12 junio 2025

La Teosofía no es una religión

 

Recurso de Matt Cole, de la web https://pt.vecteezy.com


Extractos del artículo “¿Es la Teosofía una Religión?”, de H. P. Blavatsky, publicado originalmente en la revista Lucifer, Vol. III, de noviembre de 1888:

 "No es exageración el decir que nunca ha habido —durante el presente siglo [siglo XIX, cuando fue escrito el artículo], en todo caso— un movimiento, social o religioso, tan terrible y absurdamente mal comprendido, o sobre el que se haya dicho más disparates que la Teosofía —ya sea si se le contempla teóricamente como un código de ética, o prácticamente en su expresión objetiva, como la Sociedad conocida por ese nombre.

Año tras año y día tras día, nuestros dirigentes y miembros han tenido que interrumpir a personas hablando del movimiento teosófico con protestas más o menos enfáticas contra la teosofía, y refiriéndose a la misma como una “religión,” y a la Sociedad Teosófica como una especie de iglesia o cuerpo religioso. Aún peor, ¡con frecuencia se alude a la misma como una “nueva secta”! ¿Es un obstinado prejuicio, un error, o ambos?

Los más estrechos de mente e incluso las personas más notoriamente injustas necesitan de un pretexto plausible, de un gancho del cual colgar sus observaciones poco caritativas y sus calumnias dichas inocentemente. ¿Y qué pretexto es más sólido para ese propósito y más conveniente, que un “ismo” o una “secta”?

La gran mayoría de ellos estaría muy arrepentida al ser desengañada y finalmente forzada a aceptar el hecho de que la teosofía no es ninguna de las dos.

Aquel que cree en una religión o en una fe, contemplará la de otro como una mentira, y lo odiará por esa misma fe. Es más, a menos que encadene la razón y ciegue enteramente la percepción de cualquier factor externo, esta última no es fe en absoluto, sino una creencia temporal, un engaño bajo el cual trabajamos en un momento particular de nuestra vida.

Explicar esto es el propósito de la presente protesta. Acaso sea necesario, primero que todo, decir que la aseveración de que la “Teosofía no es una Religión,” no excluye en modo alguno el hecho de que la “Teosofía es Religión” en sí misma. Una Religión, es el sentido correcto y verdadero de la palabra, es un lazo que une a los hombres—no un grupo particular de dogmas y creencias. Ahora, la Religión, de por sí, en su más amplio significado, no es sólo aquello que une a todos los Hombres, sino a todos los Seres en el Universo entero, en un gran todo. Esta es nuestra definición teosófica de religión, pero la misma definición cambia nuevamente con cada credo y país, y ni siquiera dos cristianos la contemplan de igual modo. Hallamos esto en más de un autor destacado.

Pero para los teósofos (para los genuinos teósofos, me refiero), que no aceptan una mediación por poder, no hay salvación por medio de la sangre derramada, como tampoco piensan en “trabajar por salarios” en la Religión Universal Una, y la única definición a la que pueden suscribirse y aceptar por completo es la dada por Miller. Cuán verdadera y teosóficamente la describe, al indicar que:   

... la verdadera Religión es siempre amable, propicia y humilde, no juega al tirano, no planta una fe en la sangre, no porta destrucción en las ruedas de su carruaje; sino que se eleva para pulir, socorrer y desagraviar, y edifica su grandeza en el bien común.

Así, la Teosofía no es una religión, decimos, sino Religión en sí misma, el único lazo de unidad, tan universal y omniabarcante, que ningún hombre, así como ni la más pequeña partícula—desde los dioses y los mortales, hasta los animales, la brizna de hierba o un átomo—pueden quedarse fuera de su luz. Por lo tanto, cualquier organización o cuerpo con semejante nombre debe necesariamente ser una Fraternidad Universal.

Ya que la Teosofía puede ser practicada por cristianos o paganos, judíos o gentiles, agnósticos o materialistas, e incluso ateos, mientras ninguno de ellos sea un fanático que se niegue a reconocer como su hermano a cualquier hombre o mujer fuera de su propio credo o creencia particular.

El conde León Tolstoi no cree en la Biblia, la iglesia, o la divinidad de Cristo, y con todo, ningún cristiano le sobrepasa en la práctica de los principios que se alega fueron predicados en la Montaña. Y estos principios son los de la Teosofía, no porque fuesen pronunciados por el Cristo cristiano, sino porque son ética universal, y como tal fueron predicados por Buda y por Confucio, por Krishna y por todos los grandes Sabios, miles de años antes de que se escribiera el Sermón de la Montaña.

Sus doctrinas [de la Teosofía], si se estudian con seriedad, ayudan a estimular el poder de razonamiento y a despertar el lado interno en el hombre animal, y todos los poderes dormidos para bien nuestro, y también la percepción de lo que es cierto y real, contrario a lo que es falso e irreal.

Arrancando con mano certera el denso velo de la letra muerta de la cual cada escritura religiosa está revestida, la Teosofía científica, aprendida en el velado simbolismo de las edades, revela al que se mofa la sabiduría antigua, el origen de las ciencias y las creencias del mundo. Abre una nueva visión más allá del horizonte de las creencias cristalizadas, despóticas e inamovibles, y convierte la creencia ciega en un conocimiento razonado fundado en leyes matemáticas—la única ciencia exacta—que le demuestra en aspectos más profundos y filosóficos la existencia de eso que repelido por lo burdo de las formas de la letra muerta, abandonó hace tiempo como un cuento de niños. Da un objetivo claro y definido, un ideal por el cual vivir, a cada hombre o mujer sinceros que pertenezcan a cualquiera de los segmentos de la sociedad, y a cualquier cultura o grado de intelecto. La Teosofía práctica no es una ciencia, pero abraza cada una de las ciencias en la vida, moral y físicamente. Puede, en resumen, contemplarse justamente como un maestro o tutor de experiencias y conocimientos de alcance mundial, y con una erudición que no solo asiste o guía a sus discípulos hacia un exitoso examen para cada servicio moral o científico en su vida terrenal, sino que lo prepara para las que vivirá después, si esos discípulos tan solo estudian el universo y sus misterios dentro de sí mismos, en vez de estudiarlos a través de las gafas de la ciencia y las religiones ortodoxas.

 Y que ningún lector malinterprete estas declaraciones. Es solo la Teosofía per se a cuyo nombre se clama esa omnisciencia universal, y no hacia un miembro individual cualquiera de la Sociedad, o incluso un teósofo. Ambos —la Teosofía y la Sociedad Teosófica—, una como vehículo y otra como aquello que la contiene, no deben confundirse. Una es, como ideal, la Sabiduría divina, perfección en sí misma; la otra, algo pobre e imperfecto, tratando de vivir dentro de ella, su sombra en la tierra.

Hemos dicho que creíamos en la absoluta unidad de la naturaleza. Unidad implica la posibilidad de que una unidad que se encuentra en un plano entre en contacto con otra unidad que está en, o se comunica desde, otro plano. Creemos en ello.

La recién publicada La Doctrina Secreta mostrará lo que eran las ideas existentes desde la antigüedad, respecto de los primeros instructores del hombre primordial y sus tres primeras razas tempranas. El génesis de Sabiduría-Religión, en lo cual todos los teósofos creen, data de ese período. El llamado “ocultismo” o más bien las “ciencias esotéricas, tiene su origen en esos Seres que, llevados por el karma, han encarnado en nuestra humanidad haciendo resonar así la nota clave de esa ciencia secreta que incontables generaciones de subsecuentes adeptos han expandido desde entonces en todas las edades, mientras revisaban sus doctrinas por medio de la observación personal y la experiencia. El grueso de este conocimiento —que ningún hombre puede poseer por completo— constituye lo que nosotros llamamos Teosofía o “conocimiento divino”. Seres de otros mundos más elevados pueden tenerlo por completo, pero nosotros solamente podemos tenerlo en forma aproximada.

Así, la unidad de todo en el universo implica y justifica nuestra creencia en la existencia de un conocimiento que es a la vez científico, filosófico y religioso, mostrando la necesidad y la actualidad de la conexión del hombre con todas las cosas en el universo y con cada uno, cuyo conocimiento, por lo tanto, se torna esencialmente Religión, y debe llamársele íntegra y universalmente por el nombre distintivo de “Sabiduría-Religión.” 

Es de esta Sabiduría-Religión que todas las diversas “religiones” individuales (erróneamente llamadas de este modo) han nacido, formando a su vez sus ramas y divisiones, y también todos los credos menores, basados y siempre originados en alguna experiencia personal en psicología. Cada una de estas religiones, o de sus ramas, ya sea considerada ortodoxa o hereje, sabia o tonta, comenzó originalmente como una clara y no adulterada rama de la Fuente Madre. El hecho de que cada una en su momento se contaminara con especulaciones puramente humanas e incluso con inventos por motivos de interés, no impide que ninguna de ellas fuese pura en sus comienzos. Existen credos —no debemos llamarlos religiones— actualmente cubiertos por el elemento humano fuera de todo reconocimiento, otros que muestran señales de un temprano deterioro; ninguno escapó la mano del tiempo. Pero cada uno de ellos y todos en sí son divinos, porque su verdadero y natural origen lo es —el mazdeísmo, el brahmanismo, o el budismo, tanto como el cristianismo. Son los dogmas y el elemento humano en el último, el que llevó directamente al moderno espiritualismo o espiritismo.

La Teosofía —debiéndose, en verdad, al levantamiento en armas de los espiritualistas de Europa y América ante las primeras palabras proferidas contra la idea de que toda inteligencia que se comunica es necesariamente el espíritu de algún ex-mortal de esta tierra—no ha dicho la última palabra sobre el espiritualismo y los “espíritus”. Puede que lo haga un día. Entretanto, una humilde servidora de la teosofía, la Editora, declara una vez más su creencia en estos Seres, más grandes, más sabios, más nobles que cualquier otro Dios personal, que están más allá del “espíritu de los muertos”, santos, o ángeles alados, Los cuales no obstante lo anterior, sí condescienden en

toda época a ocasionalmente proteger a contados sensitivos excepcionales frecuentemente completamente desconectados con la Iglesia, el Espiritismo o incluso la Teosofía. Y creyendo en esos santos y elevados Seres Espirituales, ella también debe creer en la existencia de sus opuestos—los “espíritus” inferiores, buenos, malos, e indiferentes. Por lo tanto, ella cree en el espiritualismo y en sus fenómenos, algunos de los cuales les son tan repugnantes.

Esta es una nota casual con una divagación, solo para mostrar que la Teosofía incluye el espiritualismo—como debe ser, no como es—entre sus ciencias, basadas en el conocimiento y la experiencia de incontables edades. No hay una religión digna de su nombre que haya comenzado de otro modo que no sea como consecuencia de la visita de Seres de otros planos más elevados.

Así nacieron todas en la prehistoria, así como en todas las religiones históricas, el Mazdeísmo y el Brahmanismo, el budismo y el cristianismo, el gnosticismo y el mahometanismo; en resumen, cada “ismo” más o menos exitoso. Todo es verdad en el fondo, y todo es falso en su superficie. El Revelador, el artista que imprimió una parte de la Verdad en el cerebro del Vidente, en cada caso fue un verdadero artista que dio a conocer genuinas verdades, pero el instrumento en cada caso probó ser solamente un hombre.

Invite a Rubinstein a que toque una sonata de Beethoven en un piano no afinado, con la mitad de las teclas en parálisis crónica, mientras otras cuerdas cuelgan sueltas, y entonces verán que, no obstante, el genio del artista, serán incapaces de reconocer la sonata. La moraleja de la fábula es que un hombre –aunque sea el más grande de los médiums o de los videntes naturales– será siempre solo un hombre; y el hombre abandonado a sus propios recursos y especulaciones debe estar desafinado con respecto a la verdad absoluta, no obstante que recoja incluso algunas de sus migajas. Dado que el Hombre es sólo un Ángel caído, un dios por adentro, pero que tiene un cerebro animal en su cabeza, más sujeto a los resfriados y a los vapores del vino mientras está en compañía de otros hombres en la tierra, que a la recepción sin falla de las revelaciones divinas.

De aquí también las mil y una llamadas “filosofías” (algunas contradictorias, incluyendo las teorías teosóficas); y las variadas “ciencias” y los esquemas, espiritual, mental, cristiano y secular; el sectarismo y el fanatismo, y especialmente la vanidad personal y el fatuo engreimiento de casi todos los “innovadores” desde los tiempos medievales. Estos han oscurecido y escondido la esencia misma de la VERDAD—la raíz común de todo. ¿Imaginarán acaso nuestros críticos que nosotros excluiremos las enseñanzas teosóficas de esta nomenclatura? En absoluto. Y aunque las doctrinas esotéricas por las que nuestra Sociedad ha sido y es expugnada, no son impresiones mentales o espirituales de “un algo desconocido de allá arriba”, sino fruto de las enseñanzas dadas a nosotros por personas que viven aún—excepto las que fueron dictadas y escritas por los mismos Maestros de Sabiduría— estas doctrinas pueden en muchos casos ser incompletas y tener fallos, como cualquiera de nuestros enemigos lo desearía.

La Doctrina Secreta —una obra que da a conocer cuando puede darse a conocer en este siglo, es un intento de sentar parcialmente la base común y la herencia de todos los esquemas religiosos y filosóficos, ya sean grandes o pequeños.

Era indispensable romper con toda la masa de falsas concepciones concretas y de prejuicios que actualmente ocultan el tronco y parentesco de (a) todas las religiones del mundo; (b) las sectas más pequeñas; y (c) la Teosofía como se explica actualmente —no importa cuán velada esté la gran Verdad por nosotros y por nuestro limitado conocimiento. La capa de errores es densa, no importa que mano la haya puesto; y porque nosotros personalmente hemos tratado de eliminar algunos de ellos, el esfuerzo se ha convertido en un constante reproche contra todos los escritores teosóficos e incluso contra la Sociedad. Pocos entre nuestros amigos y lectores han fallado en caracterizar nuestro intento de exponer el error en The Theosophist y Lucifer como “poco caritativos ataques a la cristiandad”, “asaltos no teosóficos”, etc. Sin embargo, éstos son necesarios, por no decir indispensables, si deseamos sacar a relucir verdades al menos aproximadas. Tenemos que exponer las cosas al desnudo, y estar listos para sufrir a causa de ello —como es usual. Es vano prometer verdades y terminar dejándolas mezcladas con el error por mero descorazonamiento. Que el resultado de esa medida sólo podrá enfangar la corriente de los hechos se ve plenamente. Después de doce años de incesante labor y batalla contra enemigos en las cuatro esquinas del globo terráqueo, sin contar nuestras revistas teosóficas mensuales—The Theosophist, The Path, Lucifer, y Le Lotus, en francés—con nuestras débiles protestas en ellos, nuestras tímidas declaraciones, nuestra “política maestra de inactividad”, y jugando a los escondidos a la sombra de la triste metafísica, ello sólo ha conducido a que la Teosofía esté seriamente contemplada como una SECTA religiosa. Un centenar de veces nos han dicho —“¿Qué bien está haciendo la Teosofía?”, y en cambio, ¡vean cuánto bien están haciendo las Iglesias!”.

 Sin embargo, es un hecho seguro que la humanidad no es un ápice mejor en lo moral, y en algunos respectos es diez veces peor ahora, que lo que lo fuera jamás en los días del Paganismo. Además, durante el último medio siglo, desde ese período en que el Librepensamiento y la ciencia le ganaron a las Iglesias, el cristianismo pierde anualmente más adherentes entre las clases cultivadas que los prosélitos que gana en los estratos inferiores, la escoria del Paganismo. Por otro lado, la Teosofía ha traído de vuelta desde el materialismo y vacía desesperación, a la creencia (basada en la lógica y la evidencia) en el Ser o Sí divino en el hombre, y la inmortalidad de este último, a más de uno de aquellos que la Iglesia había perdido por el dogma, la exacción de la fe y la tiranía. Y si se probara que la Teosofía sólo ha salvado a un hombre entre los miles de aquellos que ha perdido la Iglesia ¿no sería la primera un factor más elevado para el bien que todos los misioneros juntos?

La Teosofía, como han declarado repetidamente por escrito y a viva voz sus miembros y funcionarios, procede en una línea diametralmente opuesta a la seguida por la Iglesia, y la Teosofía rechaza los métodos de la ciencia, ya que sus métodos inductivos sólo pueden llevar a un materialismo craso. Sin embargo, de hecho, la Teosofía clama ser ambas, “Religión” y “Ciencia” porque la Teosofía es la esencia de ambas.

Las enseñanzas de ambas son incompatibles y no podrán ponerse de acuerdo mientras ambas, la filosofía religiosa, y la Ciencia de lo físico y lo externo (en filosofía, lo falso) de la naturaleza, insistan en la infalibilidad de sus respectivos fuegos fatuos o quimeras. Las dos luces, teniendo rayos de igual intensidad y extensión en materia de deducciones falsas, no pueden sino extinguirse una a la otra, y producir una oscuridad aún peor.

No obstante, ambas pueden reconciliarse a condición de que las dos limpien sus casas, una, de la escoria humana acumulada por los siglos y la otra, de la horrible excrecencia del materialismo y ateísmo modernos. Y como ambas se niegan, lo más meritorio y mejor que puede hacerse es precisamente lo que solo la Teosofía puede hacer y hará, esto es, señalarle a los inocentes atrapados en las redes de los dos enmarañados caminos —verdaderamente, dos dragones de antaño, uno devorando los intelectos; el otro, las almas de los hombres— que su supuesto cisma no es sino un engaño óptico que, lejos de ser tal, no es sino una inmensa montaña de basura erigida respectivamente por los dos enemigos, como una fortificación contra sus mutuos ataques.

Por ello, si la Teosofía no hace más que señalar y seriamente llamar la atención del mundo respecto al hecho de que el supuesto desacuerdo entre la religión y la ciencia está condicionado, por un lado, por los materialistas inteligentes que con razón le dan patadas a los dogmas absurdos, y por el otro lado por los ciegos fanáticos y clérigos interesados quienes, en vez de defender a las almas de la humanidad, pelean simplemente con todo su empeño por su propio sustento diario y autoridad –aún entonces, la Teosofía demostrará que es la salvadora de la humanidad".


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La traducción del texto del artículo original en inglés se basa, con algunas alteraciones, en la publicada en el libro “COLLECTED WRITING, OBRAS COMPLETAS de Helena Petrovna Blavatsky, TOMO X” editado por el Grupo de Estudios teosóficos de Valencia, y en la de The Theosophical Society, que encontramos en https://www.theosophical.org/files/espanol/articulos/Religion.pdf.