“Los Hermanos Mayores de la Humanidad
son hombres que alcanzaron la perfección en anteriores períodos de evolución.”
“Todo lo que el Mahātman puede
hacer es natural al hombre perfeccionado; pero si esos poderes aún no nos han
sido revelados, es porque la raza es todavía del todo egoísta y aún vive para
lo presente y lo transitorio".
***
Extraído del libro de W. Q. Judge “El Océano de la Teosofía”,
Capítulo I: La Teosofía y los Maestros:
“El ser más inteligente del universo —el hombre— jamás ha
estado entonces sin un amigo; más bien tiene una rama de hermanos mayores
que velan continuamente por el progreso de los menos adelantados; que conservan
el conocimiento adquirido a través de eones de ensayo y experiencia, e
incesantemente buscan las oportunidades de inducir la inteligencia en
desarrollo de la raza, en este o en otros globos, a considerar las grandes
verdades que conciernen al destino del alma. Estos hermanos mayores también
guardan el conocimiento que ellos mismos han adquirido de las leyes de la
naturaleza en todos sus departamentos, y se encuentran siempre dispuestos a
usarlo, cuando lo permita la ley cíclica, para el provecho de la humanidad.
Ellos siempre han existido como un cuerpo o asociación, todos conociéndose unos
a otros, sin importar la parte del mundo en que puedan encontrarse, y todos
trabajando por la raza humana en diferentes formas. En algunas épocas llegan a
ser bien conocidos por la gente y circulan dentro de núcleos de hombres
comunes, siempre que la organización social, la virtud, y el grado de
desarrollo de los pueblos lo permitan. Porque si se dieran a conocer
públicamente en todas partes, serían venerados como dioses por unos y
perseguidos como demonios por otros. En esos períodos en que ellos se
manifiestan, algunos de sus miembros se convierten en gobernantes de los
hombres, otros en instructores y unos cuantos en grandes filósofos, mientras
que otros permanecen aún desconocidos, excepto para los miembros más avanzados
de su grupo.
Trastocaría los fines que ellos contemplan, que llegaran a
hacerse conocidos en esta civilización, la cual está casi totalmente basada en
el dinero, la fama, la gloria y la personalidad. Porque esta era, según ha
declarado uno de ellos “es una era de transición”, cuando todo sistema de
pensamiento, de ciencia, de religión, de gobierno y de sociedad está en proceso
de cambio, y las mentes de los hombres están solamente preparándose para un cambio
hacia aquel estado que permitirá a la raza avanzar hasta el grado propicio en
que estos hermanos mayores puedan introducir sus actuales presencias en nuestra
escena. Ellos pueden verdaderamente ser llamados los portadores de la antorcha
de la verdad a través de las edades; investigan todas las cosas y todos los
seres; conocen lo que es el hombre en lo más recóndito e íntimo de su
naturaleza, y aun lo que son sus poderes y su destino, su estado antes del
nacimiento y los estados a través de los cuales él pasa después de la muerte
del cuerpo; ellos han velado junto a la cuna de las naciones y han visto los
grandes logros de los antepasados; han velado con tristeza la decadencia de
aquellos que carecieron de fuerza para resistir la ley cíclica del ascenso y la
caída; y mientras los cataclismos parecían traer una total destrucción del
arte, la arquitectura, la religión y la filosofía, ellos han conservado los
archivos y registros completos en lugares a salvo de ser destruidos por los
hombres o por el tiempo. Ellos han efectuado minuciosas observaciones, a través
de miembros de su hermandad psíquicamente entrenados en los reinos invisibles
de la naturaleza y de la mente. Estas observaciones fueron registradas y los
anales conservados. Han llegado al completo dominio de los misterios del sonido
y del color, a través de los cuales únicamente puede llegarse a la comunicación
con los seres elementales que están tras el velo de la materia, y así pueden
estos Hermanos Mayores explicar por qué cae la lluvia y con qué objeto cae; si
la Tierra es hueca o no; qué hace soplar al viento y brillar la luz, y la
hazaña aún más importante de todas —una que requiere el conocimiento del
fundamento mismo de la naturaleza—, saben cuáles son las subdivisiones últimas
del tiempo y cuál es el significado y la duración de los ciclos.
Pero, pregunta ahora el hombre de negocios del siglo XIX, que
lee los periódicos y que cree en el “progreso moderno”, si tales hermanos
mayores fuesen realmente todo lo que usted pretende que ellos sean, ¿cómo es
que no han dejado traza alguna en la historia ni congregaron otros hombres a su
alrededor? A esto, la propia respuesta de ellos, publicada hace tiempo por el
Sr. A. P. Sinnett, es mejor que cualquier otra que yo pudiera ofrecer:
“Si le place discutiremos primeramente lo que se refiere al
supuesto fracaso de la ‘Fraternidad’ en dejar indicio alguno en la historia del
mundo. Según ustedes piensan, ellos, con sus ventajas extraordinarias, deberían
haber sido capaces de atraer a su escuela un número considerable de las mentes
más cultas de cada raza. ¿Cómo sabría usted que no han logrado tal cosa? ¿Está
usted enterado de sus esfuerzos, sus éxitos y fracasos? ¿Posee usted alguna
base sobre la cual juzgarlos? ¿Cómo sería posible recopilar pruebas de los hechos
de esos hombres que han mantenido asiduamente cerrado todo acceso posible a
través del cual el curioso pudiera espiarlos? La condición precisa de su éxito
es que ellos jamás fueran supervisados u obstaculizados; lo que han llevado a
cabo, ellos lo saben; lo único que los que se han encontrado fuera de su
círculo pudieron percibir fueron los resultados, cuyas causas quedarán siempre
ocultas y fuera de alcance. Para explicar tales resultados, muchos hombres en
distintas épocas inventaron teorías sobre la intervención de dioses,
providencias especiales, destinos e influencias benéficas o maléficas de los
astros. Jamás ha existido una época
dentro o fuera del supuesto período histórico, en la cual estos predecesores
nuestros no estuvieran amoldando los eventos y ‘haciendo historia’, cuya
realidad y hechos fueron subsecuente e invariablemente torcidos por los
historiadores para ajustarlos a prejuicios contemporáneos. ¿Está usted bien
seguro de que los heroicos personajes visibles en los sucesivos dramas, no eran
a menudo sino sus máscaras o títeres? Nosotros jamás pretendimos ser capaces de
arrastrar las naciones en masa a una u otra crisis, a pesar de la tendencia
general de las relaciones cósmicas del mundo. Los ciclos tienen que recorrer
sus rondas. Los períodos de claridad y obscuridad mental y moral se suceden
unos a otros lo mismo que el día a la noche. Los yugas, o ciclos mayores y
menores tienen que llevarse a cabo de acuerdo con el régimen establecido de las
cosas. Y nosotros, nacidos dentro de la corriente majestuosa, apenas podemos
modificar y dirigir algunas de sus corrientes secundarias”.
Es en virtud de la ley cíclica y durante un período de
ignorancia en la historia de la mente, que la filosofía verdadera desaparece
por un tiempo; pero es esta misma ley la que causa su reaparición, tan segura
como la salida del sol ante la faz de la inteligencia humana que se encuentra
presente para contemplarla. Pero hay algunas tareas que solamente pueden ser
cumplidas o ejecutadas por el Maestro, mientras que otros trabajos requieren la
ayuda de los compañeros. Es el deber del Maestro el preservar la filosofía
verdadera, pero se requiere la ayuda de los compañeros para redescubrirla y
promulgarla.
Nuevamente los hermanos mayores han indicado en dónde puede ser
encontrada la verdad —la Teosofía— y los compañeros por todas partes del mundo
se ocupan en ponerla de manifiesto para su mayor circulación y propagación.
Los Hermanos Mayores de la Humanidad son hombres que
alcanzaron la perfección en anteriores períodos de evolución. Estos períodos de manifestación son
desconocidos a los evolucionistas modernos en lo que a su número concierne,
aunque por largo tiempo sí han sido reconocidos no solamente por los hindúes
antiguos, sino también por aquellas grandes inteligencias y hombres eminentes
que instituyeron y continua-ron la forma originalmente pura y no adulterada de
los Misterios de Grecia. Los períodos de manifestación de los universos
visibles que surgen del Gran Desconocido son eternos en sus idas y venidas, y
se alternan con períodos equivalentes de silencio y reposo, de vuelta a lo
Desconocido. El objeto de estas majestuosas oleadas es la producción del hombre
perfecto, la evolución del alma, y estas olas siempre resultan en el
crecimiento del número de Hermanos Mayores; la vida del más insignificante de
los hombres los refleja en el día y la noche, la vigilia y el sueño, el
nacimiento y la muerte, “porque estos dos, la luz y la obscuridad, el día y la
noche, son los senderos eternos del mundo”.
En toda edad y en la completa historia de las naciones, se
les ha dado a estos hombres de gran poderío y compasión, distintas
designaciones. Ellos han sido llamados Iniciados, Adeptos, Magos,
Hierofantes, Reyes del Oriente, Sabios, Hermanos y varios otros nombres. Pero
en el idioma Sánscrito hay una palabra que cuando se le aplica a ellos,
inmediata y completamente los identifica con la humanidad. Ese nombre es el de
Mahātman. Esta palabra se compone de Mahā, gran, y Ātman, alma, y por lo tanto
significa gran alma; y puesto que todos los hombres poseen almas, lo que
distingue al Mahātman es su grandeza. El uso del término Mahātman, se ha
extendido mayormente a través de la Sociedad Teosófica por el hecho de que la
Sra. H. P. Blavatsky constantemente se refería a los Mahātman como sus
Maestros, quienes la favorecieron con el conocimiento que ella poseía. Ellos
fueron primeramente conocidos como los Hermanos, pero más adelante, al acudir
muchos hindúes al movimiento Teosófico, el nombre de Mahātman fue introducido
por razón de que este título tiene tras sí una solidez inmensa en la tradición
y literatura de la India. En distintas ocasiones algunos enemigos sin
escrúpulos de la Sociedad Teosófica llegaron a decir que aún el mismo nombre de
Mahātman había sido inventado, y que tales seres eran desconocidos entre los
hindúes y en su literatura. Pero estas aseveraciones han sido hechas
simplemente para desacreditar, si fuese posible, un movimiento filosófico
que amenaza trastornar completamente los erróneos dogmas teológicos que
prevalecen hoy en día. Porque a través de la literatura hindú se hace
referencia a los Mahātman y en partes del Norte de la India el término es de
uso común. En el antiguo poema de la Bhagavad Gītā, reverenciado por todas las
sectas y aceptado por los críticos occidentales por ser tan noble como hermoso,
hay un verso que dice, “Semejante Mahātman es difícil de encontrar”.
Pero independientemente de toda disputa acerca de términos
específicos, existen amplios argumentos y pruebas para demostrar que una
fraternidad de hombres poseedores del maravilloso conocimiento delineado
anteriormente, ha existido siempre y probablemente exista hoy. Los antiguos
misterios continuamente hacen referencia a ellos. Egipto antiguo los tuvo en
sus grandes Reyes-Iniciados, hijos del sol y amigos de los grandes dioses.
Existe una tendencia a menospreciar las ideas de los antiguos, lo cual es en sí
denigrante a la humanidad actual. Aún el cristiano que habla con reverencia de
Abraham como “el amigo de Dios”, considerará desdeñosamente las pretensiones de
los soberanos egipcios, de gozar de la misma amistad, como tan solo una
pretensión pueril de nobleza y rango. Pero la realidad es que estos grandes
egipcios eran Iniciados, miembros de una gran logia única, la cual abarca todas
las otras, de cualquier grado que sean sus actividades. Los más recientes y
decadentes egipcios, desde luego, deben haber imitado a sus predecesores, pero
esto fue ya cuando la doctrina verdadera estaba comenzando una vez más a ser
obscurecida con motivo de la ascendencia del dogma y del sacerdocio.
La historia de Apolonio de Tyana se refiere a un miembro de
una de estas mismas fraternidades antiguas, que aparecieron entre los hombres
durante un ciclo descendente y con el sólo propósito de dejar un testimonio
para las generaciones venideras.
Abraham y Moisés entre los judíos son otros dos Iniciados,
Adeptos, quienes tenían que efectuar su tarea entre cierto pueblo, y es en la
historia de Abraham que nos encontramos con Melquisedec, quien era aún más
grande que Abraham, puesto que tenía el derecho de conferirle a este un rango,
un privilegio o una bendición. El mismo capítulo de la historia humana que
contiene los nombres de Moisés y de Abraham, está iluminado con el de Salomón.
Estos tres componen una gran Tríada de Adeptos, los anales de cuyos hechos no
pueden echarse a un lado como una fantasía ni como faltos de fundamento.
(…)
Dirigiendo nuestra atención hacia la India, por largo tiempo
olvidada e ignorada por el lascivo, egoísta, combatiente y comercializado mundo
occidental, la encontramos repleta de una gran erudición referente a estos
hombres maravillosos, entre los cuales Noé, Abraham, Moisés y Salomón, son tan
sólo ejemplos. Los habitantes de la India están preparados, por razón de su
temperamento y su clima, para ser los conservadores de las joyas filosóficas,
éticas y psíquicas que hubiéramos perdido para siempre, si las mismas hubieran
sido abandonadas al saqueo de los Godos y de los Vándalos, como lo fueron las
naciones occidentales en los tempranos días de sus luchas en pro de la cultura
y de la civilización. Si los hombres que desenfrenadamente quemaron inmensos
montones de tesoros históricos y etnológicos, encontrados por los secuaces de
los soberanos católicos de España en la América Central y del Sur, hubieran
logrado localizar los libros y los documentos escritos en hojas de palma en la
India, antes de que el escudo protector de Inglaterra se levantase contra
ellos, los hubieran destruido de la misma manera que arruinaron los anales de
los Americanos, tal como sus predecesores intentaron hacer con la Biblioteca de
Alejandría. Afortunadamente, los sucesos se desarrollaron de otra manera.
A través de la extensa literatura indostánica encontramos
docenas de grandes Adeptos, bien conocidos de la gente, que enseñaron la misma
doctrina: la epopeya del alma humana. Sus nombres no son familiares al oído
occidental, pero los testimonios de sus pensamientos, sus obras y sus poderes
aún viven. Todavía más, en el apacible e inmutable Oriente existen hoy en día
por centenares, personas que saben por su propio conocimiento que la Gran Logia
existe aún y tiene sus Mahātman, Adeptos, Iniciados o Hermanos. Y más aún, en
ese país hay tal número de hombres expertos en la aplicación práctica de un
poder menor, pero aún maravilloso, sobre la naturaleza y sus fuerzas, que
tenemos un volumen innegable de evidencia humana para probar nuestra tesis.
Y si la Teosofía —la enseñanza de esa Gran Logia— es como se
dijo científica y religiosa, entonces, desde el punto de vista ético tenemos
aún más pruebas. Una poderosa Tríada actuando con y por medio de los principios
éticos, la forman Buddha, Confucio y Jesús. El primero, un hindú, establece una
religión que hoy abarca mucho más prosélitos que el Cristianismo, enseñando,
centurias antes de Jesús, la misma ética que este enseñó y que había sido ya
promulgada siglos antes de Buddha. Jesús, que viene a reformar a su pueblo,
repite esta ética antigua, y Confucio hace lo mismo en la antigua y honorable
China.
El Teósofo afirma que todos estos grandes nombres representan
miembros de una misma hermandad que tiene una misma doctrina. Que tales
caracteres extraordinarios que aparecen de cuando en cuando dentro de la
civilización occidental, como Saint Germain, Jakob Böhme, Cagliostro, Paracelso,
Mesmer, el Conde de Saint Martin y la Sra. H. P. Blavatsky, fueron agentes
encargados de cumplir en el momento propicio el trabajo de la Gran Logia. Es
cierto que ellos son generalmente ultrajados y calificados como impostores,
aunque nadie puede decir por qué lo son, ya que generalmente ellos confieren
beneficios y trazan proyecciones o hacen descubrimientos que resultan de gran
valor para la ciencia después de su muerte. Pero el mismo Jesús sería
tildado hoy de impostor, si apareciese en una iglesia de la Quinta Avenida de
Nueva York reprochando a los profesos cristianos.
Paracelso fue el creador de valiosos métodos y tratamientos
médicos, ahora universalmente adoptados. Mesmer enseñó el hipnotismo bajo otro
nombre. Madame Blavatsky introdujo una vez más a la atención de Occidente el
sistema más importante, por mucho tiempo conocido por la Logia, referente al
hombre, su naturaleza y su destino. Pero todos ellos por igual son calificados
de impostores por gentes que no tienen ninguna filosofía original propia, y
cuyas clases mendicantes y criminales exceden en grado de miseria y en número a
los de cualquier otra civilización de la Tierra.
No será raro de parte de casi todos los lectores occidentales
el maravillarse de que haya seres humanos que pueden saber tanto y poseer tal
poderío sobre las operaciones de la ley natural, como he atribuido a los
Iniciados, ahora conocidos como Mahātman. En la India, en China y en otras
tierras Orientales este hecho no asombraría a nadie, porque allí, a pesar de
que todo lo concerniente a la civilización materialista está ahora en un estado
de atraso, jamás han perdido la creencia en la naturaleza interior del hombre,
y en el poder que él puede ejercer si tal es su voluntad. Por consiguiente,
ejemplares vivientes de esos poderes y capacidades jamás han estado ausentes de
esos pueblos. Pero en Occidente, una civilización materialista que ha
surgido a base de la negación de la vida y naturaleza del alma a consecuencia
de una reacción a un dogmatismo ilógico, no ha habido ninguna investigación
sobre estos asuntos y, hasta hace poco, el público en general no ha creído en
la posibilidad de que un ser humano, excepto un supuesto Dios, poseyese tal
poderío.
Un Mahātman dotado de poderes sobre espacio, tiempo, mente y
materia, es ciertamente una posibilidad, precisamente porque él es un hombre
perfeccionado. Cada ser humano posee en germen todos los poderes atribuidos a
estos grandes Iniciados; la diferencia yace únicamente en el hecho de que, en
general, nosotros no hemos desarrollado aquellos que poseemos en germen,
mientras que el Mahātman ha pasado a través de tales disciplinas y experiencias
que han provocado el desarrollo de todos
los poderes humanos ocultos en él, y ha conferido dones que aparecen como
divinos a los ojos de sus hermanos menos avanzados.
La Telepatía, la facultad de leer el pensamiento, y el
hipnotismo, conocidos por la Teosofía por mucho tiempo, demuestran la
existencia en el hombre, de planos de conciencia, funciones y facultades hasta
la fecha no soñadas. La lectura del pensamiento y el influir a distancia sobre
la mente del sujeto hipnotizado, prueban la existencia de una mente que no está
totalmente subordinada al cerebro, y que existe un medio por el cual el
pensamiento influyente puede ser transmitido. Basándose en el dominio de la
ley, los Iniciados pueden comunicarse entre sí a cualquier distancia. La
exposición razonada de esta facultad, aún no admitida por las escuelas de
hipnotismo, es que si las dos mentes vibran al unísono o pasan al mismo estado,
ambas pensarán de igual manera; o en otras palabras, el que ha de percibir a
larga distancia, recibe la onda o impresión transmitida por el otro. En la
misma forma ocurren los demás poderes o facultades, no importa cuán
extraordinarios sean.
Esos poderes son naturales aunque ahora raros, al igual que
una gran habilidad musical es natural aunque no sea un fenómeno común. Si un
Iniciado puede hacer mover un objeto sólido sin tocarlo, es porque tiene
comprensión de las dos leyes, de atracción y repulsión, de las cuales la
“gravedad” es sólo una de ellas; si él es capaz de precipitar del aire
invisible el carbón que nosotros sabemos se oculta en el mismo, y de convertir
ese carbón en frases redactadas sobre el papel, es por medio de su conocimiento
de la química oculta superior y el ejercicio de una disciplinada y poderosa
facultad de imaginación creadora que cada ser humano posee. Si el Iniciado lee
los pensamientos de uno con facilidad, eso es el resultado del uso de los
poderes internos y reales de la visión, que no requieren la ayuda de una retina
para ver la finísima malla de la imagen que el vibrante cerebro del hombre teje
frente a sí mismo. Todo lo que el Mahātman puede hacer es natural al hombre
perfeccionado; pero si esos poderes aún no nos han sido revelados, es porque la
raza es todavía del todo egoísta y aún vive para lo presente y lo transitorio.
Repito, pues, que aunque la verdadera doctrina desaparece de
entre los hombres por un tiempo, la misma está llamada a reaparecer, porque,
primeramente, está grabada en el imperecedero centro de la naturaleza del
hombre, y segundo, la Logia por siempre la conserva, no solamente en archivos reales
u objetivos, sino también dentro de los inteligentes y totalmente
autoconscientes hombres que después de atravesar con éxito los muchos períodos
de evolución que antecedieron a este en el cual nos encontramos, no pueden
perder los valiosos conocimientos que han adquirido. Y en razón de que los
Hermanos Mayores representan el más elevado producto de la evolución, por medio
de quienes únicamente y en cooperación con toda la familia humana, la
realización regular y perfectamente laboriosa de los planes del Gran Arquitecto
del Universo puede ser continuada, he creído muy justo hacer referencia a ellos
y su Logia Universal, antes de emprender la exposición de otros aspectos de la
materia".
(Letra negrita añadida).