28 marzo 2022

Dos senderos para alcanzar la inmortalidad


 [Para entender la inmortalidad a la que hace mención el título de esta entrada, hemos de citar aquí los siguientes extractos del Glosario Teosófico, primero en cuanto a Nirvâna: “… según las explicaciones esotéricas, es el estado de existencia y conciencia absolutas en que el Ego del hombre [o mujer*] que, durante la vida, ha llegado al más alto grado de perfección y santidad, entra después de la muerte del cuerpo, y algunas veces, como en el caso de Gautama Buddha y otros, durante la misma vida”; y también en cuanto a Nirvânî: “`Positivamente (y esotéricamente) se define el Nirvâna como el supremo estado de bienaventuranza espiritual, como la inmortalidad absoluta por medio de la absorción del alma (del Espíritu, mejor dicho) en sí misma, pero conservando la individualidad…”.

*En la mayoría de los textos teosóficos, escritos en el siglo XIX, se utiliza la palabra “hombre” en el sentido de la primera acepción que recoge la RAE: “Ser animado racional, varón o mujer”.]

“Si un hombre no tiene ningún objetivo superior en la vida más que comer, beber y propagar su especie, si todas sus aspiraciones y deseos se centran en el deseo de vivir una vida feliz en el seno de su familia, no tiene nada de malo que siga los dictados de su naturaleza y esté satisfecho con lo que le tocó. Cuando se muera, su familia se lamentará, sus amigos dirán que era un buen compañero; le darán un entierro primera clase, y quizá escribirán en su lápida algo así como lo que vi alguna vez en cierto cementerio:

Aquí está la tumba de John McBride,

Vivió, se casó, y murió.

Y ése será el fin del Sr. John McBride, hasta que en otra encarnación se despierte de nuevo quizá como el Sr. John Smith, o Ramchandra Row, o Patrick O'Flannegan, para encontrarse, en el mejor de los casos, en el mismo plano en que se encontraba antes.

Pero si un hombre tiene propósitos superiores y metas de vida, si quiere evitar un ciclo interminable de reencarnaciones, si quiere hacerse dueño de su destino, entonces debe convertirse primero en dueño de sí mismo…”. (1)

 

“Esta filosofía reconoce dos senderos: ambos tienen un mismo fin, que es una gloriosa inmortalidad.

I.- Uno es el sendero firme y natural del progreso mediante esfuerzo moral y práctica de las virtudes. El resultado es una evolución natural, coherente y segura del alma, y se llega a una posición de firme equilibrio, manteniéndola. Ningún ataque inesperado podrá derribar ni sacudir esa posición. Ése es el método normal que el vasto conjunto de la humanidad sigue, y éste es el rumbo que Shankaracharya recomendó a todos sus sanyasis y sucesores. (2)

 

II.- El otro camino es el escalpado sendero del ocultismo, a través de una serie de iniciaciones. Sólo unas pocas naturalezas especialmente organizadas y peculiares son aptas para este sendero. (2)

“… un ocultista, … valiéndose de su conocimiento superior, adopta ciertos métodos de entrenamiento y disciplina que acelerarán tal proceso evolutivo, permitiéndole el alcance de la cumbre en un lapso relativamente breve, que en el caso de un individuo ordinario puede tardar mil millones de años. En definitiva, en unos pocos millares de años se aproxima a esa forma de evolución que la humanidad ordinaria, quizá alcance en la sexta o séptima rondas durante los procesos del Manvantara o progresión cíclica”. (3)

“El progreso o crecimiento oculto es efectivizado por el Adepto, a lo largo del sendero. El Adepto dirige, a través del chela, varias fuerzas ocultas que a éste le permiten obtener prematuramente, por así decirlo, un conocimiento sobre su naturaleza espiritual, así como poderes para los cuales no está moralmente calificado de acuerdo con el grado de su progreso.

En estas circunstancias, puede suceder que el chela pierda su equilibrio moral y caiga en el sendero dugpa [hechicero, adepto de la magia negra]. De esto no debe inferirse que la escuela ocultista del Sur de la India considere que el estado de Adepto y la iniciación sean un error o una usurpación violenta y peligrosa de las funciones de la naturaleza.

La jerarquía de los adeptos es estrictamente un producto de la naturaleza, igual que un árbol: tiene propósito y función claros e indispensables en el desarrollo de la raza humana. Esta función consiste en mantener abierto el sendero ascendente. La luz y la guía descienden a través de éste. Sin ellas, nuestra raza necesitaría dar cada paso valiéndose de ese método fatigoso e interminable que es el de la prueba y del error, avanzando en todas las direcciones hasta que la casualidad le mostrase el camino correcto. En realidad, la jerarquía de los Adeptos existe para proporcionar maestros religiosos al vulgo que marcha entre tropiezos.

Sin embargo, este sendero es peligrosísimo para quienes no tengan el talismán que les dará seguridad. Dicho talismán está constituido por perfecto desinterés, olvido y aniquilación del ego, consagración al bien de la humanidad y renunciamiento que no sea temporal sino sin término, y cuyo objeto sea iluminar religiosamente a la humanidad. Sin este talismán, aunque el chela (discípulo) haya progresado rápidamente durante un tiempo, llegará un punto en el cual su avance ascendente se detendrá y expresará lo que él valga realmente. Entonces, es probable que quien avanzó de manera lenta y constante por el sendero, sea el primero en fundirse en la luz del Logos.

Esta escuela recomendaba, como el mejor sendero para todos, consagrarse a la virtud, apartarse gradualmente de los más vulgares intereses materiales, retirar del mundo exterior y de sus intereses a las fuerzas vitales y dirigirlas hacia la vida interior del alma, hasta que el ser humano sea capaz de recogerse dentro de sí mismo, por así decirlo. Entonces, al girar y dirigirse hacia el Logos y la vida espiritual, y alejándose del plano material, ingresa primero en la vida astral, y luego en la vida espiritual, hasta que finalmente llega al Logos y alcanza el nirvana.

En consecuencia, lo más prudente es no buscar el sendero del discipulado. Si la persona es apta para este sendero, su propio karma la conducirá imperceptible e infaliblemente hacia éste, pues el sendero del ocultismo busca al chela y, cuando quien es apto aparezca, no dejará de encontrarlo”. (2)

“Que sepa desde el principio y que lo tenga siempre presente: que el verdadero Ocultismo o Teosofía es la “Gran Renunciación del yo” de forma incondicional y absoluta, tanto en el pensamiento como en la acción. Es el Altruismo y aquel que lo practica es catapultado fuera de las filas de las masas. Tan pronto como él ha dado su promesa de dedicarse al trabajo, “vivirá en favor del mundo y no de sí mismo”. Durante los primeros años de prueba, se le perdonan muchas cosas. Sin embargo, en cuanto se “acepte”, su personalidad debe desaparecer y él debe convertirse en una simple fuerza benéfica en la Naturaleza. Después de esto, lo esperan dos polos, dos caminos y ningún sitio intermedio de reposo. Debe ascender, fatigosamente, de peldaño en peldaño, a menudo a través de numerosas encarnaciones y ninguna pausa Devachánica, la escalera áurea que conduce al estado de Mahatma (la condición Arhat o Bodhisatva) o, al primer paso en falso, caerá resbalando a lo largo de la escalera, precipitándose al estado de Dugpa […]”. (4)

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Al tratarse la idea del Nirvana, es conveniente conocer la postura de la verdadera Teosofía al respecto a la figura del Nirmanakaya, según la explicación que presentó HPB, por ejemplo en su obra La Clave de la Teosofía:

"PREG. ¿Qué puede decirnos de ellos? ¿Y qué significa este nombre para ustedes?

TEÓS. Es el nombre dado a los que, a pesar de que se merezcan el Nirvana y un ciclo de descanso, inducidos por la compasión a la humanidad y a los que han dejado en la tierra, renuncian al estado Nirvánico. El Nirvana no es el “Dewachen”, porque este es una ilusión de nuestra conciencia, un sueño feliz y los que están listos para el Nirvana deben haber perdido todo deseo o posibilidad por las ilusiones del mundo. Un adepto o Santo o cualquier nombre que quiera darle, cree que es un acto egoísta descansar en la beatitud, mientras que la humanidad gime bajo la carga de la miseria producida por la ignorancia. Por lo tanto renuncia al Nirvana y toma la decisión de permanecer invisible, en espíritu, sobre esta tierra. No tienen ningún cuerpo material, porque lo han dejado atrás, sin embargo se quedan con todos sus principios, hasta en la vida astral en nuestra esfera. Ellos pueden comunicarse y se comunican con pocos electos; pero seguramente no con los médiums ordinarios". 

Más clara aún se presenta la idea en este extracto del artículo "Mejorar el Mundo o Salvar el Mundo” (Lucifer de Julio y Octubre de 1889), de la misma autora: "Los Bodhisattvas quienes, habiendo cumplido con todas las condiciones del Budado, tienen el derecho de entrar al Nirvana y prefieren renunciar a este estado de beatitud inducidos por una piedad sin límite para el mundo que yace en la ignorancia y sufre, se convierten en Nirmanakayas. Toman la vestidura Sambhogakaya (el cuerpo invisible) a fin de servir a la humanidad, es decir: viven una vida sentiente después de la muerte y sufren mucho al ver las miserias humanas (que no tienen la libertad de aliviar; ya que son, en la mayoría de los casos, Kármicas)".


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(1)  Del artículo “Castidad”, de F. Hartman, recogido en la obra Cinco Años de Teosofía.

(2)  Del artículo “Consciencia e inmortalidad”, por T. Subba Row.

(3)  Del artículo “¿Es el Deseo de Vivir Egoísta?”, por H.P.B., “Theosophist” de Julio 1884.

(4)  Del artículo “El Ocultismo Contrapuesto a las Artes Ocultas”, firmado por H.P.B. y publicado en la revista “Lucifer” de mayo 1888.