“Respecto a la evolución de la humanidad, la Doctrina Secreta postula tres proposiciones nuevas que se hallan en contradicción directa con la ciencia moderna, lo mismo que con los dogmas religiosos corrientes. Enseña ella:
(a) la evolución simultánea de siete Grupos humanos en siete distintas partes de nuestro globo;
(b) el nacimiento del cuerpo astral, antes que el físico, siendo el primero un modelo del último; y
(c) que el hombre, en esta Ronda [la actual es la cuarta ronda de siete, ver más aquí], precedió a todos los mamíferos –incluso los antropoides– en el reino animal”.
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el punto sobre el cual insistimos más por ahora es el de que, cualquiera que sea el origen que se atribuya al hombre, su evolución tuvo lugar en el orden siguiente : 1º Sin sexo, como son todas las formas primitivas ; 2º Luego, por una transición natural, se convierte en un “hermafrodita solitario", un ser bisexual; y 3º Finalmente se separó y se convirtió en lo que es ahora.
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De modo que es tradición universal que la Humanidad ha evolucionado gradualmente hasta llegar a su presente forma, desde un estado de contextura casi transparente, y no por milagro ni por comercio sexual. Esto además concuerda por completo con las antiguas filosofías: desde las de Egipto y de la India, con sus Dinastías Divinas hasta la de Platón.
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En cuanto a la cuestión de las cuatro distintas Razas de la especie humana que precedieron a nuestra Quinta Raza, nada de místico hay en ello, excepto los cuerpos etéreos de las primeras Razas; y esto es materia de historia legendaria, aunque, sin embargo, muy exacta. La leyenda es universal. Y si los sabios occidentales no gustan ver en ella sino un mito, en nada absolutamente influye. Los mexicanos tenían, y tienen aún, la tradición de la cuádruple destrucción del mundo por el fuego y el agua, lo mismo que la tenían los egipcios y que la tienen hasta hoy los hindúes.
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Así, pues, veremos que para las tres y media Razas–Raíces primeras, hasta el punto medio o de vuelta, las Sombras Astrales de los “Progenitores”, los Pitris Lunares, son las fuerzas formativas en las Razas, y las que construyen e impelen gradualmente la evolución de la forma física hacia la perfección; esto, a costa de una pérdida proporcionada de Espiritualidad. Después, desde el punto de vuelta, es el Ego Superior o Principio que reencarna, el Nous o Mente, el que reina sobre el Ego Animal y lo gobierna cuando no es arrastrado hacia abajo por este último. En una palabra: la Espiritualidad se halla en su arco ascendente; y lo animal o físico le impide progresar constantemente en la senda de su evolución, sólo cuando el egoísmo de la Personalidad ha infestado tan fuertemente al Hombre Interno verdadero con su virus letal, que la atracción superior pierde todo su poder sobre el hombre pensante razonable.
Reflejo de lo anterior en la filosofía y religiones a lo largo de la historia:
“No es sólo la Doctrina Secreta la que habla del Hombre primitivo nacido simultáneamente en las siete divisiones de nuestro Globo. En el Divino Pymander de Hermes Trismegisto, (...); y en los fragmentos de las tablas Caldeas, coleccionados por George Smith, en los que está inscrita la Leyenda Babilónica de la Creación, en la primera columna de la tabla Cutha, se mencionan siete Seres humanos “con caras de cuervos”, esto es, de tez negra, a quienes “crearon los [siete] Grandes Dioses”.
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Los ocultistas, sin embargo, saben que las tradiciones de la Filosofía Esotérica deben ser las verdaderas, sencillamente porque son las más lógicas, y reconcilian todas las dificultades. Por otra parte, tenemos los Libros de Thoth y el Libro de los Muertos egipcios, y los Purânas indos con su siete Manus, así como las narraciones caldeo–asirías, cuyos ladrillos mencionan siete Hombres primitivos o Adanes, pudiéndose averiguar, por medio de la Kabalah, el verdadero significado de este nombre. Los que saben algo de los Misterios de Samotracia recordarán también que el nombre genérico de los Kabiri era los “Santos Fuegos”, que crearon en siete localidades de la isla de Electria o Samotracia, al “Kabir nacido de la Santa Lemnos”, la isla consagrada a Vulcano.
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Por lo tanto basta examinar las inscripciones cuneiformes babilónicas, asirías y otras, para encontrar también en ellas, esparcidas aquí y allá, no sólo el significado original del nombre de Adam, Admi o Adamí, sino también la creación de siete Adanes o raíces de Hombres, nacidos físicamente de la Madre Tierra, y espiritual o astralmente del Fuego Divino de los Progenitores”.
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Toda persona libre de prejuicios preferiría creer que la Humanidad Primitiva poseyó al principio una Forma Etérea, o si se quiere una Forma filamentosa enorme, de aspecto gelatinoso, evolucionada por Dioses o “Fuerzas” naturales, que se desarrolló y condensó durante millones de siglos, y que en su impulso y tendencia físicos llegó a ser gigantesca, hasta ofrecer la enorme forma física del Hombre de la Cuarta Raza, a creer que el hombre fue creado del polvo de la Tierra (literalmente) o de algún antecesor antropoide desconocido.
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La escritora no dará nunca demasiadas pruebas de que el sistema de Cosmogonía y Antropogonía, antes descrito, existió realmente; que sus anales se conservan, y que se encuentra reflejado hasta en las versiones modernas de las antiguas Escrituras. Los Purânas, de una parte, y las Escrituras judías, de otra, están basados en el mismo esquema de evolución; si se leyeran esotéricamente y se expresaran en el lenguaje moderno, encontraría que eran tan científicos como lo que ahora pasa corrientemente como la última palabra de los descubrimientos recientes”.
Las “cinco Humanidades” existentes hasta la actualidad:
“Por lo tanto, en vista de la confusión posible y hasta muy probable que puede haber, consideramos más conveniente adoptar, para cada uno de los cuatro Continentes que constantemente se mencionan, un nombre más familiar para el ilustrado lector. Proponemos, pues, llamar al primer Continente, o más bien a la primera terra firma, donde fue evolucionada la Primera Raza por los Progenitores divinos:
I. La Isla Sagrada e Imperecedera.
La razón de este nombre es que, según se afirma, esta “Isla Sagrada e Imperecedera”, nunca ha participado de la suerte de los otros Continentes, por ser la única cuyo destino es durar desde el principio hasta el fin del Manvantara pasando por cada Ronda. Es la cuna del primer hombre y la morada del último mortal divino, escogido como un Shishta para la semilla futura de la Humanidad. Muy poco puede decirse de esta tierra misteriosa y sagrada, excepto, quizás, según una poética expresión de uno de los Comentarios, que la “Estrella Polar fija en ella su vigilante mirada, desde la aurora hasta la terminación del crepúsculo de un Día del Gran Aliento”.
II. La Hiperbórea.
Éste será el nombre escogido para el segundo Continente, la tierra que extendía sus promontorios al Sur y al Este desde el Polo Norte, para recibir la Segunda Raza, y comprendía todo lo que se conoce como Asia del Norte. Tal fue el nombre dado por los griegos más antiguos a la lejana y misteriosa región adonde su tradición hacía viajar cada año a Apolo, el Hiperbóreo. Astronómicamente, Apolo es, por supuesto, el Sol, el cual, abandonando sus santuarios helénicos, gustaba visitar su lejano país, donde se decía que el Sol nunca se ponía durante la mitad del año.
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Y ahora se presenta naturalmente esta pregunta: Si los griegos, en los días de Homero, conocían una tierra Hiperbórea, esto es, una tierra bendita más allá del alcance de Bóreas, el Dios del invierno y del huracán, una región ideal que los últimos griegos y sus escritores han tratado en vano de colocar más allá de la Escitia, un país donde las noches eran cortas y los días largos, y más allá de éste una tierra donde el Sol nunca se ponía y donde la palma crecía libremente; si conocían todo esto, ¿quién les habló de ello? En su tiempo, y durante edades anteriores, Groenlandia debió ciertamente haber estado ya cubierta de nieves y hielos perpetuos, lo mismo que ahora. Todo tiende a demostrar que la tierra de las noches cortas y de los días largos era Noruega o Escandinavia, más allá de la cual se hallaba la tierra bendita de la luz y del verano eternos. Para que los griegos conocieran esto, la tradición debió haberles llegado de un pueblo más antiguo que ellos, que conocía aquellos detalles de un clima acerca del cual los griegos mismos nada podían saber. Aun en nuestros días, la Ciencia sospecha que más allá de los mares polares, en el círculo mismo del Polo Ártico, existe un mar que nunca se hiela y un continente siempre verde. Las Enseñanzas Arcaicas y también los Purânas –para quien entiende sus alegorías– contienen las mismas afirmaciones. Para nosotros nos basta la gran probabilidad de que durante el período mioceno de la Ciencia Moderna, en un tiempo en que la Groenlandia era casi una tierra tropical, existió allí un pueblo desconocido ahora de la Historia”.
III. Lemuria.
Proponemos llamar Lemuria al tercer Continente. Este nombre es una invención o una idea de Mr. P. L. Sclater, quien, entre 1850 y 1860, confirmó con fundamentos zoológicos la existencia real, en tiempos prehistóricos, de un Continente que demostró se extendía desde Madagascar a Ceilán [actual Sri Lanka] y Sumatra [Indonesia]. Incluía algunas partes de lo que ahora se llama África; pero, por lo demás, este gigantesco Continente, que se extendía desde el Océano Indico hasta la Australia, ha desaparecido ahora por completo bajo las aguas del Pacífico, dejando aquí y allá solamente algunas de las cumbres de sus montes más elevados, que en la actualidad son islas.
IV. Atlántida.
Así llamamos al cuarto Continente. Sería la primera tierra histórica si se prestase más atención de lo que se ha hecho hasta ahora a las tradiciones de los antiguos. La famosa isla llamada así por Platón era sólo un fragmento de aquel gran Continente.
V. Europa.
El quinto Continente era América; pero, como está situado en sus antípodas, los ocultistas indo–arios mencionan generalmente a Europa y al Asia Menor, casi contemporáneos de aquél, como el quinto. Si su enseñanza siguiese la aparición de los Continentes en su orden geológico y geográfico, entonces esta clasificación tendría que alterarse. Pero como el orden sucesivo de los Continentes se hace que siga al orden de la evolución de las Razas, desde la Primera a la Quinta, nuestra Raza–Raíz Aria [se llama así porque tuvo su inicio en Aryavarta, hoy India], Europa tiene que llamarse el quinto gran Continente.
La Doctrina Secreta, volumen II (Antropogénesis), H. P. Blavatsky.