Al principio de un gran Manvantara,
Parabrahman se manifiesta como Mulaprakriti y luego como el Logos. Este Logos
es equivalente a la “Mente Inconsciente Universal”, etc., de los panteístas occidentales.
Constituye la base del aspecto–sujeto del Ser manifestado, y es el origen de
todas las manifestaciones de la conciencia individual. Mulaprakriti o la
Substancia Cósmica Primordial, es el fundamento del aspecto–objeto de las cosas
– la base de toda la evolución y cosmogénesis objetivas.
“Un Dios
extra–cósmico es fatal para la Filosofía; una Deidad intra–cósmica –esto es, el
Espíritu y la Materia inseparablemente unidos–, es una necesidad filosófica.
Sepáreselos, y lo que queda será una superstición grosera bajo una máscara de
emocionalismo”.
…
“El pensamiento
Divino no puede ser definido, ni su significación explicarse, excepto por las
innumerables manifestaciones de la Substancia Cósmica, en la que el primero es
sentido espiritualmente por los que pueden. Decir esto, después de haberlo
definido como la Deidad Desconocida, abstracta, impersonal, asexual, que tiene
que colocarse en la raíz de todas las Cosmogonías y su evolución subsiguiente,
equivale a no decir absolutamente nada. Es lo mismo que intentar resolver una
ecuación trascendental de condición, teniendo a mano, para deducir el verdadero
valor de sus términos, sólo cierto número de cantidades desconocidas. Su lugar
se encuentra en las primitivas cartas simbólicas antiguas, en las cuales, como
ya se ha mostrado, está representado por una obscuridad sin límites, en cuyo
fondo aparece el primer punto central en blanco –simbolizando de este modo el
ESPÍRITU–MATERIA coevo y coeterno, haciendo su aparición en el mundo fenomenal,
antes de su primera diferenciación. Cuando “el uno se convierte en dos”,
puede entonces nombrársele como Espíritu y Materia. Al “Espíritu” pueden
referirse todas las manifestaciones de la conciencia, reflejada o directa, y de
la intención inconsciente – adoptando una expresión moderna usada en la
llamada filosofía occidental–, como se evidencia en el Principio Vital, y en la
sumisión de la Naturaleza al orden majestuoso de la ley inmutable. “La
Materia” debe ser considerada como lo objetivo en su más pura abstracción, la
base existente por sí misma, cuyas manvantáricas diferenciaciones septenarias
constituyen la realidad objetiva, base de los fenómenos de cada fase de la
existencia consciente. Durante el período del Pralaya Universal, la
Ideación Cósmica es inexistente; y los distintos estados diferenciales de la
Substancia Cósmica se resuelven nuevamente en el estado primitivo de
objetividad abstracta potencial.
El
impulso manvantárico principia con el redespertar de la Ideación Cósmica, la
“Mente Universal”, simultánea y paralelamente con la primitiva emersión de la
Substancia Cósmica –siendo esta última el vehículo manvantárico de la primera–
de su estado praláyico indiferenciado. Entonces,
la sabiduría absoluta se refleja en su Ideación; la cual, por un proceso
trascendental, superior e incomprensible a la conciencia humana, se convierte
en Energía Cósmica: Fohat. Vibrando en el seno de la Substancia inerte, Fohat la impulsa a la actividad y guía sus
primarias diferenciaciones en todos los Siete planos de la Conciencia Cósmica.
De este modo, hay Siete Protilos (como ahora se les llama, mientras que la
antigüedad aria los llamaba los Siete Prakritis o Naturalezas), que
diversamente sirven como base relativamente homogénea, que en el curso de la
creciente heterogeneidad, en la evolución del Universo, se diferencian en los
fenómenos maravillosamente complejos que se presentan en los planos de
percepción. El término “relativamente” se ha empleado a propósito porque,
resultando la existencia misma de semejante proceso de las segregaciones primarias
de la Substancia Cósmica indiferenciada, dentro de sus bases septenarias de
evolución, nos obliga a considerar el protilo de cada plano sólo como una fase
intermedia que asume la Substancia en su paso desde lo abstracto a la completa
objetividad.
Se dice
que la Ideación Cósmica es no existente durante los períodos Praláyicos, por la
sencilla razón de que no hay nadie ni nada que perciba sus efectos. No puede
haber manifestación de conciencia, de seminconsciencia, ni siquiera “intención
inconsciente”, excepto por medio del vehículo de la materia; esto es, en este nuestro plano, en donde
la conciencia humana, en su estado normal, no puede remontarse más allá de lo
que se conoce como metafísica trascendental; pues sólo por medio de una
agregación o construcción molecular surge el Espíritu como corriente de
subjetividad individual o subconsciente. Y como la Materia que existe fuera de
la percepción es una mera abstracción, los dos aspectos de lo ABSOLUTO
(Substancia Cósmica e Ideación Cósmica) son mutuamente interdependientes.
Hablando con estricta exactitud, para evitar confusiones e interpretaciones
erróneas, la palabra “Materia” debería ser aplicada al agregado de objetos de
posible percepción, y la palabra “Substancia” a los nóumenos; pues dado que los
fenómenos de nuestro plano son la creación del Ego que percibe –las
modificaciones de su propia subjetividad–, todos los “estados de materia que
representan el agregado de los objetos percibidos” no pueden tener para los
hijos de nuestro plano sino una existencia relativa y puramente fenomenal. Como
dirían los modernos idealistas, la cooperación del Sujeto y del Objeto, resulta
en el objeto de Sensación o fenómeno. Pero esto no conduce necesariamente a la
conclusión de que suceda lo mismo en todos los demás planos; de que la
cooperación de ambos en los estados de su diferenciación septenaria resulte en
un agregado septenario de fenómenos que son igualmente no existentes per se,
aunque sean realidades concretas para las Entidades de cuya experiencia forman parte;
del mismo modo que las rocas y ríos a nuestro alrededor, son reales desde el
punto de vista del físico, aunque son ilusiones de los sentidos, sin realidad
desde el del metafísico. Sería un error decir y hasta concebir semejante cosa.
Desde el punto de vista de la metafísica más elevada, todo el Universo, incluso
los dioses, es una Ilusión. Pero la ilusión de aquel que es en sí mismo una
ilusión difiere en cada plano de conciencia; y no tenemos más derecho a
dogmatizar sobre la posible naturaleza de las facultades perceptivas de un Ego
que se halla, por ejemplo, en el sexto plano, que el que tenemos para
identificar nuestras percepciones con las de una hormiga en su modo de
conciencia, o para convertirlas en modelo para la misma. El objeto puro aparte de
la conciencia nos es desconocido mientras vivimos en el plano de nuestro Mundo
de tres dimensiones; pues sólo conocemos
los estados mentales que excita en el Ego que percibe. Y en tanto que dure el
contraste del Sujeto y el Objeto, esto es, mientras que no disfrutemos más que
de nuestros cinco sentidos, y no sepamos el modo de divorciar nuestro Ego (el
Yo Superior), que es todo percepción, de la esclavitud de estos sentidos, será
imposible al Ego personal romper la barrera que le separa del conocimiento “de
las cosas en mismas”, o sea de la Substancia. Aquel Ego, progresando en un
arco de subjetividad ascendente, tiene que agotar las experiencias de todos los
planos. Pero hasta que la Unidad se sumerja en el TODO, ya sea en este o en
cualquier otro plano, y que tanto el Sujeto como el Objeto se desvanezcan en la
negación absoluta del Estado Nirvánico –negación, repetimos, sólo desde nuestro
plano–, no se llega a escalar aquel pináculo de Omnisciencia, el Conocimiento
de las cosas en sí mismas, y a aproximarse a la solución del enigma aun más
importante, ante el cual, hasta el más elevado Dhyan Chohan, tiene que
humillarse en el silencio y la ignorancia –el Inexplicable misterio de lo que
los vedantinos llaman PARABRAHMAM.
Por lo tanto,
siendo tal el caso, todos los que han tratado de dar un nombre al Principio
incognoscible, no han hecho más que degradarlo. Hasta el hablar de la Ideación
Cósmica –salvo en su aspecto fenomenal– es lo mismo que tratar de embotellar el
Caos primordial, o poner una etiqueta a la ETERNIDAD.
¿Qué es, pues, la “Substancia primordial”,
ese objeto misterioso del que ha hablado siempre la Alquimia y que se ha
convertido en tema de la especulación filosófica de todas las edades? ¿Qué
puede ser, finalmente, aun en su prediferenciación fenomenal? Aun aquélla es el
TODO de la Naturaleza manifestada, y nada para nuestros sentidos. Se la
menciona bajo diferentes nombres en todas las cosmogonías; todas las filosofías
se refieren a ella, y está demostrado ser, hasta el presente, el PROTEO siempre
incomprensible en la Naturaleza. Lo tocamos y no lo sentimos; lo miramos y no
lo vemos; lo respiramos y no lo percibimos; lo oímos y lo olemos sin el menor
conocimiento de su existencia; pues está en cada molécula de lo que en nuestra
ilusión e ignorancia consideramos como Materia en cualquiera de sus estados, o
en lo que concebimos como una sensación, un pensamiento, una emoción. En una palabra; es
el “upadhi” o vehículo de todos los fenómenos posibles, ya sean físicos,
mentales o psíquicos. En las primeras frases del Génesis, lo
mismo que en la Cosmogonía caldea; en los Purânas de la India y en el Libro
de los Muertos de Egipto; en todas partes él abre el ciclo de la
manifestación. Es llamado el “Caos” y la Faz de las Aguas incubadas por el
Espíritu, procedente de lo Desconocido, bajo cualquier nombre que se le dé a
ese Espíritu.
…
El Éter, ese
Proteo hipotético (una de las “Ficciones representativas” de la ciencia
moderna, que, sin embargo, ha sido aceptada hace tanto tiempo), es uno de los
“principios” inferiores de lo que llamamos la SUBSTANCIA PRIMORDIAL (Akâsa en
sánscrito), uno de los sueños de los antiguos, que se ha convertido ahora en el
sueño de la ciencia moderna. Es la mayor, así como la más atrevida, de las
especulaciones que sobreviven de los antiguos filósofos. Para los ocultistas,
empero, tanto el ÉTER como la Substancia Primordial son realidades. Para decirlo claro, el ÉTER es la Luz
Astral, y la Substancia Primordial es el AKÂSA, el
Upadhi del PENSAMIENTO DIVINO.
En el lenguaje
moderno, este último estaría mejor llamado IDEACIÓN CÓSMICA, Espíritu; y el
primero, SUBSTANCIA CÓSMICA, Materia. Éstos (el Alfa y la Omega del Ser) no son
sino las dos facetas de la Existencia Absoluta.
…
(4) La Materia
es Eterna. Es el Upadhi (la base física) para que en ella construya la Mente
Una Universal e Infinita, sus ideaciones. Por lo tanto, sostienen los
Esoteristas que no existe en la Naturaleza ninguna materia muerta o inorgánica,
siendo la distinción que entre las dos ha establecido la Ciencia tan infundada
como arbitraria y desprovista de razón.
…
Cada día se
demuestra más y más claramente la identidad entre el animal y el hombre físico,
entre la planta y el hombre, y aun entre el reptil y su madriguera, la roca, y
el hombre. Una vez comprobada la identidad de los constituyentes físicos y
químicos de todos los seres, puede muy bien decir la ciencia química que no
existe diferencia alguna entre la materia de que se forma un buey y la que
forma al hombre. Pero la doctrina oculta es mucho más explícita. Ella dice: No
solamente los constituyentes químicos son los mismos, sino que las mismas vidas
invisibles infinitesimales forman los átomos de los cuerpos de la montaña y de
la margarita, del hombre y de la hormiga, del elefante y del árbol que le resguarda
del Sol. Toda partícula (ya la llamen orgánica o inorgánica) es una vida. Todo
átomo y molécula en el Universo es a la par dador de vida y dador de muerte
para las formas, por cuanto construye por agregación universos, y los efímeros
vehículos dispuestos para recibir el alma que transmigra; así como del mismo modo destruye y cambia
eternamente las formas, y expele las almas de sus mansiones temporales. Crea
y mata; genera y destruye por sí; trae a la existencia, y aniquila, a ese
misterio de los misterios, el cuerpo viviente del hombre, animal o planta, a
cada segundo en el tiempo y en el espacio; genera igualmente la vida y la
muerte, la belleza y la fealdad, el bien y el mal, y aun las sensaciones
agradables y desagradables, las benéficas y las maléficas.
…
Lo que ello
verdaderamente significaba era la Naturaleza trina coigual de la primera
Substancia diferenciada, o la consubstancialidad del Espíritu (manifestado), la
materia y el Universo –“Hijo” de los dos– que procede del Punto, el LOGOS
esotérico real, o MÓNADA Pitagórica. Pues el Monas griego significa
“Unidad” en su sentido primario.
…
El resumen de las
Estancias en el volumen I mostraba el génesis de los Dioses y de los hombres,
teniendo origen en uno y el mismo Punto, que es la UNIDAD Absoluta, Eterna,
Inmutable y Universal. En su aspecto primario manifestado, la hemos visto venir
a ser: (1) en la esfera de la objetividad y de lo Físico, SUBSTANCIA PRIMORDIAL
y FUERZA, centrípeta y centrífuga, positiva y negativa, macho y hembra, etc.;
(2) en el mundo de los Metafísicos, el ESPÍRITU DEL UNIVERSO o Ideación
Cósmica, llamado por algunos el LOGOS.
…
Expresado más
metafísicamente, la clasificación que se da aquí de las Causas Finales
Cósmicas, es más de conveniencia que de absoluta exactitud filosófica. Al
principio de un gran Manvantara, Parabrahman se manifiesta como Mulaprakriti y
luego como el Logos. Este Logos es equivalente a la “Mente Inconsciente
Universal”, etc., de los panteístas occidentales. Constituye la base del aspecto–sujeto
del Ser manifestado, y es el origen de todas las manifestaciones de la
conciencia individual. Mulaprakriti o la Substancia Cósmica Primordial, es el
fundamento del aspecto–objeto de las cosas – la base de toda la evolución y
cosmogénesis objetivas. La Fuerza, pues, no surge con la Substancia
Primordial de la latencia Parabrahmánica. Es ella la transformación en energía
del pensamiento supraconsciente del Logos, infundido, por decirlo así, en la
objetivación de este último salida de la latencia potencial en la Realidad
Única. De aquí emanan las leyes maravillosas de la Materia; de aquí la “marca
primordial” tan inútilmente discutida por el obispo Temple. Así, pues, la
Fuerza no es síncrona con la primera objetivación de Mulaprakriti. Sin embargo,
como esta última, aparte de aquélla, es absoluta y necesariamente inerte –una
mera abstracción– es innecesario tejer una trama demasiado fina de sutilezas
respecto del orden de sucesión de las Causas Finales Cósmicas. La Fuerza sucede
a Mulaprakriti; pero Mulaprakriti, minus Fuerza, es inexistente para todos los
propósitos y objetos prácticos.
La Doctrina Secreta, Volumen I, por H. P. Blavatsky, págs. 261, 280, 325-341, 614, y pág. 41 del Volumen II, ed. original.