La gente suele querer que sus amigos tengan un feliz año nuevo, y a veces “próspero” se agrega a “feliz”.
(…) Ni la felicidad ni la prosperidad son siempre el mejor
de los compañeros de cama para mortales tan subdesarrollados como somos la
mayoría de nosotros; rara vez traen consigo paz, la cual es la única alegría
permanente. La idea de paz suele estar relacionada con el fin de la vida y
con un estado de ánimo religioso. Sin embargo, en general, ese tipo de paz
contiene el elemento de esperanza. Los placeres de este mundo han sido
derrotados, y el alma espera con satisfacción en la esperanza de los placeres
del siguiente. La paz de la mente filosófica es muy diferente a esto, y puede
alcanzarse temprano en la vida, cuando uno apenas ha experimentado el placer,
así como cuando uno se ha atiborrado completamente de él. Los Trascendentalitas
americanos descubrieron que la vida podía convertirse en sublime sin ninguna
ayuda de circunstancias o fuentes externas de placer y prosperidad. Por
supuesto, esto había sido descubierto muchas veces antes, y Emerson sólo retomó
el grito de Epicteto. Pero cada hombre tiene que descubrir
este hecho por sí mismo, y una vez que lo ha comprendido, sabe que sería un
desgraciado si no intentara hacer realidad esa posibilidad en su propia vida.
(…) El Teósofo que es completamente serio, ve su responsabilidad y se
esfuerza por encontrar el conocimiento, viviendo, mientras tanto, en el más
alto estándar del que es consciente. (…) La vida del hombre está en sus propias
manos, su destino lo dirige él mismo.
Y que nadie imagine que la importancia del nacimiento del
año es una mera fantasía. La tierra pasa por sus fases definidas, y el hombre
también; y como un día puede ser coloreado, también puede serlo un año. La vida
astral de la tierra es joven y fuerte entre Navidad y Pascua. Aquellos que
formulen sus deseos ahora tendrán más fuerza para realizarlos de manera
consistente. (1)
Déjalo ir [al viejo año], con sus alegrías y triunfos, su
maldad y amargura, pero sin dejar atrás, para nuestra enseñanza, el recuerdo de
nuestra experiencia y las lecciones de nuestros errores. Sabio es aquel que
permite que "el Pasado muerto entierre a sus muertos", y renace valentía para
cumplir con los deberes más frescos del Año Nuevo, sólo el débil y tonto
lamentan lo irrevocable. (2)
De acuerdo con nuestros principios teosóficos, cada hombre o
mujer está dotado, más o menos, con una potencia magnética, la cual cuando es
ayudada por una sincera y sobre todo por una intensa e indomable voluntad –es
la más efectiva de las palancas mágicas puestas por la Naturaleza en manos del
ser humano– para mal y para bien. Usemos entonces, Teósofos, esa voluntad para
enviar un saludo sincero y un deseo de buena suerte para el Año Nuevo a todos
los seres vivientes bajo el sol –enemigos implacables y calumniadores
incluidos. Tratemos de sentirnos especialmente amables y perdonar a nuestros
enemigos y perseguidores, honestos o deshonestos, para que ninguno de nosotros
pueda enviar inconscientemente un "mal de ojo" en lugar de una bendición.
“¡Hala!”, oímos que algunos lectores casuales exclaman. “He
aquí una nueva superstición de los chalados teosóficos: déjennos oírlo…”.
(…) Si tenemos en cuenta nuestra mística consideración del
hombre empresarial promedio, el libertino, el materialista, o el fanático, es
siempre el mismo. Obligado a confinar su atención a la preocupación de la
jornada, el hombre de negocios imita la previsión de la hormiga poniendo una
parte de su comida para el invierno de la vejez; mientras que los elegidos de
la fortuna e ilusiones kármicas hacen todo lo posible para emular al
saltamontes en su zumbido perpetuo y una veraniega canción. El cuidado egoísta
de unos y la absoluta imprudencia de los otros hace que la ignorancia
permanezca sin conocer cualquier tarea seria de la especie Humana. En cuanto a
los dos últimos, es decir, el materialista y el fanático, el deber hacia los
vecinos y la caridad hacia todos comienzan y termina en su casa. La mayoría
de los hombres aman, pero solo a los que comparten sus respectivas formas de
pensar, y no se preocupan por el futuro de las razas o el mundo; ni tendrán un
pensamiento, si ellos pueden evitarlo, de la vida post-mortem. Debido a sus
respectivos temperamentos psíquicos cada hombre espera que la muerte le
introduzca a través de porches de oro en un cielo convencional, o a través de
cavernas sulfurosas en un infierno de asbesto, o al borde de un abismo que no
existe. ¡Y he aquí como todos ellos- salvo el materialista- temen a la muerte
sin lugar a dudas! ¿Puede que este temor se encuentre en el fondo de la
aversión de ciertas personas hacia la Teosofía y la Metafísica? Pero ningún
hombre en este siglo [XIX] –girando locamente hacia su tumba abierta– tiene el tiempo
o el deseo de dar más que un pensamiento ocasional sobre el sombrío visitante a
quien no echara de menos ninguno de nosotros, o el Futuro.
(…) Los cristianos –sobre todo los continentales– celebran
su Día de Año Nuevo con especial pompa. Este día es el Devachán de niños
y siervos, y se supone que todo el mundo es feliz, desde los Reyes y Reinas
bajando hasta los porteros y cocineros. El festival
es, por supuesto, puramente pagano, al igual que lo son, con muy pocas
excepciones, todos nuestros días festivos. Las queridas y
viejas costumbres paganas no han desaparecido, ni siquiera en la Inglaterra protestante, aunque aquí el Año Nuevo ya no es un día sagrado – es una lástima.
Los regalos, que antes se llamaban en la antigua Roma strenae (ahora, étrennes
en francés), siguen intercambiándose mutuamente. La gente se saluda con las
palabras: –Annum novum Faustum felicemque tibi, como antaño; los
magistrados, es cierto, ya no sacrifican un buey blanco en honor de Janus. Pero magistrados, sacerdotes y todos devoran todavía en conmemoración cisnes y novillos, bueyes gordos y pavos en sus cenas de Navidad y Año Nuevo.
Los dorados dátiles y ciruelas secas, así como los higos han pasado ahora de las manos de los tribunos camino del Capitolio a los árboles de Navidad para los niños.
(…) Como el éxito de cualquier asunto se consideraba un buen
augurio para todo el año en la antigua Roma, la creencia existe hasta el día de
hoy en muchos países cristianos, sobre todo en Rusia. ¿Es porque en vez del Año
Nuevo, el muérdago y el acebo que son utilizados ahora en el día de Navidad, se
ha convertido en un símbolo cristiano? El corte del muérdago de la encina
sagrada en el día de Año Nuevo es una reliquia de los antiguos Druidas de la
pagana Bretaña. La Bretaña es cristiana y tan pagana en sus formas como una vez
lo fue.
(…) El primero de enero fue una vez más sagrado para Janus que
para Juno; y janua, significa «la puerta que abre el año», y mantiene
como bueno cualquier día de enero. El 3 de enero, por ejemplo, fue consagrado a
Minerva-Atenea, la diosa de la sabiduría y para Isis, "la que
genera la vida", la antigua dama patrona de la buena ciudad de Lutecia.
(…) Para ser breve, es el 4 de enero,
el que debe ser elegido por los Teósofos –los Esoteristas especialmente– como
su Año Nuevo. Enero está bajo el signo de Capricornio, el misterioso Makara
de los Místicos hindúes –los «Kumaras», que se manifestaron después de haber
encarnado en la humanidad bajo el décimo signo del Zodíaco. Durante mucho
tiempo el 4 de enero fue consagrado a Mercurio-Budha, o Thoth-Hermes. De este
modo, todo se combina para hacer de ello una fiesta en la que se celebrará
verdaderamente por aquellos que estudian la Sabiduría antigua. Llámese Budh o Budhi
o por su nombre Aryan, Mercurios, hijo de Caelus y Hécate,
o del mago divino (blanco) y el infernal (negro) o por su nombre
Helénico, o también Hermes o Thoth, su nombre greco-egipcio; el día parece en
todo sentido más apropiado para nosotros que el 1 de enero, el día de Jano, el
«dios del tiempo» de doble cara –servidores. Sin embargo, fiel a su
denominación, y así elegido para ser celebrado por todos los Oportunistas
políticos del mundo entero. (3)
Pero los Dioses son muchos; y cada mes de diciembre, de
acuerdo con los japoneses, es el mes de la llegada, o descenso de los
dioses; por lo tanto, debe haber un número considerable de deidades
acechándonos a los mortales en el espacio astral. El 3 de enero, un día que estaba,
antes de Clovis, consagrada al culto de Isis –la diosa patrona de París,
que ahora ha cambiado su nombre y convertirse en Sainte-Geneviève, "la
que genera vida" –era también apartado como el día en que las deidades del
Olimpo visitaron a sus adoradores. El tercer día de cada mes era sagrado a Palas
Atenea, la Diosa de la Sabiduría; y el 4 de enero es el día de Mercurio
(Hermes, Budha), a quien se le atribuye el mérito de añadir cerebros a las
cabezas de quienes le son corteses. Diciembre y enero son los dos meses más
conectados con los dioses y los números. (4)
(2) “Un año de Teosofía”: The Theosophist, vol. II, nº 4, enero, 1881.
(3) “¡1890! El día siguiente del Año Nuevo”: Lucifer, Vol. V, nº 29, enero, 1890.
(4)“Diciembre de 1888 y enero de 1889”: Lucifer, Vol. III, nº 17, enero de 1889.
Todos los artículos fueron escritos por H.P. Blavatsky.
Se ha efectuado una separación por párrafos en algunas partes del texto para una exposición más clara.