04 enero 2024

Simbología del dragón y la serpiente

 

Wat Chedi Luang, templo budista en el centro histórico de Chiang Mai, Tailandia. "Hubo un tiempo en que las cuatro partes del mundo estaban cubiertas de templos consagrados al Sol y al Dragón; pero el culto se conserva ahora principalmente en China y en los países buddhistas".




“La historia religiosa y esotérica de todas las naciones se encontraba embebida en los símbolos; nunca fue literalmente expresada en muchas palabras. Todos los pensamientos y emociones, toda la instrucción y conocimientos revelados y adquiridos de las primeras Razas, tenían su expresión pictórica en la alegoría y en la parábola”.

“La simbología debe ser estudiada en cada uno de sus aspectos, pues cada nación tiene su método peculiar de expresión; en una palabra, ningún papiro egipcio, ninguna olla india, ningún ladrillo asirio ni ningún manuscrito hebreo, debe leerse y aceptarse literalmente”.

En la época actual, donde todos tenemos acceso a una inmensa información, las anteriores afirmaciones de H. P. Blavatsky son totalmente desoídas, quedándonos en la mayoría de las ocasiones con los significados superficiales de las antiguas historias o representaciones gráficas, y trayéndolas al presente de la forma más burda y tosca que nos podamos imaginar. La simbología que parece ser siempre estar de moda es la relacionada con la idea del mal; idea manoseada y tergiversada hasta límites insospechados por diversas “corrientes de pensamiento” en multitud de webs y publicaciones en general hoy en día, tanto en su versión “conspiranóica” como “ortodoxa oficial”. Nos encontramos aquí con símbolos tales como el dragón, la serpiente, el chivo y con términos tales como “demonio”, “satán”, etc. Aparte de los argumentos muchas veces infantiles o que repiten lo dicho hace pocos años por tal o cual autor en boga, ¿nos hemos parado a hacer una investigación seria y profunda de los símbolos que la historia y la arqueología han demostrado -aunque no entendido- que se han venido repitiendo durante miles de años?

Seguramente sea mucho más sencillo leer un resumen de lo que a continuación se expone e ir directamente “al grano” de la cuestión, pero entendemos que es necesario presentar la información tal y como fue escrita por personas que realmente sabían, sin quitar ni añadir nada, más allá de hacer la selección del texto que se cita, por mucho que parezca confuso y denso, ya que es muy probable que fuera escrito así para tenerse que leer con calma y sopesar cada sentencia:

DRAGONES:

“El nombre del Dragón en la Caldea no era escrito fonéticamente; sino representado por dos monogramas, significando probablemente, según los orientalistas, “el escamoso”. “Esta descripción”, observa muy pertinentemente G. Smith, “se puede, por supuesto, aplicar ya a un dragón fabuloso, a una serpiente o a un pescado”. A esto podemos añadir que en un aspecto se aplica a Makara, el décimo Signo del Zodíaco, término sánscrito de un animal anfibio no descrito, llamado generalmente Cocodrilo, pero que en realidad significa algo más. Ésta es, pues, una admisión virtual de que los asiriólogos, en todo caso, no saben nada de cierto respecto de la condición del Dragón en la antigua Caldea. De la Caldea [“Caldea es el nombre con que se conoció en la Antigüedad la región situada en la media Mesopotamia, al establecerse en ella los caldeos. Posteriormente esta denominación se extendió a toda la región de Babilonia, pero solo debe llamarse Caldea a la zona extrema sudoriental de la parte meridional de la cuenca del Éufrates y el Trigis, próximo a los desiertos de Arabia”. Wikipedia.] fue de donde los judíos obtuvieron su simbolismo, que luego les fue robado por los cristianos, quienes hicieron del “escamoso” una entidad viviente y un poder maléfico.

El símbolo del “Dragón” tiene un séptuple significado, y de estos siete significados puede exponerse el más elevado y el inferior. El más elevado es idéntico al “Nacido por Sí”, el Logos, el Aja hindú. Entre los gnósticos cristianos llamados naasenios, o adoradores de la Serpiente, era la Segunda Persona de la Trinidad, el HIJO. Su símbolo era la constelación del Dragón. Sus siete “Estrellas” son las siete estrellas que están en la mano del “Alfa y Omega” en el Apocalipsis. En su significado más terrestre, el término “Dragón” fue aplicado a los hombres “Sabios”.

Esta parte del simbolismo religioso de la antigüedad es muy abstrusa y misteriosa, y puede que siga siendo incomprensible para el profano. En nuestra época moderna choca tanto en los oídos cristianos, que a pesar de nuestra decantada civilización, apenas si puede dejar de considerarse como denuncia directa del dogma cristiano más favorito. Semejante asunto requirió, para hacerle justicia, la pluma y el genio de Milton, cuya ficción poética se ha arraigado ahora en la Iglesia como un dogma revelado.

El origen del nuevo mito satánico es fácil de encontrar. La tradición del Dragón y del Sol tiene ecos en todas partes del mundo, tanto en las regiones civilizadas como en las semisalvajes. Se originó de los cuchicheos entre los profanos respecto de las Iniciaciones secretas, y se estableció universalmente por medio de la religión heliólatra antes universal. Hubo un tiempo en que las cuatro partes del mundo estaban cubiertas de templos consagrados al Sol y al Dragón; pero el culto se conserva ahora principalmente en China y en los países buddhistas.

“Bel y el Dragón estando uniformemente unidos, y el sacerdote de la religión Ofita usando del mismo modo el nombre de su Dios” (Archœlogy, XXV, 220, Londres). Entre las religiones del pasado, en Egipto es donde tenemos que buscar su origen occidental. Los Ofitas [Fraternidad gnóstica de Egipto, y una de las más primitivas sectas del Gnosticismo, o Gnosis (sabiduría, conocimiento), conocida con el nombre de “Hermandad de la Serpiente”. Glosario Teosófico.]  adoptaron sus ritos de Hermes Trimegisto, y el culto heliólatra, con sus dioses–Soles, cruzó al país de los Faraones desde la India. En los dioses de Stonehenge reconocemos a las divinidades de Delfos y de Babilonia, y en las de esta última a los Devas de las naciones védicas. Bel y el Dragón, Apolo y Pitón, Krishna y Kâliya, Osiris y Tifón, son todos uno bajo diversos nombres, siendo las posteriores Miguel y el Dragón Rojo, y San Jorge y su Dragón. Como Miguel es “uno como Dios”, o su “Doble”, para propósitos terrestres, y es también uno de los Elohim, el Ángel guerrero, es, por tanto, una simple permutación de Jehovah. Sea el que fuese el suceso cósmico o astronómico que primeramente dio lugar a la alegoría de la “Guerra en los Cielos”, hay que buscar su origen terrestre en los templos de la Iniciación y en las criptas arcaicas, y la prueba es que vemos:

a) a los sacerdotes asumiendo el nombre de los dioses a quienes servían;

b) a los “Dragones” tenidos en toda la antigüedad como símbolos de la Inmortalidad y la Sabiduría, del Conocimiento secreto y de la Eternidad; y

c) los Hierofantes de Egipto, de Babilonia y de la India se daban generalmente el nombre de “Hijos del Dragón” y de “Serpientes”; corroborando así las enseñanzas de la Doctrina Secreta.

Había numerosas catacumbas en Egipto y en Caldea, algunas de las cuales eran de gran extensión. Las más célebres de ellas eran las criptas subterráneas de Tebas y Menfis. Las primeras principiando en el lado occidental del Nilo, se extendían hacia el desierto de Libia, y eran conocidas como las catacumbas, o pasajes de la Serpiente. Allí era donde se ejecutaban los Sagrados Misterios del Kuklo–Anankês, el “Ciclo Inevitable”, conocido más generalmente por el “Círculo de la Necesidad”: el destino inexorable impuesto a toda Alma después de la muerte corporal, una vez juzgada en la región del Amenti.

En las doctrinas religiosas de los gnósticos es donde puede verse mejor el verdadero significado del Dragón, de la Serpiente, del Chivo y de todos esos símbolos de los poderes llamados ahora el Mal; pues ellos fueron los que, en sus enseñanzas, divulgaron la naturaleza Esotérica del sustituto judío de AIN-SOPH, cuyo verdadero significado ocultaban los rabinos, mientras que los cristianos, con pocas excepciones, no sabían nada acerca de él. Seguramente que Jesús de Nazareth no hubiera aconsejado a sus apóstoles que se mostrasen tan sabios como la serpiente, si esta última hubiera sido un símbolo del Demonio; ni tampoco los Ofitas, los sabios gnósticos egipcios de la “Fraternidad de la Serpiente”, hubieran reverenciado a una serpiente viva en sus ceremonias como emblema de la SABIDURÍA, la divina Sophia y tipo del todo–bien, no del todo–mal, si ese reptil hubiera estado relacionado con Satán. El hecho es que, hasta como ofidio común, ha sido siempre un símbolo doble, y como Dragón no ha sido nunca más que un símbolo de la Deidad manifestada en su gran Sabiduría. El Draco volans, el “dragón volador” de los pintores primitivos, puede ser una pintura exagerada del animal antediluviano real extinguido, y los que tienen fe en las Enseñanzas Ocultas creen que en los antiguos tiempos existían tales seres como dragones voladores, una especie de pterodáctilos, y que esos lagartos alados gigantescos sirvieron de prototipos para los Seraph de Moisés y su gran Serpiente de Bronce. Los judíos mismos adoraron antes a este último ídolo, pero después de las reformas religiosas introducidas por Ezequías, dieron una completa vuelta, y llamaron a ese símbolo del Dios Grande o Superior de todas las naciones, un Demonio, y a su propio usurpador, el “Dios Uno”.

El apelativo Sa’tan, sâtân en hebreo, un “adversario” (del verbo shatana, “ser adverso”, “perseguir”), pertenece de derecho al primer “adversario” y el más cruel de todos los demás dioses: Jehovah; no a la Serpiente, que sólo hablaba palabras de simpatía y sabiduría, y que es a lo sumo, aun en el dogma, el “adversario” de los hombres. Este dogma, basado como está sobre el tercer capítulo del Génesis, es tan ilógico e injusto como paradójico. Pues, ¿quién fue el primero en crear ese tentador original, y desde entonces universal, del hombre– la mujer? No la Serpiente, en verdad, sino el mismo “Señor Dios”, que dijo: “No es bueno que el hombre esté solo”, e hizo a la mujer y “se la dio al hombre” (18-22). Si el pequeño incidente desagradable que luego siguió debía y debe ser aún considerado como “el pecado original”, entonces la previsión divina del Creador se muestra verdaderamente bajo una luz muy pobre. Hubiera sido mucho mejor para el primer Adán del primer capítulo que lo hubiese dejado o bien “macho y hembra”, o “solo”. Es evidente que el Señor Dios fue la causa verdadera de todo el daño, el “agente provocador” del mismo, y la Serpiente – sólo un prototipo de Azazel, el “testaferro para el pecado de [el Dios de] Israel”, teniendo el pobre Tragos que sufrir el castigo del desatino de su Amo y Creador. Esto, por supuesto, sólo se dirige a los que aceptan los sucesos preparatorios del drama de la humanidad en el Génesis, con el sentido de la letra muerta. Los que los leen esotéricamente no se ven reducidos a especulaciones e hipótesis imaginativas; saben ellos cómo deben leer el simbolismo que encierran, y no pueden equivocarse.

SERPIENTES:

“El “Huevo del Mundo” es, quizás, uno de los símbolos más universalmente adoptados, siendo en alto grado sugestivo, tanto en el sentido espiritual como en el fisiológico y en el cósmico. Por lo tanto, se le encuentra en todas las teogonías del mundo asociado con el símbolo de la serpiente, siendo esta última en todas partes, tanto en filosofía como en simbolismo religioso, un emblema de la eternidad, del infinito, de regeneración, de renovación y de rejuvenecimiento, así como de la sabiduría.

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El símbolo primitivo de la serpiente ha representado siempre la Sabiduría divina y la perfección, y siempre se le ha mirado como equivalente a Regeneración psíquica y a Inmortalidad. De aquí que Hermes haya llamado a la serpiente el más espiritual de todos los seres; Moisés, iniciado en la sabiduría de Hermes, ha seguido el mismo camino en el Génesis; siendo la serpiente de los gnósticos con las siete vocales sobre su cabeza, el emblema de las siete jerarquías de los Creadores Septenarios o Planetarios. De ahí también la serpiente inda Shesha o Ananta, “el Infinito”, un nombre de Vishnu, y su primer Vahan, o vehículo, sobre las aguas primordiales es esta serpiente. Sin embargo, todos ellos establecen una diferencia entre la Serpiente Buena y la mala (la Luz Astral de los cabalistas); la primera, la encarnación de la Sabiduría divina en la región de lo Espiritual; y la segunda, el Mal, en el plano de la materia *(La Luz Astral, o el Éter de los antiguos paganos -el nombre de Luz Astral es completamente moderno-, es el Espíritu-Materia. Comenzando en el plano puro espiritual, se hace más grosera a medida que desciende, hasta que se convierte en Maya, o la serpiente tentadora y engañosa en nuestro plano. Nota al pie de página.). Jesús aceptó la serpiente como un sinónimo de Sabiduría, y esto formó parte de sus enseñanzas “Sed sagaces como la serpiente”, dice.

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Los ofitas aseguraban que había varias clases de genios, desde dios al hombre; que su relativa superioridad se determinaba por el grado de luz que a cada uno se concedía; y sostenían que debía darse siempre gracias a la serpiente, por el señalado servicio que había hecho a la humanidad. Porque ella enseñó a Adán que, si comía del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, elevaría inmensamente su ser por el conocimiento y la sabiduría que así adquiriría. Tal era la razón exotérica que se daba.

Es fácil ver de dónde proviene la idea primitiva del carácter doble (semejante al de Jano) de la Serpiente – el bien y el mal. Este símbolo es uno de los más antiguos, porque el reptil precedió al ave y el ave al mamífero. De aquí proviene la creencia, o más bien la superstición, de las tribus salvajes, que se imaginan que las almas de sus antecesores viven bajo esta forma; y la general asociación de la Serpiente con el árbol.

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Según veremos más de una vez a medida que avancemos, la “Serpiente” y el “Dragón” eran nombres que se daban a los “Sabios”, los adeptos iniciados de los tiempos antiguos. Sus conocimientos y sabiduría eran lo que devoraban o se asimilaban sus partidarios, y de aquí la alegoría. Cuando se dice en la fábula que el Sigurd escandinavo asó el corazón de Fafnir, el Dragón, a quien había matado, convirtiéndose así en el más sabio de los hombres, el significado es el mismo. Sigurd se había hecho sabio en misterios y encantos mágicos; había recibido la “palabra” de un iniciado llamado Fafnir, o de un hechicero, después de lo cual éste murió, como sucede a muchos, después que “pasan la palabra”. Epifanio revela un secreto de los gnósticos al tratar de exponer sus “herejías”. Los gnósticos ofitas, dice, tenían una razón para honrar a la Serpiente: era ésta que enseñó los Misterios a los hombres primitivos (Adv. Hœres, XXXVII). Ciertamente; pero no tenían en la imaginación a Adán y Eva en el jardín cuando enseñaban este dogma, sino simplemente lo que se ha expuesto. Los Nâgas de los Adeptos hindúes y tibetanos eran Nâgas humanos (Serpientes), no reptiles. Además, la Serpiente ha sido siempre el símbolo de la renovación, consecutiva o en serie, de la INMORTALIDAD y el TIEMPO.

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Como símbolo, la Serpiente tenía tantos aspectos y significados ocultos como el mismo Árbol; el “Árbol de la Vida”, con el cual estaba relacionada de un modo emblemático y casi indisoluble. Ya se considere como símbolo metafísico o físico, el Árbol y la Serpiente, unidos o separados, nunca han sido en la antigüedad tan degradados como lo son ahora, en esta nuestra edad en que se destruyen los ídolos, no en pro de la verdad, sino para glorificar más la materia grosera.

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Se han expuesto para mostrar: (a) la razón por la cual un Iniciado completo era llamado “Dragón”, “Serpiente”, “Nâga”; y (b) que nuestra división septenaria era usada por los sacerdotes de las dinastías primitivas de Egipto, por la misma razón y con la misma base que nosotros.

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La Serpiente se convirtió en el tipo y símbolo del mal y del Demonio sólo durante la Edad Media. Los cristianos primitivos, así como los gnósticos ofitas, tenían su Logos dual: la Buena y la Mala Serpiente, el Agathodæmon y el Kakodæmon. Esto está demostrado en los escritos de Marcos, de Valentín y de muchos otros, y especialmente en Pistis–Sophia, que es, en verdad, un documento de los primeros siglos del cristianismo. En el sarcófago de mármol de una tumba descubierta en 1852 cerca de la Porta Pía, se ve la escena de la adoración de los Magos, “o bien”, observa el difunto C. W. King en The Gnosties, “el prototipo de aquella escena”, el “Nacimiento del Nuevo Sol”. El suelo de mosaico exhibía un curioso dibujo que podía representar, bien a Isis dando de mamar al niño Harpócrates, o a la Madona criando al infante Jesús. En los sarcófagos pequeños que rodeaban al mayor, se encontraron muchas planchas de plomo enrolladas como si fueran pergamino, de las cuales pueden ser descifradas todavía once. El contenido de éstas debiera considerarse como una prueba decisiva sobre una cuestión muy enojosa, pues muestran que, o bien los cristianos primitivos, hasta el siglo VI eran bona fide paganos, o que el cristianismo dogmático fue una completa copia, que pasó toda entera a la Iglesia cristiana: Sol, Árbol, Serpiente, Cocodrilo y todo”.

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Como vemos, los símbolos del dragón y de la serpiente están íntimamente conectados, como suele ocurrir con la enseñanza de la antigua Sabiduría, ya que, aunque necesitamos hacer exposiciones por temáticas para una comprensión más clara, todo está relacionado y encaja a la perfección. Recomendamos, por ello, que el lector que tenga interés por los temas aquí tratados los estudie directamente de La Doctrina Secreta de Helena P. Blavatsky, libros de los que se han extraído las anteriores citas, y donde, con toda seguridad, puede beneficiarse de una lectura mucho más interesante, al irse tratando muchos y variados temas a la vez, siendo todos interdependientes.