compañeros, que se diferencian por grados de consciencia. Los siete globos suponen el discurrir desde lo más etéreo a lo más material: tres globos en descenso, llegando al más bajo, el cuarto, y vuelta a lo etéreo o espiritual a través de los restantes tres globos. Este conjunto forma una cadena a través de la cual va evolucionando la vida en siete ciclos, expresándolo de forma simple.

 

Globo, cadena planetaria y ronda.

Es fundamental entender que “Todas las cosas, tanto en el Universo metafísico como en el físico, son septenarias”, y por lo tanto un planeta tiene a su vez siete manifestaciones, por ejemplo, la actual Tierra material tiene otros seis mundos compañeros, dándose a cada uno de ellos el nombre de “Globo”. Estos globos no son cuerpos separados, sino que forman una sola masa, aunque los otros seis no sean accesibles a la consciencia actual de los humanos; Judge dice: “La Tierra es uno de los siete globos con respecto a la conciencia del hombre solamente, porque cuando el hombre funciona en uno de los siete, él lo percibe como un globo distinto sin alcanzar a ver los otros seis. (…) Los siete “globos” constituyen una sola masa o un gran globo y todos ellos se interpenetran los unos con los otros; y tenemos que decir “globo”, porque la forma última es globular o esférica. (…) estos globos están unidos en una sola masa aunque difieran los unos de los otros en substancia, y que esa diferencia de substancia se debe a un cambio del centro de conciencia”. (2). Lo explicado es muy importante, sobre todo para no malinterpretar los diagramas que se utilizan, ya que pueden dar la errónea idea de que existen globos independientes. (3)

La vida, a su vez, va evolucionando en cada uno de los siete globos “desde el Primero al Séptimo (globo A al G), lo que conforma una Cadena -de ahí la cadena planeraria-, en Siete Rondas o Siete Ciclos”. Es decir, la ola de existencia, la mónada, va pasando de globo en globo en oleadas, lo que se repite en siete rondas, siempre en evolución ascendente en grado.

Existen, al mismo tiempo, siete planos en el universo, correspondiendo la cadena planetaria a los cuatro inferiores, “perteneciendo los otros tres al Universo Arquetipo” (“tres planos de conciencia más elevados” que “tan sólo se revelan y explican a los Iniciados). “El más bajo de todos el nuestro, o sea el Universo visible.”  A través del diagrama que se expone más adelante, se verá todo esto más claro siendo así que en la representación se colocan los globos en forma de “V” y a su vez divididos horizontalmente en cuatro planos, situándose dos globos por cada plano y uno en el más bajo.

Por lo tanto, “la eterna Ley una desenvuelve todas las cosas en la Naturaleza que ha de manifestarse, con arreglo a un principio séptuple; y entre otras, las innumerables Cadenas circulares de Mundos, compuestas de siete Globos graduados en los cuatro planos inferiores del Mundo de Formación, perteneciendo los otros tres al Universo Arquetipo. De estos siete Globos, tan sólo uno, el inferior y el más material de todos, se halla dentro de nuestro plano o al alcance de nuestros medios de percepción, permaneciendo los otros seis fuera del mismo y siendo por lo tanto invisibles al ojo terrestre. Cada una de tales Cadenas de Mundos es el producto y la creación de otra, inferior, y muerta: es su reencarnación, por decirlo así”. (Blavatsky llama a nuestra propia cadena “la hija de la Luna” en La Doctrina Secreta).

“Nuestra Tierra, como representante visible de sus globos compañeros invisibles y superiores, sus “Señores” o “Principios”, tiene que vivir, lo mismo que los demás, durante siete Rondas”. Cuando se ha alcanzado la séptima u última ronda, “el Globo primero o más elevado A seguido por todos los otros hasta el último, en lugar de pasar por cierto período de reposo o de “Obscuración”, como en sus Rondas precedentes, comienza a marchitarse. La Disolución Planetaria (Pralaya) se halla próxima: su hora ha sonado; cada Globo tiene que transferir su vida y su energía a otro planeta”. De aquí lo apuntado anteriormente en cuanto a que la Luna es la predecesora del planeta Tierra, siendo así que cuando se va completando la séptima y última ronda, los elementos de vida y energía de cada globo van transfiriéndose para la formación del correspondiente globo de una nueva cadena planetaria; es decir, el globo A de la cadena que finaliza daría lugar a la formación del globo A de la cadena que esta por formarse, lo mismo con el globo B, etc.


En la anterior imagen, cada globo está señalado con una letra, empezando el desenvolvimiento de la vida en el globo A, continuando por el B, etc. hasta completar la cadena completa. Apuntar solamente que “Cada Ciclo de Vida en el Globo D (nuestra Tierra), se compone de siete Razas Raíces, que comienzan con la etérea y terminan con la espiritual en una doble línea de evolución física y moral, desde el principio de la Ronda terrestre hasta que concluye”; señalándose aquí que la humanidad tal y como la conocemos actualmente no surgió hasta la tercera raza raíz de la cuarta ronda (nuestra raza raíz es la quinta; estamos, por tanto, en el globo D, cuarta ronda, quinta raza raíz, quinta subraza).”

Como antes se indicó, “De estos siete Globos, tan sólo uno, el inferior y el más material de todos, se halla dentro de nuestro plano o al alcance de nuestros medios de percepción, permaneciendo los otros seis fuera del mismo y siendo por lo tanto invisibles al ojo terrestre (así, como nuestra humanidad se encuentra en el globo D, solo vemos los equivalentes de otros planetas).  “(…) todos los planetas tales como Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, etc., nuestra Tierra, son tan visibles para nosotros, como lo es probablemente nuestro Globo a los habitantes, si los hay, de los demás planetas, puesto que se encuentran todos en el mismo plano; mientras que los globos superiores y compañeros de estos planetas están en otros planos por completo fuera del de nuestros sentidos terrestres”. Es decir, los otros globos “pertenecen a otro estado de conciencia por completo distinto” al nuestro. O como lo expresa también Blavatsky en “La Clave de la Teosofía”: “Estos seis globos son invisibles porque yacen fuera de nuestros medios físicos de percepción o plano del ser. No sólo su densidad material, peso o constitución son enteramente distintos de los de nuestra tierra y de otros planetas conocidos; sino que (para nosotros) están en un estrato de espacio totalmente diferente, por así decirlo; un estrato que nuestros sentidos físicos no pueden percibir ni sentir”.

La evolución de la vida procede en estos siete Globos o cuerpos, desde el Primero al Séptimo, en Siete Rondas o Siete Ciclos.

“Respecto a las Mónadas (4), se ruega al lector tenga presente que la filosofía oriental rechaza el dogma teológico occidental de un alma nuevamente creada para cada recién nacido, dogma tan antifilosófico como imposible en la economía de la Naturaleza. Debe existir un número limitado de Mónadas que evolucionan y van siendo más y más perfectas, por medio de la asimilación de muchas personalidades sucesivas, en cada nuevo Manvantara. Esto es en absoluto necesario en vista de las doctrinas del Renacimiento y del Karma, y de la vuelta gradual de la Mónada humana a su origen –la Deidad Absoluta–. Así pues, aunque las huestes de Mónadas, en mayor o menor progreso, sean casi incalculables, son, sin embargo, finitas, como lo es todo en este Universo de diferenciación y finitud”.

Según la Doctrina Oculta, el recorrido de la mónada o “chispa divina” empieza su desarrollo en cada ronda en el globo A de un planeta, en su arco descendiente, es decir, hundiéndose en la materia, hasta llegar al globo más denso o material (globo D o cuarto), para después ir ascendiendo de nuevo hacia lo más espiritual. H.P.B. lo explica así en la Doctrina Secreta: “La evolución procede por Ciclos. El gran Ciclo Manvantárico de Siete Rondas, al principiar en la Primera Ronda con el mineral, vegetal y animal, conduce su obra evolucionaria, en arco descendente, a un punto muerto en la mitad de la Cuarta Raza, al final de la primera mitad de la Cuarta Ronda. Es, pues, en nuestra Tierra - la cuarta Esfera y la inferior a todas - y en la presente Ronda, donde se ha llegado a ese punto medio. (…) En el arco descendente, es lo espiritual lo que gradualmente se transforma en lo material. En la línea media de la base, el Espíritu y la Materia se equilibran en el Hombre. En el arco ascendente, el Espíritu vuelve a afirmarse lentamente a costa de lo físico, o de la Materia, de modo que al final de la Séptima Raza de la Séptima Ronda, la Mónada se verá tan libre de la Materia y de todas sus cualidades como lo estaba en el principio; pero habrá ganado, además, la experiencia y la sabiduría, el fruto de todas sus vidas personales, sin sus maldades y tentaciones”.

Apuntar, además, que “Cada Ronda lleva consigo un desenvolvimiento nuevo y hasta un cambio completo en la constitución mental, psíquica, espiritual y física del hombre; evolucionando todos estos principios en una escala siempre ascendente”.

Por último, solo señalar que “las Mónadas que circulan en torno de cualquier Cadena septenaria, se hallan divididas en siete Clases o Jerarquías, según sus respectivos grados de evolución, conciencia y mérito”, siendo así que “Los espacios de tiempo que median entre las apariciones de estas Jerarquías en cualquier Globo, están ajustados de tal modo, que cuando la clase 7, la última, aparece en el Globo A, la clase 1, la primera, ha pasado Justamente al Globo B, y así sucesivamente, paso a paso, en torno de toda la Cadena”.

 

Cada planeta, a su vez, es septenario.  

Ya hemos visto que “a cada planeta, ya visible o invisible, se le atribuyan seis Globos compañeros”, ahora bien, cada uno de estos globos se componen, a su vez, de siete principios, igual que la constitución del ser humano es también séptuple (principio de correspondencia, “como es arriba es abajo”). Helena Blavatsky hizo la siguiente aclaración en La Doctrina Secreta: “se nos enseña que cada planeta (…) ya sea conocido o desconocido, es septenario, como también lo es la Cadena a que la Tierra pertenece”. (5 y 6)

Aunque esto es tema que debe desarrollarse aparte, se anuncia de forma esquemática la constitución septenaria del ser humano, para relacionarla a paso seguido con los planetas:

A continuación, se copian los dos gráficos extraídos de “La Doctrina Secreta” donde se resume la equivalencia de los principios humanos y la división planetaria:


“Las líneas negras horizontales de los Globos inferiores son los Upâdhis [base de algo, subestructura] en el caso de los Principios humanos, y los planos en el caso de la Cadena Planetaria. Por supuesto, en lo referente a los Principios humanos, el diagrama no los coloca por completo en orden; aunque hace ver la correspondencia y la analogía hacia la cual se llama ahora la atención. Como verá el lector, se trata del descenso del Espíritu en la materia (…)”.

Para quien no esté familiarizado con todo lo expuesto, puede parecer una teoría abstracta y de dudosa utilidad práctica, si bien en el gran sistema filosófico de la teosofía todo encaja a la perfección y entender estos conceptos es fundamental para la debida comprensión de otras ideas, estando todo ello interrelacionado; por ejemplo con la evolución y constitución de los seres humanos, la Ley del Karma, la reencarnación, etc.



(1). Todos los textos trascritos son de La Doctrina Secreta, tomo I, de H.P.B., salvo que se indique el autor concreto. Esta obra, según certificaron los propios Maestros M. y K.H., es la producción de ellos dos y de H. P. Blavatsky.  Se han añadido cursivas o negritas para destacar parte del texto.

(2). El océano de la Teosofía, William Q. Judge.

(3). En La Doctrina Secreta, volumen I, H.P.B. cita en extracto una carta de los Maestros que indica al respecto: “De   aquí   que   sea   racional   que   los   Globos   que   sombrean a nuestra Tierra deben estar en planos diferentes y superiores. En resumen: como Globos, están en COADUNACIÓN, pero no en CONSUBSTANCIALIDAD CON NUESTRA TIERRA, y por lo tanto pertenecen a otro estado de conciencia por completo distinto”.

(4). Mónada: Es la Unidad, el UNO; pero en ocultismo a menudo significa la duada: Ātma-Buddhi o esa parte inmortal del ser humano que encarna en los reinos inferiores y gradualmente adelanta, a través de ellos, hacia el Hombre y, de allí, encuentra su camino hasta la meta final: Nirvāṇa. “La clave de la teosofía”, H. P. Blavatsky.

(5). “… [Los “Siete planetas” son los planetas sagrados de la antigüedad, y todos son septenarios].” -letra cursiva añadida- La Doctrina Secreta, volumen I, citándose al Maestro. 

(6). “Esto se refiere, igualmente, a todos los globos de la cadena de la tierra y los otros seis no se pueden llamar “tierras”, ni ésta era la intención, estando compuestos de materia imperceptible a nuestros ojos. Entonces, cuando el corresponsal dice que: “no hay siete tierras”, se confunden dos temas, pues, las siete tierras mencionadas son esta tierra y sus principios; mientras los “globos compañeros” son los otros globos en nuestra cadena y no los principios superiores de nuestra tierra. Cada globo de la cadena es septenario (La Doctrina Secreta, Vol. I.). Por lo tanto: si contamos los principios de estos globos tendremos siete veces siete, es decir: 49, en lugar de sólo siete en total, como sucedería siguiendo la posición del corresponsal”. “Foro”. Respuestas de William Q. Judge, reimpreso de “El Foro Teosófico” (1889 – 1896).