"La tarea consiste en hacernos “más capaces para ayudar y enseñar
a los demás”. Naturalmente, la personalidad se rebela, se deprime
o ambas cosas. Podemos esperar esto y prepararnos para la reacción si
somos sabios y confiamos en la enseñanza de los Maestros. Queremos
saber, ser y adelantar; además, estamos conscientes de que toda
pequeña aserción de las “ideas personales” es un obstáculo y que éstas
y sus “sentimientos” particulares pueden ser fácilmente perturbados y
heridos. Su “blandura” muestra su naturaleza frágil y deja constancia de
que no vale la pena preservarlos, considerando lo que hemos aprendido
y lo que debemos hacer para sacar adelante los grandes resultados. “Te
preocupas por quienes no hay razón de lamentarse”, es un dicho real, que
deberíamos considerar como una verdad. “La personalidad, expulsada
de un baluarte, se refugia en cualquier otro disponible”; debemos velar
sobre todo, a lo largo del camino. La justa actitud facilitará la batalla,
entonces, al haberla asumido, “apunta la flecha en el blanco”.
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Debemos aprender que estamos tratando con mentes que necesitan
ser guiadas, presentándoles ideas más amplias. Podemos decir mucho
si adoptamos la manera adecuada y si mantenemos el sentimiento justo
y bondadoso. De nada sirve fomentar la oposición, que se alimenta de
manera muy marcada si usamos el ridículo. En cualquier esfuerzo por
señalar las falacias, todo factor cuenta: una voz áspera e intransigente,
unos modales bruscos, acompañados por palabras que expresan
una actitud inamistosa, pueden fácilmente provocar un ataque de
intolerancia. Indicar dónde un sistema de pensamiento es inadecuado no
implica “demolerlo.” El lema de los Teósofos es: “No hay religión más
elevada que la Verdad” y todas las filosofías deben poder sobrellevar el
escrutinio crítico más rígido a la luz de tal apotegma o no tienen valor.
Cualquier cosa debe poder sostenerse por sus propios méritos. Si esto
ha sido indicado, si las palabras siguen las líneas del examen de los
méritos y si el señalamiento de los deméritos se propone el alcance de la verdad, nadie puede criticarlo. A todos les gusta un análisis cándido
y exento de prejuicios.
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El dogmatismo es la falla de muchos. A mi juicio lo engendra,
en realidad, un sentimiento de inseguridad, mientras uno trata de
convencerse a sí mismo y a los demás de la certeza de su conocimiento
correcto. Por supuesto, existen otros tipos de dogmatismo, como el
sustentar la propia opinión simplemente por ser la nuestra, una aserción
egoísta. Según se dice, el dogma es eso que parece ser bueno y justo
para uno; el dogmatismo, por lo usual arrogancia, es aserción. Siempre
me lleva a la idea de la afirmación forzada de una declaración cuya
prueba es inasequible. Se puede hablar de forma convincente acerca
de lo que se considera verdadero, sin caer en el dogmatismo. Cuando
estamos convencidos de la verdad del asunto que tratamos, no hay razón
por la cual no deberíamos exteriorizar esta convicción de manera tan
enfática según el caso; sin embargo, tampoco hay un motivo que nos
induzca a exigir su aceptación. En lo que a nosotros nos concierne,
no exigimos que se acepte la Teosofía; señalamos sus principios y
sus aplicaciones. La Teosofía declara ciertos temas divulgados por
hombres perfeccionados y con conocimiento de causa; sin embargo,
no son declaraciones que deben ser creídas. Deja constancia que
este conocimiento, que ellos adquirieron mediante la observación y
la experiencia en muchos cuerpos, es alcanzable por todos los seres
humanos, señalando la manera para hacerlo. La cordura de la afirmación
del conocimiento, saca la declaración del campo del dogma.
“La Conciencia es ubicua, no puede localizarse ni centrarse sobre o
en algún sujeto particular; tampoco puede limitarse. Sólo sus efectos
pertenecen a la región de la materia; siendo el pensamiento una energía
que afecta a la materia en varias formas, mas la conciencia en sí no
pertenece al plano de la materialidad”.
La fe es, realmente, nuestra confianza en el hecho de que los Maestros
existen y que sus enseñanzas son lo que estamos siguiendo. Si hasta la
fecha nuestro estudio de su filosofía no ha engendrado esa confianza y
si estuvimos estudiándola por mucho tiempo, hay poca esperanza para
nosotros. Más, si tenemos esa confianza y nos hemos beneficiado de sus
enseñanzas, podemos seguir adelante con plena certeza; pues podremos
saber siguiendo las líneas que ellos trazaron. No es tanto una cuestión
de lo que prometimos abstenernos hacer, es decir, nuestra intención de comportarnos así; sino saber el justo curso a seguir. Nadie nos obliga
y nadie nos castiga; pero “nosotros” tenemos éxito o fracasamos
según nuestro uso del consejo y de las sugerencias libremente dadas.
¿Dudamos de nuestra habilidad? Mientras tanto, jamás tendremos un
gran éxito. Aprendemos a conocer nuestra habilidad usándola hasta
el límite. No debemos preocuparnos por los errores; ya que podemos
aprender de ellos si representan esfuerzos concienzudos e incesantes.
Es puro egoísmo desear saber que cualquier curso aconsejado nos
beneficiará; el consejo puede ser dado; pero el conocimiento es algo que
se adquiere. No deberíamos buscar los resultados personales. Las cosas
hay que efectuarlas porque es justo hacerlas y no porque nos traerán
beneficio. Toda vacilación, temor y desaliento surgen de una actitud
personal. Ésta debe ser cambiada y cada uno debe hacerlo por sí solo.
Nadie puede alterarla para nosotros. El primer paso hacia este cambio
es captar la necesidad de darlo.
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Muchas declaraciones de los Maestros son axiomas para aplicar;
mientras, al mismo tiempo, están entretejidas con el tipo de razonamiento
que puede adaptarse a la manera ordinaria de pensar. La mayoría de las
personas imagina y acepta, como hecho, que existe sólo una forma de
pensar: un razonamiento de premisas a conclusiones, esquematizando
las cosas para encontrar la causa. Por medio de una infinitud de
cuadriculaciones, llegan a imaginar, finalmente, que la Materia es todo
y lo hace todo; no encontrando respuesta final alguna. La ciencia, la
psicología y todos los otros esfuerzos que proceden de lo particular y
estriban en éste, fracasan, debido a que no admiten la existencia de un
conocimiento verdadero y pleno o que éste pudiera haber existido en
tiempos anteriores. ¿Acaso la ciencia de cada período no afirmó que
su conocimiento era el más elevado y el más glorioso existido y su
civilización la más grandiosa? Si la ciencia y la psicología occidentales
siguieran con sus tremendos esfuerzos a la luz del conocimiento de las
eras, muy pronto la oscuridad espiritual e intelectual se disiparía, dando
origen a una civilización capaz de expresar lo espiritual y lo intelectual
en una verdadera vida física. ¿Qué es lo que nos obstaculiza? El orgullo
intelectual nos traba, junto al efecto entorpecedor de las concepciones
falsas de la religión que dan un enfoque materialista al pensamiento,
convirtiendo la vida, el paraíso, el infierno y dios en algo material, “en
ídolos de barro.” Es un prodigio que la vida sea soportable así como es;
o sería un prodigio si no supiéramos que el ser humano es más que sus experiencias, sus concepciones o su filosofía y que no sigue, hasta las
conclusiones lógicas, eso que adopta como su “religión”.
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Después de una explosión de la personalidad y las reacciones
resultantes, a veces un Discípulo toma la determinación que en el
futuro no oscilará tanto. Esta no es la verdadera posición, pues él espera
oscilar un poco. Por supuesto si espera oscilar, oscilará. Más valdría
esperar dar en el blanco en lugar de fallar. Hay una gran diferencia en la
posición psicológica y también en la calidad de la energía estimulada.
Deberíamos cesar de dudar en nuestro poder de realización. Si dudamos,
sería como lanzar una flecha con la cuerda del arco suelta; no hay fuerza
ni dirección cierta. Cuando la cuerda del arco se jala y tensa, luego se
suelta, la flecha no vacila, se dirige a donde se apuntó, acompañada por
la fuerza ejercida durante el tirón.
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El sincero deseo de ayudar a los demás actúa como un gran canal de
nuestra conciencia supersensorial. Más confianza en nuestra naturaleza
interna y en el Poder concomitante, dará frutos. Lo interno es siempre
el más perfecto, haciendo más obvias las aparentes imperfecciones
e incapacidades de lo externo. Sin embargo, esta mera percepción
estimula el esfuerzo necesario para afinar lo interno y lo externo. No
podríamos pensar que somos perfectos o imperfectos si, en realidad, no
transcendiéramos ambos. H.P.B. dice: “El adelanto del Ego es una serie
de despertamientos progresivos”. Como no somos palos ni piedras; sino
seres humanos, debemos “sentir” el éxito o el fracaso. Demostramos
sabiduría cuando el éxito no provoca la “jactancia” y el fracaso la
depresión. Deberíamos seguir de manera constante e invariable eso que
nos parece ser justo.
Todo estudiante activo de Teosofía debe, a la larga, encontrar
alguna “traba” teosófica. Estas son buenas como aparecen, pues: “si
tropezamos” con algo, implica que nos descarriamos del camino recto
y los “tropezones” son significativos sólo por señalarnos que hay
que prestar atención a nuestra orientación. No los sentiríamos si no
tuviéramos una “brújula” interna. El propósito de la vida es aprender
y todo es aprendizaje. Por eso, estas cosas, aunque no sean alegres al
momento, serán objeto de sonrisas después. Los griegos solían decir que
cuando la tierra empezó a girar en el espacio, los Dioses se desternillaron
al sólo verla girar. Así nosotros, siendo estos Dioses, podemos reírnos de las insensateces que experimentamos, siguiendo con el trabajo de
promulgar las ideas correctas para quienes son receptivos. Debemos
cultivar la actitud mental mencionada en el Bhagavad Gita: quedarse
imperturbado ante cualquier cosa que es transitoria. Estas trabas son los
medios mediante los cuales llegamos a tal actitud.
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A veces y quizás a menudo, sentimos nuestra debilidad mientras
pensamos. La debilidad no es la de nuestro verdadero Ser, el Hombre
interno; sino de eso en lo cual nos hemos apoyado: el falso ego. Si
tenemos presente que ahora estamos trabajando con una porción de
nuestros poderes, esa porción que necesita ejercicio y dirección adecuada
a fin de asimilarla a lo que realmente sabemos y somos, deberíamos
estar más contentos en esperar la eclosión completa. Nuestra perspectiva
determina la clase y la calidad de nuestra acción. Al tener presente que
los Maestros no sólo son Ideales, sino Hechos, y que todo lo que H.P.B.
y W.Q.J. han escrito acerca de Ellos era para nuestra ayuda y aliento en
nuestras luchas, esto nos acerca a Ellos, fortificándonos con el poder
que fluye de tal confianza.
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El mejor método a seguir para tratar de auxiliar a nuestras amistades,
consiste en ayudarles a ver sus obstáculos. Una manera de hacerlo es de
forma indirecta: narrar una historia, por ejemplo, de un conocido que
hizo esto o aquello. El relato no debe despertar la sospecha en la mente de
quien estamos intentando ayudar. Se necesita sutileza; pero es factible y
se puede hacer bien. En el caso de una mente obtusa, involucrada en sus
asuntos, a veces es mejor tratarla de forma directa. El punto clave es no trabajar por una oportunidad, sino tomarla cuando ésta se presente.
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Algunos estudiantes jamás han desarrollado una base firme. Muchos,
que aman llamarse Teósofos, asumen esta visión de las cosas: “Los
principios son otro tanto buenos bajo cualquier nombre”. Esto es cierto,
pero un soldado en el campo de batalla no es un ejército y un principio
no es una filosofía omniabarcante. La Teosofía indica un hecho de
importancia capital: los Maestros existen, siendo nuestros hermanos
Mayores quienes, bajo el nombre de Teosofía han dado al mundo
un registro de las Leyes que gobiernan a todos los constituyentes del
Hombre y de la Naturaleza. Tomar algunas partes menores de esto y
no dar a la humanidad el conocimiento del entero es ignorar el gran
hecho mismo, un hecho tan tristemente necesario en el mundo y, al mismo tiempo, es impedir la divulgación del conocimiento. Tal acción
encierra resultados kármicos perjudiciales, ya se haga consciente o
ignorantemente. No es algo insignificante ponerse entre los Maestros y
Su trabajo, obstruyéndolo. No nos cansaremos de repetir que la Teosofía
es un registro del conocimiento y no es asimilable ni comprensible si la
reducimos o la modificamos para que encaje con las ideas preconcebidas
y los prejuicios del período o de la gente. La Teosofía es sui generis
(única en su género) y debe ser tomada así si queremos beneficiarnos
de ella.
A veces las personas dicen que las reuniones teosóficas son “frías”
y tratan los principios filosóficos y su aplicación en el diario vivir, mientras encuentran más “devoción” en las reuniones de las varias sectas
o cultos o aún en otros tipos de encuentros llamados “teosóficos”. Sería
interesante saber lo que estas personas quieren decir por “devoción”.
No cabe duda que, a menudo, se refieren a estas clases de reuniones
donde hay “meditación”: una especie de reunión con oración en la cual
se estimulan las emociones psico-religiosas. Los Maestros de Teosofía
dicen: “La primera prueba del verdadero discipulado es la devoción para
el bien ajeno”. Entonces, hay diferentes clases de “devoción”, algunas
de las cuales se dirigen a la personalidad. Esta no es la verdadera
meditación.
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Algunos Teósofos no estudian; esto los hace débiles. A menudo son
sinceros, pero no trabajan ni sienten el intenso deseo de hacer todo lo
que pueden. Esto les causa una pérdida en todo aspecto. El trabajo no
llegará sin el sentimiento; aún trabajar por resultados personales sería
inútil si faltara el sentimiento. Existe sólo una manera de adelantar:
cultivar el sentimiento que produce el trabajo. Esto robustece y mejora
la naturaleza completa, inclusive las circunstancias de la vida. Otros
estudiantes tienen el sentimiento de devoción, pero centran gran parte
de ello en sí mismos. Deben olvidarse de sí mismos en el trabajo por
los demás, dando todo su pensamiento, fuerza y esfuerzo a la Causa
que ellos consideran ser verdadera. Esto incluirá la personalidad como
medio, pero no como fin.
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¿No es quizás cierto que una vez suprimido el yo personal, el Ser superior
puede expresarse? Podríamos decir que se produce una inmersión en el
gran Océano de la Vida, el SER; por lo tanto, la identificación con las ideas personales y los sentimientos se vuelve inexistente. Cuando estos
momentos llegan, hay que tener cuidado con el panegírico personal;
lo inferior se alimenta y se fortifica de esto y, muy a menudo, sin que
nosotros nos apercibamos de ello, aún en los momentos en que
estamos tratando de velar para que esto no suceda o pensamos que
estamos vigilando. Tampoco es bueno hablar con los demás acerca de
estas pruebas internas, ni siquiera con nuestras amistades, pues esto
engendra autosatisfacción, tan sutil es la naturaleza personal. Debemos
aprender a reconocer las cosas como son, cesando de evaluarlas a la
luz de las opiniones o los sentimientos ajenos. Tampoco deberíamos
sentirnos deprimidos. En otras palabras, deberíamos ser impermeables
al desaliento de la naturaleza inferior, porque esto es lo que sentimos
y no deberíamos exteriorizar la lucha que se está librando dentro de
nosotros.
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La vida del Discípulo debe ser de constante alerta, no simplemente
de los demás, sino principalmente de nosotros. A menudo, tendemos
a separar nuestra vida Teosófica de la personal. Más no podemos
circunscribir nuestros esfuerzos a nosotros mismos, incluyendo sólo
las relaciones directamente ligadas a nuestro activo trabajo teosófico.
Hay más probabilidades de atenuar nuestros esfuerzos en nuestra
vida doméstica y en nuestras comunicaciones diarias, que en nuestras
relaciones públicas de estudiantes. La vida doméstica y sus conexiones
han sido el principal terreno de entrenamiento para la personalidad, por
lo tanto tenderá a exteriorizar su disposición de forma más completa allí
que en algún otro lugar. Tal expresión, aparte de lo que podríamos llamar
una autoafirmación excesiva, puede manifestarse en pequeños métodos
aparentemente inofensivos, por ejemplo: decir a los otros componentes
del núcleo familiar lo que va a hacer acerca de asuntos que es inútil
comunicar. Cuando uno se detiene a pensar, lo cual es necesario, se
da cuenta de que tales acciones son simplemente los esfuerzos de la
naturaleza personal por destacarse, tratando de atraer la atención hacia
sí en todo modo: hablando, actuando, invocando la simpatía, dando
directivas a los demás, hablándoles con menosprecio y las mil y una
maneras a las que la personalidad recurre para mantenerse viva, ya que,
cuando se suprime en una dirección, surge, astutamente, en alguna otra.
“Ella” seguirá haciendo esto siempre que le dejemos una abertura.
Lo antes dicho puede parecer muy restrictivo y difícil, pero en realidad
no lo es. El sentimiento de “restricción” procede de la personalidad y no del Ego. Se sabe que algunos Discípulos que estaban tratando muy
intensamente, llamaban la atención al hecho de que habían superado
esto y suprimido aquello; ésta es la misma vieja personalidad llevando
puestos nuevos atuendos. Es siempre mejor no hablar de sí mismo:
“ya sea acerca de lo que uno come, bebe o se pone encima”. He aquí
algunas buenas máximas a aplicar: “Jamás pidas a otro que haga por
ti lo que puedes hacer”; “Sabes donde están tus cosas, agárralas por
ti solo cuando las necesites”; “Haz para los demás lo que puedas con
benevolencia; pero no esperes que los demás lo hagan por ti”; “Eres
valioso sólo cuando eres útil y no cuando necesitas ayuda”. Estas se
demostrarán eficaces si las pusiéramos en práctica.
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El animal puede relacionar la causa y el efecto en algunas direcciones;
sin embargo percibe poco nexo, si es que percibe alguno, entre los diferentes estados.
Un gato que está afuera al frío maúlla porque quiere entrar en la casa; una
vez que se ha calentado, saldrá de nuevo sin vacilar, no recordándose del
estado que acababa de experimentar. Algunos seres humanos se acercan
muy peligrosamente a un estado de existencia similar y todos caemos en
esto, en alguna medida. La mayoría de las personas identifica el poder
de percibir con la acción de la percepción, no captando, entonces, la
comprensión y la aplicación correctas. “¿Qué los levantará del cuerpo
vivo de esta muerte?”. La aflicción, el dolor, los sufrimientos y la pérdida.
Mientras tanto, están unidos a sus ídolos y se les debe dejar en paz. “La
Teosofía es para los que la quieren y nadie más”.
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Si la Conciencia es la única Realidad, el Conocedor, el Sustentador
y el Experimentador, entonces, cada condición o estado es, más o
menos, una apariencia temporal. Todas las clasificaciones se refieren
sólo a las acciones de la Conciencia, siendo el universo “conciencia
personificada”, podríamos decir que es una creación de las formas, una
construcción de lo grande mediante las combinaciones de lo pequeño.
Recordarás que H.P.B. dijo: “Es obvio que la vida y la muerte, el bien y
el mal, el pasado y el futuro son palabras vacías o, en las mejores de las
hipótesis, lenguaje figurado. En realidad, son sólo cambios de estado.
La verdadera vida está en la conciencia espiritual de esa vida, en una
existencia consciente en el Espíritu y no en la materia”. Además, ella
dijo que se había esmerado en vano por impartir esta idea a los teósofos
en general, y que con tal idea básica todo lo restante se vuelve simple. Sin
embargo, millares de teósofos que leen esta oración y otras numerosas análogas, no les encuentran sentido.
La Conciencia es la causa y la base de todos los estados, nos
demos cuenta o no. Es la única que es; ya sea que haya universos o
no. Si tomamos la idea de que la Vista, que lo ve todo, no puede verse
a sí misma y la aplicamos a la Conciencia, debemos admitir que la
Conciencia no puede conocerse a sí misma, aunque conozca todo. ¿No
es acaso la Conciencia Conocimiento mismo como abstracción? “Es la
sabiduría misma, el objeto de la sabiduría y lo que es obtenible por la
sabiduría. Preside siempre en los corazones de todos”. Es omnipresente
y percibe, constantemente, el panorama cambiante de la existencia.
“Establezco este universo con una porción de mí mismo y permanezco
separado”.
A nuestra forma de conciencia la constituyen varios y distintos
contactos con otras formas de conciencia. Basamos nuestras maneras
de actuar en estas expresiones parciales, obteniendo su reacción en
repeticiones constantes. Puesto que el Ser lo es todo, está en todo y todo
está en el Ser, el Ser es el Testigo de todo. La percepción aparentemente
separada en nosotros no es un Ser separado; si no el Uno y lo Mismo
mientras aparece separado en todas las criaturas.
El conocimiento del Ser implica el Ser y el Conocimiento; sin el
Ser no habría conocimiento; sin la existencia no habría conocimiento
del Ser. “Lo Superior ve a través de los ojos de lo inferior.” Todas son
expresiones parciales del Uno, vistas por el Uno y conocidas por el
Uno. La individualización del ser no tiende a la separación; sino a la
universalidad de la ideación y a la acción consiguiente. ¿Qué lo hace?
El pensamiento. Toda experiencia es mediante la Conciencia y en ella;
la Ideación se hace más y más universal.
“Cuando la irrealidad cesa de existir en el ser individual, está claro
que él vuelve hacia lo universal; produciendo un rechazo hacia la
imposición y otras características del ser individual”.
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En lo que concierne a nuestros estudiantes y compañeros, podemos
equivocarnos en lo referente a su verdadera actitud hacia nosotros. A
menudo es nuestra actitud hacia ellos, la que nos presenta una falsa
concepción. Es cierto que todos tenemos defectos. Y un defecto de un
género no es mejor que el defecto de otro tipo. Notamos los defectos
de los demás, o lo que parecen ser tales, de la misma forma como
ellos pueden captar los nuestros. Entonces, nos juzgamos mutuamente
basándonos en los defectos percibidos. Esto es lo opuesto de ese respeto que deberíamos tener hacia los estudiantes compañeros, porque esto
es lo que ellos son y todos trabajan para un propósito común. Por lo
tanto, estamos dispuestos a admitir el terreno común, más al mismo
tiempo afirmamos que no hay otros puntos de contacto, entonces,
debe ser verdadero que permanecen malentendidos mutuos; de qué
depende esto, cada uno tiene que analizarlo. Hay algo que lo causa.
¿Es el miedo, la duda, la ambición, el celo o qué más? Estas cosas
debemos determinarlas y actuar sobre ellas a solas, a pesar de lo que
algún otro pueda hacer o lo que se pueda haber pensado de él. Todo esto
nos mantendrá tan ocupados a vigilar sobre nosotros mismos, que no
tendremos tiempo ni inclinación de ofendernos por la conducta ajena.
Mientras tanto, nos levantaremos a un nivel de discernimiento más
elevado y mejor, obteniendo el poder de ayudar de manera mejor y más
eficaz a aquellos que, en un tiempo, encasillamos.
Está escrito que a los estudiantes no se les elige por sus afinidades
naturales mutuas, sino por razones muy distintas. Cada estudiante o
discípulo tiene alguna expresión particular de los defectos raciales,
que en superficie podrían suscitar la antipatía ajena, sin embargo,
como tienen una raíz similar en cada estudiante, dichos defectos son
tan parecidos que no se pueden distinguir. Así, cada uno tiene que
extirpar la raíz y, cuando lo haya hecho, la naturaleza auténtica brillará,
reflejándose en los demás.
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El deseo de saber “de dónde vino, dónde está y adónde” se dirige la
humanidad deriva del “instinto religioso” general, la verdadera base de
la religión se encuentra en la naturaleza espiritual humana. La religión
no surge fuera del hombre, como demuestra la acepción de la palabra
que deriva del latín: religere, religar. La religión es la unión de cada
ser humano y cada ser se remonta a Una Fuente del Todo. El verdadero
conocimiento surgió dentro del ser humano mismo tan pronto como
percibió su auténtica naturaleza. Conocer la naturaleza humana ha sido
afirmado y reafirmado, de vez en cuando, por hombres perfeccionados
procedentes de otros períodos evolutivos. Todas las formas religiosas
son copias anémicas y distorsionadas de las declaraciones originales en
las cuales estriban, es decir, las Tres Proposiciones Fundamentales de la Teosofía.
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Lo más importante sobre lo cual los estudiantes deben cuidar es el
autoengaño. La versatilidad de Manas inferior en esta vertiente es indescriptible. Por lo tanto, debemos percatarnos de que nuestros
motivos palmarios no sean máscaras para otros que subyacen en
ellos. La realización de esto deberíamos considerarla seriamente, sin
embargo, con alegría. Lo que hay que tomar lo más seriamente posible
es la tarea y no “nosotros mismos”. Al asumir tal actitud adquiriremos
discernimiento y fuerza, si jamás nos desesperamos y si jamás dudamos,
manteniéndonos tranquilos, atentos, persistentes y alegres a lo largo de
esta empresa. Nada es tan malo como pensamos que sea, ni jamás lo
será.
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A veces, las personas acusan a los demás por ser intolerantes. Quizá
tal acusación surja no tanto a causa de las declaraciones proferidas,
sino por el tono y el sentimiento que éstas contienen y que las
respaldan. Por lo usual, una persona puede declarar su creencia y
comprensión, dando su razón por esto sin estimular el antagonismo.
Esta es una cosa positiva hacia la cual esforzarnos. La tolerancia es
buena si se comprende correctamente, sin embargo la rodean muchas
ideas extrañas. Según algunos es intolerancia señalar cualquier error de
declaración o de hecho a quienes tengan otros puntos de vista. Hasta
la fecha, la Verdad jamás ha concordado con el error, tampoco el error
concuerda con el error; la Verdad sólo concuerda con la Verdad. Por lo
tanto, si creemos firmemente y estamos convencidos, por los hechos y
la razón, que poseemos la Verdad, sería una tolerancia falsa detenerla en
presencia del error. La Verdad existe en el mundo con el fin de destruir
el error. El error es dogmático y no ama una investigación atenta. La
Verdad ama toda averiguación posible, y, calma en su certeza, analiza
todo según sus méritos, examinándolo mediante el parámetro de la
Verdad. La mente ordinaria actual aún se encuentra bajo la influencia
de la superstición, del dogma y de la autoridad, por lo tanto deberá
quedarse en tal condición por algún lapso. Con frecuencia encontramos
a quienes se han liberado de las formas antiguas para involucrarse en las
inéditas del mismo error y, lo que es aún peor, arrastran a otros; no nos
resta más que mantenernos en el camino recto que conocemos, dejando
una traza que, quienes acabo de mencionar, pueden seguir en el futuro.
No debemos preocuparnos si ahora no pueden ver. Su tiempo llegará, estando lo anterior contemplado en la inmensidad del tiempo. Debemos
sólo seguir adelante con el Trabajo.
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A menudo el Discípulo, en ciertas etapas de su vida de estudiante, siente que ir a algún lugar con regularidad a solas contribuye a
mantenerlo psíquicamente equilibrado. Es cierto que para el progreso
no es algo positivo depender de cosas externas para el equilibrio. Pensar
así perpetúa, simplemente, la dependencia y no puede desarrollar esa
fuerza y percepción internas que son tan necesarias. Tal dependencia
ocasiona la insatisfacción hacia la mayoría de las cosas externas y exige
cambios periódicos, ninguno de los cuales produce algo duradero. Todo
esto provoca una tensión nerviosa que es corrosiva y destructora, ocupa
la mente con necesidades imaginarias, repercutiendo perjudicialmente
en el cuerpo.
La verdadera fuerza yace en el interno y puede estimularse y usarse
sólo cesando de pensar que cualquier cosa, en particular de carácter
externo, sea necesaria para nosotros, en la acepción común del término.
Tenemos nuestro lugar y nuestro deber que cumplir y ejecutar; las cosas
externas son nuestras oportunidades temporales y seríamos sabios si
las usáramos correctamente. Además, nos convendría asumir la actitud
que “nosotros” no somos necesarios a los demás; si nos fuéramos, nos
extrañarían sólo por un lapso relativamente breve y, finalmente, otras
personas y otras cosas ocuparán, por completo, su atención. Mientras más pronto lleguemos a este estado, mejor, y sólo entonces, siendo
autocentrados en el verdadero sentido y no “dependiendo de nada”,
podremos darnos plenamente cuenta de nuestra naturaleza interna y
prodigar el más grande servicio en el mundo humano. Todo lo anterior
quiere decir que tendemos a exagerar nuestra importancia, lo cual
es, precisamente, una actitud separatista, obstruyendo el verdadero
conocimiento y la eficacia.
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No se puede hacer un trabajo teosófico eficaz hasta que en el mundo
se encuentren personas capaces de ver la necesidad de ello y que estén
dispuestas a prepararse más y más para cumplir con esta necesidad.
El hecho de que ciertas personas encuentren tal oportunidad se debe a
su karma, sin embargo, lo que hacen con esta oportunidad depende de
la realización de su importancia. Una vez que percibimos algo de lo
que el Movimiento Teosófico significa para el mundo, nos volvemos
necesarios, no como personas, sino porque entendemos la situación y
actuamos. Aceleramos el Movimiento proporcionalmente al trabajo
que efectuamos por él y lo obstaculizamos en la medida que dejamos
que sea él el que nos arrastra. Es cierto que si hubiéramos muerto y
desaparecido o si fuéramos incapaces de entender el gran hecho de tal existencia de la Logia de los Maestros y su trabajo en el mundo, el
gran Movimiento seguiría funcionando como los otros, quizá no muy
sabia o eficazmente en muchos casos. Entonces, todo estudiante que
se esmera por convertirse en un instrumento idóneo, es necesario para
el trabajo en su plena capacidad de Alma, Mente y Cuerpo. ¡Es un
hecho tremendamente importante para nuestras personalidades! Si nos
empapáramos de la relevancia de lo antes dicho, aceptando “la batalla
que sólo los soldados favorecidos por la suerte pueden emprender”, no
vacilaríamos; pues al ver que la base de acción actual en el mundo es
errónea, trabajaríamos con ésta hasta donde debemos; mientras nosotros
pensamos y actuamos de una base muy distinta. Nuestros pensamientos
son nuestros pensamientos; nuestras vidas son nuestras vidas y ambos
lo hemos dedicado a nuestro trabajo. Habiendo puesto mano al arado
y al ver el campo que necesita ser cultivado, podemos empujar hacia
adelante con confianza y fe. ¿Acaso se necesita más poder? Esto llegará,
si sólo abriéramos nuestros grandes corazones, haciéndolos trabajar.
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El justo tipo de lenguaje teosófico procede sólo de la práctica. No es
simplemente el uso de una labia florida, sino que lo necesario es poseer
ideas bien asimiladas, el fruto del estudio y la aplicación constantes.
La lectura asidua de los artículos de W.Q.J. desarrolla la tendencia
a presentar las ideas correctas de la forma más sencilla y tales ideas
se convierten en un almacén mental al cual uno puede acudir cuando
quiera. No es tan necesario entender los conceptos profundamente
metafísicos de la Teosofía como lo es comprender las ideas
fundamentales, pudiendo ponerlas en práctica en todo problema de la
vida. Se constatará que los artículos de W.Q.J. contienen “el alfabeto, la
gramática y la composición” o, en otras palabras, una base para las ideas
justas, el justo pensar y la justa práctica. Es aconsejable leer diariamente
sus escritos. Quien lo hace no podrá menos que embeberse, absorber, su
espíritu, convirtiéndose en un expositor que es a la vez profundo, simple
y convincente.
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La cuestión de la personalidad es tan vasta, cuya solución podría
parecer como la elaboración de un complicado problema matemático.
Sin embargo, las verdades más grandes son las más simples y si
reflexionamos un momento en lo que no es la impersonalidad, quizá
esto nos ayude a entender lo que es.
Algunos se expresan enfáticamente contra la personalidad. Esto no prueba que estén libres de su influencia.
Algunos dicen poco, más el efecto de lo que se expresó es implicar que
ellos son impersonales. Parecen muy modestos, pero son simplemente
astutos.
Algunos tienen miedo de hablar de la personalidad, pensando que hay
que evitarla como un ogro.
Otros más predican la doctrina de la impersonalidad que sustrae
todo lo humano de la vida, convirtiéndola en una negación fría. Esta
doctrina es impaciente con la evolución, en cuanto todas las fallas deben
desaparecer de un solo tajo.
La impersonalidad no implica no hablar; no es el silencio, la
insinuación, la repulsión ni la negación, mas sobre todo no es una
diplomacia que oculta la ambición.
La impersonalidad significa ser libre de la personalidad; pero nadie
de nosotros lo alcanzará de inmediato; ya vamos bien si tratamos de
vencerla con persistencia, aunque lentamente.
Para fines prácticos podemos decir que estamos moviéndonos a lo
largo del sendero de la impersonalidad si estamos desarrollando un
corazón de niño; si estamos aprendiendo a amar lo hermoso; si estamos
volviéndonos más honrados, francos y simples; si estamos empezando
a percibir el lado dulce de la vida; si queremos a nuestros amigos y
amigas de manera mejor, extendiendo el círculo; si sentimos que nuestra
simpatía está expandiéndose; si amamos trabajar por la Teosofía sin
pedir posición ni recompensa; si no nos preocupamos mucho si somos
personales o impersonales.
Esto es suficiente para el individuo.
En el caso de la Sociedad Teosófica de América, la impersonalidad
implica no idolatrarse como una organización; esforzarse para que se
haga más amplia y más libre; fundirse, más y más, en el espíritu vivo
del movimiento -su ser superior; no despreciarla porque es una forma,
ni ensalzarla porque tiene un alma; convertirla en menos doctrinal y
más humana.
12 de Julio, 1897".
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CONSEJOS SENCILLOS, extraído del libro El filósofo amigo, de Robert Crosbie (The Theosophy Company), con algunas correcciones de erratas y puntuación.