22 mayo 2024

Reencarnación, nueva personalidad y skandhas

 

Imagen de Peggy und Marco Lachmann-Anke

Ya hemos abordado la reencarnación en otras entradas, tales como Reencarnación, ¿Qué sucede tras la muerte?, y recomendamos que previamente a abordar este tema se familiarice con la división o composición del ser humano. Al respecto, y de una forma simplificada, nos podríamos acoger a la división de los cristianos místicos: cuerpo, alma y espíritu. Ahora bien, si ahondamos más en dicha división, diríamos que el ser humano “inferior es un ser compuesto, pero en su naturaleza real es una unidad o un ser inmortal, incluyendo una trinidad compuesta de Espíritu, Discernimiento y Mente, la cual requiere cuatro instrumentos inferiores y mortales para poder trabajar en la materia y obtener la experiencia que la naturaleza confiere. A esta trinidad se le denomina Ātma-Buddhi-Manas en el idioma Sánscrito, términos difíciles de traducir al castellano. Ātman es el Espíritu; Buddhi, es la facultad más elevada del intelecto, aquello que discierne y juzga; Manas, es la mente. Esta triple combinación es el hombre real, y sin duda alguna esta doctrina es el origen de la enseñanza teológica acerca de la trinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Los cuatro instrumentos o vehículos inferiores se bosquejan a continuación: pasiones y deseos, principio de vida, cuerpo astral y cuerpo físico. Estos cuatro constituyentes inferiores y materiales son transitorios y por su naturaleza están sujetos de por sí a desintegrarse, así como también a separarse los unos de los otros”. (El Océano de la Teosofía, de W. Q. Judge).


Lo que ocurre tras la muerte.

Cuando “el ser humano muere, sus tres principios inferiores lo dejan para siempre, me refiero al cuerpo, a la vida [prana] y al vehículo de la vida, el cuerpo astral o el doble del ser humano vivo. Entonces, sus otros cuatro principios: el principio central o intermedio, el alma animal o Kāma-rūpa, con lo que ha asimilado del Manas inferior y la tríada superior, se hallan en Kāma-loka”.

(“El Kāma-loka es una localidad astral, el limbo de la teología escolástica, el Hades de los antiguos y, rigurosamente hablando, es una localidad sólo en sentido relativo. No tiene área definida ni lindero, más existe dentro del espacio subjetivo, es decir: trasciende nuestras percepciones sensoriales. Sin embargo, existe y allí esperan la segunda muerte los eidolons [fantasmas] de todos los seres que han vivido, incluyendo los animales. Para los animales, la segunda muerte llega con la desintegración y el completo desvanecerse de sus partículas astrales, hasta la última; mientras para el eídōlon (fantasma) humano, empieza cuando se dice que la tríada Ātma-Buddhi-Manásica “se separa” de sus principios inferiores o el reflejo de la ex personalidad y se sumerge en el estado Dewachánico”.

El mencionado dewachén o devachán es la llamada “Morada de los Dioses”, “un estado intermedio entre dos vidas terrenas y en el cual el Ego (Ātma-Buddhi-Manas o la Trinidad hecha una), entra después de su separación del Kāma Rūpa y la desintegración de los principios inferiores, después de la muerte del cuerpo, en la tierra”; es “un estado después de la muerte o condición mental análoga a la de un sueño vívido”).

 

Algunas aclaraciones sobre Manas, también llamado Ego, Mente o Alma:

Con el término Ego nos referimos al Alma, a la Mente, a Manas, a la Individualidad (diferente a la personalidad o el traje con el que se viste el Alma en cada encarnación). Pero qué o quién es ese Ego. Vamos a hacer algunas indicaciones acerca de esta cuestión según el libro de H. P. Blavatsky La Clave de la Teosofía, de la que provienen el resto de citas de esta entrada, si bien es un tema muy complejo y que se trata con mucha más amplitud en la obra de la misma autora La Doctrina Secreta, principalmente en el tomo segundo. Se dice que Manas tiene su fuente en Mahat o Mente Universal. “A Manas se le llama, también, Kṣetrajña, ´Espíritu encarnado´ porque, según nuestra filosofía, los Manasa-putras o los ¨Hijos de la Mente Universal´ son los que crearon o, mejor dicho, produjeron, al hombre pensante, ´manu´ [de ahí humanidad, o man en inglés], encarnándose en la humanidad de la tercera Raza en nuestra Ronda. Por lo tanto, Manas es el Ego Espiritual real y permanente que se encarna, la INDIVIDUALIDAD; mientras nuestras varias e innumerables personalidades son sólo sus máscaras externas”. “Todos nuestros ´Egos´ son entidades pensantes y racionales (Manasa-putra) quienes han vivido, en la forma humana u otras, en el ciclo de vida (Manvantara) anterior y cuyo Karma era el de encarnarse en el hombre de este (Manvantara)”. También hace constar Blavatsky que “todo ser humano es portador o el Vehículo de un Ego coeterno con todo otro Ego; porque todos los Egos son de la misma esencia y pertenecen a la emanación primordial de un Ego universal infinito. Platón lo llama logos (o segundo Dios manifestado) y nosotros lo llamamos principio divino manifestado, que es uno con la mente o alma universal y no es el Dios antropomorfo, extra-cósmico y personal en el cual creen muchos teístas”.

Ampliando un poco más el asunto: “Esta conciencia o mente es Manas, la derivación o el producto, en una forma reflejada, de Ahaṃkāra: ´la concepción de yo´ o EGOIDAD. Por lo tanto, cuando Manas se une inseparablemente a Ātman y a Buddhi, se le llama EGO ESPIRITUAL y Taijasī (el brillante). Esta es la Individualidad real o el hombre divino. Este Ego hizo de la forma con semblante humano un verdadero hombre, porque se había encarnado, originalmente, en la forma humana irracional que la mónada dual animaba, aunque, dicha forma estaba inconsciente (no teniendo conciencia alguna) de la presencia de la mónada dual. Este Ego, ese “Cuerpo Causal”, es el que ilumina toda personalidad en la cual el Karma lo obliga a encarnarse. Y este Ego es al que se le considera responsable por todos los pecados cometidos en cada cuerpo y personalidad nuevos; siendo, estos dos, las máscaras transitorias que esconden al verdadero Individuo a través de la larga serie de renacimientos”.

“El Ego Espiritual pensante, el principio permanente en el ser humano o eso que es el asiento de Manas” es lo que se reencarna, extendiéndose el lapso entre dos renacimientos desde 10 a 15 siglos y “durante el periodo dewachánico, sólo la esencia de la experiencia de su vida terrenal pasada o personalidad, toda la experiencia física se resuelve en un estado en potencia o podríamos decir que se traduce en una fórmula espiritual”. “Durante todo periodo dewachánico, el Ego, siendo omnisciente en sí, se reviste, por decirlo así, con el reflejo de la ´personalidad´ que fue … la flor ideal de todas las cualidades o atributos abstractos y por ende inmortales y eternos, como el amor y la misericordia, el amor al bien, a la verdad y a lo bello, que alguna vez se expresó en el corazón de la ´personalidad´ viviente, después de la muerte se adhiere al Ego, siguiéndole al Dewachen. Durante este lapso, el Ego se convierte en el reflejo ideal del ser humano que fue, la última vez en la tierra; y éste no es omnisciente. Si lo fuese, no se encontraría en un estado que llamamos Dewachen”.

El Ego que se reencarna es el yo individual e inmortal y no personal, (…), eso que es recompensado en Dewachen y castigado en la tierra y, finalmente, eso al cual se adhiere sólo el reflejo de los Skandhas o atributos de cada encarnación”.

Todo lo anterior referido a Manas o Ego está íntimamente ligado al “el dogma cruel e ilógico de los Ángeles Caídos”, cuya explicación también la podemos encontrar en el segundo volumen de La Doctrina Secreta.

Por lo tanto, y recapitulando lo expuesto hasta ahora, tras la muerte, y la “segunda muerte”, con la disgregación del cuerpo astral, nos queda la tríada superior, entrando Manas en el devachán. Tras un periodo que suele oscilar entre 10 y 15 siglos, el Alma vuelve a encarnar, dependiendo la nueva personalidad de Karma.

 

Karma:

La “ley de retribución o Karma, recompensa a los seres más elevados y más espirituales en Dewachen y nunca falla en recompensarlos de nuevo en la tierra, ofreciéndoles un desarrollo ulterior y proporcionando al Ego, un cuerpo adecuado para esto”. “Ningún acto, ni siquiera un pensamiento pecaminoso, quedará sin castigo. El pensamiento pecaminoso se castigará con más severidad que el acto, porque el pensamiento tiene una potencialidad mayor para causar resultados malos que hasta una acción. Creemos en una ley infalible de Retribución llamada KARMA, que se manifiesta en una concatenación natural de causas y sus resultados inevitables”.

“Karma es hijo del Ego terrenal, el fruto de las acciones del árbol que es la personalidad objetiva visible a todos y también el fruto de todos los pensamientos y hasta de las intenciones del ´Yo´ espiritual. Mas Karma es, también, la madre tierna que sana las heridas que ella misma inflige durante la vida anterior, antes de que empiece a torturar a este Ego, infligiéndole nuevas. Si es posible decir que no existe sufrimiento mental o físico, en la vida de un mortal, que no sea el fruto directo y la consecuencia de algún pecado en una existencia anterior; del otro lado, como el ser humano no conserva el más mínimo recuerdo al respecto en esta vida, siente que no merece tal castigo, por lo tanto, piensa que está sufriendo por algo de lo cual no es culpable. Sólo esto es suficiente para dar el derecho al alma humana al completo consuelo, descanso y beatitud, en su existencia después de la muerte”.

“El Regulador infalible [karma] afecta, en cada encarnación, la cualidad de la siguiente y la suma de mérito o demérito en las encarnaciones anteriores determina esta cualidad”.

 

Skandas y la personalidad:

“Como ya se ha dicho, los Skandhas son “atributos”, entre los cuales está la memoria. Tras la muerte, “estos perecen como una flor, dejando atrás sólo un débil aroma”. Así, “mientras las cualidades imperecederas de la personalidad, como el amor, la bondad, la caridad, etc., se adhieren al Ego inmortal, podríamos decir que fotografían en éste una imagen permanente del aspecto divino del ser humano que fue, sus Skandhas materiales (los que engendran los efectos Kármicos más intensos) son tan pasajeros como un relámpago y no pueden incidir en el nuevo cerebro de la nueva personalidad. Sin embargo, esto no empaña para nada la identidad del Ego reencarnante”.

Según las “enseñanzas buddhistas existen cinco Skandha [en pali Khandha] o atributos: “Rūpa (forma o cuerpo), cualidades materiales; Vedanā, sensación; Saññā, ideas abstractas; Saṅkhāra, tendencias de la mente; Viññāṇa, poderes mentales. Estos son los que nos forman, gracias a estos estamos conscientes de la existencia y, por medio de estos, nos comunicamos con el mundo circundante”.

La personalidad, con sus Skandha, cambia con cada nacimiento. Como dijimos, es sólo el papel del actor (el verdadero Ego) para una noche. Esta es la razón por la cual no conservamos ninguna memoria, en el plano físico, de nuestras vidas pasadas, no obstante el “Ego” real las haya vivido todas y las conozca muy bien”.

… “ningún ser humano (o la forma externa material y periódica de la Entidad Espiritual), puede ser considerado, con algún grado de justicia, responsable por las consecuencias de su nacimiento. Él no pide nacer, ni puede escoger los padres que le proporcionarán la vida. Es una víctima de su medio ambiente en todo aspecto, el hijo de circunstancias sobre las cuales no tiene ningún control”.

¿Qué ocurre con los Skandha inferiores de la personalidad, después de la muerte del cuerpo? ¿Son destruidos?

“Lo son y no lo son: otro misterio metafísico y oculto para usted. Son destruidos como inventario funcionante a disposición de la personalidad; sin embargo, permanecen como efectos Kármicos, a guisa de gérmenes que aletean en la atmósfera del plano terrenal, listos para venir a la vida como muchos diablillos vengativos, para adherirse a la nueva personalidad del Ego cuando se reencarna”.

“La vida es nada en sus partes separadas; sin embargo, es de la máxima importancia en su colectividad o series de vidas. De todos modos: casi cada vida individual es, en su desarrollo completo, un sufrimiento. ¿Deberíamos quizá creer que este pobre ser indefenso, después de haber sido tirado como un pedazo de leña podrida en las procelosas olas de la vida, si se muestra demasiado débil para resistirlas, es castigado a la condenación eterna o aun al castigo pasajero? ¡Nunca! A pesar de que sea un pecador grande u ordinario, bueno o malo, culpable o inocente, una vez que se libera de la carga de la vida física, el Manu (“Ego pensante”) exhausto y consumido, se ha ganado el derecho a un periodo de descanso y de beatitud absolutos. La misma Ley infalible, sabia y justa, más que misericordiosa, la cual inflige al Ego encarnado el castigo Kármico por todo pecado cometido durante la vida anterior en la tierra, ahora proporciona, a la Entidad que acaba de desencarnarse, un largo lapso de descanso mental: el olvido completo de todo evento triste, más aún, del más diminuto pensamiento que le causó dolor en su última vida como personalidad, dejando en la memoria del alma sólo la reminiscencia de lo que era beatitud o conducía a la felicidad”.

“La nueva “personalidad” es comparable a una ropa nueva con sus características específicas: color, forma y cualidades; sin embargo, el hombre real que la lleva es el mismo reo del pasado. Es la individualidad la que sufre a través de su “personalidad”. Esto y sólo esto puede explicar la terrible injusticia, sin embargo sólo aparente, en la distribución del destino en la vida humana. Cuando sus filósofos modernos logren mostrarnos una buena razón de por qué tantos seres humanos, aparentemente inocentes y buenos, nacen sólo para sufrir en una vida; por qué muchos nacen pobres y se mueren de hambre en las áreas desheredadas de las grandes ciudades, abandonados por el destino y la humanidad; por qué mientras estos nacen en la pobreza otros abren sus ojos en los palacios; por qué a menudo parece que los seres peores y sólo raramente las personas dignas nacen en la nobleza y en la fortuna; y por qué hay mendigos cuyos seres internos son iguales a los hombres más elevados y nobles; cuando sus filósofos o teólogos expliquen todo esto y mucho más, de manera satisfactoria, sólo entonces ustedes tendrán el derecho de rechazar la reencarnación.”.

La personalidad, con sus Skandhas, cambia con cada nacimiento. Como dijimos, es sólo el papel del actor (el verdadero Ego) para una noche. Esta es la razón por la cual no conservamos ninguna memoria, en el plano físico, de nuestras vidas pasadas, no obstante el “Ego” real las haya vivido todas y las conozca muy bien”.

 

A continuación se citan otros extractos en referencia a los Skandhas, en este caso de la obra de William Q. Judge, El Océano de la Teosofía:

“Durante la vida terrenal, los deseos y las pasiones están guiados por la mente y por el alma, pero después de la muerte funcionan sin la dirección de su anterior amo y maestro. Mientras vivimos, somos responsables de esas tendencias y de sus efectos, y cuando hemos abandonado esta vida seguimos siendo responsables, aun cuando estas pasiones continúen funcionando y produciendo efectos sobre otros seres mientras existan como la entidad antes descrita y sin nuestra directa guía y control. En esto se reconoce la continuación de nuestra responsabilidad. Esas pasiones y deseos forman parte de los skandhas —bien conocidos en la filosofía oriental—, los cuales son los agregados que constituyen al hombre. El cuerpo físico incluye un grupo de skandhas, el hombre astral otro, el principio de kāma es otro grupo y aún otros más, que pertenecen a otras partes. En kāma se encuentran los skandhas realmente activos e importantes, los que controlan los renacimientos y conducen a todas las variedades de vida y circunstancias de cada renacimiento.

Ahora bien, en kāma loka este conjunto de deseos y pensamientos sigue existiendo definitivamente hasta su desintegración total, y entonces el remanente consiste en la esencia de esos skandhas, conectados desde luego con el ser que los generó. La eliminación de estos skandhas es tan imposible como borrar el universo. Por lo tanto, estos, se dice, permanecen hasta que el ser o Ego emerge del estado de dewachen y entonces, instantáneamente y de acuerdo con la ley de la atracción, los skandhas son atraídos hacia el ser, quien con tales skandhas, como gérmenes o base, elabora para la nueva encarnación una nueva serie de skandhas”.