01 agosto 2023

Espíritu y Materia.

 

Al principio de un gran Manvantara, Parabrahman se manifiesta como Mulaprakriti y luego como el Logos. Este Logos es equivalente a la “Mente Inconsciente Universal”, etc., de los panteístas occidentales. Constituye la base del aspecto–sujeto del Ser manifestado, y es el origen de todas las manifestaciones de la conciencia individual. Mulaprakriti o la Substancia Cósmica Primordial, es el fundamento del aspecto–objeto de las cosas – la base de toda la evolución y cosmogénesis objetivas.

 

“Un Dios extra–cósmico es fatal para la Filosofía; una Deidad intra–cósmica –esto es, el Espíritu y la Materia inseparablemente unidos–, es una necesidad filosófica. Sepáreselos, y lo que queda será una superstición grosera bajo una máscara de emocionalismo”.

“El pensamiento Divino no puede ser definido, ni su significación explicarse, excepto por las innumerables manifestaciones de la Substancia Cósmica, en la que el primero es sentido espiritualmente por los que pueden. Decir esto, después de haberlo definido como la Deidad Desconocida, abstracta, impersonal, asexual, que tiene que colocarse en la raíz de todas las Cosmogonías y su evolución subsiguiente, equivale a no decir absolutamente nada. Es lo mismo que intentar resolver una ecuación trascendental de condición, teniendo a mano, para deducir el verdadero valor de sus términos, sólo cierto número de cantidades desconocidas. Su lugar se encuentra en las primitivas cartas simbólicas antiguas, en las cuales, como ya se ha mostrado, está representado por una obscuridad sin límites, en cuyo fondo aparece el primer punto central en blanco –simbolizando de este modo el ESPÍRITU–MATERIA coevo y coeterno, haciendo su aparición en el mundo fenomenal, antes de su primera diferenciación. Cuando “el uno se convierte en dos”, puede entonces nombrársele como Espíritu y Materia. Al “Espíritu” pueden referirse todas las manifestaciones de la conciencia, reflejada o directa, y de la intención inconsciente – adoptando una expresión moderna usada en la llamada filosofía occidental–, como se evidencia en el Principio Vital, y en la sumisión de la Naturaleza al orden majestuoso de la ley inmutable. “La Materia” debe ser considerada como lo objetivo en su más pura abstracción, la base existente por sí misma, cuyas manvantáricas diferenciaciones septenarias constituyen la realidad objetiva, base de los fenómenos de cada fase de la existencia consciente. Durante el período del Pralaya Universal, la Ideación Cósmica es inexistente; y los distintos estados diferenciales de la Substancia Cósmica se resuelven nuevamente en el estado primitivo de objetividad abstracta potencial.

El impulso manvantárico principia con el redespertar de la Ideación Cósmica, la “Mente Universal”, simultánea y paralelamente con la primitiva emersión de la Substancia Cósmica –siendo esta última el vehículo manvantárico de la primera– de su estado praláyico indiferenciado. Entonces, la sabiduría absoluta se refleja en su Ideación; la cual, por un proceso trascendental, superior e incomprensible a la conciencia humana, se convierte en Energía Cósmica: Fohat. Vibrando en el seno de la Substancia inerte, Fohat la impulsa a la actividad y guía sus primarias diferenciaciones en todos los Siete planos de la Conciencia Cósmica. De este modo, hay Siete Protilos (como ahora se les llama, mientras que la antigüedad aria los llamaba los Siete Prakritis o Naturalezas), que diversamente sirven como base relativamente homogénea, que en el curso de la creciente heterogeneidad, en la evolución del Universo, se diferencian en los fenómenos maravillosamente complejos que se presentan en los planos de percepción. El término “relativamente” se ha empleado a propósito porque, resultando la existencia misma de semejante proceso de las segregaciones primarias de la Substancia Cósmica indiferenciada, dentro de sus bases septenarias de evolución, nos obliga a considerar el protilo de cada plano sólo como una fase intermedia que asume la Substancia en su paso desde lo abstracto a la completa objetividad.

Se dice que la Ideación Cósmica es no existente durante los períodos Praláyicos, por la sencilla razón de que no hay nadie ni nada que perciba sus efectos. No puede haber manifestación de conciencia, de seminconsciencia, ni siquiera “intención inconsciente”, excepto por medio del vehículo de la materia; esto es, en este nuestro plano, en donde la conciencia humana, en su estado normal, no puede remontarse más allá de lo que se conoce como metafísica trascendental; pues sólo por medio de una agregación o construcción molecular surge el Espíritu como corriente de subjetividad individual o subconsciente. Y como la Materia que existe fuera de la percepción es una mera abstracción, los dos aspectos de lo ABSOLUTO (Substancia Cósmica e Ideación Cósmica) son mutuamente interdependientes. Hablando con estricta exactitud, para evitar confusiones e interpretaciones erróneas, la palabra “Materia” debería ser aplicada al agregado de objetos de posible percepción, y la palabra “Substancia” a los nóumenos; pues dado que los fenómenos de nuestro plano son la creación del Ego que percibe –las modificaciones de su propia subjetividad–, todos los “estados de materia que representan el agregado de los objetos percibidos” no pueden tener para los hijos de nuestro plano sino una existencia relativa y puramente fenomenal. Como dirían los modernos idealistas, la cooperación del Sujeto y del Objeto, resulta en el objeto de Sensación o fenómeno. Pero esto no conduce necesariamente a la conclusión de que suceda lo mismo en todos los demás planos; de que la cooperación de ambos en los estados de su diferenciación septenaria resulte en un agregado septenario de fenómenos que son igualmente no existentes per se, aunque sean realidades concretas para las Entidades de cuya experiencia forman parte; del mismo modo que las rocas y ríos a nuestro alrededor, son reales desde el punto de vista del físico, aunque son ilusiones de los sentidos, sin realidad desde el del metafísico. Sería un error decir y hasta concebir semejante cosa. Desde el punto de vista de la metafísica más elevada, todo el Universo, incluso los dioses, es una Ilusión. Pero la ilusión de aquel que es en sí mismo una ilusión difiere en cada plano de conciencia; y no tenemos más derecho a dogmatizar sobre la posible naturaleza de las facultades perceptivas de un Ego que se halla, por ejemplo, en el sexto plano, que el que tenemos para identificar nuestras percepciones con las de una hormiga en su modo de conciencia, o para convertirlas en modelo para la misma. El objeto puro aparte de la conciencia nos es desconocido mientras vivimos en el plano de nuestro Mundo de tres dimensiones; pues sólo conocemos los estados mentales que excita en el Ego que percibe. Y en tanto que dure el contraste del Sujeto y el Objeto, esto es, mientras que no disfrutemos más que de nuestros cinco sentidos, y no sepamos el modo de divorciar nuestro Ego (el Yo Superior), que es todo percepción, de la esclavitud de estos sentidos, será imposible al Ego personal romper la barrera que le separa del conocimiento “de las cosas en mismas”, o sea de la Substancia. Aquel Ego, progresando en un arco de subjetividad ascendente, tiene que agotar las experiencias de todos los planos. Pero hasta que la Unidad se sumerja en el TODO, ya sea en este o en cualquier otro plano, y que tanto el Sujeto como el Objeto se desvanezcan en la negación absoluta del Estado Nirvánico –negación, repetimos, sólo desde nuestro plano–, no se llega a escalar aquel pináculo de Omnisciencia, el Conocimiento de las cosas en sí mismas, y a aproximarse a la solución del enigma aun más importante, ante el cual, hasta el más elevado Dhyan Chohan, tiene que humillarse en el silencio y la ignorancia –el Inexplicable misterio de lo que los vedantinos llaman PARABRAHMAM.

Por lo tanto, siendo tal el caso, todos los que han tratado de dar un nombre al Principio incognoscible, no han hecho más que degradarlo. Hasta el hablar de la Ideación Cósmica –salvo en su aspecto fenomenal– es lo mismo que tratar de embotellar el Caos primordial, o poner una etiqueta a la ETERNIDAD.

¿Qué es, pues, la “Substancia primordial”, ese objeto misterioso del que ha hablado siempre la Alquimia y que se ha convertido en tema de la especulación filosófica de todas las edades? ¿Qué puede ser, finalmente, aun en su prediferenciación fenomenal? Aun aquélla es el TODO de la Naturaleza manifestada, y nada para nuestros sentidos. Se la menciona bajo diferentes nombres en todas las cosmogonías; todas las filosofías se refieren a ella, y está demostrado ser, hasta el presente, el PROTEO siempre incomprensible en la Naturaleza. Lo tocamos y no lo sentimos; lo miramos y no lo vemos; lo respiramos y no lo percibimos; lo oímos y lo olemos sin el menor conocimiento de su existencia; pues está en cada molécula de lo que en nuestra ilusión e ignorancia consideramos como Materia en cualquiera de sus estados, o en lo que concebimos como una sensación, un pensamiento, una emoción. En una palabra; es el “upadhi” o vehículo de todos los fenómenos posibles, ya sean físicos, mentales o psíquicos. En las primeras frases del Génesis, lo mismo que en la Cosmogonía caldea; en los Purânas de la India y en el Libro de los Muertos de Egipto; en todas partes él abre el ciclo de la manifestación. Es llamado el “Caos” y la Faz de las Aguas incubadas por el Espíritu, procedente de lo Desconocido, bajo cualquier nombre que se le dé a ese Espíritu.

El Éter, ese Proteo hipotético (una de las “Ficciones representativas” de la ciencia moderna, que, sin embargo, ha sido aceptada hace tanto tiempo), es uno de los “principios” inferiores de lo que llamamos la SUBSTANCIA PRIMORDIAL (Akâsa en sánscrito), uno de los sueños de los antiguos, que se ha convertido ahora en el sueño de la ciencia moderna. Es la mayor, así como la más atrevida, de las especulaciones que sobreviven de los antiguos filósofos. Para los ocultistas, empero, tanto el ÉTER como la Substancia Primordial son realidades. Para decirlo claro, el ÉTER es la Luz Astral, y la Substancia Primordial es el AKÂSA, el Upadhi del PENSAMIENTO DIVINO.

En el lenguaje moderno, este último estaría mejor llamado IDEACIÓN CÓSMICA, Espíritu; y el primero, SUBSTANCIA CÓSMICA, Materia. Éstos (el Alfa y la Omega del Ser) no son sino las dos facetas de la Existencia Absoluta.

(4) La Materia es Eterna. Es el Upadhi (la base física) para que en ella construya la Mente Una Universal e Infinita, sus ideaciones. Por lo tanto, sostienen los Esoteristas que no existe en la Naturaleza ninguna materia muerta o inorgánica, siendo la distinción que entre las dos ha establecido la Ciencia tan infundada como arbitraria y desprovista de razón.

Cada día se demuestra más y más claramente la identidad entre el animal y el hombre físico, entre la planta y el hombre, y aun entre el reptil y su madriguera, la roca, y el hombre. Una vez comprobada la identidad de los constituyentes físicos y químicos de todos los seres, puede muy bien decir la ciencia química que no existe diferencia alguna entre la materia de que se forma un buey y la que forma al hombre. Pero la doctrina oculta es mucho más explícita. Ella dice: No solamente los constituyentes químicos son los mismos, sino que las mismas vidas invisibles infinitesimales forman los átomos de los cuerpos de la montaña y de la margarita, del hombre y de la hormiga, del elefante y del árbol que le resguarda del Sol. Toda partícula (ya la llamen orgánica o inorgánica) es una vida. Todo átomo y molécula en el Universo es a la par dador de vida y dador de muerte para las formas, por cuanto construye por agregación universos, y los efímeros vehículos dispuestos para recibir el alma que transmigra; así como del mismo modo destruye y cambia eternamente las formas, y expele las almas de sus mansiones temporales. Crea y mata; genera y destruye por sí; trae a la existencia, y aniquila, a ese misterio de los misterios, el cuerpo viviente del hombre, animal o planta, a cada segundo en el tiempo y en el espacio; genera igualmente la vida y la muerte, la belleza y la fealdad, el bien y el mal, y aun las sensaciones agradables y desagradables, las benéficas y las maléficas.

Lo que ello verdaderamente significaba era la Naturaleza trina coigual de la primera Substancia diferenciada, o la consubstancialidad del Espíritu (manifestado), la materia y el Universo –“Hijo” de los dos– que procede del Punto, el LOGOS esotérico real, o MÓNADA Pitagórica. Pues el Monas griego significa “Unidad” en su sentido primario.

El resumen de las Estancias en el volumen I mostraba el génesis de los Dioses y de los hombres, teniendo origen en uno y el mismo Punto, que es la UNIDAD Absoluta, Eterna, Inmutable y Universal. En su aspecto primario manifestado, la hemos visto venir a ser: (1) en la esfera de la objetividad y de lo Físico, SUBSTANCIA PRIMORDIAL y FUERZA, centrípeta y centrífuga, positiva y negativa, macho y hembra, etc.; (2) en el mundo de los Metafísicos, el ESPÍRITU DEL UNIVERSO o Ideación Cósmica, llamado por algunos el LOGOS.

Expresado más metafísicamente, la clasificación que se da aquí de las Causas Finales Cósmicas, es más de conveniencia que de absoluta exactitud filosófica. Al principio de un gran Manvantara, Parabrahman se manifiesta como Mulaprakriti y luego como el Logos. Este Logos es equivalente a la “Mente Inconsciente Universal”, etc., de los panteístas occidentales. Constituye la base del aspecto–sujeto del Ser manifestado, y es el origen de todas las manifestaciones de la conciencia individual. Mulaprakriti o la Substancia Cósmica Primordial, es el fundamento del aspecto–objeto de las cosas – la base de toda la evolución y cosmogénesis objetivas. La Fuerza, pues, no surge con la Substancia Primordial de la latencia Parabrahmánica. Es ella la transformación en energía del pensamiento supraconsciente del Logos, infundido, por decirlo así, en la objetivación de este último salida de la latencia potencial en la Realidad Única. De aquí emanan las leyes maravillosas de la Materia; de aquí la “marca primordial” tan inútilmente discutida por el obispo Temple. Así, pues, la Fuerza no es síncrona con la primera objetivación de Mulaprakriti. Sin embargo, como esta última, aparte de aquélla, es absoluta y necesariamente inerte –una mera abstracción– es innecesario tejer una trama demasiado fina de sutilezas respecto del orden de sucesión de las Causas Finales Cósmicas. La Fuerza sucede a Mulaprakriti; pero Mulaprakriti, minus Fuerza, es inexistente para todos los propósitos y objetos prácticos.

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La Doctrina Secreta, Volumen I, por H. P. Blavatsky, págs. 261, 280, 325-341, 614, y pág. 41 del Volumen II, ed. original.