[Para entender la inmortalidad a la que hace mención el título de esta entrada, hemos de citar aquí los siguientes extractos del Glosario Teosófico, primero en cuanto a Nirvâna: “… según las explicaciones esotéricas, es el estado de existencia y conciencia absolutas en que el Ego del hombre [o mujer*] que, durante la vida, ha llegado al más alto grado de perfección y santidad, entra después de la muerte del cuerpo, y algunas veces, como en el caso de Gautama Buddha y otros, durante la misma vida”; y también en cuanto a Nirvânî: “`Positivamente (y esotéricamente) se define el Nirvâna como el supremo estado de bienaventuranza espiritual, como la inmortalidad absoluta por medio de la absorción del alma (del Espíritu, mejor dicho) en sí misma, pero conservando la individualidad…”.
*En la mayoría de los textos teosóficos, escritos en
el siglo XIX, se utiliza la palabra “hombre” en el sentido de la primera
acepción que recoge la RAE: “Ser animado racional, varón o mujer”.]
“Si un hombre no tiene ningún objetivo superior en la vida
más que comer, beber y propagar su especie, si todas sus aspiraciones y deseos
se centran en el deseo de vivir una vida feliz en el seno de su familia, no
tiene nada de malo que siga los dictados de su naturaleza y esté satisfecho con
lo que le tocó. Cuando se muera, su familia se lamentará, sus amigos dirán que
era un buen compañero; le darán un entierro primera clase, y quizá escribirán
en su lápida algo así como lo que vi alguna vez en cierto cementerio:
Aquí
está la tumba de John McBride,
Vivió,
se casó, y murió.
Y ése será el fin del Sr. John McBride, hasta que en otra encarnación se despierte de nuevo quizá como el Sr. John Smith, o Ramchandra Row, o Patrick O'Flannegan, para encontrarse, en el mejor de los casos, en el mismo plano en que se encontraba antes.
Pero si un hombre tiene propósitos superiores y metas de
vida, si quiere evitar un ciclo interminable de reencarnaciones, si quiere
hacerse dueño de su destino, entonces debe convertirse primero en dueño de sí
mismo…”. (1)
“Esta filosofía reconoce dos senderos: ambos tienen
un mismo fin, que es una gloriosa inmortalidad.
I.- Uno es el sendero firme
y natural del progreso mediante esfuerzo moral y práctica de las virtudes. El
resultado es una evolución natural, coherente y segura del alma, y
se llega a una posición de firme equilibrio, manteniéndola. Ningún ataque
inesperado podrá derribar ni sacudir esa posición. Ése es el método normal
que el vasto conjunto de la humanidad sigue, y éste es el rumbo que
Shankaracharya recomendó a todos sus sanyasis y sucesores. (2)
II.- El otro camino es el
escalpado sendero del ocultismo, a través de una serie de iniciaciones.
Sólo unas pocas naturalezas especialmente organizadas y peculiares son aptas
para este sendero. (2)
“… un ocultista, … valiéndose de su conocimiento superior,
adopta ciertos métodos de entrenamiento y disciplina que acelerarán tal proceso
evolutivo, permitiéndole el alcance de la cumbre en un lapso relativamente
breve, que en el caso de un individuo ordinario puede tardar mil millones de
años. En definitiva, en unos pocos millares de años se aproxima a esa forma
de evolución que la humanidad ordinaria, quizá alcance en la sexta o séptima rondas durante los procesos del Manvantara o progresión cíclica”. (3)
“El progreso o crecimiento oculto es efectivizado por el
Adepto, a lo largo del sendero. El Adepto dirige, a través del chela, varias
fuerzas ocultas que a éste le permiten obtener prematuramente, por así decirlo,
un conocimiento sobre su naturaleza espiritual, así como poderes para los
cuales no está moralmente calificado de acuerdo con el grado de su progreso.
En estas circunstancias, puede suceder que el chela pierda
su equilibrio moral y caiga en el sendero dugpa [hechicero, adepto de la magia
negra]. De esto no debe inferirse que la escuela ocultista del Sur de la India
considere que el estado de Adepto y la iniciación sean un error o una
usurpación violenta y peligrosa de las funciones de la naturaleza.
La jerarquía de los adeptos es estrictamente un producto de
la naturaleza, igual que un árbol: tiene propósito y función claros e
indispensables en el desarrollo de la raza humana. Esta función consiste en
mantener abierto el sendero ascendente. La luz y la guía descienden a través de
éste. Sin ellas, nuestra raza necesitaría dar cada paso valiéndose de ese
método fatigoso e interminable que es el de la prueba y del error, avanzando en
todas las direcciones hasta que la casualidad le mostrase el camino correcto.
En realidad, la jerarquía de los Adeptos existe para proporcionar maestros
religiosos al vulgo que marcha entre tropiezos.
Sin embargo, este sendero es peligrosísimo para quienes no
tengan el talismán que les dará seguridad. Dicho talismán está constituido por perfecto
desinterés, olvido y aniquilación del ego, consagración al bien de la humanidad
y renunciamiento que no sea temporal sino sin término, y cuyo objeto sea
iluminar religiosamente a la humanidad. Sin este talismán, aunque el chela
(discípulo) haya progresado rápidamente durante un tiempo, llegará un punto en
el cual su avance ascendente se detendrá y expresará lo que él valga realmente.
Entonces, es probable que quien avanzó de manera lenta y constante por el sendero,
sea el primero en fundirse en la luz del Logos.
Esta escuela recomendaba, como el mejor sendero para todos,
consagrarse a la virtud, apartarse gradualmente de los más vulgares intereses
materiales, retirar del mundo exterior y de sus intereses a las fuerzas vitales
y dirigirlas hacia la vida interior del alma, hasta que el ser humano sea capaz
de recogerse dentro de sí mismo, por así decirlo. Entonces, al girar y
dirigirse hacia el Logos y la vida espiritual, y alejándose del plano material,
ingresa primero en la vida astral, y luego en la vida espiritual, hasta que
finalmente llega al Logos y alcanza el nirvana.
En consecuencia, lo más prudente es no buscar el sendero del
discipulado. Si la persona es apta para este sendero, su propio karma la conducirá
imperceptible e infaliblemente hacia éste, pues el sendero del ocultismo
busca al chela y, cuando quien es apto aparezca, no dejará de encontrarlo”. (2)
“Que sepa desde el principio y que lo tenga siempre
presente: que el verdadero Ocultismo o Teosofía es la “Gran Renunciación del
yo” de forma incondicional y absoluta, tanto en el pensamiento como en la
acción. Es el Altruismo y aquel que lo
practica es catapultado fuera de las filas de las masas. Tan pronto como él ha
dado su promesa de dedicarse al trabajo, “vivirá en favor del mundo y no de sí
mismo”. Durante los primeros años de prueba, se le perdonan muchas cosas. Sin
embargo, en cuanto se “acepte”, su personalidad debe desaparecer y él debe
convertirse en una simple fuerza benéfica en la Naturaleza. Después de esto, lo
esperan dos polos, dos caminos y ningún sitio intermedio de reposo. Debe
ascender, fatigosamente, de peldaño en peldaño, a menudo a través de numerosas
encarnaciones y ninguna pausa Devachánica, la escalera áurea que conduce al estado
de Mahatma (la condición Arhat o Bodhisatva) o, al primer paso en falso, caerá
resbalando a lo largo de la escalera, precipitándose al estado de Dugpa […]”. (4)
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Al tratarse la idea del Nirvana, es conveniente conocer la postura de la verdadera Teosofía al respecto a la figura del Nirmanakaya, según la explicación que presentó HPB, por ejemplo en su obra La Clave de la Teosofía:
"PREG. ¿Qué puede decirnos de ellos? ¿Y qué significa este nombre para ustedes?
(1) Del
artículo “Castidad”, de F. Hartman, recogido en la obra Cinco Años de Teosofía.
(2) Del
artículo “Consciencia e inmortalidad”, por T. Subba Row.
(3) Del
artículo “¿Es el Deseo de Vivir Egoísta?”, por H.P.B., “Theosophist” de Julio
1884.
(4) Del
artículo “El Ocultismo Contrapuesto a las Artes Ocultas”, firmado por H.P.B. y
publicado en la revista “Lucifer” de mayo 1888.