23 julio 2020

La Ley del Karma.

Compilación de citas tanto de Helena P. Blavatsky como de William Q. Judge en relación a la Ley del Karma:

- ¿Qué es?

Karma bueno y Karma malo.

Relación con la reencarnación.

Creamos nuestro propio destino.

Enfermedades y determinación del cuerpo físico.

Una Ley que no se puede evadir de ningún modo.

¿Qué es?

“Como ya dije, lo consideramos como la Ley Última del universo, la fuente y el origen de todas las demás leyes que existen en la Naturaleza. Karma es la ley infalible que ajusta el efecto a la causa en los planos físicos, mentales y espirituales del ser. Como no existe causa que se quede sin su efecto, desde la más grande a la más pequeña, desde el disturbio cósmico al movimiento de su mano; y como símil produce símil, Karma es esta ley invisible y desconocida que ajusta, sabia, inteligente y equitativamente, todo efecto a su causa, haciendo remontar la causa a eso que la produjo.

A pesar de que el Karma mismo sea incognoscible, su acción es perceptible.

(…) Ningún acto, ni siquiera un pensamiento pecaminoso, quedará sin castigo. El pensamiento pecaminoso se castigará con más severidad que el acto, porque el pensamiento tiene una potencialidad mayor para causar resultados malos que hasta una acción. Creemos en una ley infalible de Retribución llamada KARMA, que se manifiesta en una concatenación natural de causas y sus resultados inevitables.

(…)

Ahora piense en un estanque. Una piedra cae en el agua y crea ondulaciones que perturban la tranquilidad. Estas ondulaciones oscilan hacia atrás y adelante hasta que, al final, gracias a la operación de lo que los físicos llaman la ley de disipación de energía, se aplacan y el agua vuelve a su condición de calma y tranquilidad. De manera análoga: toda acción, en todo plano, produce una perturbación en la armonía equilibrada del universo y las vibraciones producidas así, seguirán fluyendo hacia atrás y adelante, si su área es limitada, hasta el restablecimiento del equilibrio. Puesto que cada una de tales perturbaciones empieza desde algún punto particular, está claro que el equilibrio y la armonía pueden restablecerse sólo si todas las fuerzas reconvergen a ese punto del cual fueron activadas. Aquí se encuentra la prueba de que las consecuencias de las acciones, de los pensamientos etc., de un ser humano deben todas reaccionar sobre él con la misma fuerza con la cual fueron puestas en marcha”. (1)

“La palabra Karma significa “acción”. Cada encarnación de un ser es acción; cada manifestación de un sistema de mundos es acción por parte de las entidades que se manifiestan. Es nuestro Karma el que nos lleva en cualquier tipo de cuerpo, medio ambiente y carácter, ya sea bueno o malo, alto o bajo, ancho o estrecho. Karma, con respecto a nuestros alrededores, produce las circunstancias del medio ambiente y del cambio, para la recompensa, el placer o el dolor. En lo referente a nosotros, considerados como seres morales, produce, de vida en vida, una tendencia para las acciones y los pensamientos buenos, virtuosos y sabios o lo contrario”. (3)

“Esta Ley, sea Consciente o Inconsciente, no predestina nada ni a nadie. Existe desde la Eternidad y en ella, verdaderamente, pues es la ETERNIDAD misma; y como tal, puesto que ningún acto puede ser coigual con la Eternidad, no puede decirse que actúa, porque es la ACCIÓN misma. No es la ola que ahoga al hombre, sino la acción personal del náufrago voluntario que va deliberadamente y se coloca bajo la acción impersonal de las leyes que gobiernan el movimiento del Océano. El Karma no crea nada ni proyecta nada. El hombre es el que imagina y crea las causas, y la Ley Kármica ajusta sus efectos, cuyo ajustamiento no es un acto, sino la armonía universal que tiende siempre a tomar su posición original, lo mismo que una rama que, doblada a la fuerza, rebota con el vigor correspondiente. Si sucede que disloca el brazo que trató de doblarla fuera de su posición natural, ¿debemos decir que la rama fue la que rompió nuestro brazo, o que fue nuestra propia insensatez la que nos produjo tal desgracia? Karma no ha tratado jamás de destruir la libertad intelectual e individual, como el Dios inventado por los monoteístas. No ha envuelto sus decretos en la oscuridad intencionalmente para confundir al hombre; ni castiga al que ose investigar sus misterios. Antes al contrario, aquel que por medio del estudio y la meditación descubre sus intrincados senderos, y arroja luz en sus oscuros caminos, en cuyas revueltas perecen tantos hombres a causa de su ignorancia del laberinto de la vida, trabaja por el bien de sus semejantes”. (4)

Karma bueno y karma malo.

“Por eso vemos un ser humano con un carácter muy virtuoso, circundado por circunstancias muy dolorosas; mientras otro, con un temperamento bestial o vicioso, se halla donde todos los eventos parecen placenteros. ¿En este caso, cuál es el Karma bueno o malo? ¿Cuál es la fórmula para determinar si el Karma es bueno o malo? En el ejemplo del ser bueno, rodeado por las adversidades, podría ser Karma bueno, si esto lo fortifica y amplía su capacidad compasiva; mientras que, en el caso del otro individuo, puede ser un Karma por completo negativo; ya que se sumerge sólo en el fango de la sensualidad, profundizando más sus tendencias malas. “El buen Karma o acción, es eso que deleita al Ser Superior; mientras que, el mal Karma, es eso que desagrada al Ser Superior”. (3)

Relación con la reencarnación.

“Esta es la doctrina compañera inseparable de la reencarnación. Estas dos leyes están tan intrincadamente entrelazadas, que es casi imposible tratar apropiadamente una de ellas con exclusión de la otra. Ningún sitio, ni ningún ser en el universo está exento de la acción de la ley de Karma, sino que todos están bajo su influencia, castigados por los errores cometidos y sin embargo benéficamente dirigidos a través de la disciplina, del reposo y de la recompensa, hacia las remotas cumbres de perfección”. (2)

“Constantemente se hacen preguntas respecto al Karma y a la Reencarnación, y parece ser que reina gran confusión en el asunto. Los que han nacido y se han criado en la fe cristiana, y se han educado en la idea de que Dios crea una nueva alma para cada recién nacido, son los perplejos. Preguntan si el número de Mónadas que encarnan en la Tierra es limitado; a lo cual se les contesta afirmativamente. Pues por más incontable que sea, para nosotros, el número de Mónadas que encarnan, sin embargo tiene que haber un límite. (…) Ninguna Mónada nueva ha encarnado desde el punto medio de los Atlantes. Tengamos presente que, excepto en los casos de los niños pequeños y de los individuos cuyas vidas terminan violentamente por algún accidente, ninguna Entidad Espiritual puede reencarnar antes de que haya transcurrido un período de muchos siglos; y semejantes intervalos bastan por sí solos para mostrar que el número de Mónadas es necesariamente finito y limitado. Por otra parte, hay que conceder a otros animales un tiempo razonable para su progreso evolucionario.

De ahí el aserto de que muchos de nosotros estamos agotando los efectos de causas kármicas malas, engendradas por nosotros en cuerpos Atlantes. La Ley de Karma está intrincadamente entretejida con la de Reencarnación.

Sólo el conocimiento de los renacimientos constantes de una misma Individualidad a través de todo el Ciclo de Vida; la seguridad de que las mismas Mónadas (…) tienen que pasar a través del “Ciclo de Necesidad”, recompensadas o castigadas por medio de tales renacimientos, de los sufrimientos soportados o de los crímenes cometidos en las vidas anteriores; (…) sólo esta doctrina, decimos, puede explicarnos el problema misterioso del Bien y del Mal, y reconciliar al hombre con la aparente injusticia terrible de la vida. Nada que no sea una certeza semejante puede aquietar nuestro sentimiento de justicia en rebelión. Pues cuando el que desconoce la noble doctrina mira en torno suyo y observa las desigualdades del nacimiento y de la fortuna, de la inteligencia y de las facultades; cuando vemos que se rinden honores a gente necia y disipada, sobre quien la fortuna ha acumulado sus favores por mero privilegio del nacimiento, y su prójimo, con gran inteligencia y nobles virtudes, mucho más meritorio por todos conceptos, perece de necesidad y por falta de simpatía; cuando se ve todo esto y hay que retirarse ante la impotencia para socorrer el infortunio inmerecido, vibrando los oídos y angustiado el corazón con los gritos de dolor en torno de uno, sólo el bendito conocimiento de Karma impide maldecir de la vida y de los hombres, así como de su supuesto Creador.

(…)

Así, pues, íntimamente, o más bien indisolublemente unida a Karma, hallase la Ley de Renacimiento o de la reencarnación de la misma Individualidad espiritual, en una larga, casi interminable serie de Personalidades. Estas últimas son como los diversos personajes que un mismo actor representa, con cada uno de los cuales ese actor se identifica y es identificado por el público, por espacio de algunas horas. El hombre interno, o verdadero, que personifica tales caracteres, sabe durante todo aquel tiempo que él es Hamlet, sólo por el breve plazo de unos cuantos actos, los cuales, sin embargo, en el plano de la ilusión humana, representa toda la vida de Hamlet. Sabe también que la noche antes fue el Rey Lear, que a su vez es la transformación del Otelo de otra noche anterior a aquélla. Y aun cuando se supone que el personaje exterior, visible, ignora esta circunstancia –y en la vida real esta ignorancia es desgraciadamente demasiado verdadera–, sin embargo, la Individualidad permanente lo sabe muy bien, siendo la del Ojo “espiritual” en el cuerpo físico lo que impide que este conocimiento no se imprima en la conciencia de la falsa Personalidad”. (4)

“Según la enseñanza de nuestra filosofía, el castigo Kármico alcanza al Ego sólo en su próxima encarnación.

Después de la muerte sólo recibe la recompensa de los sufrimientos inmerecidos soportados en su encarnación pasada. Todo el castigo, después de la muerte, hasta para el materialista, consiste en la ausencia de recompensa y en la pérdida completa de la conciencia de la propia beatitud y descanso. Karma es hijo del Ego terrenal, el fruto de las acciones del árbol que es la personalidad objetiva visible a todos y también el fruto de todos los pensamientos y hasta de las intenciones del “Yo” espiritual. Mas Karma es, también, la madre tierna que sana las heridas que ella misma inflige durante la vida anterior, antes de que empiece a torturar a este Ego, infligiéndole nuevas. Si es posible decir que no existe sufrimiento mental o físico, en la vida de un mortal, que no sea el fruto directo y la consecuencia de algún pecado en una existencia anterior; del otro lado: como el ser humano no conserva el más mínimo recuerdo al respecto en esta vida, siente que no merece tal castigo, por lo tanto piensa que está sufriendo por algo de lo cual no es culpable. Sólo esto es suficiente para dar el derecho al alma humana al completo consuelo, descanso y beatitud, en su existencia después de la muerte. (…) Además, el materialista que, a pesar de su materialismo, no fue malo, el intervalo entre las dos vidas será como el sueño plácido e ininterrumpido de un niño; o totalmente sin ensueños o rebosante de imágenes de las cuales no tendrá ninguna percepción definida. Mientras que, para el mortal ordinario, será un ensueño tan lúcido como la vida y lleno de beatitud y visiones reales.

PREG. Entonces: ¿el hombre personal debe siempre seguir sufriendo ciegamente las penalidades Kármicas en las cuales el Ego incurrió?

TEÓS. No completamente. En el momento solemne de la muerte, todo ser humano, aun cuando la muerte es repentina, ve desfilar toda su vida en los detalles más diminutos. Por un breve lapso, el ego personal se vuelve uno con el Ego individual omnisciente. Este instante es suficiente para mostrarle la cadena completa de causas que han estado trabajando durante su vida. Ve y se entiende a sí mismo como es, despojado del elogio y de sus ilusiones. Lee su vida como si fuera un espectador que mira en la arena que está abandonando. Siente y sabe la justicia de todo sufrimiento que ha experimentado”. (1)

“En la pregunta se supone que encarnamos sólo para un desarrollo mejor o para ser castigados; en realidad, éste es sólo un punto de vista parcial del asunto. Reencarnamos como resultado de causas activadas. Entonces, la razón por la cual estamos aquí es multifactorial: para ser recompensados, castigados, por elección, para trabajar de nuevo, para el placer, para el castigo de otros o para su disciplina, para nuestra disciplina y así sucesivamente. La evolución de la raza nos obliga a reencarnar y lo hacemos según la ley. La primera respuesta explica, plenamente, gran parte de esto, sin embargo es posible tomar otro punto de vista. Si consideramos el asunto desde el ángulo de los padres, notamos que el nacimiento y la muerte prematura de un infante son, a la vez, un placer, una disciplina y un castigo. Si se acepta la pérdida de manera apropiada, de aquí nace la disciplina; si uno se rebela, entonces se siente sólo el castigo; mientras el placer y la recompensa vinieron con el nacimiento del niño y, aunque pronto, la causa de tal deleite desapareció, su posible efecto en el padre y la madre no fue destruido. Además, el Ego que trató de empezar la vida en esa familia para salirse muy pronto, puede haber dado un breve paso hacia ambientes mejores o puede haber huido de una familia cuyo medio ambiente proporcionaba sólo obstáculos y maldades. Reflexionando de esta forma, los “misterios” se clarifican.

(…)

es decir: la mayoría de los seres humanos no son agentes Kármicos, salvo en el simple sentido de que están involucrados en la vida, produciendo y experimentando Karma en la masa. Unas pocas personas son lo que se conoce como “agentes Kármicos”, es decir: seres humanos quienes, debido a cierto entrenamiento y manera de vivir en existencias previas, se han convertido en agentes concentrados para llevar a cabo ciertos efectos definidos que el vidente entrenado e iniciado puede prever. Esta es una de las declaraciones de los Iniciados que se supone que conocen dichos temas y, por lo tanto, toda persona que se cree ser un agente Kármico puede, posiblemente, extralimitarse, llevándose bajo la influencia de leyes que operarán sobre ella con una fuerza decuplicada en las vidas futuras. Por ende: es más caritativo, cuerdo, bondadoso y teosófico, seguir las palabras de Jesús, Buda y una pléyade de otros Maestros que nos exhortan a perdonar a nuestro hermano setenta veces siete. Esto nos dice que la caridad cubre una multitud de pecados, advirtiéndonos contra la hipocresía que podría inducirnos a suponer que nos elevamos de los cimientos del mundo para rectificar los abusos en las acciones ajenas, en lugar de cumplir con nuestro deber” (3)

Creamos nuestro propio destino.

“Pero en ninguna parte se encuentra una respuesta correcta o un alivio, excepto en la antigua verdad de que cada hombre es el creador y arquitecto de su propio destino; el único que pone en movimiento las causas de su propia felicidad y miseria. En una vida él siembra y en la siguiente recoge su recompensa. Así pues, y por siempre, la ley de Karma conduce y guía al hombre”. (2)

“Todo trabajador merece su salario, dice la Sabiduría del Evangelio. Toda acción buena o mala es una madre prolífica, dice la Sabiduría de las Eras. Si añade el uno con el otro se percatará del “por qué”. Después de haber permitido al Alma que ha abandonado los dolores de la vida personal, una compensación suficiente, mejor aún, centuplicada, el Karma, con su ejército de Skandha, la espera en el umbral del Dewachen, del cual el Ego vuelve a emerger para asumir una nueva encarnación. En este momento, el destino futuro del Ego, ahora descansado, hace sentir la influencia de la justa Retribución; ya que el Ego cae de nuevo bajo la égida de la ley Kármica activa. Los pecados de la vida anterior del Ego son castigados en este renacimiento que le espera, un renacimiento seleccionado y preparado por esta LEY misteriosa e inexorable, sin embargo infalible en equidad y sabiduría de sus decretos. La diferencia es que esto no toma lugar en un infierno imaginario, con llamas teatrales y ridículos diablos con colas o cuernos, sino en esta tierra, el plano y la región de los pecados del Ego, donde deberá expiar todo pensamiento y acto negativos. Cosechará lo que sembró. La reencarnación reunirá a su alrededor todos estos otros Egos que han sufrido de manera directa o indirecta a causa de la personalidad pasada, aun cuando era un simple instrumento inconsciente. (…)

PREG. ¿Pero dónde está la equidad de que habla, puesto que estas nuevas “personalidades” no están conscientes de haber pecado o de haber sido injuriadas?

TEÓS. (…) La nueva “personalidad” es comparable a una ropa nueva con sus características específicas: color, forma y cualidades; sin embargo, el hombre real que la lleva es el mismo reo del pasado. Es la individualidad la que sufre a través de su “personalidad”. Esto y sólo esto puede explicar la terrible injusticia, sin embargo sólo aparente, en la distribución del destino en la vida humana. Cuando sus filósofos modernos logren mostrarnos una buena razón de por qué tantos seres humanos, aparentemente inocentes y buenos, nacen sólo para sufrir en una vida; por qué muchos nacen pobres y se mueren de hambre en las áreas desheredadas de las grandes ciudades, abandonados por el destino y la humanidad; por qué mientras estos nacen en la pobreza otros abren sus ojos en los palacios; por qué a menudo parece que los seres peores y sólo raramente las personas dignas nacen en la nobleza y en la fortuna; y por qué hay mendigos cuyos seres internos son iguales a los hombres más elevados y nobles; cuando sus filósofos o teólogos expliquen todo esto y mucho más, de manera satisfactoria, sólo entonces ustedes tendrán el derecho de rechazar la reencarnación. (…)”

TEÓS. (…) Nosotros, los teósofos, decimos que el “Bien” y la “Armonía”, el “Mal” y la “Desarmonía”, son sinónimos.

Además, sostenemos que todo dolor y sufrimiento son los resultados de ausencia de Armonía y que la única causa terrible del disturbio de la Armonía es el egoísmo, en una que otra forma. Por lo tanto, el Karma devuelve a cada ser humano las consecuencias efectivas de sus acciones, sin considerar para nada su carácter moral. Puesto que recibe lo que se merece por todo, es obvio que deberá expiar los sufrimientos que causó; así como cosechará, en goce y felicidad, los frutos de la felicidad y armonía que haya contribuido a producir”. (1)

“Debemos también recordar, que aquello que somos es el resultado de lo que fuimos y, por tanto, cualquier cosa que disfrutemos o suframos es la retribución justa que nos asignó la Ley de Karma, la cual no puede equivocarse. Para nuestras mentes aún no desarrolladas diversos sufrimientos pueden parecer actos injustos de la naturaleza, pero no debemos olvidar que la justicia es la ley inmutable y fundamental de la naturaleza, y cualquier resultado que pueda parecer injusto debe ser el resultado de alguna causa remota, aunque la causa inmediata y evidente parezca producir un efecto injusto, lo que sea, es correcto en la naturaleza. Nos queda a nosotros el producir las causas de las que resultará nuestro mejor futuro destino y asegurar nuestro futuro progreso, pero no podemos alterar los efectos de antiguas causas. Por supuesto, es posible que mientras que ciertas causas estén operando podamos combinar con ellas una causa o conjunto de causas para modificar el resultado; pero no debemos olvidar que nos resulta imposible anular las causas ya producidas. Ahora, si nos queremos elevar, debemos producir las causas necesarias.

En primer lugar, sabemos que los estados superiores son más y más omnipresentes. Por tanto, lo primero que debemos hacer es centrar nuestro manas (el quinto principio) [mente, alma] en aquellos elevados estados de omnipresencia, y esto sólo puede ser realizado desligándonos de los deseos inferiores, etc., los cuales nos encadenan a nuestra estrecha personalidad, y transferir nuestra conciencia al Divino Atma, y su vehículo (6º y 7º principios), por el incesante cultivo en nuestro interior de las más altas aspiraciones.

Mientras más éxito tengamos en dicha empresa, más conocimiento obtendremos, pues el séptimo principio es, él mismo, conocimiento absoluto, y viviendo en él, por así decir, vivimos en el conocimiento. En segundo lugar, debemos saber que, para propiciar la pureza de pensamiento en nosotros mismos, debemos estar rodeados por pensamientos puros de otros. Por tanto, mientras más ayudemos a otros a ser puros por medio de la educación, enseñándoles la Ley de Karma y de la Evolución Cósmica, más nos ayudaremos a nosotros mismos, pues la pureza de los otros eleva la naturaleza objetiva que nos rodea hacia un estado más subjetivo, y dichas corrientes subjetivas reaccionan sobre nosotros ayudándonos en nuestra evolución superior. Por esto es una necesidad esencial, un sentimiento de inegoísta filantropía. También lo es un sentido de discernimiento y un intelecto que pueda entender correctamente el funcionamiento de la Ley de Karma y de causa y efecto. De esta manera, Ud. puede ver que no es necesario ninguna interferencia o recomendación (…)”. (5)

Enfermedades y determinación del cuerpo físico.

“Tómese por ejemplo el caso de un niño que nace jorobado y muy corto de estatura, la cabeza sumida entre los hombros, los brazos largos y las piernas cortas. ¿Por qué es esto? Es su propio Karma, la consecuencia de sus mismos pensamientos y acciones en una vida anterior. El ultrajó, persiguió, o en otras formas injurió a alguna persona contrahecha, con tanta persistencia o violencia como para grabar en su propia mente inmortal la imagen deforme de su víctima. Porque en proporción a la intensidad de su pensamiento será la intensidad y la profundidad de la imagen. Esto es exactamente similar a la exposición de la placa fotográfica sensibilizada, que según sea la exposición larga o corta, la impresión sobre la placa será intensa o débil. Así, este pensador y actor —el Ego—, al regresar al nacimiento trae consigo esta imagen, y si la familia a la cual él es atraído al encarnar tiene tendencias físicas similares, la imagen mental induce al cuerpo astral en vía de desarrollo morfológico, a tomar un aspecto deforme por ósmosis electro-magnética a través de la madre. Y como todos los seres sobre la Tierra están indisolublemente enlazados, la criatura contrahecha es al mismo tiempo el karma de sus padres y la consecuencia exacta de las acciones y pensamientos similares de su parte durante otra vida. Aquí tenemos pues una justicia tan precisa como ninguna otra teoría puede ofrecernos”. (2)

“Para nuestros propósitos presentes, dividiremos las enfermedades físicas, aproximadamente, en dos clases: una engloba las que son agudas o se deben a la imaginación o la reacción de la imaginación sobre los procesos en la economía física; la otra son las que dependen de un fuerte Karma físico, mostrándose en las enfermedades, en la envoltura física y, por lo tanto, van más allá del alcance de la imaginación y no se deben a las reacciones de la mente del que sufre”. (3)

Una Ley que no se puede evadir de ningún modo.

“Así pues, como dice San Mateo, cada cual responde por cada palabra y por cada pensamiento; nadie puede escapar por medio de plegarias, ni de favores, ni de violencia, ni de ningún otro intermediario”.

“El Karma no es fatalismo. Todos los actos cometidos en un cuerpo anterior transmiten consecuencias que en la nueva encarnación el Ego ha de gozar o de sufrir, porque según dijo San Pablo: “Hermanos míos, no os engañéis; Dios jamás es burlado, porque sea lo que fuere que el hombre siembre, eso mismo ha de cosechar”. (2)

“Citando a A. P. Sinnett, dice en El Próposito de la Teosofía:

“… Ningún arrepentimiento puede disipar, en el futuro, los resultados de un crimen cometido; y ni el de un mal pensamiento. El arrepentimiento, si es sincero, impedirá que un ser humano reincida, sin embargo, no puede salvarle a él, ni a los demás, de los efectos de los errores ya producidos, los cuales harán sentir su influencia en esta vida o en el próximo renacimiento.” (1)

“PREG. Usted acaba de afirmar que este sistema de Reencarnación, bajo la ley Kármica, es afín a la razón, a la justicia y al sentido moral. ¿Si así es; no es, quizá, sacrificando las cualidades más bondadosas de simpatía y misericordia, volviendo más burdos los instintos más delicados de la naturaleza humana?

TEÓS. Sólo en apariencia y no realmente. Ningún ser humano puede recibir más o menos de lo que merece sin una injusticia o parcialidad correspondiente hacia los demás.

Una ley que puede ser sobornada a través de la compasión, causaría más miseria, irritación y maldiciones que reconocimientos. Recuerde, también, que nosotros no administramos la ley. Si creamos las causas para sus efectos, esta se administra por sí sola y, además, la condición más copiosa para la manifestación de la justa compasión y misericordia se muestra en el estado de Dewachen.

El punto cardinal es erradicar esa fuente fértil de todo crimen e inmoralidad: la creencia de que es posible escaparse a las consecuencias de sus acciones. Una vez que se ha enseñado a las masas las leyes más grandes de todas: el Karma y la Reencarnación; ellas, además de sentir en sí mismas la verdadera dignidad de la naturaleza humana, se alejarán del mal, evitándolo como si fuera un peligro físico.” (1)

 

(1).- “La Clave de la Teosofía”, de H. P. Blavatsky.

(2).- El Océano de la Teosofía”, de W. Q. Judge.

(3).- “Foro”. Respuestas de William Q. Judge, reimpreso de “El Foro Teosófico” (1889 – 1896).

(4) “La Doctrina Secreta", Vol. II, de H. P. Blavatsky.

(5) “Dāmodar K. Māvalankar, Tras los Pasos de un Chela Indo. Antología de escritos”.

Dāmodar K. Māvalankar (“según H. P. Blavatsky, fue el único Chela con total éxito, de los cientos que se postularon y a los que se les brindó la oportunidad por su propio pedido”).

La cita se entresaca de “Carta a la Señora Cables [La Sra. Josephine W. Cables fue la fundadora y editora de The Occult Word, la primera revista teosófica de EE.UU., que fue publicada entre 1884 y 1889. Ella mantuvo una corta comunicación con D.K.M., de la cual contamos con la presente carta que publicó en su revista. — N. del T.]

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