"La VIDA UNA está estrechamente relacionada a la ley una que gobierna el Mundo del Ser: KARMA. En sentido exotérico, ésta es simple y literalmente “acción”,
o más bien “una causa que produce su efecto”. Esotéricamente, es una cosa por
completo distinta en sus efectos morales de mayor alcance. Es la LEY DE
RETRIBUCIÓN infalible.
... toda la plena y solemne significación de la Némesis griega o Karma, ha
sido completamente olvidada en el occidente. De no ser así, los cristianos
habrían reconocido mejor la profunda verdad de que Némesis no tiene atributos;
que a la par que la temida diosa es absoluta e inmutable como Principio, somos nosotros –las naciones e individuos– los que la ponemos en acción y
la impulsamos en su dirección. KARMA–NÉMESIS es el creador de las naciones y de los
mortales; pero una vez creados, son ellos los que la convierten en una furia o
en un Ángel que recompensa. Sí;
“Sabios son los que rinden culto a Némesis”,
como dice el coro a Prometeo. E igualmente imprudentes aquellos que creen que pueden hacer
a la diosa propicia por medio de cualesquiera sacrificios y oraciones, o hacer
que su rueda se aparte del sendero que ha tomado. “Las triformes Parcas y las siempre atentas Furias” son sus
atributos sólo en la Tierra, y engendrados por nosotros mismos. No hay vuelta
posible de los senderos trillados por sus ciclos; aunque esos senderos son de
nuestra propia confección, pues somos nosotros, colectiva o individualmente,
los que los preparamos. Karma–Némesis es el sinónimo de PROVIDENCIA, menos el motivo, la bondad y todos los demás atributos y calificaciones finitas, atribuidas tan poco filosóficamente a la última. Un ocultista o un
filósofo no hablará de la bondad o crueldad de la Providencia; sino que,
identificándola con Karma–Némesis, enseñará sin embargo que guarda a los buenos
y vela sobre ellos en esta vida así como en las futuras; y que castiga al
malvado –siempre, hasta su séptimo renacimiento– por tanto tiempo, en efecto,
como tarde en desaparecer el efecto causado por la perturbación aun del más
diminuto átomo en el Mundo Infinito de la armonía. Porque
el único decreto de Karma –decreto eterno e inmutable– es la Armonía absoluta
en el mundo de la materia como lo es en el mundo del Espíritu. No es, por
tanto, Karma lo que recompensa o castiga, sino que somos nosotros los que nos
recompensamos o castigamos, según trabajemos con, por y según las vías de la
naturaleza, ateniéndonos a las leyes de que depende esta Armonía, o las
infrijamos.
Tampoco serían los procesos de Karma inescrutables si los hombres
trabajasen en unión y en armonía, en lugar de la desunión y la lucha. Porque nuestra
ignorancia de estos procesos –que una parte de la humanidad llama los caminos
tenebrosos e intrincados de la Providencia, mientras otra ve en ellos la acción
de un ciego Fatalismo, y una tercera la simple casualidad, sin dioses ni
demonios que la guíen– desaparecería seguramente si la atribuyésemos por
completo a su causa exacta. Con conocimiento real, o por lo menos con una convicción
firme de que nuestros prójimos no se esforzarían en hacernos daño, más de lo
que nosotros pensásemos en hacérselo, las dos terceras partes del mal que hay
en el mundo se desvanecerían. Si ningún hombre perjudicara a su hermano,
Karma–Némesis no tendría motivo ni armas para obrar. La presencia constante
entre nosotros de todo elemento de lucha y oposición, y la división de razas,
naciones, tribus, sociedades e individuos en Caínes y Abeles, lobos y corderos,
es la causa principal de los “procesos de la Providencia”. Con nuestras propias manos trazamos diariamente las numerosas
tortuosidades de nuestros destinos, al par que creemos seguir la línea recta en
el camino real de la respetabilidad y del deber, y luego nos quejamos porque
tales tortuosidades son tan oscuras e intrincadas. Nos desconcertamos ante el
misterio por nosotros mismos elaborado, y los enigmas de la vida que no
queremos resolver, y luego acusamos a la gran Esfinge de devorarnos.
Pero a la verdad, no hay un incidente en nuestras vidas, ni un día
infortunado, ni una desgracia, cuya causa no pueda ser encontrada en nuestras
propias obras en esta o en otra vida. Si uno quebranta las leyes de la armonía, o como lo ha
expresado un escritor teosófico, “las leyes de la vida”, debe estar preparado
para caer en el caos que uno mismo ha producido. Porque, según dice el mismo
escritor, “la única conclusión a la que podemos llegar es que estas leyes de la
vida son sus propias vengadoras; y por consiguiente que todo Ángel vengador es
sólo la representación simbólica de su reacción”.
Por lo tanto, si alguien hay desvalido ante estas leyes inmutables, no
somos nosotros los artífices de nuestros destinos, sino más bien esos ángeles,
guardianes de la armonía. Karma–Némesis no es otra cosa que el efecto
espiritual dinámico de causas producidas y de fuerzas puestas en actividad por
nuestras propias acciones. Es una ley de la dinámica oculta que “una cantidad
dada de energía desarrollada en el plano espiritual o en el astral produce
resultados mucho más grandes que la misma cantidad desarrollada en el plano
físico objetivo de existencia”.
Este estado de cosas durará hasta que las intuiciones espirituales del
hombre estén completamente despiertas, y esto no tendrá lugar hasta que no
desechemos del todo nuestros groseros vestidos de materia; hasta que
principiemos a actuar desde adentro, en lugar de seguir siempre los impulsos de afuera, impulsos producidos por nuestros sentidos físicos y por nuestro cuerpo
egoísta y grosero. Hasta entonces los únicos paliativos para los males de la
vida, son la unión y la armonía, una Fraternidad IN ACTU, y el altruismo no únicamente de nombre. La supresión de una sola causa mala suprimirá no uno, sino muchos malos efectos. Y si una
Fraternidad, o aun varias Fraternidades, no pueden impedir que las naciones se
degüellen mutuamente en ocasiones, sin embargo la unidad de pensamiento y de
acción, y las investigaciones filosóficas en los misterios del ser, siempre
impedirán a algunas personas, que tratan de comprender lo que para ellas ha
sido hasta entonces un enigma, el crear causas adicionales de desdicha en un
mundo tan lleno ya de mal y de dolor. El conocimiento de Karma da la convicción
de que si
“…la virtud en
la miseria y el vicio triunfante
Hacen a la Humanidad atea” [Estaría mejor decir: “Los que temen a Karma–Némesis”].
es solamente porque la humanidad ha cerrado siempre los ojos a la gran verdad de que el
hombre es por sí su propio salvador y su propio destructor. No es preciso
acusar al Cielo y a los dioses, al Destino y a la Providencia de la injusticia
aparente que reina en la humanidad. Pero téngase presente y repítase el siguiente fragmento
de sabiduría griega, que previene al hombre de abstenerse de acusar Aquello que
“Justo, aunque misterioso, nos conduce infalible
Por caminos desconocidos de la falta al castigo…”.
La Doctrina Secreta, Vol. I. págs. 634, 643-644.