02 diciembre 2023

Navidad y Año Nuevo

 

La gente suele querer que sus amigos tengan un feliz año nuevo, y a veces “próspero” se agrega a “feliz”.

(…) Ni la felicidad ni la prosperidad son siempre el mejor de los compañeros de cama para mortales tan subdesarrollados como somos la mayoría de nosotros; rara vez traen consigo paz, la cual es la única alegría permanente. La idea de paz suele estar relacionada con el fin de la vida y con un estado de ánimo religioso. Sin embargo, en general, ese tipo de paz contiene el elemento de esperanza. Los placeres de este mundo han sido derrotados, y el alma espera con satisfacción en la esperanza de los placeres del siguiente. La paz de la mente filosófica es muy diferente a esto, y puede alcanzarse temprano en la vida, cuando uno apenas ha experimentado el placer, así como cuando uno se ha atiborrado completamente de él. Los Trascendentalitas americanos descubrieron que la vida podía convertirse en sublime sin ninguna ayuda de circunstancias o fuentes externas de placer y prosperidad. Por supuesto, esto había sido descubierto muchas veces antes, y Emerson sólo retomó el grito de Epicteto. Pero cada hombre tiene que descubrir este hecho por sí mismo, y una vez que lo ha comprendido, sabe que sería un desgraciado si no intentara hacer realidad esa posibilidad en su propia vida. (…) El Teósofo que es completamente serio, ve su responsabilidad y se esfuerza por encontrar el conocimiento, viviendo, mientras tanto, en el más alto estándar del que es consciente. (…) La vida del hombre está en sus propias manos, su destino lo dirige él mismo.

Y que nadie imagine que la importancia del nacimiento del año es una mera fantasía. La tierra pasa por sus fases definidas, y el hombre también; y como un día puede ser coloreado, también puede serlo un año. La vida astral de la tierra es joven y fuerte entre Navidad y Pascua. Aquellos que formulen sus deseos ahora tendrán más fuerza para realizarlos de manera consistente. (1)

Déjalo ir [al viejo año], con sus alegrías y triunfos, su maldad y amargura, pero sin dejar atrás, para nuestra enseñanza, el recuerdo de nuestra experiencia y las lecciones de nuestros errores. Sabio es aquel que permite que "el Pasado muerto entierre a sus muertos", y renace valentía para cumplir con los deberes más frescos del Año Nuevo, sólo el débil y tonto lamentan lo irrevocable. (2)

De acuerdo con nuestros principios teosóficos, cada hombre o mujer está dotado, más o menos, con una potencia magnética, la cual cuando es ayudada por una sincera y sobre todo por una intensa e indomable voluntad –es la más efectiva de las palancas mágicas puestas por la Naturaleza en manos del ser humano– para mal y para bien. Usemos entonces, Teósofos, esa voluntad para enviar un saludo sincero y un deseo de buena suerte para el Año Nuevo a todos los seres vivientes bajo el sol –enemigos implacables y calumniadores incluidos. Tratemos de sentirnos especialmente amables y perdonar a nuestros enemigos y perseguidores, honestos o deshonestos, para que ninguno de nosotros pueda enviar inconscientemente un "mal de ojo" en lugar de una bendición.

“¡Hala!”, oímos que algunos lectores casuales exclaman. “He aquí una nueva superstición de los chalados teosóficos: déjennos oírlo…”.

(…) Si tenemos en cuenta nuestra mística consideración del hombre empresarial promedio, el libertino, el materialista, o el fanático, es siempre el mismo. Obligado a confinar su atención a la preocupación de la jornada, el hombre de negocios imita la previsión de la hormiga poniendo una parte de su comida para el invierno de la vejez; mientras que los elegidos de la fortuna e ilusiones kármicas hacen todo lo posible para emular al saltamontes en su zumbido perpetuo y una veraniega canción. El cuidado egoísta de unos y la absoluta imprudencia de los otros hace que la ignorancia permanezca sin conocer cualquier tarea seria de la especie Humana. En cuanto a los dos últimos, es decir, el materialista y el fanático, el deber hacia los vecinos y la caridad hacia todos comienzan y termina en su casa. La mayoría de los hombres aman, pero solo a los que comparten sus respectivas formas de pensar, y no se preocupan por el futuro de las razas o el mundo; ni tendrán un pensamiento, si ellos pueden evitarlo, de la vida post-mortem. Debido a sus respectivos temperamentos psíquicos cada hombre espera que la muerte le introduzca a través de porches de oro en un cielo convencional, o a través de cavernas sulfurosas en un infierno de asbesto, o al borde de un abismo que no existe. ¡Y he aquí como todos ellos- salvo el materialista- temen a la muerte sin lugar a dudas! ¿Puede que este temor se encuentre en el fondo de la aversión de ciertas personas hacia la Teosofía y la Metafísica? Pero ningún hombre en este siglo [XIX] –girando locamente hacia su tumba abierta– tiene el tiempo o el deseo de dar más que un pensamiento ocasional sobre el sombrío visitante a quien no echara de menos ninguno de nosotros, o el Futuro.

(…) Los cristianos –sobre todo los continentales– celebran su Día de Año Nuevo con especial pompa. Este día es el Devachán de niños y siervos, y se supone que todo el mundo es feliz, desde los Reyes y Reinas bajando hasta los porteros y cocineros. El festival es, por supuesto, puramente pagano, al igual que lo son, con muy pocas excepciones, todos nuestros días festivos. Las queridas y viejas costumbres paganas no han desaparecido, ni siquiera en la Inglaterra protestante, aunque aquí el Año Nuevo ya no es un día sagrado – es una lástima. Los regalos, que antes se llamaban en la antigua Roma strenae (ahora, étrennes en francés), siguen intercambiándose mutuamente. La gente se saluda con las palabras: –Annum novum Faustum felicemque tibi, como antaño; los magistrados, es cierto, ya no sacrifican un buey blanco en honor de Janus. Pero magistrados, sacerdotes y todos devoran todavía en conmemoración cisnes y novillos, bueyes gordos y pavos en sus cenas de Navidad y Año Nuevo. Los dorados dátiles y ciruelas secas, así como los higos han pasado ahora de las manos de los tribunos camino del Capitolio a los árboles de Navidad para los niños.

(…) Como el éxito de cualquier asunto se consideraba un buen augurio para todo el año en la antigua Roma, la creencia existe hasta el día de hoy en muchos países cristianos, sobre todo en Rusia. ¿Es porque en vez del Año Nuevo, el muérdago y el acebo que son utilizados ahora en el día de Navidad, se ha convertido en un símbolo cristiano? El corte del muérdago de la encina sagrada en el día de Año Nuevo es una reliquia de los antiguos Druidas de la pagana Bretaña. La Bretaña es cristiana y tan pagana en sus formas como una vez lo fue.

(…) El primero de enero fue una vez más sagrado para Janus que para Juno; y janua, significa «la puerta que abre el año», y mantiene como bueno cualquier día de enero. El 3 de enero, por ejemplo, fue consagrado a Minerva-Atenea, la diosa de la sabiduría y para Isis, "la que genera la vida", la antigua dama patrona de la buena ciudad de Lutecia.

(…) Para ser breve, es el 4 de enero, el que debe ser elegido por los Teósofos –los Esoteristas especialmente– como su Año Nuevo. Enero está bajo el signo de Capricornio, el misterioso Makara de los Místicos hindúes –los «Kumaras», que se manifestaron después de haber encarnado en la humanidad bajo el décimo signo del Zodíaco. Durante mucho tiempo el 4 de enero fue consagrado a Mercurio-Budha, o Thoth-Hermes. De este modo, todo se combina para hacer de ello una fiesta en la que se celebrará verdaderamente por aquellos que estudian la Sabiduría antigua. Llámese Budh o Budhi o por su nombre Aryan, Mercurios, hijo de Caelus y Hécate, o del mago divino (blanco) y el infernal (negro) o por su nombre Helénico, o también Hermes o Thoth, su nombre greco-egipcio; el día parece en todo sentido más apropiado para nosotros que el 1 de enero, el día de Jano, el «dios del tiempo» de doble cara –servidores. Sin embargo, fiel a su denominación, y así elegido para ser celebrado por todos los Oportunistas políticos del mundo entero. (3)

Pero los Dioses son muchos; y cada mes de diciembre, de acuerdo con los japoneses, es el mes de la llegada, o descenso de los dioses; por lo tanto, debe haber un número considerable de deidades acechándonos a los mortales en el espacio astral. El 3 de enero, un día que estaba, antes de Clovis, consagrada al culto de Isis –la diosa patrona de París, que ahora ha cambiado su nombre y convertirse en Sainte-Geneviève, "la que genera vida" –era también apartado como el día en que las deidades del Olimpo visitaron a sus adoradores. El tercer día de cada mes era sagrado a Palas Atenea, la Diosa de la Sabiduría; y el 4 de enero es el día de Mercurio (Hermes, Budha), a quien se le atribuye el mérito de añadir cerebros a las cabezas de quienes le son corteses. Diciembre y enero son los dos meses más conectados con los dioses y los números. (4)

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 (1) “1888”: Lucifer, Vol. I, nº 5, enero, 1888.

(2) “Un año de Teosofía”: The Theosophist, vol. II, nº 4, enero, 1881.

(3) “¡1890! El día siguiente del Año Nuevo”: Lucifer, Vol. V, nº 29, enero, 1890.

(4)“Diciembre de 1888 y enero de 1889”: Lucifer, Vol. III, nº 17, enero de 1889.

Todos los artículos fueron escritos por H.P. Blavatsky.

Se ha efectuado una separación por párrafos en algunas partes del texto para una exposición más clara.