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Lago Gokyo, Nepal Por © Vyacheslav Argenberg / http://www.vascoplanet.com/, CC BY 4.0, https://commons.wikimedia.org |
Artículo publicado originalmente en inglés (“The Theosophical Mahatmas”) en la revista The Path, vol. I, diciembre de 1886, número 9. La traducción al castellano se basa en la aparecida en la revista Zanoni, marzo de 1922 -época II, número 3-.
"CON profunda
pena, aunque no con sorpresa, pues hace años que estoy preparada para
semejantes declaraciones, he leído en el Occult
Word de Rochester, publicado por Mrs. I. Claver, Presidenta de la Sociedad
Teosófica de aquel punto, un artículo, escrito por ella y por Mr. W. T. Brown.
El repentino cambio de sentimiento es quizás natural en una señora que jamás ha
tenido las oportunidades de que ha gozado Mr. Brown; así es que, cuando dice
que después de «un gran
deseo de ser puestos en comunicación con los Mahatmas Teosóficos, hemos llegado
a la conclusión de que es inútil dirigir los ojos psíquicos hacia los
Himalayas», pone de manifiesto un sentimiento de que indudablemente participan
muchos teosofistas.
Desde el
momento en que un teosofista quiere convertirse en candidato, ya para el
chelado (1), ya para la obtención de favores, debe tener en cuenta el pacto
mutuo, tácita y formalmente estipulado entre ambas partes; y tal pacto es
sagrado. Es un compromiso de siete años de prueba. Si durante este tiempo, no
obstante las muchas faltas y equivocaciones del candidato (salvo dos que no es
necesario especificar aquí) permanece ante cada tentación fiel al Maestro
escogido o a los Maestros en general (en el caso de los candidatos laicos), y
fiel también a la Sociedad fundada conforme a sus deseos y a sus órdenes,
entonces el teosofista será iniciado, y se le permitirá en adelante comunicarse
con su gurú sin reservas; y todas sus faltas, salvo las indicadas, pueden ser
pasadas por alto pues corresponden a su Karma futuro, y por de pronto pueden
dejarse a la discreción y juicio del Maestro. Él sólo tiene el poder de juzgar
si durante aquellos largos años, a pesar de sus errores y pecados, deberá ser
favorecido el chela con la comunicación de su gurú. Esto último, completamente
enterado de las causas y motivos que han conducido al candidato a pecados de
omisión y de comisión, es el único que puede juzgar la conveniencia de animarle
o dejarle de animar; como que él únicamente tiene títulos para decidirlo,
viéndose él mismo bajo la ley inexorable de Karma, de la cual nadie, desde el
zulú hasta el arcángel más elevado puede escapar, y además, porque él tiene que
asumir la gran responsabilidad de las causas creadas por él mismo.
Conozco yo a
un teosofista, a quien no nombraré, si bien espero que se reconozca a sí mismo,
joven, tranquilo, inteligente, místico por naturaleza, que en su mal aconsejado
entusiasmo e impaciencia, cambió de Maestros
y de ideas una media docena de veces en menos de tres años. Primero, él
mismo se ofreció, fue aceptado a prueba y tomó el voto del chelado; cosa de un
año después, se le ocurrió casarse, a pesar de que había tenido varias pruebas
de la presencia corpóreas de su Maestro, y le habían sido concedidos varios
favores. Habiendo fracasado sus proyectos de matrimonio, buscó «Maestros» bajo
otros climas, y se convirtió en un Rosacruz entusiasta; después volvió a la
Teosofía como un místico cristiano; luego, trató de nuevo de endulzar sus
austeridades con una mujer; abandonó más tarde la idea, y se hizo espiritista;
y habiendo vuelto a pedir que se le aceptase de nuevo como chela» (tengo yo su
carta), a lo cual su Maestro permaneció silencioso, renunció a él por completo,
para buscar, según sus propias palabras, a su «antiguo Maestro Esenio, y hacer experiencia con los espíritus en
su nombre».
Dicen: «Le han negado tres veces», y proponen «con los pies ensangrentados y espíritu humillado, pedir que Jesús nos tome (a ellos) una vez más bajo sus alas», etc. El «Maestro Nazareno es seguro que les complacerá. Sin embargo, tendrán que vivir de cortezas y fe ciega». Pero en esto ellos son los mejores jueces, y nadie tiene derecho a inmiscuirse en sus creencias privadas. Quiera el cielo que en su resentimiento, no se conviertan un día en nuestros peores enemigos.
A los de esta última clase me dirijo ahora y les pregunto: ¿Habéis cumplido vuestras obligaciones y compromisos? Vosotros, que quisierais echar toda la culpa sobre la Sociedad y los Maestros (que son la encarnación de la caridad, de la tolerancia, de la justicia y del amor universal), ¿habéis «llevado la vida» requerida y cumplido las condiciones que se exigen al que quiere convertir se en candidato? Aquel que en su corazón y en su conciencia sienta que así lo ha hecho; aquel que esté seguro de no haber faltado seriamente, de no haber dudado jamás de la sabiduría de su maestro, de no haber buscado en su impaciencia otro u otros Maestros para hacerse Ocultista con poderes, y de no haber hecho traición nunca a sus deberes teosóficos, ni aun en pensamiento, que se levante y proteste. Sin el menor temor puede hacerlo; no existe para ello castigo alguno, y no recibirá ni siquiera una censura, y menos aún el ser excluido de la Sociedad, que es la más amplia, la más liberal en sus opiniones, y la más católica de cuantas se conocen o están por conocer. Pero temo que mi invitación quede sin respuesta. Durante los once años de existencia de la Sociedad Teosófica, de los setenta y dos chelas regulares aceptados a prueba y de los centenares de candidatos laicos, sólo he conocido tres hasta la fecha que no hayan caído, y uno solamente que haya obtenido un éxito completo. Nadie obliga a nadie a hacerse chela; nada se promete, nada, excepto el mutuo compromiso entre el maestro y el que pretende llegar a ser chela. En verdad, en verdad, muchos son los llamados y pocos los escogidos; o más bien, pocos son los que tienen la paciencia necesaria para ir hasta el fin de las dificultades, si es que podemos llamar dificultad a la simple perseverancia y unidad de propósito. ¿Y qué diremos de la Sociedad en general, a excepción de la India? ¿Quién entre los muchos millares de miembros viven la vida? ¿Dirá alguno acaso que porque es vegetariano estricto (los elefantes y las vacas también lo son), o porque es todavía célibe, después de una juventud borrascosa en la dirección opuesta, o porque estudia el Bhagavatd-Gita o la «Filosofía Yoga» desde el principio hasta el fin, es teosofista «según el corazón de los Maestros?». Así como el hábito no hace al monje, así tampoco el pelo largo y una vaguedad poética en la frente, son suficientes para hacer un secuaz fiel de la Sabiduría Divina. Mirad en torno vuestro y contemplad la llamada Fraternidad UNIVERSAL. ¿En qué se ha convertido en Europa y en América, durante estos once años de prueba, la Sociedad fundada para poner remedio a los males escandalosos del cristianismo, para destruir el fanatismo y la intolerancia, la hipocresía y la superstición, y para cultivar el verdadero amor universal, extendiéndolo hasta los animales mismos? En una cosa solamente hemos logrado que se nos considere más que a nuestros hermanos los cristianos, los cuales según la expresión gráfica de Lawrence Oliphant, se matan unos a otros fraternalmente, y se baten como demonios por el amor de Dios; y esta cosa es, que hemos dado al traste con todos los dogmas, y tratamos precisamente en la actualidad de borrar hasta el último vestigio posible de la autoridad dogmática, aunque sea nominal. Pero en los demás sentidos, somos tan malos como ellos. Censuras, calumnias, poca caridad, guerra incesante de mutuos reproches; y todo de naturaleza tal, que el mismo infierno cristiano se consideraría orgulloso de ello. ¡Y suponer que todo esto es culpa de los Maestros! ELLOS no ayudarán a los que prestan auxilios a otros para su salvación y su liberación del egoísmo, por medio de puntapiés y de escándalos. ¡A la verdad, somos nosotros un ejemplo para el mundo, y compañeros propios de los santos ascetas de la Cordillera nevada!
Unas
palabras para concluir. Se me dirá: ¿Y quién es usted para encontrarnos
culpables a nosotros? ¿Acaso usted, que tiene la pretensión de comunicarse con
los Maestros, y de recibir diariamente sus favores, es tan santa, tan sin tacha
y tan digna? A lo cual contesto: YO NO LO SOY. Imperfecta y llena de defectos,
es mi naturaleza; muchos y garrafales son mis errores, y por esto mi Karma es
mucho más pesado que el de cualquier otro teosofista. Lo es, y así debe ser desde el momento en que por tantos años permanezco
en primer término, siendo el blanco de mis enemigos, y aun también de mis
amigos mismos. Y, sin embargo, acepto la prueba
con alegría. ¿Por qué? Porque sé que no obstante mis faltas, tengo
extendida sobre mí la protección de mi Maestro. Y si la tengo, la razón es,
sencillamente, la siguiente: durante más de treinta y cinco años, aún desde
1851, en que vi un Maestro corporal y
personalmente por vez primera, «jamás le he negado una sola vez, ni he
dudado de Él», ni siquiera en pensamiento. Jamás han brotado de mis labios
censura ni murmuración alguna en contra suya, ni aún siquiera han penetrado por
un instante en mi cerebro durante las crisis más penosas. Porque desde el
principio sabía yo lo que me esperaba; pues se me dijo lo que jamás he cesado de
repetir a los demás; esto es, que tan pronto como se entra en el sendero que
conduce al Ashrum de los Maestros,
únicos custodios de la Sabiduría y Verdad primitivas, el Karma, en vez de
distribuirse por todo el tiempo que dura la vida, cae sobre uno con todo su
peso y le aplasta. El que cree en lo que profesa y en su Maestro, permanecerá
en pie y saldrá victorioso de la empresa; el
que duda, el cobarde que teme no recibir lo que se le debe, y procura
evitar la justicia, cae. En manera alguna escapará a Karma; pero perderá
aquello por lo que se ha expuesto a sus visitas intempestivas. Por esto es por
lo que, habiendo sido destrozada de un modo tan constante y tan cruel por mi
Karma, que ha empleado a mis enemigos como armas inconscientes, he permanecido
yo en pie. Estaba segura de que el Maestro no permitiría que pereciese, que
siempre parecería a la hora oncena, y así
lo ha hecho. Tres veces me ha salvado de la muerte; la última vez casi
contra mi voluntad, cuando volví de nuevo al mundo frío y malvado por amor a
Él, que es quien me ha enseñado todo cuanto sé, y ha hecho de mí lo que soy.
Por lo tanto, yo llevo a cabo su obra y deseos, y esto es lo que me ha dado
fuerza de león para resistir choques físicos y mentales, de los cuales uno solo
habría hecho sucumbir a cualquier teosofista que hubiese dudado de la poderosa
protección.
Mi único
mérito y la sola causa de mi éxito en la Filosofía Oculta, consisten en mi
devoción incondicional a Aquel, que es encarnación del deber mío, y en la
creencia en la Sabiduría colectiva de aquella fraternidad de hombres santos,
tan grande como misteriosa y real.
H. P.
BLAVATSKY.
(1) Chela:
un discípulo aceptado por un Maestro".